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lunes, 16 de junio de 2014

.- EL EXTASIS DE TOM .- 20 (PARTE 1 2 Y 3)

CAP 20 (PARTE 1)
—Señorita Mitchell. —Una mujer alta y morena, vestida con un traje de chaqueta, entró en el despacho, le estrechó la mano y se sentó tras su gran escritorio.
La señorita Soraya Harandi era de origen iraní. Tenía una piel clara y luminosa y una larga mata de pelo negro azulado. Su boca era grande, de labios carnosos, y sus ojos oscuros brillaban animados. No es que fuera especialmente hermosa, pero era muy espectacular y ____ se quedó observándola sin poder evitarlo.
Soraya se echó a reír.
Ella inmediatamente bajó la vista hacia su cartera y empezó a juguetear con los cierres.
—No haga eso delante del comité, por favor. Da igual lo que le digan o lo que hagan, no aparte la vista. La hace parecer débil y culpable. —Soraya sonrió para dulcificar sus palabras—. En el derecho, la psicología es tan importante como la jurisprudencia. ¿Por qué no me cuenta las circunstancias que desembocaron en la demanda?
____ respiró hondo y le contó su historia, empezando por el episodio de cuando tenía diecisiete años y acabando con la carta de la universidad. Sólo omitió algunos detalles.
La mujer escuchó con atención, tomando notas en su ordenador portátil y asintiendo de vez en cuando. Cuando ella acabó, guardó silencio unos instantes.
—Menuda historia. Dado que no le han dicho de qué se trata la demanda, no podemos dar por hecho que tenga relación con su novio, aunque debemos prepararnos también para esa eventualidad. ¿Su relación con el profesor Kaulitz ha sido totalmente consentida?
—Por supuesto.
—¿Había mantenido alguna relación con otro profesor anteriormente?
—No.
—¿Es posible que la sedujera por diversión?
—Por supuesto que no. Tom me ama.
Soraya pareció aliviada.
—Me alegro. Bueno, me alegro por usted personalmente, aunque tal vez no sea algo tan positivo. Dependerá de la demanda.
—¿Qué quieres decir?
—Si la relación es consentida, la universidad puede tomar medidas contra los dos. Si usted fuera una víctima en todo esto, las medidas disciplinarias sólo lo afectarían a él.
—No soy una víctima. Estamos manteniendo una relación y esperamos a que acabara el semestre anterior para iniciarla.
—Eso no es exactamente así.
—¿Cómo dice? —preguntó _____, incrédula.
—Por lo que me ha contado, la relación empezó a finales de octubre. Esperaron a que acabara el semestre para acostarse, pero igualmente han violado la ley de no confraternización. ¿Quién conoce esta relación?
—Su familia y mi padre. Nadie más.
—¿Qué me dice de la alumna que ha denunciado a su novio por acoso sexual?
—No sé lo que sabe —respondió ____, apretando los dientes—. Pero me odia.
Soraya se golpeó la barbilla con el bolígrafo.
—Si los acusan de violar la normativa de no confraternización, ¿podrían ustedes ofrecer alguna prueba, aparte de su testimonio, de que no mantuvieron relaciones sexuales mientras usted era su alumna?
—¿Qué la lleva a pensar que la demanda tendrá que ver con Tom? El código de conducta académica también regula aspectos como el plagio.
—Conozco al doctor Aras. No pierde su precioso tiempo con ese tipo de asuntos.
____ se echó hacia atrás en la silla.
—Oh, Dios mío.
—Esperemos que alguien la haya demandado por alguna infracción académica leve y que el doctor Aras se esté tomando simplemente un interés personal. Pero por si acaso, ¿tiene alguna prueba de que no estaba intercambiando sexo por buenas calificaciones?
_____ se ruborizó intensamente.
—Bueno, hay una cosa que tal vez...
—¿De qué se trata?
—Era virgen antes del viaje a Italia.
Soraya se la quedó mirando como si fuera una criatura mítica, como, por ejemplo, un hombre heterosexual que supiera distinguir entre unos Manolo Blahnik y unos Christian Louboutin.
—¿Tiene alguna prueba escrita de eso? ¿Un informe médico?
Ella se removió en la silla.
—No.
—En ese caso, no tiene sentido sacar el tema. ¿Alguien los vio juntos durante el pasado semestre?
—No que yo sepa. Aunque en septiembre fuimos a una discoteca con su hermana.
Soraya frunció los labios.
—Sacar a relucir que es amiga de su familia no es buena idea. Pone el foco de atención en un posible conflicto de intereses. Además, dejarse ver con él en público no fue una idea muy brillante, señorita Mitchell. Aunque, la verdad es que la culpa es más del profesor Kaulitz que suya. Fue él quien debió prever las consecuencias.
»Dado que no estamos seguras de la naturaleza de la demanda, nuestra estrategia será recabar toda la información que podamos durante la reunión, sin manifestarnos. Eso nos permitirá ganar tiempo para preparar un eventual procedimiento disciplinario, cosa que esperamos que no llegue a producirse.
»Durante la reunión con el comité, yo hablaré en su nombre. Que no hayan desvelado la naturaleza de la demanda me hace pensar que ésta sea engañosa y que ellos lo sepan. No añadiremos combustible a su pira funeraria.
Soraya miró a ____, que parecía muy desanimada.
—Tiene que tener confianza. Debe estar convencida de que la demanda no tiene base y no prosperará. No ha hecho nada malo. He tratado casos similares con la universidad y los he ganado. También ganaré éste.
La confianza de la abogada resultaba tranquilizadora.
—Mientras tanto, me gustaría que preparara una lista de todas las personas que puedan haber presentado la demanda y sus posibles razones, además de un informe detallado de todas sus conversaciones con la señorita Peterson. Uno de mis ayudantes investigará un poco a esa joven. Y hablaré con uno de mis contactos en la universidad a ver qué puedo descubrir.
»Hasta que no se haya resuelto todo, el profesor y usted tendrán que guardar las
distancias. No se dejen ver juntos en público. No le comente nada de lo que hablemos. Si la demanda es sobre confraternización, él tendrá que seguir los consejos de su abogado, que defenderá sus intereses. No quiero que mi defensa se vea comprometida por alguna indiscreción en el dormitorio.
____ la miró con determinación.
—Tom es mucho más que una aventura sexual. Si estoy en peligro, él también lo está. Nuestra relación es totalmente consentida y no tengo ningún interés en que me defiendan a su costa. Cualquier responsabilidad debe ser repartida entre los dos a partes iguales.
La abogada la miró con curiosidad.
—¿Está segura de que ésa es la postura que quiere mantener? Le dijo a mi secretaria que el abogado de Tom Kaulitz es Pablo Green. ¿Por qué no la representa él también a usted si lo que quieren es presentar un frente unido?
Ella abrió la boca, pero no supo qué responder.
Soraya sonrió, comprensiva.
—No es la primera estudiante que se encuentra en una situación como ésta. Sé que está asustada y confusa. Pero debe pensar que si la situación empeora, es posible que su novio decida romper su relación para proteger su carrera y su puesto de trabajo. Tiene que estar preparada por si la deja sola ante el peligro.
—Tom nunca haría algo así. Me ama. Hemos hablado de irnos a vivir juntos. Y... de otras cosas.
La abogada la miró con condescendencia.
—El amor es fácil de matar. Quedarse sin trabajo es una de las maneras más eficaces. Pero no anticipemos acontecimientos.
»Tom Kaulitz me ha enviado un anticipo, pero se lo devolveré. Creo que lo mejor será que la defienda por bono.
____ asintió, incómoda. Se había olvidado de los honorarios.
—Le pagaré, pero puede que tarde un poco.
—Si acepto su caso por bono, no hará falta que me pague. Lo consideraré una buena obra y si me paga, eso dejaría de tener sentido. Guárdese el dinero. Lo necesitará para comprar libros o para mudarse a Massachusetts. —Hizo una mueca—. No me gustan las demandas universitarias por temas sexuales. Me parecen inquisitoriales. Cualquier cosa que pueda hacer para humillar o poner en evidencia a David Aras, será un auténtico placer. Créame, representarla será una de las pocas alegrías de estos últimos meses. Soy yo la que debería pagarle.
Esa misma noche, ____ estaba hecha un ovillo en la cama de Tom, intentando dormir. Él estaba en su despacho, revisando desesperadamente las normas universitarias relativas a los estudiantes y tratando de averiguar qué podía haber llamado tanto la atención del comité.
Pensar que su carrera podía llegar a su fin a causa de su relación con ____ y que ella misma podía perder la oportunidad de ir a Harvard era más de lo que se veía capaz de soportar y no pudo contener las lágrimas. Lo peor de todo era la incertidumbre de no saber a qué se enfrentaban.
Se secó las lágrimas. Tenía que ser fuerte. Tom entró en ese momento en la habitación para ver cómo estaba y, al verle la cara, se acostó a su lado.
—No llores, cariño. Por favor, no llores. No habría tardado tanto en venir si hubiera sabido que estabas tan disgustada. Tenemos a los mejores abogados y vamos a luchar. Es posible que todo sea un malentendido y que el viernes que viene todo se haya solucionado.
—¿Y si no es un malentendido?
Tom apretó los dientes.
—Entonces, nos enfrentaremos a lo que venga juntos.
—¿Y tu demanda?
—Tú no te preocupes por eso. Céntrate en los cursos y en el proyecto y deja que yo me ocupe de lo demás. No permitiré que nadie te haga daño, te lo juro.

CAP 20 (PARTE 2)
Volviéndola boca arriba, empezó a darle suaves besos en la cara.
—Tengo miedo —susurró ____.
Acariciándole el pelo, Tom le besó la punta de la nariz.
—Lo sé. Pero pase lo que pase, no dejaré que nadie se interponga entre Harvard y tú. Todo saldrá bien, ya lo verás. —La miró preocupado—. ¿Qué puedo hacer, ____? No sé cómo consolarte.
—Bésame.
Él la besó con el beso breve e inseguro del chico que besa a su vecinita por primera vez, sin saber cómo va a reaccionar. Pero no tenía de qué preocuparse.
____ respondió enredándole los dedos en el pelo y atrayéndolo hacia su boca, para entrelazar sus lenguas.
Él le devolvió el beso con contención, antes de apartarse y apoyar la frente en la de ella.
—No puedo.
—Por favor —le rogó ____, acariciándole los hombros y la espalda y acercándolo.
—No puedo hacerte el amor si estás triste. Tengo miedo de lastimarte.
—Pero te necesito.
—¿No prefieres que te prepare un baño caliente?
—Hacer el amor contigo me hace feliz, porque me recuerda lo mucho que me quieres. Por favor. Necesito sentir que me deseas.
Tom juntó las cejas.
—Por supuesto que te deseo, _____. Pero no quiero aprovecharme de tus momentos de debilidad.
Ella no era una mujer exigente. Y cuando le pedía algo, solía ser siempre por el bien de Tom. Él lo sabía y le dolía negarle nada, sobre todo cuando lo miraba con aquellos ojos enormes y tristes. Pero el rastro de sus lágrimas había apagado su libido. Prefería consolarla abrazándola que intentar un acto que no iba a ser capaz de concluir.
La expresión de ____ no dejaba lugar a dudas. Necesitaba la conjunción de cuerpos y almas que sólo el sexo podía proporcionar. Mientras le acariciaba el pelo, Tom se dio cuenta de una cosa: no importaba lo que opinara el terapeuta, no era adicto al sexo. No era un hedonista lascivo, con un apetito insaciable que buscaba satisfacer —en palabras de Scott— follándose a cualquier mujer que se le pusiera por delante.
_____ lo había cambiado. La amaba, pero aunque le rogara, no podía excitarse viéndola sufrir.
Ella seguía observándolo mientras le acariciaba la espalda y los brazos. Podía darle al menos parte de lo que le pedía, distrayéndola con caricias y sensaciones agradables. Esperaba que fuera suficiente. La besó muy despacio y ella le arañó suavemente la cabeza. Incluso cuando se dejaba llevar por la necesidad, era dulce y amable.
Tom le acarició el cuello con los labios y, cuando llegó a su oreja, le susurró lo mucho que lo había cambiado. Lo feliz que lo hacía que fuera suya.
_____ suspiró mientras él le besaba el cuello, pasándole la lengua en el hueco de
la base de su garganta antes de seguir avanzando hacia los hombros. Le mordisqueó entonces las clavículas, apartándole el tirante de la camiseta para dejarle la pálida curva del hombro al descubierto.
Ella empezó a quitarse la camiseta, pero Tom la detuvo.
—Paciencia —le susurró.
Entrelazando los dedos con los suyos, le besó el dorso de la mano y le extendió el brazo para besarle la parte interna del codo. Sólo cuando _____ empezó a gemir, la soltó y continuó su asalto. Deslizándole las manos a lo largo del cuerpo, besó cada centímetro de su piel, guiándose por cómo se contraía bajo sus caricias y por los gemidos que escapaban de sus labios.
Cuando vio que se había olvidado de las lágrimas y que sus gemidos eran de pasión y no de tristeza, acabó de desnudarla y se arrodilló entre sus piernas.
Pronto ____ empezó a temblar y a gritar su nombre. Ése era el momento favorito de Tom, más aún que su propio clímax: oír su nombre, mezclado con los gemidos y gritos de placer de su amada. Las primeras veces que habían hecho el amor se había mostrado tan tímida que ahora, cada vez que la oía llamarlo con un susurro ronco y extático, un agradable calor se extendía por sus entrañas.
«El amor es esto —pensó Tom—. Estar desnudo frente a tu amante y gritar su nombre sin sentir ninguna vergüenza.»
Al alcanzar el orgasmo, poco después, él le dijo que la amaba.
En su mente, estaban ya totalmente unidos: el sexo, el amor y ____. La Santísima Trinidad.
La abrazó con fuerza mientras recuperaban el aliento, sonriendo para sus adentros. Estaba muy orgulloso de ella. Se sentía muy feliz al darse cuenta de que podía expresar lo que deseaba, incluso estando triste. La besó, comprobando encantado que ____ volvía a sonreír.
—Gracias —susurró ella.
—Gracias a ti, ____, por enseñarme a amar.

Al entrar en la oficina del departamento, el miércoles, Paul se quedó muy sorprendido por lo que encontró.
____ estaba ante los casilleros, pálida y ojerosa. Al acercarse a ella, le dedicó una sonrisa tan triste que le encogió el corazón.
Antes de poder preguntarle qué le pasaba, Christa Peterson entró tan campante, con su gran bolso Michael Kors colgando del brazo. Se la veía relajada y contenta y le brillaban los ojos. Iba vestida de rojo. No rojo cereza o rojo sangre, sino escarlata. El color del triunfo y del poder.
Al verlos a los dos juntos se echó a reír.
Paul la miró y luego volvió a mirar a _____, que había ocultado el rostro volviéndose de cara a los casilleros.
—¿Qué pasa? —susurró.
—Nada —respondió ella—. Creo que me ronda un resfriado.
Paul negó con la cabeza. Habría insistido, sin apabullarla, pero el profesor Martin entró en ese momento.
Al verlo, ____ agarró la cartera de piel y el abrigo y se dirigió a la puerta.
Paul la siguió.
—¿Te apetece un café? Iba a acercarme al Starbucks.
Ella negó con la cabeza.
—Estoy cansada. Lo mejor será que vuelva a casa.
Paul bajó la vista hacia su cuello —su cuello sin marcar— y luego volvió a
mirarla a los ojos.
—¿Puedo hacer algo por ti?
—No. Gracias, Paul. Estoy bien, de verdad.
Él asintió y la miró alejarse, pero cambió de idea y la siguió.

CAP 20 (PARTE 3)
—Pensándolo mejor, yo también voy a volver a casa. Te acompaño un rato, si quieres.
____ se mordió el labio inferior, pero asintió y ambos salieron al frío de la calle. Ella se enrolló la bufanda del Magdalen College alrededor del cuello, temblando al sentir el viento helado.
—Esa bufanda es de Oxford —comentó Paul.
—Sí.
—¿La compraste allí?
—No... Me la regalaron.
«Jorg —pensó él—. Si fue a Oxford, no puede ser tan idiota. Aunque, pensándolo bien, Kaulitz también fue a Oxford...»
—Me gusta mucho la gorra de los Phillies que me regalaste. Soy seguidor de los Red Sox, pero la llevaré con orgullo. Excepto en Vermont. Mi padre la quemaría si me presentara con ella en la granja.
_____ sonrió y él le devolvió la sonrisa.
—¿Cuánto hace que estás enferma?
—Unos días. —Se encogió de hombros, incómoda.
—¿Has ido al médico?
—Sólo es un resfriado. No se puede hacer nada.
Paul la miró cuando rodeaban la espantosa pared norte de cristal del Royal Ontario Museum, bajo los copos de nieve.
—¿Te ha estado molestando Christa? Cuando ha entrado en la oficina parecías disgustada con ella.
____ tropezó en la nieve, que le llegaba por los tobillos, y Paul alargó una de sus grandes manos para estabilizarla.
—Cuidado. Podría haber hielo bajo la nieve.
Ella le dio las gracias y siguió caminando con más cuidado.
—Si resbalas, agárrate de mi brazo. Nunca me verás de rodillas.
____ lo miró, sorprendida por su elección de palabras, y vio que Paul se ruborizaba. Nunca antes había visto ruborizarse a un jugador de rugby. (Se rumoreaba que era imposible.)
—Quería decir que nunca me caigo. Soy demasiado pesado para resbalar.
—No eres demasiado pesado.
Él sonrió.
—¿Christa te ha estado molestando?
Ella miró hacia adelante, hacia la acera cubierta de nieve.
—No. Es que he dormido poco. He estado acostándome tarde para trabajar en el proyecto. La profesora Picton es muy exigente. La semana pasada rechazó varias páginas de la traducción que había hecho del Purgatorio. La he estado rehaciendo y me ha llevado más tiempo del que pensaba.
—Podría ayudarte, si quieres. Podrías enviarme la traducción para que le eche un vistazo antes de entregársela.
—Gracias. Como si no tuvieras bastante con tu trabajo... Lo último que necesitas es ocuparte de mis problemas.
Paul se detuvo y la agarró suavemente del brazo.
—Por supuesto que tengo tiempo para ti. Tu trabajo va sobre el amor y la
lujuria; el mío sobre el placer. Algunos de los textos que trabajamos son los mismos. Y me serviría para practicar italiano.
—Podemos comparar las traducciones de los pasajes que tengamos en común, pero nada más. No quiero que pierdas el tiempo con cosas que no tengan que ver con tu proyecto —replicó ella.
—Envíame los textos y la fecha de entrega y les echaré un vistazo sin ningún problema.
—Gracias —dijo ____, sinceramente aliviada.
Cuando él la soltó, siguieron caminando.
—¿Sabías que el catedrático de Estudios Italianos envió un correo electrónico anunciando tu admisión en Harvard? Especificaba que habías ganado una beca sustanciosa.
_____ abrió mucho los ojos.
—No, no tenía ni idea. A mí no me llegó.
—No, se lo envió a todos menos a ti. Kaulitz me pidió que lo imprimiera y que lo colgara en el corcho de al lado de su despacho. Además, me hizo resaltar la información importante con un rotulador fluorescente, incluido tu nombre. ¿Te lo puedes creer? Se portó contigo como un cretino durante todo el semestre y ahora quiere colgarse la medalla. Menudo capullo.
____ frunció el cejo, pero permaneció en silencio.
—¿Qué pasa?
—Nada —respondió ella, ruborizándose.
—Anda, suéltalo. ¿En qué estabas pensando?
—Bueno, me preguntaba si habrías visto a Christa merodeando por el departamento. O por el despacho del profesor Kaulitz.
—Por suerte, no. Parece que ha encontrado otro hueso que roer. Y sabe que de mí no va a sacar nada, así que ni lo intenta. Es consciente de que la mandaré a tomar viento a la primera oportunidad. —Dándole un golpecito en el hombro, le guiñó un ojo—. Más le vale no meterse contigo. Sé unas cuantas cosas de ella que no le gustaría que salieran a la luz.
El jueves, ____ se reunió con su terapeuta para preparar la reunión de la mañana siguiente con el comité.
Viendo que necesitaba hablar del tema, Nicole se olvidó de los objetivos que había preparado para esa sesión y la escuchó pacientemente antes de ofrecerle su opinión.
—El estrés puede ser muy pernicioso para la salud. Tenemos que tratarlo con el respeto que merece. A algunas personas les va bien hablar de sus problemas; otras, en cambio, prefieren guardárselos. ¿Cómo te has enfrentado al estrés en el pasado?
—Me lo he guardado todo —admitió ____  jugueteando con las manos.
—¿Y ahora? ¿Puedes hablar de tus problemas con tu novio?
—Sí, pero no quiero agobiarlo más. Ya está bastante preocupado por los dos.
Nicole asintió.
—Cuando quieres a alguien, es normal querer protegerlo del sufrimiento. Algunas veces, ésa es la mejor actitud que se puede tomar, pero otras veces se corre el riesgo de cargar con demasiado peso. El exceso de estrés, o de responsabilidad, puede ser demasiado para uno solo.
—La verdad es que no me gusta que Tom me oculte cosas. Me hace sentir como una niña. Preferiría que hablara de sus problemas conmigo, aunque fueran cosas negativas.
—¿Y no crees que Tom puede sentir lo mismo? Tal vez crea que no confías en él, que no le cuentas tus problemas. ¿Lo habéis hablado?
—Lo he intentado. Le he dicho que quiero que seamos iguales, que no haya secretos entre nosotros.
—Bien. ¿Y cuál es su respuesta?
—Depende. O insiste en cuidarme o tiene miedo de decepcionarme.
—¿Y cómo te hace sentir eso?
____ hizo un gesto de impotencia con las manos, buscando las palabras.
—No me gusta que él lo pague todo. Me hace sentir pobre, dependiente... impotente.
—¿Por qué?
—Me da demasiadas cosas. No puedo corresponderle.
—¿Tan importante es para ti que vuestra relación sea recíproca?
—Sí.
—Ninguna relación es completamente recíproca. A veces, cuando las parejas tratan de compartirlo todo al cincuenta por ciento, se encuentran con que su relación ha dejado de ser una unión de dos y se ha convertido en un ejercicio de matemáticas. Buscar la reciprocidad por encima de todo puede llegar a ser enfermizo.
»Pero, por otro lado, es muy razonable aspirar a tener una relación en la que ambos miembros se valoran por igual y comparten las cargas y las responsabilidades. En otras palabras, que él tenga más dinero no supone un problema, siempre que entienda que tú quieres contribuir también. Si no puede ser económicamente, hay otras maneras de hacerlo. Y esas maneras deben recibir la misma consideración que las aportaciones económicas. ¿Te parece razonable?
—Mucho. Me gusta la idea.
Nicole sonrió.
—Respecto a lo de protegerse el uno al otro... Puede argumentarse que los hombres tienen la necesidad biológica de proteger a las mujeres y a los niños. No sé cuál es la auténtica razón, pero es así. Ellos suelen realizarse mediante actos y logros. Si te niegas a que haga cosas por ti, se sentirá inútil, superfluo. Necesita saber que puede ocuparse de ti, que puede protegerte. Eso no es necesariamente negativo. Es normal que los miembros de una pareja quieran cuidar el uno del otro. Pero como en cualquier otra cosa, hay extremos y hay un punto medio.
»Lo que tu novio y tú debéis buscar es ese punto medio. Permite que cuide de ti en algunos momentos, pero defiende tu independencia en otros aspectos. Y déjale claro que tú también quieres cuidar de él en ocasiones.
____ asintió. La moderación le gustaba. Quería cuidar de Tom y quería que él cuidara de ella, pero sin ser una carga. Y, desde luego, sin tener la sensación de que la cuidaba porque la consideraba frágil o herida. Aunque una cosa era proponérselo y otra llevarlo a la práctica.
—Algunos hombres sufren lo que yo llamo el síndrome del caballero andante —prosiguió Nicole—. Quieren proteger a las mujeres de su vida como si fueran doncellas indefensas. Esto puede parecer romántico y excitante durante un tiempo, pero, a la larga, la realidad se impone y la suya se convierte en una actitud opresora y condescendiente. Cuando un miembro de la pareja se ocupa sólo de proteger y el otro sólo de ser protegido, el resultado no es satisfactorio.
»Por supuesto, hay mujeres que sufren un síndrome similar al del caballero andante. Se conoce como el síndrome del cachorro herido. Esas mujeres buscan a hombres dañados o conflictivos y tratan de curarlos. Pero dejemos ese tema para otro día.
»En casos extremos, un hombre caballeroso puede cometer todo tipo de imprudencias para proteger a su mujer, como ir a la batalla a lomos de su caballo, o enfrentarse a miles de persas, en vez de salir corriendo en dirección contraria. La prudencia es tan importante como el valor. —Nicole se echó a reír—. ¿Has visto la película Trescientos?
____ negó con la cabeza.
—Trata de la batalla de las Termópilas, en la que trescientos espartanos mantuvieron a raya a doscientos cincuenta mil persas antes de la derrota final. Herodoto escribió sobre ello.
____ la miró con curiosidad y admiración. ¿Cuántas psicólogas serían capaces de citar a Herodoto?
—El rey Leónidas era uno de estos casos extremos. Podría argumentarse que su decisión estuvo basada en circunstancias políticas, pero lo que quería señalar es que el hombre caballeroso puede acabar haciendo más daño en su empeño protector que aquello de lo que quiere proteger a los suyos. Las mujeres espartanas solían decirles a sus maridos e hijos que regresaran con el escudo en la mano o tumbados sobre él. Pero si tú te encontraras en su situación, no creo que quisieras que Tom muriera defendiéndote de los persas. Supongo que preferirías que regresara a casa, aunque hubiera perdido la batalla.
____ asintió con decisión.
—Puedes sacar el tema en la conversación. Puedes hacerle entender que no quieres que te defienda si eso lo va a perjudicar. Que prefieres luchar a su lado, compartiendo los riesgos y las responsabilidades. Que quieres ser su compañera, no una niña ni una damisela indefensa.
»Tal vez aceptara acompañarte a sesiones conjuntas, ya que no viene a las individuales.
____ no estaba segura de haber oído correctamente.
—¿Cómo?
Nicole sonrió.
—Decía que cuando hables con Tom puedes comentarle que no quieres que te defienda...
—No —la interrumpió ella—. Me refería a la última frase. ¿Has dicho que Tom no viene a terapia?
Nicole se quedó helada.
—Eso ha sido un fallo por mi parte. No debería haber hablado sobre la relación de otro paciente con su terapeuta.
—¿Cuándo dejó de venir a ver a Winston?
—No puedo hablar de ello, lo siento. —Se removió incómoda en su silla—. Deberíamos hablar de cuál va a ser la mejor manera de enfrentarte al estrés provocado por la reunión de mañana.

CAP 20 (PARTE 3/1)
El responsable de Estudios de Posgrado era un gran amante de la formalidad y el refinamiento, por esa razón, siempre convocaba las reuniones en la gran sala de conferencias, con paredes forradas de madera, en sus oficinas de la calle Saint George. El profesor Jeremy Martin, catedrático de Estudios Italianos, estaba sentado a su derecha, en una silla de respaldo muy alto, con reminiscencias medievales, tras una mesa de madera oscura casi tan ancha como la sala.
Delante de la mesa habían colocado dos sillas plegables y en ellas se habían sentado Soraya Harandi y su clienta para la reunión. No tardaron en comprobar que eran tan incómodas como parecían.
La voz de barítono de David Aras resonó en la sala:
—Ha llegado el momento de las presentaciones. ¿Señorita _____ Mitchell?
____ asintió, pero no dijo nada.
—¿Y quién es su representante?
Aunque sus fríos ojos de color azul muy claro no revelaban nada, era evidente que reconocía a la mujer sentada a la izquierda de ella.
—Soraya Harandi, doctor Aras. Representaré a la señorita Mitchell.
—¿Hay alguna razón por la cual la señorita Mitchell haya elegido venir a esta reunión informal en compañía de una abogada? —preguntó él, claramente irritado.
—No, doctor Aras. Mi clienta se limita a seguir sus instrucciones. En la carta que recibió, se le sugería que viniera acompañada de un letrado. —La voz de Soraya era engañosamente dulce.
David reprimió el impulso de gruñir. No le gustaba que lo ridiculizaran y menos en público. Señaló al hombre sentado a su lado.
—El profesor Martin.
____ lo miró discretamente. Sabía que el catedrático se reuniría con Tom cuando acabara aquella reunión, para hablar de la demanda por acoso de Christa. Trató de averiguar si estaba a su favor, pero su actitud era totalmente neutral, al menos en apariencia.
El doctor Aras se aclaró la garganta.
—Hemos recibido una queja muy grave contra usted, señorita Mitchell. El objetivo de esta reunión previa a la investigación es solamente informativo. Le haremos unas cuantas preguntas y luego usted podrá hacernos a su vez las preguntas que quiera. La sesión durará unos treinta minutos.
Respirando hondo, ____ le devolvió la mirada sin decir nada.
—¿Mantiene una relación romántica con un profesor de esta universidad?
Ella abrió los ojos como platos y se quedó muda de la sorpresa. Antes de que pudiera decir nada, Soraya habló en su lugar.
—Mi clienta no responderá a ninguna pregunta hasta que no se revele la naturaleza de la demanda. La carta era muy vaga, algo comprensible, teniendo en cuenta la política de la universidad, pero esta pregunta es muy concreta. Si quiere una respuesta, deberá explicar exactamente cuál es la naturaleza de la demanda, quién la ha interpuesto y qué pruebas tiene.
El doctor Aras dio unos golpecitos con el dedo en la jarra de agua que tenía delante, haciendo bailar las rodajas de limón.
—No es así como funcionan estas reuniones. Como responsable de los estudiantes de posgrado, yo soy quien hace las preguntas.
—Doctor Aras —la voz de Soraya había adquirido un tono casi condescendiente—, ambos sabemos que la política y los procedimientos legales de la universidad se basan en los principios del derecho natural. Mi clienta tiene derecho a saber de qué se la acusa, a conocer la naturaleza y el alcance de las pruebas que se aportan contra ella, si es que existen, y la identidad del demandante, antes de empezar a responder nada. En caso contrario, este procedimiento no será válido y no tendré más remedio que interponer una demanda al respecto. Inmediatamente.
—Estoy de acuerdo con la señorita Harandi —convino el profesor Martin en voz baja.
David le dirigió una mirada irritada con el rabillo del ojo.
—Muy bien. Su clienta ha sido demandada por comportamiento inadecuado. Se la acusa de haber mantenido una relación sexual con uno de sus profesores a cambio de favores académicos.
____ abrió mucho los ojos, mientras Soraya se echaba a reír a carcajadas.
—Esto es una farsa. Mi clienta es una alumna brillante que acaba de ser admitida en Harvard, como bien sabe —dijo, mirando al profesor Martin—. No tiene ninguna necesidad de prostituirse.
—No es la primera vez que nos llega una demanda de este tipo, señorita Harandi. Y nos las tomamos muy en serio, como corresponde.
—Y entonces, ¿por qué no lo están tratando como un caso de acoso sexual? Sin duda, si una estudiante se ve envuelta en un asunto de intercambio de favores sexuales, estamos ante un caso de acoso sexual.
—Esta línea de investigación ya está abierta —la cortó David Aras.
—Bien, bien. ¿De qué tipo de favores académicos estamos hablando?
—Una nota elevada en el seminario del profesor, pago económico en forma de beca y la colaboración de una académica retirada para que la asesore en su proyecto de tesis.
Soraya hizo un gesto despectivo con la mano.
—Reitero el hecho de que los méritos académicos de mi clienta hablan por sí solos. ¿Y de qué desafortunado profesor estamos hablando?
—Tom Kaulitz —respondió el doctor Aras, mirando a ____ fijamente.
Soraya sonrió relajada.
—El demandante tiene una imaginación muy viva. Él o ella debería especializarse en literatura de ficción. ¿Fue el profesor Kaulitz quien interpuso la demanda?
____ contuvo el aliento, horrorizada.
David Aras golpeó los papeles que tenía delante con la punta del bolígrafo.
—No, no fue él.
—Bien, ¿y qué dijo al respecto cuando le preguntó?
—Nuestra intención es hablar con el profesor cuando hayamos reunido más información. Nuestros protocolos señalan que, cuando un miembro del profesorado se ve envuelto en una demanda de este tipo, se lo interroga al final, no al principio —explicó el profesor Martin en tono firme pero tranquilo.
Soraya le dirigió una severa mirada.
—¿Está diciendo que, según las normas de la universidad, se acusa primero a las estudiantes? ¿Y que sólo después se interroga al profesor cuyo testimonio podría exonerarla? Me sorprende que hayan arrastrado a mi clienta hasta aquí sin haber tenido la mínima cortesía de hablar antes con la otra persona implicada. Este asunto podría haberse resuelto con un par de llamadas telefónicas. Es una vergüenza.
David empezó a protestar, pero la abogada lo interrumpió una vez más.
—Antes de dar por finalizada esta reunión, ¿quién es el demandante?
—La demandante es una persona que la señorita Mitchell conoce. Su nombre es Christa Peterson.
Soraya recibió la información sin inmutarse, pero ____ buscó al profesor Martin con la mirada. Fue sólo un instante, pero él se dio cuenta y la miró a su vez con el cejo fruncido.
Ruborizándose, ella bajó la vista.
David Aras mostró dos documentos.
—Según la información que hemos reunido hasta la fecha, parece ser que el profesor Kaulitz le puso una nota muy alta a la señorita Mitchell en su seminario. Además, se le concedió la beca M. P. Kaulitz, donada por una misteriosa fundación. Y en el expediente que el profesor Martin me ha facilitado, hay constancia de que el profesor Kulitz le pidió a la profesora Picton que supervisara el proyecto de tesis de
la señorita Mitchell.
Le alargó el expediente a Soraya.
—Como puede ver, señorita Harandi, el expediente incluye pruebas adicionales aportadas por la señorita Peterson, entre las cuales hay fotografías y recortes de un periódico florentino en el que la señorita Mitchell y el profesor Kaulitz aparecen juntos en público. En el artículo se dice que él la presentó como su prometida.
»También contamos con la declaración jurada del empleado de una discoteca, que asegura estar en posesión de unas cintas de seguridad en las que el profesor y la señorita Mitchell aparecen en actitud muy íntima durante el período en que ella aún era su alumna. Ciertamente, su comportamiento escapa a los límites de lo que sería una relación profesional.
El hombre hizo una dramática pausa.
—Sería posible que las pruebas aportadas por la demandante sirvieran para demostrar más de una infracción. Por eso estamos ansiosos por oír la versión de la señorita Mitchell. Le repetiré la pregunta: ¿recibió favores académicos de su profesor a cambio de tener relaciones con él?
—Doctor Aras —intervino Soraya—, me sorprende mucho que un hombre de su categoría dé credibilidad a demandas basadas en pruebas tan inconsistentes. ¿Recortes de periódico de un diario sensacionalista italiano? ¿Cintas de vídeo cuya autenticidad no puede demostrarse? Prima facie, no hay caso.
—No ponga en duda mi competencia, señorita Harandi. —El doctor Aras empezaba a perder la paciencia—. Llevo trabajando en estos asuntos desde que usted aún estaba en la guardería.
Soraya alzó las cejas, cerró el expediente ceremoniosamente y lo tiró sobre la mesa.
—¿Qué interés tiene la demandante en todo esto?
David la fulminó con la mirada.
Ella miró al catedrático Martin antes de devolverle la mirada.
—Tal vez su auténtico objetivo sea el profesor Kaulitz—continuó Soraya—. ¿Por qué de pronto tengo la sensación de que mi clienta es una víctima colateral en todo este asunto?
—Eso queda fuera de la demanda y, por tanto, de su alcance profesional, señorita Harandi. —La barbilla le había empezado a temblar—. Aunque esta oficina preferiría ignorar la información adicional aportada, no podemos hacerlo. El artículo del periódico demuestra que la señorita Mitchell y el profesor Kaulitz tenían una relación sólo días después de acabar el semestre, lo que parece indicar la existencia de una relación previa.
—Me cuesta creer que haya hecho venir a mi clienta sólo por estas estrafalarias acusaciones. Es evidente que la demandante es una persona inestable, que vive en un mundo de fantasía. Si tiene algún problema con el profesor Kaulitz, sería a él a quien debería demandar, no a la señorita Mitchell. En vista de lo que he presenciado aquí esta mañana, le aconsejaré a mi clienta que interponga una demanda contra la señorita Peterson por acusaciones fraudulentas y difamación.
El doctor Aras carraspeó ruidosamente.
—Si lo que pretende es afirmar que la relación de la señorita Mitchell y el profesor Kaulitz era totalmente consentida, deje que tome nota de esa declaración y acabemos con esta pantomima. ¿Cuándo se inició la relación?
—La única pantomima aquí es la llevada a cabo por su oficina. Bajo la apariencia de una infracción académica y de una investigación seria, lo que se está llevando a cabo aquí es una especie de lascivo McCarthysmo sexual. La reunión ha
terminado.
Soraya cerró la carpeta con contundencia y se levantó.
—Un momentito, señorita Harandi. Si se hubiera molestado en echar un vistazo al expediente de la señorita Mitchell, habría encontrado un documento firmado por la profesora Picton, con fecha de octubre, en la que declara que acepta supervisar el proyecto de tesis de la señorita Mitchell por un conflicto de intereses del profesor Kaulitz. ¿Por qué iba a pedirle éste algo así a la profesora Picton si no fuera para darle a la señorita Mitchell lo que ella le exigía? ¿Qué otro tipo de conflicto de intereses iba a existir, aparte de una relación inadecuada?
____ abrió la boca para responder y decir que conocía a Tom desde que era una adolescente, pero la abogada se lo impidió agarrándola del antebrazo con fuerza.
—Parece que usted ya ha tomado partido en esta demanda, doctor Aras. Habría sido más honesto por su parte especificar en la carta que el objetivo de esta reunión era enturbiar las aguas para así poder castigar a mi clienta.
El hombre trató de disimular su creciente enfado.
—La demanda —dijo, señalando el expediente— afirma que la señorita Mitchell recibió favores académicos al margen de sus resultados. La demandante dice además que el profesor Kaulitz y la señorita Mitchell tuvieron una pelea de enamorados en medio de un seminario, en una sala llena de testigos. Poco después de ese vergonzoso episodio, la profesora Picton firmó el documento por el que se comprometía a supervisar el proyecto de la señorita Mitchell. Quid pro quo. Quod erat demonstrandum.
Nemo me impune lacessit, doctor Aras. —Soraya sonrió en dirección a Martin, antes de volver a mirar hacia David con una gélida mirada—. Empecé a estudiar latín cuando aún iba a la guardería.
»La demanda es maliciosa y falsa. Si el rector decide presentar cargos basándose en ella, tomaremos medidas contra la demandante y contra esta oficina.
____ se fijó en que el doctor Aras agarraba el bolígrafo con fuerza.
—¿Está segura de que ésta es la postura que desea asumir, señorita Mitchell? Si coopera, se la tratará con mayor indulgencia.
—Básicamente, usted acaba de llamar a mi clienta puta y la ha acusado de acostarse con un profesor para conseguir sus objetivos académicos. No creo que haga falta que le recuerde las leyes que tratan sobre la difamación. Me parece recordar que el año pasado ya nos enfrentamos a una situación parecida. No nos rendiremos ante sus amenazas.
—Nosotros no amenazamos, juzgamos. Entrevistaremos a testigos relevantes para el caso y nos volveremos a reunir. Jeremy, ¿tienes alguna pregunta? ¿Algún comentario?
El profesor Martin miró a _____ y luego negó con la cabeza.
David Aras cerró entonces el expediente.
—Dado que se niega a responder a mis preguntas, señorita Mitchell, puede retirarse.
Tras despedirse de los dos hombres con una inclinación de cabeza, Soraya y ella salieron de la sala.


 HELLO!!! SIN BATERIA EN LA COMPU... NOS VEMOS 4 O MAS Y AGREGO MAÑANA BAY

6 comentarios:

  1. Estoy sufriendo con este cap... temo por su relación espero que tom cuando dijo "nada de interpondrá entre Harvard y tu" fuera enserio menos si es él es que se mete por medio... arggg no me se explicar jajajajaja y la christaa como la odio ella también se fucka a un profesorrr(es) la odio enserio, y paul es muy majo, muy cuqui, pero igual se pasa de protector hahabahaha debería aceptar que no pasara nada entre ellos... espero vaya, yo a la ________ la quiero solo con tomi jejejejeje y la soraya esa me cae bastante bien; quiza algo rarita... pero bueno...
    Subeeeeee por fis

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  2. :O Q cap tan largoooo pero me encantooo, yo sabia q la q Christa tenia q ver con todo esto desde el principio lo sospeche, huyy hay bastantes pruebas donde los acusan, me sorprendió en como la abogada de (Tn) hablo con el tal David Aras quien se cree ese tipo y la abogada de (Tn) tiene razón prácticamente le dio a entender q es una puta, hay ojala Soraya logre demostrar la inocencia de (Tn) aunque no me gustaría q Tom sufriera y q se tuvieran q separar ojala q no.. hay me encanto cuando Tom le dijo a (Tn) q nada se interpondrá entre Harvard y tu Tom es lo máximo!!! publica el 21 mañana please quede muy intrigada..

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  3. O.o Dios mioo!! Tienen todooo.
    Maldita Crista. Paul dijo q sabia algo de Crista eso esta interesanteee.

    Siguelaa Virgii . Sube hoy porfaaa Subeeeee!! Y uno larguisimo :)

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