CAP 20 (PARTE
1)
—Señorita Mitchell. —Una mujer
alta y morena, vestida con un traje de chaqueta, entró en el despacho, le
estrechó la mano y se sentó tras su gran escritorio.
La señorita Soraya Harandi era
de origen iraní. Tenía una piel clara y luminosa y una larga mata de pelo negro
azulado. Su boca era grande, de labios carnosos, y sus ojos oscuros brillaban
animados. No es que fuera especialmente hermosa, pero era muy espectacular y
____ se quedó observándola sin poder evitarlo.
Soraya se echó a reír.
Ella inmediatamente bajó la
vista hacia su cartera y empezó a juguetear con los cierres.
—No haga eso delante del
comité, por favor. Da igual lo que le digan o lo que hagan, no aparte la vista.
La hace parecer débil y culpable. —Soraya sonrió para dulcificar sus palabras—.
En el derecho, la psicología es tan importante como la jurisprudencia. ¿Por qué
no me cuenta las circunstancias que desembocaron en la demanda?
____ respiró hondo y le contó
su historia, empezando por el episodio de cuando tenía diecisiete años y acabando
con la carta de la universidad. Sólo omitió algunos detalles.
La mujer escuchó con atención,
tomando notas en su ordenador portátil y asintiendo de vez en cuando. Cuando
ella acabó, guardó silencio unos instantes.
—Menuda historia. Dado que no
le han dicho de qué se trata la demanda, no podemos dar por hecho que tenga
relación con su novio, aunque debemos prepararnos también para esa
eventualidad. ¿Su relación con el profesor Kaulitz ha sido totalmente
consentida?
—Por supuesto.
—¿Había mantenido alguna
relación con otro profesor anteriormente?
—No.
—¿Es posible que la sedujera
por diversión?
—Por supuesto que no. Tom me
ama.
Soraya pareció aliviada.
—Me alegro. Bueno, me alegro
por usted personalmente, aunque tal vez no sea algo tan positivo. Dependerá de
la demanda.
—¿Qué quieres decir?
—Si la relación es consentida,
la universidad puede tomar medidas contra los dos. Si usted fuera una víctima
en todo esto, las medidas disciplinarias sólo lo afectarían a él.
—No soy una víctima. Estamos
manteniendo una relación y esperamos a que acabara el semestre anterior para
iniciarla.
—Eso no es exactamente así.
—¿Cómo dice? —preguntó _____,
incrédula.
—Por lo que me ha contado, la
relación empezó a finales de octubre. Esperaron a que acabara el semestre para
acostarse, pero igualmente han violado la ley de no confraternización. ¿Quién
conoce esta relación?
—Su familia y mi padre. Nadie
más.
—¿Qué me dice de la alumna que
ha denunciado a su novio por acoso sexual?
—No sé lo que sabe —respondió
____, apretando los dientes—. Pero me odia.
Soraya se golpeó la barbilla con el bolígrafo.
—Si los acusan
de violar la normativa de no confraternización, ¿podrían ustedes ofrecer alguna
prueba, aparte de su testimonio, de que no mantuvieron relaciones sexuales
mientras usted era su alumna?
—¿Qué la lleva
a pensar que la demanda tendrá que ver con Tom? El código de conducta académica
también regula aspectos como el plagio.
—Conozco al
doctor Aras. No pierde su precioso tiempo con ese tipo de asuntos.
____ se echó
hacia atrás en la silla.
—Oh, Dios mío.
—Esperemos que
alguien la haya demandado por alguna infracción académica leve y que el doctor
Aras se esté tomando simplemente un interés personal. Pero por si acaso, ¿tiene
alguna prueba de que no estaba intercambiando sexo por buenas calificaciones?
_____ se
ruborizó intensamente.
—Bueno, hay
una cosa que tal vez...
—¿De qué se
trata?
—Era virgen
antes del viaje a Italia.
Soraya se la
quedó mirando como si fuera una criatura mítica, como, por ejemplo, un hombre
heterosexual que supiera distinguir entre unos Manolo Blahnik y unos Christian
Louboutin.
—¿Tiene alguna
prueba escrita de eso? ¿Un informe médico?
Ella se
removió en la silla.
—No.
—En ese caso,
no tiene sentido sacar el tema. ¿Alguien los vio juntos durante el pasado
semestre?
—No que yo
sepa. Aunque en septiembre fuimos a una discoteca con su hermana.
Soraya frunció
los labios.
—Sacar a
relucir que es amiga de su familia no es buena idea. Pone el foco de atención
en un posible conflicto de intereses. Además, dejarse ver con él en público no
fue una idea muy brillante, señorita Mitchell. Aunque, la verdad es que la
culpa es más del profesor Kaulitz que suya. Fue él quien debió prever las
consecuencias.
»Dado que no
estamos seguras de la naturaleza de la demanda, nuestra estrategia será recabar
toda la información que podamos durante la reunión, sin manifestarnos. Eso nos
permitirá ganar tiempo para preparar un eventual procedimiento disciplinario,
cosa que esperamos que no llegue a producirse.
»Durante la
reunión con el comité, yo hablaré en su nombre. Que no hayan desvelado la
naturaleza de la demanda me hace pensar que ésta sea engañosa y que ellos lo
sepan. No añadiremos combustible a su pira funeraria.
Soraya miró a
____, que parecía muy desanimada.
—Tiene que
tener confianza. Debe estar convencida de que la demanda no tiene base y no
prosperará. No ha hecho nada malo. He tratado casos similares con la
universidad y los he ganado. También ganaré éste.
La confianza
de la abogada resultaba tranquilizadora.
—Mientras
tanto, me gustaría que preparara una lista de todas las personas que puedan
haber presentado la demanda y sus posibles razones, además de un informe
detallado de todas sus conversaciones con la señorita Peterson. Uno de mis
ayudantes investigará un poco a esa joven. Y hablaré con uno de mis contactos
en la universidad a ver qué puedo descubrir.
»Hasta que no
se haya resuelto todo, el profesor y usted tendrán que guardar las
distancias. No se dejen ver juntos en público. No le comente
nada de lo que hablemos. Si la demanda es sobre confraternización, él tendrá
que seguir los consejos de su abogado, que defenderá sus intereses. No quiero
que mi defensa se vea comprometida por alguna indiscreción en el dormitorio.
____ la miró
con determinación.
—Tom es mucho
más que una aventura sexual. Si estoy en peligro, él también lo está. Nuestra
relación es totalmente consentida y no tengo ningún interés en que me defiendan
a su costa. Cualquier responsabilidad debe ser repartida entre los dos a partes
iguales.
La abogada la
miró con curiosidad.
—¿Está segura
de que ésa es la postura que quiere mantener? Le dijo a mi secretaria que el
abogado de Tom Kaulitz es Pablo Green. ¿Por qué no la representa él también a
usted si lo que quieren es presentar un frente unido?
Ella abrió la
boca, pero no supo qué responder.
Soraya sonrió,
comprensiva.
—No es la
primera estudiante que se encuentra en una situación como ésta. Sé que está
asustada y confusa. Pero debe pensar que si la situación empeora, es posible
que su novio decida romper su relación para proteger su carrera y su puesto de
trabajo. Tiene que estar preparada por si la deja sola ante el peligro.
—Tom nunca
haría algo así. Me ama. Hemos hablado de irnos a vivir juntos. Y... de otras
cosas.
La abogada la
miró con condescendencia.
—El amor es
fácil de matar. Quedarse sin trabajo es una de las maneras más eficaces. Pero
no anticipemos acontecimientos.
»Tom Kaulitz
me ha enviado un anticipo, pero se lo devolveré. Creo que lo mejor será que la
defienda por bono.
____ asintió,
incómoda. Se había olvidado de los honorarios.
—Le pagaré,
pero puede que tarde un poco.
—Si acepto su
caso por bono, no hará falta que me pague. Lo consideraré una buena obra y si
me paga, eso dejaría de tener sentido. Guárdese el dinero. Lo necesitará para
comprar libros o para mudarse a Massachusetts. —Hizo una mueca—. No me gustan
las demandas universitarias por temas sexuales. Me parecen inquisitoriales.
Cualquier cosa que pueda hacer para humillar o poner en evidencia a David Aras,
será un auténtico placer. Créame, representarla será una de las pocas alegrías
de estos últimos meses. Soy yo la que debería pagarle.
Esa misma
noche, ____ estaba hecha un ovillo en la cama de Tom, intentando dormir. Él
estaba en su despacho, revisando desesperadamente las normas universitarias
relativas a los estudiantes y tratando de averiguar qué podía haber llamado tanto
la atención del comité.
Pensar que su
carrera podía llegar a su fin a causa de su relación con ____ y que ella misma
podía perder la oportunidad de ir a Harvard era más de lo que se veía capaz de
soportar y no pudo contener las lágrimas. Lo peor de todo era la incertidumbre
de no saber a qué se enfrentaban.
Se secó las
lágrimas. Tenía que ser fuerte. Tom entró en ese momento en la habitación para
ver cómo estaba y, al verle la cara, se acostó a su lado.
—No llores,
cariño. Por favor, no llores. No habría tardado tanto en venir si hubiera
sabido que estabas tan disgustada. Tenemos a los mejores abogados y vamos a
luchar. Es posible que todo sea un malentendido y que el viernes que viene todo
se haya solucionado.
—¿Y si no es un malentendido?
Tom apretó los
dientes.
—Entonces, nos
enfrentaremos a lo que venga juntos.
—¿Y tu
demanda?
—Tú no te
preocupes por eso. Céntrate en los cursos y en el proyecto y deja que yo me
ocupe de lo demás. No permitiré que nadie te haga daño, te lo juro.
CAP 20 (PARTE
2)
Volviéndola
boca arriba, empezó a darle suaves besos en la cara.
—Tengo miedo
—susurró ____.
Acariciándole
el pelo, Tom le besó la punta de la nariz.
—Lo sé. Pero
pase lo que pase, no dejaré que nadie se interponga entre Harvard y tú. Todo
saldrá bien, ya lo verás. —La miró preocupado—. ¿Qué puedo hacer, ____? No sé
cómo consolarte.
—Bésame.
Él la besó con
el beso breve e inseguro del chico que besa a su vecinita por primera vez, sin
saber cómo va a reaccionar. Pero no tenía de qué preocuparse.
____ respondió
enredándole los dedos en el pelo y atrayéndolo hacia su boca, para entrelazar
sus lenguas.
Él le devolvió
el beso con contención, antes de apartarse y apoyar la frente en la de ella.
—No puedo.
—Por favor —le
rogó ____, acariciándole los hombros y la espalda y acercándolo.
—No puedo
hacerte el amor si estás triste. Tengo miedo de lastimarte.
—Pero te
necesito.
—¿No prefieres
que te prepare un baño caliente?
—Hacer el amor
contigo me hace feliz, porque me recuerda lo mucho que me quieres. Por favor.
Necesito sentir que me deseas.
Tom juntó las
cejas.
—Por supuesto
que te deseo, _____. Pero no quiero aprovecharme de tus momentos de debilidad.
Ella no era
una mujer exigente. Y cuando le pedía algo, solía ser siempre por el bien de
Tom. Él lo sabía y le dolía negarle nada, sobre todo cuando lo miraba con
aquellos ojos enormes y tristes. Pero el rastro de sus lágrimas había apagado
su libido. Prefería consolarla abrazándola que intentar un acto que no iba a
ser capaz de concluir.
La expresión
de ____ no dejaba lugar a dudas. Necesitaba la conjunción de cuerpos y almas
que sólo el sexo podía proporcionar. Mientras le acariciaba el pelo, Tom se dio
cuenta de una cosa: no importaba lo que opinara el terapeuta, no era adicto al
sexo. No era un hedonista lascivo, con un apetito insaciable que buscaba
satisfacer —en palabras de Scott— follándose a cualquier mujer que se le
pusiera por delante.
_____ lo había
cambiado. La amaba, pero aunque le rogara, no podía excitarse viéndola sufrir.
Ella seguía
observándolo mientras le acariciaba la espalda y los brazos. Podía darle al
menos parte de lo que le pedía, distrayéndola con caricias y sensaciones
agradables. Esperaba que fuera suficiente. La besó muy despacio y ella le arañó
suavemente la cabeza. Incluso cuando se dejaba llevar por la necesidad, era
dulce y amable.
Tom le
acarició el cuello con los labios y, cuando llegó a su oreja, le susurró lo
mucho que lo había cambiado. Lo feliz que lo hacía que fuera suya.
_____ suspiró
mientras él le besaba el cuello, pasándole la lengua en el hueco de
la base de su garganta antes de seguir avanzando hacia los
hombros. Le mordisqueó entonces las clavículas, apartándole el tirante de la
camiseta para dejarle la pálida curva del hombro al descubierto.
Ella empezó a
quitarse la camiseta, pero Tom la detuvo.
—Paciencia —le
susurró.
Entrelazando
los dedos con los suyos, le besó el dorso de la mano y le extendió el brazo
para besarle la parte interna del codo. Sólo cuando _____ empezó a gemir, la
soltó y continuó su asalto. Deslizándole las manos a lo largo del cuerpo, besó
cada centímetro de su piel, guiándose por cómo se contraía bajo sus caricias y
por los gemidos que escapaban de sus labios.
Cuando vio que
se había olvidado de las lágrimas y que sus gemidos eran de pasión y no de
tristeza, acabó de desnudarla y se arrodilló entre sus piernas.
Pronto ____
empezó a temblar y a gritar su nombre. Ése era el momento favorito de Tom, más
aún que su propio clímax: oír su nombre, mezclado con los gemidos y gritos de
placer de su amada. Las primeras veces que habían hecho el amor se había
mostrado tan tímida que ahora, cada vez que la oía llamarlo con un susurro
ronco y extático, un agradable calor se extendía por sus entrañas.
«El amor es
esto —pensó Tom—. Estar desnudo frente a tu amante y gritar su nombre sin
sentir ninguna vergüenza.»
Al alcanzar el
orgasmo, poco después, él le dijo que la amaba.
En su mente,
estaban ya totalmente unidos: el sexo, el amor y ____. La Santísima Trinidad.
La abrazó con
fuerza mientras recuperaban el aliento, sonriendo para sus adentros. Estaba muy
orgulloso de ella. Se sentía muy feliz al darse cuenta de que podía expresar lo
que deseaba, incluso estando triste. La besó, comprobando encantado que ____
volvía a sonreír.
—Gracias
—susurró ella.
—Gracias a ti,
____, por enseñarme a amar.
Al entrar en
la oficina del departamento, el miércoles, Paul se quedó muy sorprendido por lo
que encontró.
____ estaba
ante los casilleros, pálida y ojerosa. Al acercarse a ella, le dedicó una
sonrisa tan triste que le encogió el corazón.
Antes de poder
preguntarle qué le pasaba, Christa Peterson entró tan campante, con su gran
bolso Michael Kors colgando del brazo. Se la veía relajada y contenta y le
brillaban los ojos. Iba vestida de rojo. No rojo cereza o rojo sangre, sino
escarlata. El color del triunfo y del poder.
Al verlos a
los dos juntos se echó a reír.
Paul la miró y
luego volvió a mirar a _____, que había ocultado el rostro volviéndose de cara
a los casilleros.
—¿Qué pasa? —susurró.
—Nada
—respondió ella—. Creo que me ronda un resfriado.
Paul negó con
la cabeza. Habría insistido, sin apabullarla, pero el profesor Martin entró en
ese momento.
Al verlo, ____
agarró la cartera de piel y el abrigo y se dirigió a la puerta.
Paul la
siguió.
—¿Te apetece
un café? Iba a acercarme al Starbucks.
Ella negó con
la cabeza.
—Estoy
cansada. Lo mejor será que vuelva a casa.
Paul bajó la
vista hacia su cuello —su cuello sin marcar— y luego volvió a
mirarla a los ojos.
—¿Puedo hacer
algo por ti?
—No. Gracias,
Paul. Estoy bien, de verdad.
Él asintió y
la miró alejarse, pero cambió de idea y la siguió.
CAP 20 (PARTE
3)
—Pensándolo
mejor, yo también voy a volver a casa. Te acompaño un rato, si quieres.
____ se mordió
el labio inferior, pero asintió y ambos salieron al frío de la calle. Ella se
enrolló la bufanda del Magdalen College alrededor del cuello, temblando al
sentir el viento helado.
—Esa bufanda
es de Oxford —comentó Paul.
—Sí.
—¿La compraste
allí?
—No... Me la
regalaron.
«Jorg —pensó
él—. Si fue a Oxford, no puede ser tan idiota. Aunque, pensándolo bien, Kaulitz
también fue a Oxford...»
—Me gusta
mucho la gorra de los Phillies que me regalaste. Soy seguidor de los Red Sox,
pero la llevaré con orgullo. Excepto en Vermont. Mi padre la quemaría si me
presentara con ella en la granja.
_____ sonrió y
él le devolvió la sonrisa.
—¿Cuánto hace
que estás enferma?
—Unos días.
—Se encogió de hombros, incómoda.
—¿Has ido al
médico?
—Sólo es un
resfriado. No se puede hacer nada.
Paul la miró
cuando rodeaban la espantosa pared norte de cristal del Royal Ontario Museum,
bajo los copos de nieve.
—¿Te ha estado
molestando Christa? Cuando ha entrado en la oficina parecías disgustada con
ella.
____ tropezó
en la nieve, que le llegaba por los tobillos, y Paul alargó una de sus grandes
manos para estabilizarla.
—Cuidado.
Podría haber hielo bajo la nieve.
Ella le dio
las gracias y siguió caminando con más cuidado.
—Si resbalas,
agárrate de mi brazo. Nunca me verás de rodillas.
____ lo miró,
sorprendida por su elección de palabras, y vio que Paul se ruborizaba. Nunca
antes había visto ruborizarse a un jugador de rugby. (Se rumoreaba que era
imposible.)
—Quería decir
que nunca me caigo. Soy demasiado pesado para resbalar.
—No eres
demasiado pesado.
Él sonrió.
—¿Christa te
ha estado molestando?
Ella miró
hacia adelante, hacia la acera cubierta de nieve.
—No. Es que he
dormido poco. He estado acostándome tarde para trabajar en el proyecto. La
profesora Picton es muy exigente. La semana pasada rechazó varias páginas de la
traducción que había hecho del Purgatorio. La he estado rehaciendo y me ha
llevado más tiempo del que pensaba.
—Podría
ayudarte, si quieres. Podrías enviarme la traducción para que le eche un
vistazo antes de entregársela.
—Gracias. Como
si no tuvieras bastante con tu trabajo... Lo último que necesitas es ocuparte
de mis problemas.
Paul se detuvo
y la agarró suavemente del brazo.
—Por supuesto
que tengo tiempo para ti. Tu trabajo va sobre el amor y la
lujuria; el mío sobre el placer. Algunos de los textos que
trabajamos son los mismos. Y me serviría para practicar italiano.
—Podemos
comparar las traducciones de los pasajes que tengamos en común, pero nada más.
No quiero que pierdas el tiempo con cosas que no tengan que ver con tu proyecto
—replicó ella.
—Envíame los
textos y la fecha de entrega y les echaré un vistazo sin ningún problema.
—Gracias —dijo
____, sinceramente aliviada.
Cuando él la
soltó, siguieron caminando.
—¿Sabías que
el catedrático de Estudios Italianos envió un correo electrónico anunciando tu
admisión en Harvard? Especificaba que habías ganado una beca sustanciosa.
_____ abrió
mucho los ojos.
—No, no tenía
ni idea. A mí no me llegó.
—No, se lo envió
a todos menos a ti. Kaulitz me pidió que lo imprimiera y que lo colgara en el
corcho de al lado de su despacho. Además, me hizo resaltar la información
importante con un rotulador fluorescente, incluido tu nombre. ¿Te lo puedes
creer? Se portó contigo como un cretino durante todo el semestre y ahora quiere
colgarse la medalla. Menudo capullo.
____ frunció
el cejo, pero permaneció en silencio.
—¿Qué pasa?
—Nada
—respondió ella, ruborizándose.
—Anda,
suéltalo. ¿En qué estabas pensando?
—Bueno, me
preguntaba si habrías visto a Christa merodeando por el departamento. O por el
despacho del profesor Kaulitz.
—Por suerte,
no. Parece que ha encontrado otro hueso que roer. Y sabe que de mí no va a
sacar nada, así que ni lo intenta. Es consciente de que la mandaré a tomar
viento a la primera oportunidad. —Dándole un golpecito en el hombro, le guiñó
un ojo—. Más le vale no meterse contigo. Sé unas cuantas cosas de ella que no
le gustaría que salieran a la luz.
El jueves,
____ se reunió con su terapeuta para preparar la reunión de la mañana siguiente
con el comité.
Viendo que
necesitaba hablar del tema, Nicole se olvidó de los objetivos que había
preparado para esa sesión y la escuchó pacientemente antes de ofrecerle su opinión.
—El estrés
puede ser muy pernicioso para la salud. Tenemos que tratarlo con el respeto que
merece. A algunas personas les va bien hablar de sus problemas; otras, en
cambio, prefieren guardárselos. ¿Cómo te has enfrentado al estrés en el pasado?
—Me lo he
guardado todo —admitió ____ jugueteando
con las manos.
—¿Y ahora?
¿Puedes hablar de tus problemas con tu novio?
—Sí, pero no
quiero agobiarlo más. Ya está bastante preocupado por los dos.
Nicole
asintió.
—Cuando
quieres a alguien, es normal querer protegerlo del sufrimiento. Algunas veces,
ésa es la mejor actitud que se puede tomar, pero otras veces se corre el riesgo
de cargar con demasiado peso. El exceso de estrés, o de responsabilidad, puede
ser demasiado para uno solo.
—La verdad es
que no me gusta que Tom me oculte cosas. Me hace sentir como una niña.
Preferiría que hablara de sus problemas conmigo, aunque fueran cosas negativas.
—¿Y no crees que Tom puede sentir lo mismo? Tal vez crea que
no confías en él, que no le cuentas tus problemas. ¿Lo habéis hablado?
—Lo he
intentado. Le he dicho que quiero que seamos iguales, que no haya secretos
entre nosotros.
—Bien. ¿Y cuál
es su respuesta?
—Depende. O
insiste en cuidarme o tiene miedo de decepcionarme.
—¿Y cómo te
hace sentir eso?
____ hizo un
gesto de impotencia con las manos, buscando las palabras.
—No me gusta
que él lo pague todo. Me hace sentir pobre, dependiente... impotente.
—¿Por qué?
—Me da
demasiadas cosas. No puedo corresponderle.
—¿Tan
importante es para ti que vuestra relación sea recíproca?
—Sí.
—Ninguna
relación es completamente recíproca. A veces, cuando las parejas tratan de
compartirlo todo al cincuenta por ciento, se encuentran con que su relación ha
dejado de ser una unión de dos y se ha convertido en un ejercicio de
matemáticas. Buscar la reciprocidad por encima de todo puede llegar a ser
enfermizo.
»Pero, por
otro lado, es muy razonable aspirar a tener una relación en la que ambos
miembros se valoran por igual y comparten las cargas y las responsabilidades.
En otras palabras, que él tenga más dinero no supone un problema, siempre que
entienda que tú quieres contribuir también. Si no puede ser económicamente, hay
otras maneras de hacerlo. Y esas maneras deben recibir la misma consideración
que las aportaciones económicas. ¿Te parece razonable?
—Mucho. Me
gusta la idea.
Nicole sonrió.
—Respecto a lo
de protegerse el uno al otro... Puede argumentarse que los hombres tienen la
necesidad biológica de proteger a las mujeres y a los niños. No sé cuál es la
auténtica razón, pero es así. Ellos suelen realizarse mediante actos y logros.
Si te niegas a que haga cosas por ti, se sentirá inútil, superfluo. Necesita
saber que puede ocuparse de ti, que puede protegerte. Eso no es necesariamente
negativo. Es normal que los miembros de una pareja quieran cuidar el uno del
otro. Pero como en cualquier otra cosa, hay extremos y hay un punto medio.
»Lo que tu
novio y tú debéis buscar es ese punto medio. Permite que cuide de ti en algunos
momentos, pero defiende tu independencia en otros aspectos. Y déjale claro que
tú también quieres cuidar de él en ocasiones.
____ asintió.
La moderación le gustaba. Quería cuidar de Tom y quería que él cuidara de ella,
pero sin ser una carga. Y, desde luego, sin tener la sensación de que la cuidaba
porque la consideraba frágil o herida. Aunque una cosa era proponérselo y otra
llevarlo a la práctica.
—Algunos
hombres sufren lo que yo llamo el síndrome del caballero andante —prosiguió
Nicole—. Quieren proteger a las mujeres de su vida como si fueran doncellas
indefensas. Esto puede parecer romántico y excitante durante un tiempo, pero, a
la larga, la realidad se impone y la suya se convierte en una actitud opresora
y condescendiente. Cuando un miembro de la pareja se ocupa sólo de proteger y
el otro sólo de ser protegido, el resultado no es satisfactorio.
»Por supuesto,
hay mujeres que sufren un síndrome similar al del caballero andante. Se conoce
como el síndrome del cachorro herido. Esas mujeres buscan a hombres dañados o
conflictivos y tratan de curarlos. Pero dejemos ese tema para otro día.
»En casos extremos, un hombre caballeroso puede cometer todo
tipo de imprudencias para proteger a su mujer, como ir a la batalla a lomos de
su caballo, o enfrentarse a miles de persas, en vez de salir corriendo en
dirección contraria. La prudencia es tan importante como el valor. —Nicole se
echó a reír—. ¿Has visto la película Trescientos?
____ negó con
la cabeza.
—Trata de la
batalla de las Termópilas, en la que trescientos espartanos mantuvieron a raya
a doscientos cincuenta mil persas antes de la derrota final. Herodoto escribió
sobre ello.
____ la miró
con curiosidad y admiración. ¿Cuántas psicólogas serían capaces de citar a
Herodoto?
—El rey
Leónidas era uno de estos casos extremos. Podría argumentarse que su decisión
estuvo basada en circunstancias políticas, pero lo que quería señalar es que el
hombre caballeroso puede acabar haciendo más daño en su empeño protector que
aquello de lo que quiere proteger a los suyos. Las mujeres espartanas solían
decirles a sus maridos e hijos que regresaran con el escudo en la mano o
tumbados sobre él. Pero si tú te encontraras en su situación, no creo que
quisieras que Tom muriera defendiéndote de los persas. Supongo que preferirías
que regresara a casa, aunque hubiera perdido la batalla.
____ asintió
con decisión.
—Puedes sacar
el tema en la conversación. Puedes hacerle entender que no quieres que te
defienda si eso lo va a perjudicar. Que prefieres luchar a su lado,
compartiendo los riesgos y las responsabilidades. Que quieres ser su compañera,
no una niña ni una damisela indefensa.
»Tal vez
aceptara acompañarte a sesiones conjuntas, ya que no viene a las individuales.
____ no estaba
segura de haber oído correctamente.
—¿Cómo?
Nicole sonrió.
—Decía que
cuando hables con Tom puedes comentarle que no quieres que te defienda...
—No —la
interrumpió ella—. Me refería a la última frase. ¿Has dicho que Tom no viene a
terapia?
Nicole se
quedó helada.
—Eso ha sido
un fallo por mi parte. No debería haber hablado sobre la relación de otro
paciente con su terapeuta.
—¿Cuándo dejó
de venir a ver a Winston?
—No puedo
hablar de ello, lo siento. —Se removió incómoda en su silla—. Deberíamos hablar
de cuál va a ser la mejor manera de enfrentarte al estrés provocado por la
reunión de mañana.
CAP 20 (PARTE
3/1)
El responsable
de Estudios de Posgrado era un gran amante de la formalidad y el refinamiento,
por esa razón, siempre convocaba las reuniones en la gran sala de conferencias,
con paredes forradas de madera, en sus oficinas de la calle Saint George. El
profesor Jeremy Martin, catedrático de Estudios Italianos, estaba sentado a su
derecha, en una silla de respaldo muy alto, con reminiscencias medievales, tras
una mesa de madera oscura casi tan ancha como la sala.
Delante de la
mesa habían colocado dos sillas plegables y en ellas se habían sentado Soraya
Harandi y su clienta para la reunión. No tardaron en comprobar que eran tan
incómodas como parecían.
La voz de barítono de David Aras resonó en la sala:
—Ha llegado el
momento de las presentaciones. ¿Señorita _____ Mitchell?
____ asintió,
pero no dijo nada.
—¿Y quién es
su representante?
Aunque sus
fríos ojos de color azul muy claro no revelaban nada, era evidente que
reconocía a la mujer sentada a la izquierda de ella.
—Soraya
Harandi, doctor Aras. Representaré a la señorita Mitchell.
—¿Hay alguna
razón por la cual la señorita Mitchell haya elegido venir a esta reunión
informal en compañía de una abogada? —preguntó él, claramente irritado.
—No, doctor
Aras. Mi clienta se limita a seguir sus instrucciones. En la carta que recibió,
se le sugería que viniera acompañada de un letrado. —La voz de Soraya era engañosamente
dulce.
David reprimió
el impulso de gruñir. No le gustaba que lo ridiculizaran y menos en público.
Señaló al hombre sentado a su lado.
—El profesor
Martin.
____ lo miró
discretamente. Sabía que el catedrático se reuniría con Tom cuando acabara
aquella reunión, para hablar de la demanda por acoso de Christa. Trató de
averiguar si estaba a su favor, pero su actitud era totalmente neutral, al
menos en apariencia.
El doctor Aras
se aclaró la garganta.
—Hemos
recibido una queja muy grave contra usted, señorita Mitchell. El objetivo de
esta reunión previa a la investigación es solamente informativo. Le haremos
unas cuantas preguntas y luego usted podrá hacernos a su vez las preguntas que
quiera. La sesión durará unos treinta minutos.
Respirando
hondo, ____ le devolvió la mirada sin decir nada.
—¿Mantiene una
relación romántica con un profesor de esta universidad?
Ella abrió los
ojos como platos y se quedó muda de la sorpresa. Antes de que pudiera decir
nada, Soraya habló en su lugar.
—Mi clienta no
responderá a ninguna pregunta hasta que no se revele la naturaleza de la
demanda. La carta era muy vaga, algo comprensible, teniendo en cuenta la
política de la universidad, pero esta pregunta es muy concreta. Si quiere una
respuesta, deberá explicar exactamente cuál es la naturaleza de la demanda,
quién la ha interpuesto y qué pruebas tiene.
El doctor Aras
dio unos golpecitos con el dedo en la jarra de agua que tenía delante, haciendo
bailar las rodajas de limón.
—No es así
como funcionan estas reuniones. Como responsable de los estudiantes de
posgrado, yo soy quien hace las preguntas.
—Doctor Aras
—la voz de Soraya había adquirido un tono casi condescendiente—, ambos sabemos
que la política y los procedimientos legales de la universidad se basan en los
principios del derecho natural. Mi clienta tiene derecho a saber de qué se la
acusa, a conocer la naturaleza y el alcance de las pruebas que se aportan
contra ella, si es que existen, y la identidad del demandante, antes de empezar
a responder nada. En caso contrario, este procedimiento no será válido y no
tendré más remedio que interponer una demanda al respecto. Inmediatamente.
—Estoy de
acuerdo con la señorita Harandi —convino el profesor Martin en voz baja.
David le
dirigió una mirada irritada con el rabillo del ojo.
—Muy bien. Su
clienta ha sido demandada por comportamiento inadecuado. Se la acusa de haber
mantenido una relación sexual con uno de sus profesores a cambio de favores
académicos.
____ abrió mucho los ojos, mientras Soraya se echaba a reír a
carcajadas.
—Esto es una
farsa. Mi clienta es una alumna brillante que acaba de ser admitida en Harvard,
como bien sabe —dijo, mirando al profesor Martin—. No tiene ninguna necesidad
de prostituirse.
—No es la
primera vez que nos llega una demanda de este tipo, señorita Harandi. Y nos las
tomamos muy en serio, como corresponde.
—Y entonces,
¿por qué no lo están tratando como un caso de acoso sexual? Sin duda, si una
estudiante se ve envuelta en un asunto de intercambio de favores sexuales,
estamos ante un caso de acoso sexual.
—Esta línea de
investigación ya está abierta —la cortó David Aras.
—Bien, bien.
¿De qué tipo de favores académicos estamos hablando?
—Una nota
elevada en el seminario del profesor, pago económico en forma de beca y la
colaboración de una académica retirada para que la asesore en su proyecto de
tesis.
Soraya hizo un
gesto despectivo con la mano.
—Reitero el
hecho de que los méritos académicos de mi clienta hablan por sí solos. ¿Y de
qué desafortunado profesor estamos hablando?
—Tom Kaulitz
—respondió el doctor Aras, mirando a ____ fijamente.
Soraya sonrió
relajada.
—El demandante
tiene una imaginación muy viva. Él o ella debería especializarse en literatura
de ficción. ¿Fue el profesor Kaulitz quien interpuso la demanda?
____ contuvo
el aliento, horrorizada.
David Aras
golpeó los papeles que tenía delante con la punta del bolígrafo.
—No, no fue
él.
—Bien, ¿y qué
dijo al respecto cuando le preguntó?
—Nuestra
intención es hablar con el profesor cuando hayamos reunido más información.
Nuestros protocolos señalan que, cuando un miembro del profesorado se ve
envuelto en una demanda de este tipo, se lo interroga al final, no al principio
—explicó el profesor Martin en tono firme pero tranquilo.
Soraya le
dirigió una severa mirada.
—¿Está
diciendo que, según las normas de la universidad, se acusa primero a las
estudiantes? ¿Y que sólo después se interroga al profesor cuyo testimonio
podría exonerarla? Me sorprende que hayan arrastrado a mi clienta hasta aquí
sin haber tenido la mínima cortesía de hablar antes con la otra persona
implicada. Este asunto podría haberse resuelto con un par de llamadas
telefónicas. Es una vergüenza.
David empezó a
protestar, pero la abogada lo interrumpió una vez más.
—Antes de dar
por finalizada esta reunión, ¿quién es el demandante?
—La demandante
es una persona que la señorita Mitchell conoce. Su nombre es Christa Peterson.
Soraya recibió
la información sin inmutarse, pero ____ buscó al profesor Martin con la mirada.
Fue sólo un instante, pero él se dio cuenta y la miró a su vez con el cejo
fruncido.
Ruborizándose,
ella bajó la vista.
David Aras
mostró dos documentos.
—Según la
información que hemos reunido hasta la fecha, parece ser que el profesor
Kaulitz le puso una nota muy alta a la señorita Mitchell en su seminario.
Además, se le concedió la beca M. P. Kaulitz, donada por una misteriosa
fundación. Y en el expediente que el profesor Martin me ha facilitado, hay
constancia de que el profesor Kulitz le pidió a la profesora Picton que supervisara
el proyecto de tesis de
la señorita Mitchell.
Le alargó el
expediente a Soraya.
—Como puede
ver, señorita Harandi, el expediente incluye pruebas adicionales aportadas por
la señorita Peterson, entre las cuales hay fotografías y recortes de un
periódico florentino en el que la señorita Mitchell y el profesor Kaulitz
aparecen juntos en público. En el artículo se dice que él la presentó como su
prometida.
»También
contamos con la declaración jurada del empleado de una discoteca, que asegura
estar en posesión de unas cintas de seguridad en las que el profesor y la
señorita Mitchell aparecen en actitud muy íntima durante el período en que ella
aún era su alumna. Ciertamente, su comportamiento escapa a los límites de lo
que sería una relación profesional.
El hombre hizo
una dramática pausa.
—Sería posible
que las pruebas aportadas por la demandante sirvieran para demostrar más de una
infracción. Por eso estamos ansiosos por oír la versión de la señorita
Mitchell. Le repetiré la pregunta: ¿recibió favores académicos de su profesor a
cambio de tener relaciones con él?
—Doctor Aras
—intervino Soraya—, me sorprende mucho que un hombre de su categoría dé
credibilidad a demandas basadas en pruebas tan inconsistentes. ¿Recortes de
periódico de un diario sensacionalista italiano? ¿Cintas de vídeo cuya
autenticidad no puede demostrarse? Prima facie, no hay caso.
—No ponga en
duda mi competencia, señorita Harandi. —El doctor Aras empezaba a perder la
paciencia—. Llevo trabajando en estos asuntos desde que usted aún estaba en la
guardería.
Soraya alzó
las cejas, cerró el expediente ceremoniosamente y lo tiró sobre la mesa.
—¿Qué interés
tiene la demandante en todo esto?
David la
fulminó con la mirada.
Ella miró al
catedrático Martin antes de devolverle la mirada.
—Tal vez su
auténtico objetivo sea el profesor Kaulitz—continuó Soraya—. ¿Por qué de pronto
tengo la sensación de que mi clienta es una víctima colateral en todo este
asunto?
—Eso queda
fuera de la demanda y, por tanto, de su alcance profesional, señorita Harandi.
—La barbilla le había empezado a temblar—. Aunque esta oficina preferiría
ignorar la información adicional aportada, no podemos hacerlo. El artículo del
periódico demuestra que la señorita Mitchell y el profesor Kaulitz tenían una
relación sólo días después de acabar el semestre, lo que parece indicar la
existencia de una relación previa.
—Me cuesta
creer que haya hecho venir a mi clienta sólo por estas estrafalarias acusaciones.
Es evidente que la demandante es una persona inestable, que vive en un mundo de
fantasía. Si tiene algún problema con el profesor Kaulitz, sería a él a quien
debería demandar, no a la señorita Mitchell. En vista de lo que he presenciado
aquí esta mañana, le aconsejaré a mi clienta que interponga una demanda contra
la señorita Peterson por acusaciones fraudulentas y difamación.
El doctor Aras
carraspeó ruidosamente.
—Si lo que
pretende es afirmar que la relación de la señorita Mitchell y el profesor
Kaulitz era totalmente consentida, deje que tome nota de esa declaración y
acabemos con esta pantomima. ¿Cuándo se inició la relación?
—La única
pantomima aquí es la llevada a cabo por su oficina. Bajo la apariencia de una
infracción académica y de una investigación seria, lo que se está llevando a
cabo aquí es una especie de lascivo McCarthysmo sexual. La reunión ha
terminado.
Soraya cerró
la carpeta con contundencia y se levantó.
—Un momentito,
señorita Harandi. Si se hubiera molestado en echar un vistazo al expediente de
la señorita Mitchell, habría encontrado un documento firmado por la profesora
Picton, con fecha de octubre, en la que declara que acepta supervisar el
proyecto de tesis de la señorita Mitchell por un conflicto de intereses del
profesor Kaulitz. ¿Por qué iba a pedirle éste algo así a la profesora Picton si
no fuera para darle a la señorita Mitchell lo que ella le exigía? ¿Qué otro
tipo de conflicto de intereses iba a existir, aparte de una relación
inadecuada?
____ abrió la
boca para responder y decir que conocía a Tom desde que era una adolescente,
pero la abogada se lo impidió agarrándola del antebrazo con fuerza.
—Parece que
usted ya ha tomado partido en esta demanda, doctor Aras. Habría sido más
honesto por su parte especificar en la carta que el objetivo de esta reunión
era enturbiar las aguas para así poder castigar a mi clienta.
El hombre
trató de disimular su creciente enfado.
—La demanda
—dijo, señalando el expediente— afirma que la señorita Mitchell recibió favores
académicos al margen de sus resultados. La demandante dice además que el
profesor Kaulitz y la señorita Mitchell tuvieron una pelea de enamorados en
medio de un seminario, en una sala llena de testigos. Poco después de ese
vergonzoso episodio, la profesora Picton firmó el documento por el que se
comprometía a supervisar el proyecto de la señorita Mitchell. Quid pro quo. Quod
erat demonstrandum.
—Nemo me
impune lacessit, doctor Aras. —Soraya sonrió en dirección a Martin, antes
de volver a mirar hacia David con una gélida mirada—. Empecé a estudiar latín
cuando aún iba a la guardería.
»La demanda es
maliciosa y falsa. Si el rector decide presentar cargos basándose en ella,
tomaremos medidas contra la demandante y contra esta oficina.
____ se fijó
en que el doctor Aras agarraba el bolígrafo con fuerza.
—¿Está segura
de que ésta es la postura que desea asumir, señorita Mitchell? Si coopera, se
la tratará con mayor indulgencia.
—Básicamente,
usted acaba de llamar a mi clienta puta y la ha acusado de acostarse con un
profesor para conseguir sus objetivos académicos. No creo que haga falta que le
recuerde las leyes que tratan sobre la difamación. Me parece recordar que el
año pasado ya nos enfrentamos a una situación parecida. No nos rendiremos ante
sus amenazas.
—Nosotros no
amenazamos, juzgamos. Entrevistaremos a testigos relevantes para el caso y nos
volveremos a reunir. Jeremy, ¿tienes alguna pregunta? ¿Algún comentario?
El profesor
Martin miró a _____ y luego negó con la cabeza.
David Aras
cerró entonces el expediente.
—Dado que se
niega a responder a mis preguntas, señorita Mitchell, puede retirarse.
Tras
despedirse de los dos hombres con una inclinación de cabeza, Soraya y ella
salieron de la sala.
HELLO!!! SIN BATERIA EN LA COMPU... NOS VEMOS 4 O MAS Y AGREGO MAÑANA BAY
Estoy sufriendo con este cap... temo por su relación espero que tom cuando dijo "nada de interpondrá entre Harvard y tu" fuera enserio menos si es él es que se mete por medio... arggg no me se explicar jajajajaja y la christaa como la odio ella también se fucka a un profesorrr(es) la odio enserio, y paul es muy majo, muy cuqui, pero igual se pasa de protector hahabahaha debería aceptar que no pasara nada entre ellos... espero vaya, yo a la ________ la quiero solo con tomi jejejejeje y la soraya esa me cae bastante bien; quiza algo rarita... pero bueno...
ResponderBorrarSubeeeeee por fis
:O Q cap tan largoooo pero me encantooo, yo sabia q la q Christa tenia q ver con todo esto desde el principio lo sospeche, huyy hay bastantes pruebas donde los acusan, me sorprendió en como la abogada de (Tn) hablo con el tal David Aras quien se cree ese tipo y la abogada de (Tn) tiene razón prácticamente le dio a entender q es una puta, hay ojala Soraya logre demostrar la inocencia de (Tn) aunque no me gustaría q Tom sufriera y q se tuvieran q separar ojala q no.. hay me encanto cuando Tom le dijo a (Tn) q nada se interpondrá entre Harvard y tu Tom es lo máximo!!! publica el 21 mañana please quede muy intrigada..
ResponderBorrarSUBEEEEEEEEEEEEEEE
ResponderBorrarSUBEEEEEEEEEEEEEEE
ResponderBorrarSUBEEEEEEEEEEE JEJEJJEJEJE
ResponderBorrarO.o Dios mioo!! Tienen todooo.
ResponderBorrarMaldita Crista. Paul dijo q sabia algo de Crista eso esta interesanteee.
Siguelaa Virgii . Sube hoy porfaaa Subeeeee!! Y uno larguisimo :)