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EL EXTASIS DE TOM
musica
martes, 29 de julio de 2014
lunes, 28 de julio de 2014
.- EL EXTASIS DE TOM .- DEL 56 AL 57 (57 ES EL ULTIMO)
CAP 56.-
Esa misma
noche, vestidos ya con la ropa que habían elegido para emprender su luna de miel
—un traje oscuro para Tom y un vestido lila para _______—, viajaban en el coche
con chófer que habían alquilado.
Cuando el
vehículo se detuvo frente a una casa cercana a Todi, _____ vio que se trataba
de la misma casa que Tom había alquilado cuando viajaron a Italia hacía poco
más de un año.
—Nuestra casa
—susurró ella, al darse cuenta.
—Sí. —Él le
besó el dorso de la mano antes de ayudarla a bajar del coche. Y luego,
levantándola del suelo, cruzó el umbral con ella en brazos.
»¿Te gusta que
hayamos venido aquí? Pensé que te apetecería que pasáramos unos días
tranquilos, pero si lo prefieres podemos ir a Venecia o a Roma. Iremos a donde
tú quieras —dijo, dejándola en el suelo.
—Es perfecto.
Me encanta que hayas pensado en este lugar.
______ le
rodeó el cuello con los brazos.
Un rato más tarde,
Tom se separó un poco de ella.
—Voy a subir
el equipaje. ¿Tienes hambre?
Ella se echó a
reír.
—Si me ponen
algo delante, me lo comeré.
—¿Por qué no
vas a echar un vistazo a la cocina, a ver si encuentras algo tentador? En
seguida me reuniré contigo.
—Lo único que
podría tentarme —comentó _____ con una sonrisa traviesa— sería verte a ti
sentado a la mesa de la cocina.
Sus sensuales
palabras hicieron que Tom recordara su anterior visita a la casa, cuando habían
usado aquella mesa varias veces y no precisamente para amasar pan. Con un
gruñido ronco, subió el equipaje a toda prisa, como si alguien lo estuviera
persiguiendo.
En la cocina, ______
comprobó que la despensa estaba totalmente equipada, igual que la nevera. Se
echó a reír al ver varias botellas de zumo de arándanos alineadas sobre la
encimera, como si la estuvieran esperando. Acababa de abrir una botella de
Perrier y de preparar un plato con trozos de queso, cuando Tom regresó. Al
entrar corriendo en la cocina, le pareció mucho más joven, casi un niño, con
los ojos brillantes y una expresión radiante.
—Tiene un aspecto
delicioso. Gracias —dijo, sentándose a su lado y echando una insinuante mirada
hacia la mesa—. Aunque creo que prefiero usar la cama las primeras veces.
_______ se
ruborizó.
—Esta mesa me
trae muy buenos recuerdos.
—A mí también,
pero tenemos todo el tiempo del mundo para fabricar nuevos recuerdos. Algunos
incluso mejores. —La miró con deseo.
Ella sintió un
cosquilleo en el vientre.
—¿La boda ha
sido tal como te la imaginabas? —preguntó él, ansioso, mientras llenaba dos
vasos de agua.
—Mucho mejor.
La misa, la música... casarnos en la basílica ha sido increíble. Se siente una
paz tan especial allí...
Tom asintió.
Sabía a qué se refería.
—Me alegro de
que sólo invitáramos a la familia y a los amigos más íntimos. Siento no haber
podido hablar más rato con Katherine Picton, pero he visto que tú bailabas con
ella. ¡Dos veces! —_______ se hizo la ofendida.
Él le siguió
la broma, alzando las cejas.
—¿De verdad he
bailado con ella dos veces? Es impresionante para una septuagenaria. ¿Cómo
habrá podido seguirme el ritmo?
______ puso
los ojos en blanco. Tom era único usando palabras que nadie más usaba.
—Tú has
bailado dos veces con Richard, señora Kaulitz. Supongo que estamos empatados.
—Ahora es mi
padre también. Y es un excelente bailarín. Muy elegante.
—¿Mejor que
yo? —Tom fingió estar celoso.
—Nadie es
mejor que tú, querido. —______ se inclinó sobre él para borrarle el falso
enfado con un beso—. ¿Crees que volverá a casarse alguna vez?
—No.
—¿Por qué no?
Él le cogió la
mano y le acarició los nudillos uno a uno.
—Porque Grace
era su Beatriz. Cuando has conocido un amor como ése, cualquier otro parece una
sombra del original. —Sonrió con melancolía—. Curiosamente, en el libro
favorito de Grace, A Severe Mercy, aparecía la misma idea. Sheldon Vanauken no
volvió a casarse tras la muerte de su esposa.
»Dante perdió
a Beatriz cuando ella tenía veinticuatro años y pasó el resto de su existencia
llorando su muerte. Si yo te perdiera, me pasaría lo mismo. Nunca habrá nadie
que ocupe tu lugar. Nunca —recalcó Tom, con una mirada fiera pero cariñosa al
mismo tiempo.
—Me pregunto
si mi padre volverá a casarse.
—¿Te
molestaría que lo hiciera?
Ella se
encogió de hombros.
—No. Tardaría
un poco en acostumbrarme, supongo, pero no. Me alegro de que esté saliendo con
alguien amable. Quiero que sea feliz. Me gustaría que pudiera envejecer al lado
de alguien que lo trate bien.
—Yo quiero envejecer
a tu lado —dijo Tom—. No cabe duda de que eres amable.
—Yo también
quiero envejecer a tu lado.
Marido y mujer
intercambiaron una mirada y siguieron comiendo en silencio. Cuando acabaron, Tom
le tendió la mano.
—Todavía no te
he dado los regalos de boda.
Al tomarle la
mano, ______ le tocó el anillo.
—Pensaba que
los regalos eran los anillos y las inscripciones que llevan: «Yo soy de mi
Amado y mi Amado es mío».
—Hay más
cosas. —Tom la llevó hasta la chimenea y se detuvo delante.
Al entrar en
la casa, ______ no se había fijado en que habían cambiado el cuadro que colgaba
sobre la repisa. Su lugar lo ocupaba ahora una impresionante pintura al óleo de
un hombre y una mujer unidos en un abrazo apasionado.
Dio un paso
adelante con la vista clavada en el cuadro, como hipnotizada.
La figura
masculina y la femenina se estaban abrazando. El hombre estaba desnudo hasta la
cintura y se lo veía ligeramente más abajo que la mujer, como si estuviera de
rodillas, con la cabeza apoyada en el regazo de ella, que estaba inclinada
hacia adelante, desnuda, a excepción de lo que parecía ser una sábana arrugada,
agarrando con fuerza la espalda y el costado del hombre y apoyando la cabeza
entre sus omóplatos. Lo cierto era que costaba distinguir dónde empezaba el uno
y terminaba el otro. Estaban tan unidos que formaban una especie de círculo. La
necesidad y la desesperación eran tan evidentes que casi saltaban del lienzo.
Parecía que la pareja acabara de reencontrarse tras una larga ausencia o como
si acabaran de reconciliarse tras una discusión.
—Somos
nosotros —susurró ______, parpadeando sorprendida.
La cara del
hombre quedaba parcialmente oculta, apoyada en el regazo de ella, la boca
apretada contra su muslo, pero no cabía duda: era la cara de Tom. Igual que la
cara de la mujer era la cara de ______, vuelta hacia el espectador con los ojos
cerrados de felicidad y una sonrisa tímida en los labios. Parecía feliz.
—¿Cómo lo has
hecho?
Él se le
acercó por detrás y le rodeó los hombros con los brazos.
—Yo posé para
el cuadro y para tu parte, le di fotografías al artista.
—¿Fotografías?
Él la besó en el
cuello.
—¿No reconoces
esa postura? ¿Recuerdas las fotos que hicimos en Belice? Las de la mañana
siguiente a la noche en que te pusiste el corsé por primera vez... Estabas
tumbada en la cama y...
Ella abrió
mucho los ojos al recordar el momento.
—¿Te gusta? —Tom
sonaba extrañamente inseguro—. Quería algo... personal para celebrar nuestra
boda.
—Me encanta.
Sólo me ha sorprendido.
Él se relajó.
—Gracias. —_____
le cogió la mano y le dio un beso en la palma—. Es un regalo precioso.
—Me alegro de
que te guste. Aún queda otra cosilla. —Acercándose a la repisa de la chimenea,
cogió una manzana dorada que no era la primera vez que ella veía.
—¿Cómo ha llegado
hasta aquí? —preguntó _____ con una sonrisa.
—Ábrela,
señora Kaulitz.
Ella levantó
la parte de arriba y dentro encontró una llave antigua.
—¿Una llave
mágica? —preguntó, mirando a Tom sin comprender—. ¿Es la llave de algún jardín
secreto? ¿Del armario que lleva a Narnia?
—Muy graciosa.
Ven conmigo. —La agarró por la muñeca y no pudo resistir darle un largo beso en
la parte interna, como si le costara separarse.
—¿Adónde
vamos?
—Ya lo verás.
Salieron por
la puerta principal y Tom la cerró tras ellos. Entonces se quedaron quietos en
el porche, sumidos en la oscuridad que sólo rompían las luces de la fachada.
—Prueba la
llave.
—¿Qué? ¿Aquí?
—Pruébala. —Tom
se balanceó sobre los talones, sin poder ocultar su nerviosismo.
_____ metió la
llave en la cerradura y la hizo girar. Oyó el clic y un segundo después la
puerta se abrió.
—Gracias por aceptar
ser mi esposa —susurró él—. Bienvenida a tu casa.
Ella lo miró,
incrédula.
—Aquí fuimos
felices —dijo Tom en voz baja—. Quería que tuviéramos un lugar donde poder
refugiarnos de vez en cuando. Un lugar lleno de buenos recuerdos.
—Acariciándole el brazo con suavidad, añadió—: Podemos venir a pasar las
vacaciones cuando no vayamos a Selinsgrove. Incluso podrías venir aquí a
escribir tu tesis si quisieras. Aunque no creo que pueda soportar estar
apartado de ti ni un día más.
_______ lo
besó, dándole las gracias una y otra vez por sus generosos regalos. Y allí
permanecieron varios minutos, disfrutando del tacto del otro, con el pulso cada
vez más acelerado.
CAP 57.-
Sin parar de besarla en ningún
momento, Tom la cogió en brazos y la llevó al dormitorio, en el piso de arriba.
Una vez allí, la dejó en el suelo y le hizo dar varias vueltas, admirando el
vuelo de la falda del vestido lila, que giraba a su alrededor.
—Creo que te debo algo.
—¿Ah, sí? —preguntó ______
entre risas—. ¿De qué se trata?
Él la abrazó desde atrás.
—Sexo de reconciliación —le
musitó al oído.
El sugerente susurro la hizo
estremecer.
Tom le acarició los brazos.
—¿Tienes frío?
—No, no es frío. Es excitación.
—Excelente. —Le echó el pelo a
un lado y empezó a cubrirle el cuello de besos—. Para tu información, tengo que
hacerme perdonar un montón de cosas. Me temo que me va a llevar toda la noche.
—¿Toda la noche? —repitió ella,
con voz ronca.
—Eso me temo. Y a lo mejor me
ocupa también parte de la mañana.
_______ empezó a derretirse
entre sus brazos. Tom siguió besándole el cuello y descendiendo hasta el hombro
antes de apartarse.
—Mientras te preparas para
acostarte, quiero que pienses en todas las maneras en las que voy a darte
placer esta noche. —Le guiñó un ojo, acariciándole el cuello de arriba abajo
con un dedo antes de soltarla.
______ sacó sus cosas de la
maleta y desapareció en el cuarto de baño. Cuando había ido a comprar lo que se
iba a poner en su noche de bodas, se había sentido insegura. ¿Qué podía comprar
que él no hubiera visto ya?
En una diminuta tienda de la
calle Newbury, encontró exactamente lo que buscaba. Un camisón largo de seda,
muy escotado y de color rojo intenso, como el Merlot. Lo que la acabó de
decidir fue la espalda, adornada con cintas que se entrecruzaban, dejándosela
al descubierto hasta niveles casi indecentes. Lo eligió sabiendo que a Tom le
encantaría deshacer las cintas. Le gustaba desarmarla, en todos los sentidos.
Se dejó el pelo recogido y se
puso una pizca de brillo en los labios antes de calzarse los zapatos de tacón
negros que había comprado para la luna de miel.
Al abrir la puerta del baño, se
encontró a Tom esperándola.
El dormitorio estaba iluminado
por la suave luz de las velas, olía a sándalo y no faltaba la música. La
canción que sonaba no formaba parte de la lista de reproducción que habían
escuchado durante su anterior visita, pero también le gustaba.
Él se acercó. Seguía llevando
los pantalones y la camisa blanca, pero se la había desabrochado casi hasta la
cintura y se había quitado los zapatos y los calcetines. Le ofreció la mano y
ella la aceptó, uniéndose a él en un abrazo.
—Eres exquisita —susurró,
acariciándole la espalda con las manos temblorosas de deseo—. Casi me había
olvidado de lo preciosa que eres a la luz de las velas. Casi, pero no del todo.
Ella sonrió, con la cara pegada
a su pecho.
—¿Puedo? —preguntó Tom,
señalando su pelo recogido y ella asintió.
Un hombre corriente le habría
quitado todas las horquillas a la vez,
apresuradamente, siempre y cuando hubiera sido capaz de
encontrarlas, pero él no era un hombre corriente.
Muy
lentamente, le pasó sus largos dedos por el pelo hasta que encontró una
horquilla. Se la quitó con delicadeza, liberando un mechón. Y luego repitió el
proceso hasta que toda su cabellera cayó como olas del mar sobre sus hombros
pálidos. A esas alturas, el cuerpo de ______ vibraba de deseo.
Sujetándole la
cara entre las manos, Tom la miró fijamente a los ojos.
—Dime lo que
deseas. La noche es tuya. Puedes ordenarme lo que quieras.
—No quiero
ordenarte nada —respondió ella, besándolo en los labios—. Sólo quiero que me
demuestres que me amas.
—______, te
quiero con los cuatro tipos de amor. Pero esta noche es una celebración del
eros.
Le cubrió los
hombros de ardientes besos antes de ponerse a su espalda y acariciarle la piel
entre las cintas.
—Gracias por
tu regalo.
—¿Mi regalo?
—Tu cuerpo,
seductoramente envuelto, sólo para mis ojos. —La miró de arriba abajo hasta
llegar a sus pies—. Y gracias por los zapatos. Después de un día tan largo,
deben de dolerte los pies.
—No me había
dado cuenta.
—¿Cómo es
posible?
—Porque en lo
único que puedo pensar es en hacerte el amor.
—Llevo días
sin pensar en nada más. Meses. —Inspirando hondo, le acarició los brazos arriba
y abajo—. Soy el único hombre que te ha visto desnuda en toda tu gloria y que
conoce los sonidos que haces cuando el placer se apodera de ti. Tu cuerpo me
reconoce, _______. Conoce mi tacto.
Deshizo el
primer lazo, empezando por la parte de abajo. Las cintas de raso se deslizaban
por sus dedos temblorosos.
—¿Estás
nerviosa? —La sujetó por la barbilla y le hizo volver la cara de perfil.
—Ha pasado
mucho tiempo.
—Nos lo tomaremos
con calma. Las actividades más... vigorosas ya vendrán luego, cuando nuestros
cuerpos hayan tenido tiempo para reconocerse.
Tom señaló una
pared desnuda con la nariz y _____ sintió que le aumentaba la temperatura.
Lentamente, él
acabó de desatar todas las cintas, dejándole la espalda al descubierto.
Apoyándole las manos en los hombros, se la acarició de arriba abajo varias
veces con las manos abiertas.
—Ardo de deseo
por ti. Llevo meses esperando para llevarte a la cama.
Agarrándola
por los hombros, la volvió y, sin previo aviso, le quitó el camisón, dejando
caer los tirantes a lado y lado. Con la vista, Tom siguió la caída de la
prenda, hasta que quedó convertida en un charco de seda color vino a sus pies.
______ estaba
desnuda ante él, con los brazos a los costados.
—Magnífica
—murmuró, devorando con los ojos cada centímetro de su piel.
Demasiada
lentitud para ella, que harta de ser el centro de atención, acabó de
desabrocharle los botones de la camisa y se la quitó. Tras besarle el tatuaje,
le mordisqueó los pectorales antes de despojarlo de los pantalones.
Pronto Tom
estuvo tan desnudo como ella, sin ninguna prenda de ropa tras la que ocultar su
erección. Se inclinó hacia _______ para besarla, pero ella lo detuvo.
Con manos
ávidas, le acarició el pelo antes de descender por la cara y explorarle el
cuerpo con dedos y los labios. Nada se libró de su exploración: la cara, la
boca, la
mandíbula, los hombros, el pecho, los abdominales, los
brazos, las piernas y...
Tom le sujetó
la muñeca un instante antes de que ______ pudiera rodearle el miembro con la
mano. Tiró de ella, pegándola a su cuerpo y empezó a susurrar palabras dulces
contra sus labios. Eran palabras de devoción en italiano, que _______ pronto
reconoció, ya que habían salido de la pluma de Dante.
Cogiéndola en
brazos, la depositó sentada sobre la cama, grande, con dosel. Una vez _____
estuvo en el borde de la misma, Tom se arrodilló ante ella.
—¿Por dónde
empiezo? —preguntó, con los ojos turbios de pasión, mientras le acariciaba el
vientre y los muslos—. Dímelo.
_______
inspiró hondo y negó con la cabeza.
—¿Empiezo por
aquí?
Tom se inclinó
y le rozó los labios suavemente con la lengua.
—¿O por aquí?
Le acarició
los pechos antes de llevárselos a la boca, lamiéndolos y torturándolos con sus
caricias.
Cerrando los
ojos, ______ contuvo la respiración.
—¿Preferirías
que empezara por aquí? —Le resiguió el ombligo con un dedo antes de cubrirle el
vientre de besos.
Ella gimió y
lo agarró con fuerza del pelo.
—Sólo te
quiero a ti.
—Entonces,
tómame.
______ lo besó
y Tom respondió disfrutando de su boca lánguidamente. Cuando notó que el pulso
de ella se aceleraba, le cogió un pie y le quitó el zapato.
—¿No quieres
que me los deje puestos? Los compré especialmente para esta noche.
—Dejémoslos
para luego, para cuando estrenemos la pared —respondió él, con voz ronca.
Tras quitarle
los zapatos, dedicó unos instantes a masajearle cada pie, dedicando especial
atención a los arcos. Luego la empujó hacia el centro de la cama y se tumbó a
su lado.
—¿Confías en
mí?
—Sí.
La besó
dulcemente en los labios.
—Llevo mucho
tiempo esperando oírte decir eso, sabiendo que es cierto.
—Claro que es
cierto. El pasado, pasado está.
—En ese caso,
recuperemos el tiempo perdido.
Con infinita
ternura, Tom usó las manos para acariciarla y excitarla con caricias expertas y
apasionadas. Su boca se unió al sensual asalto, mordisqueando y succionando al
ritmo de sus suspiros. Se sentía el corazón henchido de satisfacción al oír sus
exclamaciones de placer y ver cómo se sacudía de un lado a otro por efecto de
sus caricias.
Cuando ella le
acarició la espalda y le apretó las nalgas con las manos, Tom la cubrió con su
cuerpo.
Mirándola a
los ojos, le susurró versos del Cantar de los Cantares:
—¡Amada mía,
qué hermosa eres! Palomas son tus ojos... tus labios, un hilo escarlata, tu
boca es tan bella...
______ lo
interrumpió con un beso.
—No me hagas
esperar.
—¿Me estás
invitando a entrar en tu cuerpo?
Sintiendo que
la recorría una oleada de calor, ella asintió.
—Mi esposo.
—Mi ángel de
ojos castaños.
La lengua de
Tom se entrelazó con la de ella mientras sus cuerpos se convertían en uno,
fundiéndose, ahogando sus suspiros y gemidos en la boca del otro.
Tom fue despacio
al principio, como olas rompiendo contra la orilla en un día tranquilo. No
tenía prisa. Quería que aquella experiencia durara para siempre, ya que,
mientras miraba los ojos llenos de amor de su esposa, se dio cuenta de que sus
anteriores experiencias, por muy excitantes que hubieran sido, palidecían
comparadas con la sublime conexión que estaban viviendo.
______ era
carne de su carne. Era su esposa y su alma gemela y lo único que Tom deseaba en
la vida era hacerla feliz. La adoración que sentía por ella lo consumía.
Con un dedo, ______
le acarició las cejas, que se le habían fruncido de concentración.
—Me encanta
esa expresión —comentó ella.
—¿Qué
expresión?
—Los ojos
cerrados, el cejo fruncido, los labios apretados... Sólo la tienes cuando estás
a punto de... llegar.
Él abrió los
ojos y ella vio que le brillaban, traviesos.
—¿Ah, sí,
señora Kaulitz?
—La echaba de
menos. Es una expresión muy sexy.
—Me halagas. —Tom
sonaba tímido.
—Me gustaría
tener un cuadro o una fotografía de tu cara en esos momentos.
Él frunció el
cejo, juguetón.
—Una
fotografía como ésa sería un escándalo.
______ se echó
a reír.
—Dice el
hombre que tenía su dormitorio decorado con fotografías de sí mismo, desnudo.
—Los únicos
desnudos que me interesan a partir de ahora son los de mi exquisita esposa.
Incrementó el
ritmo de las embestidas, tomándola por sorpresa.
______ gimió
de placer y él enterró la cara en su cuello.
—Eres tan
tentadora... Tu pelo, tu piel... son irresistibles.
—Tu amor me
hace hermosa.
—Pues déjame
que te ame siempre.
Ella arqueó la
espalda.
—Sí, ámame
siempre. Por favor.
Tom aceleró el
ritmo, besándole el cuello y succionándoselo con delicadeza.
_______
respondió agarrándolo con fuerza por las caderas, apretándolo contra su cuerpo.
—Abre los ojos
—jadeó él, moviéndose aún más de prisa.
Al hacerlo, _____
vio que los de su esposo la miraban con pasión, pero también con amor sincero.
—Te quiero
—dijo ella, antes de cerrar los ojos de nuevo, cuando las sensaciones fueron
demasiado intensas.
Tom volvió a
fruncir las cejas, pero esta vez logró mantener los ojos abiertos.
—Te quiero
—susurró, repitiendo las palabras con cada movimiento, con cada roce de la piel
sobre la piel, hasta que ambos estuvieron quietos y saciados.
CAP 58.-
(ULTIMO)
Justo antes del amanecer, ______
se despertó sobresaltada.
Su guapo esposo estaba a su
lado, con expresión relajada mientras dormía. Parecía más joven. Le recordó al Tom
que había conocido en el porche de Grace. Le resiguió con el dedo las cejas y
la barba de un día, sintiendo un gran amor y una gran satisfacción en su
interior.
Se levantó, ya que no quería
molestarlo. Encontró la camisa de él en el suelo y se la puso antes de salir a
la terraza.
Se adivinaba un atisbo de luz
en el horizonte, sobre las colinas ondulantes del paisaje de Umbría. El aire
era frío, demasiado frío para estar en la terraza, a no ser que se estuviera
dentro del jacuzzi, pero la vista era espectacular y ______ no podía apartarse.
Necesitaba beber de su belleza. Igual que necesitaba un momento de intimidad. A
solas.
Mientras crecía, _____ se había
sentido siempre indigna. Consideraba que no merecía ver sus deseos satisfechos
ni tampoco ser amada. Pero ya no se sentía así. Una oración de gratitud brotó
de su alma, elevándose hacia el cielo.
Tom alargó la mano hacia _____,
pero encontró la cama vacía. Exhausto por la agotadora actividad de las últimas
horas, tardó unos instantes en despertarse del todo. Habían hecho el amor
varias veces y se habían turnado adorándose mutuamente con la boca y las manos.
Sonrió. Todos los miedos y
ansiedades de ______ parecían haberse desvanecido. ¿Sería porque ahora estaban
casados? ¿O porque habían pasado juntos el tiempo suficiente y se había
convencido de que no volvería a hacerle daño?
No lo sabía. Pero estaba
satisfecho porque ella estaba satisfecha. Se había entregado a él con una
seguridad y una confianza que antes habrían sido impensables y él valoraba su
entrega como lo que era: un regalo nacido del amor y la confianza absoluta.
Sin embargo, despertarse y
encontrar la cama vacía lo ponía nervioso. Así que, en vez de quedarse allí
tumbado, dándole vueltas al asunto, se levantó en busca de su amada. No le
costó mucho encontrarla.
—¿Estás bien? —le preguntó,
saliendo a la terraza.
—Maravillosamente. Soy feliz.
—Pillarás una pulmonía —la
reprendió Tom, quitándose el albornoz y cubriéndola con él.
Cuando se volvió para darle las
gracias, vio que estaba desnudo.
—Tú también.
Él se echó a reír y, abriendo
el albornoz, la abrazó para que los abrigara a los dos. _____ suspiró. Sentir
sus cuerpos pegados y desnudos era algo muy agradable.
—¿Fue todo de tu agrado anoche?
—preguntó Tom, frotándole la espalda por encima de la tela.
—¿No lo notaste?
—No hablamos demasiado, como
recordarás. Tal vez querrías haber podido irte a dormir antes. Ya sé que
teníamos que ponernos al día, pero...
—Me falta un poco de práctica,
y estoy agotada, pero me encanta —lo interrumpió ella, ruborizándose—. Anoche
fue aún mejor que nuestra primera noche juntos. Y, ciertamente, tal como
dijiste, todo fue más vigoroso.
Él se echó a reír.
—Estoy de acuerdo.
—Hemos vivido
muchas cosas. Siento que nuestra conexión es más profunda —dijo ella, acariciándole
el hombro con la nariz—. Y ya no tengo miedo de que desaparezcas.
—Soy tuyo
—susurró Tom—. Y yo también siento la conexión. La necesitaba. Y te la mereces.
Cuando te toco, cuando te miro a los ojos, veo nuestro pasado y nuestro futuro.
—Hizo una pausa y le alzó la barbilla para verla mejor—. Es impresionante.
______ le dio
un beso en los labios antes de acurrucarse contra su pecho.
—Pasé
demasiado tiempo en las sombras. —La voz de él temblaba de emoción—. Tengo
tantas ganas de vivir en la luz. A tu lado.
Ella le sujetó
la cara entre ambas manos, obligándolo a mirarla.
—Ya estamos en
la luz. Y te quiero.
—Y yo te
quiero a ti, _______. Soy tuyo en esta vida y en la siguiente.
Besándola en
los labios una vez más, Tom la llevó de vuelta al dormitorio.
HOLA!!!!! BUENO .... ESTA ES LA ULTIMA PUBLICACION DEL EXTASIS DE TOM ... SIGUE LA REDENCION DE TOM:)) ESPERO Y LA LEAN ... ENSEGUIDA LES PUBLICO EL LINK DEL ULTIMO LIBRO, TAMBIEN LO PONDRE AL LADO, DONDE ESTAN LAS IMAGENES, AHI LO BUSCAN, DE TODAS MANERAS LES PONDRE EL LINK ... GRACIAS POR LEERLO ... Y DE NADA CHICAS, ESTA NOVELA ES HERMOSA Y AHI MUCHOS LIBROS MAS QE QUIERO COMPARTIR CON USTEDES ASI QUE TODAVIA NO SE LIBRARAN DE MI xD ... BUENO AHORITA LAS VEO :))) ADIOS Y GRACIAS
domingo, 27 de julio de 2014
.- EL EXTASIS DE TOM .- DEL 53 AL 56 .-
CAP 53.-
Unos días más tarde, Paul
recibió un correo electrónico de ______ anunciándole su compromiso. Fue como si
le hubieran dado un puñetazo en el estómago. Leerlo una y otra vez no mejoró la
situación, pero de todos modos lo hizo. No era que quisiera torturarse, pero
necesitaba que su nuevo estatus le quedara indeleblemente grabado en la mente.
Querido Paul:
Espero que estés bien. Siento haber tardado tanto en responder a tu último
mensaje. El doctorado es más puñetero de lo que pensaba y siempre pienso que no
estoy al nivel de lo que me piden, pero me encanta. (Por cierto, gracias por
recomendarme los libros de Ross King. No tengo mucho tiempo para leer estos
días, pero lo sacaré de donde sea para leer La cúpula de Brunelleschi.)
Una de las razones por las que tengo poco tiempo para leer o hacer
cualquier otra cosa es porque estoy prometida. Tom me pidió que me casara con
él y le he dicho que sí. Queríamos casarnos cuanto antes, pero no hemos
conseguido que nos hicieran hueco en la basílica de Asís hasta el veintiuno de
enero. Tom tiene contactos entre los franciscanos; por eso hemos conseguido que
nos dejen la basílica tan pronto.
Soy muy feliz. Me gustaría que fueras feliz por mí.
Enviaré la invitación a tu apartamento de Toronto. También invitaremos
a Katherine Picton.
Si no puedes o no te apetece venir, lo entenderé, pero para mí es
importante invitar a la gente que quiero. Tom ha alquilado una casa en Umbría para
que los invitados puedan alojarse antes y después de la boda. Nos encantaría
que vinieras. Sé que a mi padre le gustaría volver a verte.
Has sido el mejor de los amigos. Espero poder pagarte todo lo que has
hecho por mí algún día.
Con afecto,
_____
Posdata: Tom no quería que te lo mencionara, pero fue él quien
convenció a la profesora Picton para que supervisara tu tesis. Tom no es tan
malo como pensabas, ¿no crees?
La gratitud de Paul ante la
generosidad de Tom no borró el dolor que sentía al saber que había perdido a ______.
Otra vez.
Sí, ya la había perdido
anteriormente, pero antes del retorno de Tom había mantenido la esperanza de
que ella cambiara de opinión, por muy remota que fuera esa posibilidad. Y saber
que iba a casarse con él le dolía mucho más que si le hubiera dicho que se
casaba con cualquier otro tipo llamado Tom. Como Tom el fontanero o Tom el
instalador de cable.
Pocos días después, _____
recibió un paquete en su casillero de Harvard. Al ver que se lo enviaban desde
Essex Junction, Vermont, lo abrió en seguida.
Paul le enviaba una edición
especial de El conejo de terciopelo. Además de una dedicatoria en la
guarda delantera que le llegó al corazón, había una carta en su interior.
Querida _____:
Tus
noticias me han dejado de piedra. Felicidades.
Gracias por
invitarme a la boda, pero no podré ir. Mi padre sufrió un ataque al corazón
hace unos días y está en el hospital. Yo estoy ayudando en la granja. (Por
cierto, mi madre dice que te dé recuerdos. Te está haciendo algo como regalo de
bodas. ¿Adónde quieres que lo envíe cuando esté terminado? No seguirás viviendo
en el campus después de la boda, ¿no?)
Desde la
primera vez que te vi, quise que fueras feliz. Que tuvieras más confianza en ti
misma. Que tuvieras una buena vida. Te lo mereces y odiaría verte tirar esas
cosas a la basura.
No me
consideraría un buen amigo si no te preguntara si Kaulitz es lo que quieres en
la vida. No deberías conformarte con nada que no sea lo mejor para ti. Si
tienes la más mínima duda, no deberías casarte con él.
Te prometo
que estoy tratando de actuar como un amigo y no como un gilipollas resentido.
Tuyo,
Paul
_____ dobló la
carta con tristeza y la guardó dentro del libro.
CAP 54.-
A pesar de que John había dado
su bendición al enlace (a regañadientes, por supuesto), el conflicto surgió
cuando la feliz pareja anunció dónde habían decidido casarse.
Los Clark estaban encantados de
pasar una semana de vacaciones en Italia, pero John, que nunca había salido de
Norteamérica, no estaba tan entusiasmado. Como padre de la novia, había pensado
pagar el enlace de su única hija, aunque tuviera que hipotecar su nueva casa
para hacerlo, pero _____ no quería ni oír hablar del tema.
Aunque la ceremonia sería
íntima, los costes eran demasiado elevados para la economía de John. Y, para mayor
humillación de éste, Tom estaba encantado de pagarlo todo. Para él era más
importante que _____ tuviera la boda de sus sueños que tener al suegro
contento.
Ella trató de mediar entre
ambos hombres, señalando que había cosas que su padre podía pagar, como el
vestido de novia o las flores.
A finales de noviembre, ____
vio el vestido perfecto en el escaparate de una elegante boutique de la calle
Newbury de Boston. Era un vestido de seda de organza color marfil, con escote
de pico y unas mangas minúsculas, que apenas cubrían los hombros. El talle
estaba rodeado de encaje, y la falda, con mucho vuelo, formaba capas recordando
a una nube.
Sin pensarlo, entró y pidió
probárselo. La dependienta le alabó el gusto, diciéndole que los diseños de
Monique Lhuillier eran muy populares.
_____ no había oído hablar
nunca de la diseñadora. No miró el precio, porque el vestido no tenía etiqueta,
pero al verse en el espejo, lo supo. Aquél era su vestido. Era precioso,
clásico, y haría destacar su color de piel y su silueta. Sabía que a Tom le
encantaría que dejara tanto trozo de espalda al descubierto. Sin caer en el mal
gusto, por supuesto.
Se hizo una foto con el iPhone
con él puesto y se la envió a su padre preguntándole qué le parecía. Éste
respondió inmediatamente diciéndole que nunca había visto a una novia más
hermosa.
John le pidió que le pasara el
teléfono a la dependienta y, sin que _____ llegara a enterarse en ningún momento
del precio del vestido, se puso de acuerdo con la mujer para el modo de pago.
Saber que le estaba comprando a su hija el vestido de boda de sus sueños lo
ayudó a superar el hecho de no poder pagar el resto.
Tras despedirse de su padre, _____
pasó varias horas más en la tienda, comprando hasta completar el traje. Entre
otras cosas, eligió un velo que le llegaba casi hasta los tobillos, unos
zapatos de raso, de tacón pero con los que pudiera caminar sin caerse, y una
capa de terciopelo blanco para protegerse del frío de Asís en enero. Con todo
bien empaquetado, se fue a casa.
Dos semanas antes de la boda, John
llamó a _____ para hacerle una pregunta importante.
—Sé que enviasteis las
invitaciones hace tiempo, pero ¿habría sitio para una persona más?
—Por supuesto —respondió ella,
sorprendida—. ¿Me he olvidado de invitar a algún primo lejano?
—No exactamente.
—Entonces, ¿de quién se trata?
Él respiró
hondo y contuvo el aliento.
—Papá,
suéltalo de una vez. ¿A quién quieres que invite? —_____ cerró los ojos y rezó
a los dioses de las hijas de padres sin pareja para que intercedieran por ella
y no permitieran que Deb Lundy asistiera a su boda. O, peor aún, que volviera a
salir con su padre.
—A Diane.
Ella abrió
mucho los ojos.
—¿Qué Diane?
—Diane
Stewart.
—¿La del
restaurante Kinfolks?
—Exacto.
La concisa
respuesta de su padre le dio a ______ toda la información que necesitaba.
Permaneció
unos momentos en silencio, mientras se recuperaba de la impresión.
—_____,
¿sigues ahí?
—Sí, estoy
aquí. Claro... sí... por supuesto. La añado a la lista de invitados. ¿Podría
decirse que es... esto... tu amiga especial?
John respondió
al cabo de unos segundos...
—Sí, podría
decirse.
—Ajá.
Su padre cortó
la conversación en seguida y ______ se quedó mirando el teléfono, preguntándose
qué plato combinado especial sería el responsable de aquel nuevo romance.
«El de pastel
de carne seguro que no», pensó.
CAP 55.-
El 21 de enero, John paseaba
nervioso justo a la entrada de la basílica de Asís. Que su hija y sus damas de
honor llegaran tarde no lo ayudaba a tranquilizarse. Se tiró una vez más de la
pajarita para arreglársela y siguió esperando. En ese momento, una visión
vestida de organza y cubierta de terciopelo blanco hizo su aparición como una
nube radiante.
John se quedó sin habla.
—Papá —musitó _____,
acercándose a él con una sonrisa nerviosa.
Tammy y Rachel la ayudaron a
quitarse la capa y a recolocarse la falda, desplegando la cola a su espalda.
Luego, Christina, la organizadora de bodas que nunca se alejaba demasiado, les
entregó a Rachel y a Tammy sus ramos, que eran una mezcla de lirios y rosas
blancas, a conjunto con el color de los vestidos, de un lila intenso.
—Estás muy guapa —le dijo John
finalmente, dándole un tímido beso a través del velo.
—Gracias. —Ruborizándose, _____
bajó la vista hasta su ramo, que consistía en dos docenas de rosas blancas y
unas ramitas de acebo.
—¿Podéis darnos un minuto? —les
preguntó John a las damas de honor.
—Por supuesto.
Christina se llevó a Rachel y a
Tammy y las situó a la entrada de la basílica. Luego le indicó al organista que
estaban a punto de hacer su entrada.
—Me gusta tu collar —dijo John,
nervioso.
_____ se llevó la mano a las
perlas que le adornaban el cuello.
—Era de Grace.
Tras tocarse los pendientes de
diamantes, decidió que no hacía falta explicarle su origen.
—Me pregunto qué opinaría de
que te casaras con su hijo.
—Quiero pensar que la haría
feliz. Me gusta imaginarme que nos está mirando desde arriba, sonriendo.
Su padre asintió y se metió las
manos en los bolsillos del esmoquin.
—Me alegro de que me pidieras
que te llevara al altar.
______ lo miró sorprendida.
—No iba a casarme sin ti, papá.
Él carraspeó, arrastrando los
zapatos alquilados a un lado y a otro.
—No debí haberte hecho volver
con Sharon. Tendrías que haberte quedado conmigo —dijo, con la voz rota.
—Papá —susurró _____, empezando
a llorar.
Él la abrazó con fuerza,
tratando de decirle con su abrazo lo que no sabía decir con palabras.
—Te perdoné hace mucho tiempo.
No hace falta que volvamos a hablar del tema. —Ella se separó para mirarlo a
los ojos—. Me alegro de que estés aquí. Y me alegro de que seas mi padre.
—_____. —John carraspeó otra
vez para aclararse la voz—. Eres una buena chica.
Al volverse hacia el largo pasillo
que llevaba al altar, John vio que Tom esperaba junto a su hermano y su cuñado.
Los tres hombres iban vestidos con esmoquin de Armani negro y camisa blanca
inmaculada. Aunque Tom quería que llevaran
pajarita, Scott y Aaron habían preferido ir con corbata, ya
que, según ellos, las pajaritas eran cosa de viejos, miembros de las juventudes
del Partido Republicano o profesores universitarios.
—¿Estás
segura? Si tienes dudas, paro un taxi y nos volvemos a casa —preguntó.
_____ le
apretó la mano.
—Estoy segura.
Tom no es perfecto, pero es perfecto para mí. Somos el uno para el otro.
—Le dije que
esperaba que cuidara de mi niña. Que si no estaba dispuesto a hacerlo,
tendríamos un problema. Me contestó que si algún día dejaba de tratarte como a
una reina, fuera a buscarlo y le pegara un tiro. —John sonrió—. Le dije que me
parecía buena idea. ¿Estás lista?
Ella respiró
hondo.
—Sí.
—Pues vamos
allá. —Ofreciéndole el brazo, asintió con la cabeza para indicarles a las damas
de honor que podían abrir la comitiva al sonido de la música de Johann
Sebastian Bach.
Cuando _____ y
John echaron a andar, la música cambió y empezó a sonar otra pieza del mismo
compositor.
Tom captó la
mirada de _____ desde la distancia y el rostro se le iluminó con una amplia
sonrisa. El sol de enero se colaba por las puertas de la basílica, iluminando a
la novia desde atrás. Parecía como si un halo de luz la rodeara.
Tom no podía
parar de sonreír. Sonrió durante toda la ceremonia, incluso mientras juraba
respetar a su esposa y durante la actuación de la soprano que interpretó Despertad,
la voz nos llama, de Bach y Exultate, jubilate, de Mozart.
Tras la ceremonia,
sujetó el velo de ______ con dedos temblorosos y se lo levantó despacio. Con
los pulgares, le secó las lágrimas de felicidad que le rodaban por las
mejillas, y la besó. Fue un beso suave y casto, pero lleno de promesas. Luego
fueron a la parte inferior de la basílica para visitar la cripta.
No lo habían
previsto, pero sin ponerse de acuerdo, se dieron la mano y se encontraron
dirigiéndose a la tumba de san Francisco.
En aquel lugar
tranquilo y oscuro donde Tom había tenido su inefable experiencia meses atrás,
se arrodillaron y rezaron. Ambos dieron gracias, cada uno por tener al otro en
su vida y por las numerosas bendiciones que habían recibido. Tom dio también
las gracias por Maia y por Grace, por su padre y sus hermanos.
Cuando se
levantó para encender una vela, ambos pidieron una última bendición. Un último
pequeño milagro. Al acabar sus oraciones, una extraña paz se había adueñado de
sus almas, envolviéndolas como una manta.
—No llores,
dulce niña. —Tom le ofreció la mano a ______ para ayudarla a levantarse. Le
secó las lágrimas antes de besarla—. Por favor, no llores.
—No puedo
evitarlo. Soy tan feliz... —dijo ella, con los ojos brillantes y una sonrisa
temblorosa—. Te quiero tanto...
—Yo siento lo
mismo. No dejo de preguntarme cómo ha podido pasar. Cómo es posible que te
reencontrara y te convenciera de que fueras mi esposa.
—El cielo nos
sonrió.
Se puso de
puntillas para besar a su esposo junto a la tumba de san Francisco sin ninguna
vergüenza, porque sabía que las palabras que acababa de pronunciar eran verdad.
HELLOOOOO!!! BUENO AQUI ESTAN OTROS CAPS ... YA MAÑANA TERMINA ... ASI QUE PREPARENCE ... MAÑANA MISMO SUBO EL PROLOGO DEL ULTIMO LIBRO :)) SIN MAS QUE DECIR ME DESPIDO, 4 O MAS Y SUBO SINO NO ... ADIOS :))
viernes, 25 de julio de 2014
.- EL EXTASIS DE TOM .- DEL 50 AL 52 (SIN PARTES)
ULTIMOS CAPITULOS!!
CAP 50.-
Durante el vuelo de vuelta a
Boston, _____ sorprendió a Tom diciéndole que si volvía a proponerle
matrimonio, su proposición sería bienvenida. Él apenas pudo contener su
felicidad en el asiento de primera clase del avión. A ella no le habría
extrañado que se pusiera de rodillas allí mismo.
Pero no lo hizo.
Cuando llegaron a Boston, _____
esperaba que le propusiera ir a comprar un anillo.
Pero tampoco lo hizo.
De hecho, a medida que avanzaba
septiembre, ella empezó a preguntarse si se lo pediría alguna vez. Tal vez Tom
había dado por hecho que ya estaban prometidos y pensaba comprar los anillos de
boda más adelante.
Tom le había advertido que el
programa de doctorado de Harvard era duro y que los profesores eran muy
exigentes. De hecho, le comentó más de una vez que los miembros del profesorado
de su programa en concreto eran unos asnos más pretenciosos de lo que él podría
llegar a serlo nunca.
(_____ se preguntó si unos
niveles de idiotez y presuntuosidad tan astronómicos serían humanamente
posibles.)
Sin embargo, ni siquiera sus
advertencias la habían preparado para la cantidad de trabajo que tenía que
hacer cada día. Pasaba muchas horas en clase, asistiendo a seminarios y cursos,
y también en la biblioteca, preparando trabajos y ampliando conocimientos con
las lecturas recomendadas. Se reunía a menudo con la profesora Marinelli, con
la que mantenía una relación cordial dentro de lo profesional. Y practicaba sin
descanso las lenguas extranjeras que iba a necesitar para aprobar los exámenes
de competencia académica.
Tom la animaba siempre, por
supuesto, y no la presionaba para que pasara tiempo con él. Por su parte,
también estaba muy ocupado con su nueva plaza. Le había pedido a Katherine que
se encargara de supervisar la tesis de Paul y él se iba a encargar de los
trabajos de tres estudiantes de doctorado de su nueva universidad. Pero a pesar
de todo, los profesores tenían más tiempo libre que los estudiantes de
doctorado, así que pasó más de una noche y más de un fin de semana solo.
En vez de quedarse en casa,
poniéndose nervioso, se ofreció como tutor voluntario en el Hogar Italiano para
Niños, en Jamaica Plain, el histórico barrio de Boston. Bajo su supervisión, un
pequeño grupo de adolescentes se interesó por el arte y la cultura italiana. Tom
les prometió que les pagaría un viaje a Italia si aprobaban el instituto con
una buena media.
A pesar de sus esfuerzos por
mantenerse ocupado, acababa cada día como lo había empezado: solo en su casa
reformada, echando de menos a _____.
Se planteó seriamente comprarse
un perro. O un hurón.
A pesar del abundante trabajo
que la mantenía ocupada, ______ seguía sintiéndose frustrada. Su separación de Tom
era fría, incómoda, antinatural. Ansiaba romper esa distancia y volver a ser
una sola persona con él. No lograrlo la entristecía mucho. Todas las
actividades románticas que compartían —todo era válido menos las relaciones
completas— no servían para aliviar su soledad. Estaba harta de pasar las noches
sola en su cama, escuchando música.
El deseo sexual se puede
satisfacer de muchas maneras, pero _____ echaba de
menos la atención que Tom le dedicaba cuando le hacía el amor;
su modo de centrarse en ella como si no existiera nada más en el mundo. Añoraba
cómo la hacía sentir cuando acariciaba su cuerpo desnudo. En esos momentos se
sentía hermosa y deseada, a pesar de su timidez. Echaba de menos los ratos de
intimidad después del sexo, cuando los dos estaban saciados y relajados y Tom
le susurraba palabras bonitas al oído, mientras descansaban el uno en brazos
del otro.
A medida que
transcurrían los días, _____ se preguntaba cuántos más podría aguantar antes de
caer en una depresión.
Una tarde de
finales de septiembre, ______ abrió la puerta de Range Rover y se sentó en
silencio en el asiento del copiloto. Se puso el cinturón de seguridad y miró
por la ventana.
—¿Cariño,
estás bien? —Tom le apartó el pelo de la cara.
Ella se tensó.
—¿Qué pasa?
—insistió él, apartando la mano.
—Sharon
—murmuró _____.
Suavemente, Tom
le sujetó la barbilla y la hizo mirarlo. Tenía la cara hinchada y roja de tanto
llorar.
—Ven aquí. —Le
soltó el cinturón y, cogiéndola por la cintura, la levantó del asiento y se la
sentó sobre el regazo—. Cuéntame qué ha pasado.
—La doctora
Walters ha sacado el tema de mi madre. Yo no quería hablar del asunto, pero
ella ha dicho que no estaría haciendo su trabajo si me permitía enterrar todo
lo que había pasado en San Luis. Cuando no he podido aguantar más, me he
marchado.
Tom hizo una
mueca. El doctor Townsend lo había obligado también a él a hablar de su madre
en sus sesiones, pero, por suerte, desde su estancia en Italia, a Tom le costaba
mucho menos pensar en su pasado. Además, su asistencia a las reuniones de
Narcóticos Anónimos también lo ayudaba a hablar de ciertos temas.
—Lo siento
—dijo y le besó la coronilla—. ¿No habíais tocado el tema con Nicole?
—Muy poco.
Sobre todo hablábamos de ti.
Él hizo una
mueca. Nunca se libraría de la culpa que sentía por haberla hecho sufrir tanto.
Oír que la psicóloga lo había considerado un problema más prioritario que
Sharon no era fácil ni agradable.
—¿Hay algo que
pueda hacer para ayudarte?
______ se echó
a reír sin ganas.
—¿Buscarme
otra psicóloga?
—Lo haría si
creyera que era lo mejor para ti. Pero cualquier psicólogo insistirá en que le
hables de tu madre. Y de tus novios.
Ella abrió la
boca para protestar, pero Tom la interrumpió.
—Entiendo por
lo que estás pasando. Nuestras madres no se ocuparon bien de nosotros. Con
estilos distintos, pero entiendo lo que sientes.
_____ se sonó
la nariz.
—Siempre que
quieras hablar de ello, me encontrarás dispuesto. Si quieres llevar una vida mentalmente
sana, en algún momento tendrás que enfrentarte al pasado. Yo estaré ahí siempre
que me necesites, pero son cosas que uno tiene que hacer solo. Y no únicamente
deberías hacerlo por ti, también por nuestra relación. —Le dirigió una mirada
comprensiva—. ¿Eres consciente de que, al curarte, no sólo te ayudas a ti, sino
a los dos?
______ asintió
a regañadientes.
—Pensaba que
esta etapa ya estaba superada. Pensaba que, después de toda la
angustia, el angst, la rabia... podríamos ser felices
para siempre.
Tom trató de
no echarse a reír, pero fracasó.
—¿Qué pasa?
¿No crees en los finales felices?
Él sonrió y le
dio un golpecito en la punta de la nariz.
—No es eso. No
creo en el angst.
—¿Por qué no?
—Porque no soy
existencialista. Soy especialista en Dante.
______ arrugó
la nariz.
—Muy gracioso,
profesor. Con un nombre como Kaulitz, habría pensado que eras un
trascendentalista.
Tom se echó a
reír.
—No, no lo
soy. Sólo existo para complacerte —dijo, besándole la nariz—. Seremos felices, ________,
pero para alcanzar esa felicidad hemos de resolver los conflictos del pasado.
Ella se
removió inquieta, pero no dijo nada.
—Había pensado
en ir a visitar la tumba de Maia —añadió él entonces y se aclaró la garganta
antes de seguir hablando—: Me gustaría que me acompañaras —susurró inseguro—.
Quisiera enseñártela. Siempre que no te parezca morboso, claro.
—Será un
honor. Me encantará acompañarte.
—Gracias
—replicó él, dándole un beso en la frente.
—¿Tom?
—¿Sí?
—No te he
contado todo lo que pasó con Sharon. Ni con Simon.
Él se frotó
los ojos.
—Yo tampoco te
he contado todo lo que me pasó antes de conocerte.
—¿Te molesta
que no nos lo hayamos contado todo?
—No. Escucharé
todo lo que quieras decirme pero, francamente, hay aspectos de mi vida sobre
los que no me gusta hablar. Así que entiendo tus reticencias. —La miró a los
ojos—. Lo importante es que se lo cuentes a alguien. Estoy seguro de que la
doctora Walters sabrá cómo ayudarte con cualquier cosa que le expliques.
Tras besarla
una vez más, la abrazó con fuerza, pensando en lo mucho que habían avanzado en
su camino vital individual y en lo mucho que aún les quedaba por recorrer.
CAP 51.-
En octubre, Tom convenció a ______
de que se reunieran con la familia en la casa de Selinsgrove. Rachel y Aaron
insistieron en cocinar para todos. El hijo de Tammy, Quinn, se encargó del
entretenimiento, haciendo reír a todo el mundo, incluido John.
—¿Cómo te sienta la vida de
casado? —le preguntó Tom a Aaron, mientras éste sacaba los ingredientes
necesarios para la ensalada.
—Francamente bien. Deberías
probarlo algún día. —Y le guiñó un ojo a ______ mientras bebía un sorbo de su
cerveza Corona.
—Lo tendré en cuenta —respondió
él, sonriendo con suficiencia y empezando a ocuparse de la ensalada.
—Déjate de cuentos, Tom.
¿Cuándo vas a ponerle un anillo en el dedo a esa mujer? —La voz de Rachel les
llegó desde dentro del horno.
—Ya lleva uno.
Su hermana dejó el pollo a la
Kiev en el horno y se acercó corriendo a _______ a mirarle la mano.
—Éste no cuenta —dijo
decepcionada, al ver el aro de platino que su amiga llevaba en el dedo.
_______ y ella se miraron y
negaron con la cabeza al mismo tiempo.
Al ver que los hombros de _____
se hundían, Tom dejó la ensalada (a la que le estaba echando demasiadas frutas
y nueces) y fue rápidamente a abrazarla.
—Confía en mí —le susurró al
oído para que nadie más lo oyera.
Cuando ella asintió, Tom la
abrazó con más fuerza antes de besarla.
—Buscaos una habitación —bromeó
Aaron.
—Oh, ya tenemos una —replicó Tom,
mirando a su cuñado de reojo.
—En realidad, tenemos dos
—aclaró ______, suspirando con resignación.
Cuando se sentaron a cenar,
Richard pidió que se cogieran las manos para la bendición. Dio gracias a Dios
por su familia, por Tammy, Quinn y ______, por su nuevo yerno y por la amistad
de los Mitchell. Dio gracias a Dios por su esposa y le dijo que las semillas
que ella había plantado en todos los presentes habían germinado. Cuando
pronunció el «Amén», todo el mundo se secó los ojos y sonrió, agradeciendo que
la familia estuviera reunida y fuerte una vez más.
CAP 52.-
Tras la cena, Tammy y Scott
recogieron la cocina mientras Rachel y Aaron practicaban sus habilidades
paternales con Quinn. En el porche, Richard y John fumaban puros y bebían
whisky, mientras la vieja señora Bancroft sacaba cosas de su garaje y se
adentraba en el bosque. Richard miró a John de reojo y ambos hombres brindaron
con una sonrisa cómplice.
Dentro de la casa, Tom cogió a _____
de la mano y la llevó al piso de arriba.
—Abrígate bien —le dijo al
entrar en la habitación de ella—. Vamos a dar un paseo.
—No hace frío —protestó ______,
pero eligió una vieja rebeca de cachemira de Tom.
Éste se había librado de casi
todas ellas cuando ella le había comentado que lo hacían parecer un abuelo.
(O un presentador de
informativos de la televisión pública.)
Al oírselo decir, a Tom le
había faltado tiempo para donarlas al Ejército de Salvación, con excepción de
un par de ellas, que ______ había rescatado.
—No quiero que te enfríes
—insistió él, tirándole de la chaqueta, juguetón.
—Ya te tengo a ti para que me
mantengas caliente —replicó ella, guiñándole un ojo.
Tras enroscarle la bufanda del
Magdalen College alrededor del cuello, bajaron a la cocina para salir por la
puerta trasera.
—¿A dar un paseo, Kaulitz? —los
sorprendió la voz de John.
—Con su permiso, señor
Mitchell.
El padre de ______ dio unos
golpecitos a la navaja suiza que llevaba en el bolsillo.
—Si la haces llorar, te
arrancaré las tripas.
—Cuidaré de ella. Se lo
prometo. Y si la hago llorar, le secaré las lágrimas.
John resopló y murmuró algo entre dientes.
—¿Qué pasa? —preguntó _____—.
¿Qué problema hay?
—Nada. Tom va a acompañarte a
dar un paseo, con mi bendición —respondió su padre, tratando de no fruncir el
cejo.
—Y con la mía —añadió Richard,
divertido.
—Me parece que ya habéis bebido
bastante whisky —bromeó _____ y siguió a Tom al bosque, negando con la cabeza.
—¿De qué va esto? —le preguntó,
mientras paseaban de la mano en dirección al viejo huerto de manzanos.
—En seguida lo verás. —Tom le
besó la cabeza antes de acelerar el paso—. Hueles a vainilla —le dijo
sonriendo.
—Me he hartado de la lavanda.
—Yo también.
Poco después llegaron a la
linde del huerto. A pesar de que el bosque era espeso en aquella zona, _____
vio que había luz.
—¿Qué es eso?
—Ven a descubrirlo —contestó Tom,
guiándola entre los árboles.
Había pequeñas lámparas blancas
colgando de las ramas y otras desperdigadas por el suelo, aunque ella se fijó
en que la llama que desprendían era falsa, para evitar el riesgo de incendios.
A la suave luz de las lamparitas que iluminaban los viejos y
retorcidos árboles, se veía una tienda blanca. Dentro había
un banco, una manta que le resultó familiar y varios cojines.
—Oh, Tom
—susurró.
Él la llevó
hasta el interior de la tienda y la invitó a sentarse.
—No tenías que
haberte tomado tantas molestias. Habría sido igual de feliz sentada en el suelo
con la vieja manta.
—Me gusta
malcriarte. —Tom la estaba mirando con tanta intensidad, que _____ se olvidó de
respirar—. ¿Te apetece beber algo?
Se acercó a
una mesita baja, donde alguien había dejado una cubitera y dos copas altas.
Cuando _____ asintió, él abrió la botella con facilidad y sirvió la bebida en
las copas.
—¿Brindamos?
—propuso, volviendo a su lado.
—Por supuesto.
—_____ miró la copa de Tom con desconfianza—. Aunque podemos beber otra cosa.
—Sólo tomaré
un traguito. Por ______, mi amada —brindó, alzando su copa.
—Creo que
deberíamos brindar por nosotros.
—Eso también.
Por nosotros. —Con una sonrisa, Tom volvió a alzar la copa, antes de hacerla
chocar con la de ella.
—¿Cómo has
montado todo esto? Debes haber tardado varias horas —se maravilló _____,
mirando a su alrededor.
—El anciano
señor Bancroft se encarga del cuidado de la casa y las tierras mientras estoy
fuera. Le pedí que se ocupara de todo mientras cenábamos. ¿Puedo? —Alargando la
mano hacia un cuenco lleno de fresas, eligió la más grande y más madura y se la
ofreció.
Acercándosela
a los labios, sonrió al ver que ella se comía la mitad de un bocado.
—Ya verás. Las
fresas y el champán casan de maravilla.
______ se echó
a reír cuando parte del zumo de la fresa le resbaló por la barbilla. Trató de
secárselo con los dedos, pero Tom fue más rápido. Acariciándole los labios y el
mentón con el pulgar, se llevó todo el zumo y se lo bebió.
—Delicioso
—murmuró.
Tras repetir
el proceso varias veces, ______ empezó a marearse. La sensualidad de Tom,
incluso cuando se contenía, era embriagadora.
Ella le
ofreció a su vez una fresa y, cuando él la mordió, se llevó su dedo a sus
labios y la sorprendió succionándoselo con avidez.
—Dulce como el
caramelo —dijo, con voz ronca.
Se sentó
entonces en el banco y le tendió la mano, invitándola a sentarse a su lado. Cuando
ella así lo hizo, Tom la rodeó con el brazo mientras, con la otra mano le
acariciaba el labio inferior.
—¿Tienes idea
de cómo me afectas? El color de tus mejillas, el calor de tu piel, el latido de
tu corazón... —Negó con la cabeza—. Me faltan palabras para describirlo.
_____ se
desabrochó la chaqueta y colocó la mano de Tom sobre su corazón.
—Siente cómo
late. Late así por ti, Tom.
Él bajó la
vista hacia su mano.
—Espero seguir
provocándote este efecto el resto de mi vida.
Y le capturó
los labios en un beso apasionado, antes de retirar la mano para sujetarla por
la mejilla.
—Te he traído
aquí porque aquí es donde empezó todo. Aquella noche cambiaste mi vida. Nunca
podré agradecértelo lo suficiente.
—No necesito
tu agradecimiento. Tu amor me basta.
Él la besó con dulzura.
—¿De dónde
viene la música? —_____ miró a su alrededor, buscando un equipo de música, pero
no lo encontró.
—El señor
Bancroft se ha encargado de todo.
—Es precioso.
—No tanto como
tú. Desde que te conocí, la belleza entró en mi vida. —La abrazó con más
fuerza—. Aún no puedo creerme que te tenga entre mis brazos después de todos
estos años y que me quieras.
—Siempre te he
querido, Tom. Incluso cuando no me reconocías. —_____ le apoyó la cara en el
pecho mientras él canturreaba, siguiendo la canción.
Cuando la
canción acabó y empezó otra, él le susurró al oído:
—Tengo un
regalo para ti.
—No quiero
regalos. Sólo bésame.
—Te cubriré de
besos cuando me dejes darte el regalo.
Sacándose algo
del bolsillo de la chaqueta, se lo ofreció. Era un anuncio escrito en italiano
sobre una tarjeta de cartón de calidad.
—¿Qué es esto?
—_____ alzó los ojos, ilusionados, hacia él.
—Léelo —la
animó Tom, con sus ojos igual de brillantes.
Era una
invitación de la galería de los Uffizi, en Florencia, para la inauguración de
una exposición exclusiva de una colección de grabados de Botticelli de la Divina
Comedia de Dante, algunos de los cuales no habían sido expuestos
anteriormente. El anuncio detallaba que la exposición era posible gracias al
préstamo del profesor Tom Kaulitz en honor de su prometida, la señorita _______
Mitchell.
Ella lo miró
con los ojos muy abiertos.
—¡Tom, tus
grabados, no me lo puedo creer!
—La felicidad
me ha vuelto generoso.
—Pero ¿qué
pasará con las cuestiones legales? ¿Cómo demostrarás que los adquiriste de
manera legal?
—Mi abogado ha
contratado a un equipo de expertos que va a rastrear su origen, que se pierde a
finales del siglo diecinueve. Tras esa fecha, nadie sabe qué pasó con ellos.
Dado que fueron pasando de colección privada en colección privada, nadie puede
discutirme que soy su legítimo dueño. Pero ahora quiero compartirlos con el
mundo.
—Es
maravilloso. —______ se ruborizó y miró al suelo—. Pero mi nombre no debería ir
unido a la exposición. Los grabados son tuyos.
—Si no fuera
por ti no los estaría compartiendo.
Ella levantó la
mano para acariciarle la mejilla.
—Gracias. Lo
que estás haciendo es muy generoso. Siempre pensé que esas imágenes deberían
estar al alcance de todo el mundo que quisiera disfrutar de ellas.
—Tú me has
enseñado a no ser egoísta.
______ se
acercó más y lo besó ávidamente en los labios.
—Y tú me has
enseñado a aceptar regalos.
—Entonces,
hacemos buena pareja. —Carraspeando, Tom le apartó un mechón de pelo de la
cara—. ¿Me acompañarás a la exposición? Podemos ir en verano. Al dottore Vitali
le gustaría dar una recepción en nuestro honor, parecida a la que ofreció el
año pasado, cuando fui a dar la conferencia.
—Por supuesto
que te acompañaré.
—Bien. Tal vez
podamos encontrar un rincón privado en el museo para...
—Nada me
gustaría más, profesor. —_____ le guiñó un ojo.
Él se tiró del
cuello de la camisa.
—¿Quieres que
nos casemos en Florencia el verano que viene? Podríamos hacer
coincidir la boda con la visita a la exposición.
—No.
Tom bajó la
vista, decepcionado.
—Falta mucho
para el verano que viene. ¿Por qué no el mes que viene?
Él la miró a
los ojos.
—Me casaría
contigo mañana mismo, pero eso no nos dejaría mucho tiempo para hacer planes.
—Quiero una
boda sencilla. Estoy cansada de vivir sola. Quiero estar contigo. —Le acarició
la oreja con los labios—. Y no sólo porque quiera que me calientes la cama.
A Tom se le
escapó un gruñido. La besó con firmeza y ella suspiró dentro de su boca,
devolviéndole el beso.
—¿Y tus
estudios?
—Muchos
estudiantes de doctorado están casados. Aunque sólo pudiera verte en la cama
por la noche, ya sería más de lo que te veo ahora. Por favor, no me hagas
esperar.
Él le acarició
la mejilla con el dorso de la mano.
—Lo dices como
si la espera no me estuviera matando a mí también. ¿Dónde te gustaría que nos
casáramos?
—En Asís.
Siempre ha sido un lugar especial para mí y sé que también es importante para
ti.
—No se hable
más. Será en Asís lo antes posible. ¿Y qué te apetece que hagamos para la luna
de miel? —Alzó las cejas, provocándola—. ¿Tienes alguna preferencia? ¿París?
¿Venecia? ¿Belice?
—Cualquier
sitio será fantástico si estoy contigo.
Tom la abrazó
con fuerza.
—Dios te
bendiga. En ese caso, yo me encargaré de todo. Será una sorpresa.
______ lo besó
y, al cabo de unos instantes, el mundo empezó a girar a su alrededor. Todo
desapareció excepto sus brazos y sus labios.
—Hay algo más
que quiero mostrarte —dijo él cuando dejó de besarla, minutos más tarde.
Dándole la
mano, la llevó hasta el viejo manzano que había en un extremo del claro en el
bosque.
Volviéndose
hacia ella, la miró con el corazón en los ojos.
—La primera
vez que estuvimos aquí, te di una manzana de este árbol.
—Lo recuerdo.
—Aquella
manzana era un buen símbolo de mi vida en aquel momento: una vida carnal,
egoísta, violenta, un imán para el pecado.
Apoyando una
rodilla en el suelo, Tom se sacó una manzana de oro del bolsillo.
—Esta manzana
representa a la persona en la que me he convertido: llena de esperanza. Y de
amor.
______ miró la
manzana antes de volver los ojos hacia él.
—¿Algún hombre
te ha pedido que te cases con él?
Ella negó con
la cabeza, cubriéndose la boca con la mano.
—Pues me
alegro de ser el primero.
Abrió la
manzana como si fuera una caja mágica y _____ vio brillar un anillo de
diamantes contra un fondo de terciopelo rojo.
—Quiero ser el
primero y el último. Te quiero, _____. Te ofrezco mi corazón y mi vida.
»Cásate conmigo. Sé mi esposa, mi amiga, mi amante y mi guía.
Sé mi bendita Beatriz y mi adorada ______. —La voz le flaqueó ligeramente—. Di
que serás mía. Para siempre.
—Sí —logró
decir ella, antes de que las lágrimas le impidieran seguir hablando.
Tom sacó el
anillo de la manzana y se lo puso en el dedo con suavidad para después
acariciarle la mano con los labios.
—Compré este
anillo hace tiempo, cuando encargué los anillos de boda, pero lo puedo devolver
si prefieres elegirlo personalmente.
_____ miró el
diamante, de dos quilates y medio, de corte cuadrado, montado sobre un aro de
platino. Era un anillo clásico, casi anticuado, con una hilera de diamantes más
pequeños rodeando el diamante principal y los laterales del aro. Aunque era más
grande y elaborado del que ella habría elegido, era perfecto, porque Tom lo había
comprado para ella.
—Éste es el
que quiero.
Él se levantó
y _____ se lanzó a sus brazos.
—Te he querido
desde siempre. Desde la primera vez que vi tu foto —dijo, mojándole el pecho
con las lágrimas que no podía contener—. Te quería ya antes de conocerte.
—Yo te quería
antes de saber cómo te llamabas. No te conocía; sólo conocía tu bondad. Y ahora
puedo quedarme a mi Beatriz para siempre.
HOLA!!!! LE PROPUSO MATRIMONIO!!! Y ELLA ACEPTO!!! DIOS QUE HERMOSO ... ODIO A ESTE HOMBRE POR SER TAN TIERNO Y ROMANTICO CARAY!!! LO AMOOOOOO!!! QUIERO UNO ASI DIOS!!! T.T JAJAJJA LAS DOS "T" REPRESENTAN MIS LAGRIMAS JAJAJA ... BUENO YA FALTAN 4 CAPITULOS PARA QUE TERMINE EL 2º LIBRO Y COMENZAR CON EL 3º Y ULTIMO!!! NO SE OLVIDEN DE COMENTAR 4 O MAS COMENTARIOS, BUENO HASTA LUEGO, NOS VEMOS EN LA PROXIMA ACTUALIZACION :)) ADIOS
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