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martes, 29 de julio de 2014

lunes, 28 de julio de 2014

.- EL EXTASIS DE TOM .- DEL 56 AL 57 (57 ES EL ULTIMO)

CAP 56.-
Esa misma noche, vestidos ya con la ropa que habían elegido para emprender su luna de miel —un traje oscuro para Tom y un vestido lila para _______—, viajaban en el coche con chófer que habían alquilado.
Cuando el vehículo se detuvo frente a una casa cercana a Todi, _____ vio que se trataba de la misma casa que Tom había alquilado cuando viajaron a Italia hacía poco más de un año.
—Nuestra casa —susurró ella, al darse cuenta.
—Sí. —Él le besó el dorso de la mano antes de ayudarla a bajar del coche. Y luego, levantándola del suelo, cruzó el umbral con ella en brazos.
»¿Te gusta que hayamos venido aquí? Pensé que te apetecería que pasáramos unos días tranquilos, pero si lo prefieres podemos ir a Venecia o a Roma. Iremos a donde tú quieras —dijo, dejándola en el suelo.
—Es perfecto. Me encanta que hayas pensado en este lugar.
______ le rodeó el cuello con los brazos.
Un rato más tarde, Tom se separó un poco de ella.
—Voy a subir el equipaje. ¿Tienes hambre?
Ella se echó a reír.
—Si me ponen algo delante, me lo comeré.
—¿Por qué no vas a echar un vistazo a la cocina, a ver si encuentras algo tentador? En seguida me reuniré contigo.
—Lo único que podría tentarme —comentó _____ con una sonrisa traviesa— sería verte a ti sentado a la mesa de la cocina.
Sus sensuales palabras hicieron que Tom recordara su anterior visita a la casa, cuando habían usado aquella mesa varias veces y no precisamente para amasar pan. Con un gruñido ronco, subió el equipaje a toda prisa, como si alguien lo estuviera persiguiendo.
En la cocina, ______ comprobó que la despensa estaba totalmente equipada, igual que la nevera. Se echó a reír al ver varias botellas de zumo de arándanos alineadas sobre la encimera, como si la estuvieran esperando. Acababa de abrir una botella de Perrier y de preparar un plato con trozos de queso, cuando Tom regresó. Al entrar corriendo en la cocina, le pareció mucho más joven, casi un niño, con los ojos brillantes y una expresión radiante.
—Tiene un aspecto delicioso. Gracias —dijo, sentándose a su lado y echando una insinuante mirada hacia la mesa—. Aunque creo que prefiero usar la cama las primeras veces.
_______ se ruborizó.
—Esta mesa me trae muy buenos recuerdos.
—A mí también, pero tenemos todo el tiempo del mundo para fabricar nuevos recuerdos. Algunos incluso mejores. —La miró con deseo.
Ella sintió un cosquilleo en el vientre.
—¿La boda ha sido tal como te la imaginabas? —preguntó él, ansioso, mientras llenaba dos vasos de agua.
—Mucho mejor. La misa, la música... casarnos en la basílica ha sido increíble. Se siente una paz tan especial allí...
Tom asintió. Sabía a qué se refería.
—Me alegro de que sólo invitáramos a la familia y a los amigos más íntimos. Siento no haber podido hablar más rato con Katherine Picton, pero he visto que tú bailabas con ella. ¡Dos veces! —_______ se hizo la ofendida.
Él le siguió la broma, alzando las cejas.
—¿De verdad he bailado con ella dos veces? Es impresionante para una septuagenaria. ¿Cómo habrá podido seguirme el ritmo?
______ puso los ojos en blanco. Tom era único usando palabras que nadie más usaba.
—Tú has bailado dos veces con Richard, señora Kaulitz. Supongo que estamos empatados.
—Ahora es mi padre también. Y es un excelente bailarín. Muy elegante.
—¿Mejor que yo? —Tom fingió estar celoso.
—Nadie es mejor que tú, querido. —______ se inclinó sobre él para borrarle el falso enfado con un beso—. ¿Crees que volverá a casarse alguna vez?
—No.
—¿Por qué no?
Él le cogió la mano y le acarició los nudillos uno a uno.
—Porque Grace era su Beatriz. Cuando has conocido un amor como ése, cualquier otro parece una sombra del original. —Sonrió con melancolía—. Curiosamente, en el libro favorito de Grace, A Severe Mercy, aparecía la misma idea. Sheldon Vanauken no volvió a casarse tras la muerte de su esposa.
»Dante perdió a Beatriz cuando ella tenía veinticuatro años y pasó el resto de su existencia llorando su muerte. Si yo te perdiera, me pasaría lo mismo. Nunca habrá nadie que ocupe tu lugar. Nunca —recalcó Tom, con una mirada fiera pero cariñosa al mismo tiempo.
—Me pregunto si mi padre volverá a casarse.
—¿Te molestaría que lo hiciera?
Ella se encogió de hombros.
—No. Tardaría un poco en acostumbrarme, supongo, pero no. Me alegro de que esté saliendo con alguien amable. Quiero que sea feliz. Me gustaría que pudiera envejecer al lado de alguien que lo trate bien.
—Yo quiero envejecer a tu lado —dijo Tom—. No cabe duda de que eres amable.
—Yo también quiero envejecer a tu lado.
Marido y mujer intercambiaron una mirada y siguieron comiendo en silencio. Cuando acabaron, Tom le tendió la mano.
—Todavía no te he dado los regalos de boda.
Al tomarle la mano, ______ le tocó el anillo.
—Pensaba que los regalos eran los anillos y las inscripciones que llevan: «Yo soy de mi Amado y mi Amado es mío».
—Hay más cosas. —Tom la llevó hasta la chimenea y se detuvo delante.
Al entrar en la casa, ______ no se había fijado en que habían cambiado el cuadro que colgaba sobre la repisa. Su lugar lo ocupaba ahora una impresionante pintura al óleo de un hombre y una mujer unidos en un abrazo apasionado.
Dio un paso adelante con la vista clavada en el cuadro, como hipnotizada.
La figura masculina y la femenina se estaban abrazando. El hombre estaba desnudo hasta la cintura y se lo veía ligeramente más abajo que la mujer, como si estuviera de rodillas, con la cabeza apoyada en el regazo de ella, que estaba inclinada hacia adelante, desnuda, a excepción de lo que parecía ser una sábana arrugada, agarrando con fuerza la espalda y el costado del hombre y apoyando la cabeza entre sus omóplatos. Lo cierto era que costaba distinguir dónde empezaba el uno y terminaba el otro. Estaban tan unidos que formaban una especie de círculo. La necesidad y la desesperación eran tan evidentes que casi saltaban del lienzo. Parecía que la pareja acabara de reencontrarse tras una larga ausencia o como si acabaran de reconciliarse tras una discusión.
—Somos nosotros —susurró ______, parpadeando sorprendida.
La cara del hombre quedaba parcialmente oculta, apoyada en el regazo de ella, la boca apretada contra su muslo, pero no cabía duda: era la cara de Tom. Igual que la cara de la mujer era la cara de ______, vuelta hacia el espectador con los ojos cerrados de felicidad y una sonrisa tímida en los labios. Parecía feliz.
—¿Cómo lo has hecho?
Él se le acercó por detrás y le rodeó los hombros con los brazos.
—Yo posé para el cuadro y para tu parte, le di fotografías al artista.
—¿Fotografías?
Él la besó en el cuello.
—¿No reconoces esa postura? ¿Recuerdas las fotos que hicimos en Belice? Las de la mañana siguiente a la noche en que te pusiste el corsé por primera vez... Estabas tumbada en la cama y...
Ella abrió mucho los ojos al recordar el momento.
—¿Te gusta? —Tom sonaba extrañamente inseguro—. Quería algo... personal para celebrar nuestra boda.
—Me encanta. Sólo me ha sorprendido.
Él se relajó.
—Gracias. —_____ le cogió la mano y le dio un beso en la palma—. Es un regalo precioso.
—Me alegro de que te guste. Aún queda otra cosilla. —Acercándose a la repisa de la chimenea, cogió una manzana dorada que no era la primera vez que ella veía.
—¿Cómo ha llegado hasta aquí? —preguntó _____ con una sonrisa.
—Ábrela, señora Kaulitz.
Ella levantó la parte de arriba y dentro encontró una llave antigua.
—¿Una llave mágica? —preguntó, mirando a Tom sin comprender—. ¿Es la llave de algún jardín secreto? ¿Del armario que lleva a Narnia?
—Muy graciosa. Ven conmigo. —La agarró por la muñeca y no pudo resistir darle un largo beso en la parte interna, como si le costara separarse.
—¿Adónde vamos?
—Ya lo verás.
Salieron por la puerta principal y Tom la cerró tras ellos. Entonces se quedaron quietos en el porche, sumidos en la oscuridad que sólo rompían las luces de la fachada.
—Prueba la llave.
—¿Qué? ¿Aquí?
—Pruébala. —Tom se balanceó sobre los talones, sin poder ocultar su nerviosismo.
_____ metió la llave en la cerradura y la hizo girar. Oyó el clic y un segundo después la puerta se abrió.
—Gracias por aceptar ser mi esposa —susurró él—. Bienvenida a tu casa.
Ella lo miró, incrédula.
—Aquí fuimos felices —dijo Tom en voz baja—. Quería que tuviéramos un lugar donde poder refugiarnos de vez en cuando. Un lugar lleno de buenos recuerdos. —Acariciándole el brazo con suavidad, añadió—: Podemos venir a pasar las vacaciones cuando no vayamos a Selinsgrove. Incluso podrías venir aquí a escribir tu tesis si quisieras. Aunque no creo que pueda soportar estar apartado de ti ni un día más.
_______ lo besó, dándole las gracias una y otra vez por sus generosos regalos. Y allí permanecieron varios minutos, disfrutando del tacto del otro, con el pulso cada vez más acelerado.

CAP 57.-
Sin parar de besarla en ningún momento, Tom la cogió en brazos y la llevó al dormitorio, en el piso de arriba. Una vez allí, la dejó en el suelo y le hizo dar varias vueltas, admirando el vuelo de la falda del vestido lila, que giraba a su alrededor.
—Creo que te debo algo.
—¿Ah, sí? —preguntó ______ entre risas—. ¿De qué se trata?
Él la abrazó desde atrás.
—Sexo de reconciliación —le musitó al oído.
El sugerente susurro la hizo estremecer.
Tom le acarició los brazos.
—¿Tienes frío?
—No, no es frío. Es excitación.
—Excelente. —Le echó el pelo a un lado y empezó a cubrirle el cuello de besos—. Para tu información, tengo que hacerme perdonar un montón de cosas. Me temo que me va a llevar toda la noche.
—¿Toda la noche? —repitió ella, con voz ronca.
—Eso me temo. Y a lo mejor me ocupa también parte de la mañana.
_______ empezó a derretirse entre sus brazos. Tom siguió besándole el cuello y descendiendo hasta el hombro antes de apartarse.
—Mientras te preparas para acostarte, quiero que pienses en todas las maneras en las que voy a darte placer esta noche. —Le guiñó un ojo, acariciándole el cuello de arriba abajo con un dedo antes de soltarla.
______ sacó sus cosas de la maleta y desapareció en el cuarto de baño. Cuando había ido a comprar lo que se iba a poner en su noche de bodas, se había sentido insegura. ¿Qué podía comprar que él no hubiera visto ya?
En una diminuta tienda de la calle Newbury, encontró exactamente lo que buscaba. Un camisón largo de seda, muy escotado y de color rojo intenso, como el Merlot. Lo que la acabó de decidir fue la espalda, adornada con cintas que se entrecruzaban, dejándosela al descubierto hasta niveles casi indecentes. Lo eligió sabiendo que a Tom le encantaría deshacer las cintas. Le gustaba desarmarla, en todos los sentidos.
Se dejó el pelo recogido y se puso una pizca de brillo en los labios antes de calzarse los zapatos de tacón negros que había comprado para la luna de miel.
Al abrir la puerta del baño, se encontró a Tom esperándola.
El dormitorio estaba iluminado por la suave luz de las velas, olía a sándalo y no faltaba la música. La canción que sonaba no formaba parte de la lista de reproducción que habían escuchado durante su anterior visita, pero también le gustaba.
Él se acercó. Seguía llevando los pantalones y la camisa blanca, pero se la había desabrochado casi hasta la cintura y se había quitado los zapatos y los calcetines. Le ofreció la mano y ella la aceptó, uniéndose a él en un abrazo.
—Eres exquisita —susurró, acariciándole la espalda con las manos temblorosas de deseo—. Casi me había olvidado de lo preciosa que eres a la luz de las velas. Casi, pero no del todo.
Ella sonrió, con la cara pegada a su pecho.
—¿Puedo? —preguntó Tom, señalando su pelo recogido y ella asintió.
Un hombre corriente le habría quitado todas las horquillas a la vez,
apresuradamente, siempre y cuando hubiera sido capaz de encontrarlas, pero él no era un hombre corriente.
Muy lentamente, le pasó sus largos dedos por el pelo hasta que encontró una horquilla. Se la quitó con delicadeza, liberando un mechón. Y luego repitió el proceso hasta que toda su cabellera cayó como olas del mar sobre sus hombros pálidos. A esas alturas, el cuerpo de ______ vibraba de deseo.
Sujetándole la cara entre las manos, Tom la miró fijamente a los ojos.
—Dime lo que deseas. La noche es tuya. Puedes ordenarme lo que quieras.
—No quiero ordenarte nada —respondió ella, besándolo en los labios—. Sólo quiero que me demuestres que me amas.
—______, te quiero con los cuatro tipos de amor. Pero esta noche es una celebración del eros.
Le cubrió los hombros de ardientes besos antes de ponerse a su espalda y acariciarle la piel entre las cintas.
—Gracias por tu regalo.
—¿Mi regalo?
—Tu cuerpo, seductoramente envuelto, sólo para mis ojos. —La miró de arriba abajo hasta llegar a sus pies—. Y gracias por los zapatos. Después de un día tan largo, deben de dolerte los pies.
—No me había dado cuenta.
—¿Cómo es posible?
—Porque en lo único que puedo pensar es en hacerte el amor.
—Llevo días sin pensar en nada más. Meses. —Inspirando hondo, le acarició los brazos arriba y abajo—. Soy el único hombre que te ha visto desnuda en toda tu gloria y que conoce los sonidos que haces cuando el placer se apodera de ti. Tu cuerpo me reconoce, _______. Conoce mi tacto.
Deshizo el primer lazo, empezando por la parte de abajo. Las cintas de raso se deslizaban por sus dedos temblorosos.
—¿Estás nerviosa? —La sujetó por la barbilla y le hizo volver la cara de perfil.
—Ha pasado mucho tiempo.
—Nos lo tomaremos con calma. Las actividades más... vigorosas ya vendrán luego, cuando nuestros cuerpos hayan tenido tiempo para reconocerse.
Tom señaló una pared desnuda con la nariz y _____ sintió que le aumentaba la temperatura.
Lentamente, él acabó de desatar todas las cintas, dejándole la espalda al descubierto. Apoyándole las manos en los hombros, se la acarició de arriba abajo varias veces con las manos abiertas.
—Ardo de deseo por ti. Llevo meses esperando para llevarte a la cama.
Agarrándola por los hombros, la volvió y, sin previo aviso, le quitó el camisón, dejando caer los tirantes a lado y lado. Con la vista, Tom siguió la caída de la prenda, hasta que quedó convertida en un charco de seda color vino a sus pies.
______ estaba desnuda ante él, con los brazos a los costados.
—Magnífica —murmuró, devorando con los ojos cada centímetro de su piel.
Demasiada lentitud para ella, que harta de ser el centro de atención, acabó de desabrocharle los botones de la camisa y se la quitó. Tras besarle el tatuaje, le mordisqueó los pectorales antes de despojarlo de los pantalones.
Pronto Tom estuvo tan desnudo como ella, sin ninguna prenda de ropa tras la que ocultar su erección. Se inclinó hacia _______ para besarla, pero ella lo detuvo.
Con manos ávidas, le acarició el pelo antes de descender por la cara y explorarle el cuerpo con dedos y los labios. Nada se libró de su exploración: la cara, la boca, la
mandíbula, los hombros, el pecho, los abdominales, los brazos, las piernas y...
Tom le sujetó la muñeca un instante antes de que ______ pudiera rodearle el miembro con la mano. Tiró de ella, pegándola a su cuerpo y empezó a susurrar palabras dulces contra sus labios. Eran palabras de devoción en italiano, que _______ pronto reconoció, ya que habían salido de la pluma de Dante.
Cogiéndola en brazos, la depositó sentada sobre la cama, grande, con dosel. Una vez _____ estuvo en el borde de la misma, Tom se arrodilló ante ella.
—¿Por dónde empiezo? —preguntó, con los ojos turbios de pasión, mientras le acariciaba el vientre y los muslos—. Dímelo.
_______ inspiró hondo y negó con la cabeza.
—¿Empiezo por aquí?
Tom se inclinó y le rozó los labios suavemente con la lengua.
—¿O por aquí?
Le acarició los pechos antes de llevárselos a la boca, lamiéndolos y torturándolos con sus caricias.
Cerrando los ojos, ______ contuvo la respiración.
—¿Preferirías que empezara por aquí? —Le resiguió el ombligo con un dedo antes de cubrirle el vientre de besos.
Ella gimió y lo agarró con fuerza del pelo.
—Sólo te quiero a ti.
—Entonces, tómame.
______ lo besó y Tom respondió disfrutando de su boca lánguidamente. Cuando notó que el pulso de ella se aceleraba, le cogió un pie y le quitó el zapato.
—¿No quieres que me los deje puestos? Los compré especialmente para esta noche.
—Dejémoslos para luego, para cuando estrenemos la pared —respondió él, con voz ronca.
Tras quitarle los zapatos, dedicó unos instantes a masajearle cada pie, dedicando especial atención a los arcos. Luego la empujó hacia el centro de la cama y se tumbó a su lado.
—¿Confías en mí?
—Sí.
La besó dulcemente en los labios.
—Llevo mucho tiempo esperando oírte decir eso, sabiendo que es cierto.
—Claro que es cierto. El pasado, pasado está.
—En ese caso, recuperemos el tiempo perdido.
Con infinita ternura, Tom usó las manos para acariciarla y excitarla con caricias expertas y apasionadas. Su boca se unió al sensual asalto, mordisqueando y succionando al ritmo de sus suspiros. Se sentía el corazón henchido de satisfacción al oír sus exclamaciones de placer y ver cómo se sacudía de un lado a otro por efecto de sus caricias.
Cuando ella le acarició la espalda y le apretó las nalgas con las manos, Tom la cubrió con su cuerpo.
Mirándola a los ojos, le susurró versos del Cantar de los Cantares:
—¡Amada mía, qué hermosa eres! Palomas son tus ojos... tus labios, un hilo escarlata, tu boca es tan bella...
______ lo interrumpió con un beso.
—No me hagas esperar.
—¿Me estás invitando a entrar en tu cuerpo?
Sintiendo que la recorría una oleada de calor, ella asintió.
—Mi esposo.
—Mi ángel de ojos castaños.
La lengua de Tom se entrelazó con la de ella mientras sus cuerpos se convertían en uno, fundiéndose, ahogando sus suspiros y gemidos en la boca del otro.
Tom fue despacio al principio, como olas rompiendo contra la orilla en un día tranquilo. No tenía prisa. Quería que aquella experiencia durara para siempre, ya que, mientras miraba los ojos llenos de amor de su esposa, se dio cuenta de que sus anteriores experiencias, por muy excitantes que hubieran sido, palidecían comparadas con la sublime conexión que estaban viviendo.
______ era carne de su carne. Era su esposa y su alma gemela y lo único que Tom deseaba en la vida era hacerla feliz. La adoración que sentía por ella lo consumía.
Con un dedo, ______ le acarició las cejas, que se le habían fruncido de concentración.
—Me encanta esa expresión —comentó ella.
—¿Qué expresión?
—Los ojos cerrados, el cejo fruncido, los labios apretados... Sólo la tienes cuando estás a punto de... llegar.
Él abrió los ojos y ella vio que le brillaban, traviesos.
—¿Ah, sí, señora Kaulitz?
—La echaba de menos. Es una expresión muy sexy.
—Me halagas. —Tom sonaba tímido.
—Me gustaría tener un cuadro o una fotografía de tu cara en esos momentos.
Él frunció el cejo, juguetón.
—Una fotografía como ésa sería un escándalo.
______ se echó a reír.
—Dice el hombre que tenía su dormitorio decorado con fotografías de sí mismo, desnudo.
—Los únicos desnudos que me interesan a partir de ahora son los de mi exquisita esposa.
Incrementó el ritmo de las embestidas, tomándola por sorpresa.
______ gimió de placer y él enterró la cara en su cuello.
—Eres tan tentadora... Tu pelo, tu piel... son irresistibles.
—Tu amor me hace hermosa.
—Pues déjame que te ame siempre.
Ella arqueó la espalda.
—Sí, ámame siempre. Por favor.
Tom aceleró el ritmo, besándole el cuello y succionándoselo con delicadeza.
_______ respondió agarrándolo con fuerza por las caderas, apretándolo contra su cuerpo.
—Abre los ojos —jadeó él, moviéndose aún más de prisa.
Al hacerlo, _____ vio que los de su esposo la miraban con pasión, pero también con amor sincero.
—Te quiero —dijo ella, antes de cerrar los ojos de nuevo, cuando las sensaciones fueron demasiado intensas.
Tom volvió a fruncir las cejas, pero esta vez logró mantener los ojos abiertos.
—Te quiero —susurró, repitiendo las palabras con cada movimiento, con cada roce de la piel sobre la piel, hasta que ambos estuvieron quietos y saciados.

CAP 58.- (ULTIMO)
Justo antes del amanecer, ______ se despertó sobresaltada.
Su guapo esposo estaba a su lado, con expresión relajada mientras dormía. Parecía más joven. Le recordó al Tom que había conocido en el porche de Grace. Le resiguió con el dedo las cejas y la barba de un día, sintiendo un gran amor y una gran satisfacción en su interior.
Se levantó, ya que no quería molestarlo. Encontró la camisa de él en el suelo y se la puso antes de salir a la terraza.
Se adivinaba un atisbo de luz en el horizonte, sobre las colinas ondulantes del paisaje de Umbría. El aire era frío, demasiado frío para estar en la terraza, a no ser que se estuviera dentro del jacuzzi, pero la vista era espectacular y ______ no podía apartarse. Necesitaba beber de su belleza. Igual que necesitaba un momento de intimidad. A solas.
Mientras crecía, _____ se había sentido siempre indigna. Consideraba que no merecía ver sus deseos satisfechos ni tampoco ser amada. Pero ya no se sentía así. Una oración de gratitud brotó de su alma, elevándose hacia el cielo.
Tom alargó la mano hacia _____, pero encontró la cama vacía. Exhausto por la agotadora actividad de las últimas horas, tardó unos instantes en despertarse del todo. Habían hecho el amor varias veces y se habían turnado adorándose mutuamente con la boca y las manos.
Sonrió. Todos los miedos y ansiedades de ______ parecían haberse desvanecido. ¿Sería porque ahora estaban casados? ¿O porque habían pasado juntos el tiempo suficiente y se había convencido de que no volvería a hacerle daño?
No lo sabía. Pero estaba satisfecho porque ella estaba satisfecha. Se había entregado a él con una seguridad y una confianza que antes habrían sido impensables y él valoraba su entrega como lo que era: un regalo nacido del amor y la confianza absoluta.
Sin embargo, despertarse y encontrar la cama vacía lo ponía nervioso. Así que, en vez de quedarse allí tumbado, dándole vueltas al asunto, se levantó en busca de su amada. No le costó mucho encontrarla.
—¿Estás bien? —le preguntó, saliendo a la terraza.
—Maravillosamente. Soy feliz.
—Pillarás una pulmonía —la reprendió Tom, quitándose el albornoz y cubriéndola con él.
Cuando se volvió para darle las gracias, vio que estaba desnudo.
—Tú también.
Él se echó a reír y, abriendo el albornoz, la abrazó para que los abrigara a los dos. _____ suspiró. Sentir sus cuerpos pegados y desnudos era algo muy agradable.
—¿Fue todo de tu agrado anoche? —preguntó Tom, frotándole la espalda por encima de la tela.
—¿No lo notaste?
—No hablamos demasiado, como recordarás. Tal vez querrías haber podido irte a dormir antes. Ya sé que teníamos que ponernos al día, pero...
—Me falta un poco de práctica, y estoy agotada, pero me encanta —lo interrumpió ella, ruborizándose—. Anoche fue aún mejor que nuestra primera noche juntos. Y, ciertamente, tal como dijiste, todo fue más vigoroso.
Él se echó a reír.
—Estoy de acuerdo.
—Hemos vivido muchas cosas. Siento que nuestra conexión es más profunda —dijo ella, acariciándole el hombro con la nariz—. Y ya no tengo miedo de que desaparezcas.
—Soy tuyo —susurró Tom—. Y yo también siento la conexión. La necesitaba. Y te la mereces. Cuando te toco, cuando te miro a los ojos, veo nuestro pasado y nuestro futuro. —Hizo una pausa y le alzó la barbilla para verla mejor—. Es impresionante.
______ le dio un beso en los labios antes de acurrucarse contra su pecho.
—Pasé demasiado tiempo en las sombras. —La voz de él temblaba de emoción—. Tengo tantas ganas de vivir en la luz. A tu lado.
Ella le sujetó la cara entre ambas manos, obligándolo a mirarla.
—Ya estamos en la luz. Y te quiero.
—Y yo te quiero a ti, _______. Soy tuyo en esta vida y en la siguiente.

Besándola en los labios una vez más, Tom la llevó de vuelta al dormitorio.





HOLA!!!!! BUENO .... ESTA ES LA ULTIMA PUBLICACION DEL EXTASIS DE TOM ... SIGUE LA REDENCION DE TOM:)) ESPERO Y LA LEAN ... ENSEGUIDA LES PUBLICO EL LINK DEL ULTIMO LIBRO, TAMBIEN LO PONDRE AL LADO, DONDE ESTAN LAS IMAGENES, AHI LO BUSCAN, DE TODAS MANERAS LES PONDRE EL LINK ... GRACIAS POR LEERLO ... Y DE NADA CHICAS, ESTA NOVELA ES HERMOSA Y AHI MUCHOS LIBROS MAS QE QUIERO COMPARTIR CON USTEDES ASI QUE TODAVIA NO SE LIBRARAN DE MI xD ... BUENO AHORITA LAS VEO :))) ADIOS Y GRACIAS

domingo, 27 de julio de 2014

.- EL EXTASIS DE TOM .- DEL 53 AL 56 .-

CAP 53.-
Unos días más tarde, Paul recibió un correo electrónico de ______ anunciándole su compromiso. Fue como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. Leerlo una y otra vez no mejoró la situación, pero de todos modos lo hizo. No era que quisiera torturarse, pero necesitaba que su nuevo estatus le quedara indeleblemente grabado en la mente.
Querido Paul:
Espero que estés bien. Siento haber tardado tanto en responder a tu último mensaje. El doctorado es más puñetero de lo que pensaba y siempre pienso que no estoy al nivel de lo que me piden, pero me encanta. (Por cierto, gracias por recomendarme los libros de Ross King. No tengo mucho tiempo para leer estos días, pero lo sacaré de donde sea para leer La cúpula de Brunelleschi.)
Una de las razones por las que tengo poco tiempo para leer o hacer cualquier otra cosa es porque estoy prometida. Tom me pidió que me casara con él y le he dicho que sí. Queríamos casarnos cuanto antes, pero no hemos conseguido que nos hicieran hueco en la basílica de Asís hasta el veintiuno de enero. Tom tiene contactos entre los franciscanos; por eso hemos conseguido que nos dejen la basílica tan pronto.
Soy muy feliz. Me gustaría que fueras feliz por mí.
Enviaré la invitación a tu apartamento de Toronto. También invitaremos a Katherine Picton.
Si no puedes o no te apetece venir, lo entenderé, pero para mí es importante invitar a la gente que quiero. Tom ha alquilado una casa en Umbría para que los invitados puedan alojarse antes y después de la boda. Nos encantaría que vinieras. Sé que a mi padre le gustaría volver a verte.
Has sido el mejor de los amigos. Espero poder pagarte todo lo que has hecho por mí algún día.
Con afecto,
_____
Posdata: Tom no quería que te lo mencionara, pero fue él quien convenció a la profesora Picton para que supervisara tu tesis. Tom no es tan malo como pensabas, ¿no crees?
La gratitud de Paul ante la generosidad de Tom no borró el dolor que sentía al saber que había perdido a ______. Otra vez.
Sí, ya la había perdido anteriormente, pero antes del retorno de Tom había mantenido la esperanza de que ella cambiara de opinión, por muy remota que fuera esa posibilidad. Y saber que iba a casarse con él le dolía mucho más que si le hubiera dicho que se casaba con cualquier otro tipo llamado Tom. Como Tom el fontanero o Tom el instalador de cable.
Pocos días después, _____ recibió un paquete en su casillero de Harvard. Al ver que se lo enviaban desde Essex Junction, Vermont, lo abrió en seguida.
Paul le enviaba una edición especial de El conejo de terciopelo. Además de una dedicatoria en la guarda delantera que le llegó al corazón, había una carta en su interior.


Querida _____:
Tus noticias me han dejado de piedra. Felicidades.
Gracias por invitarme a la boda, pero no podré ir. Mi padre sufrió un ataque al corazón hace unos días y está en el hospital. Yo estoy ayudando en la granja. (Por cierto, mi madre dice que te dé recuerdos. Te está haciendo algo como regalo de bodas. ¿Adónde quieres que lo envíe cuando esté terminado? No seguirás viviendo en el campus después de la boda, ¿no?)
Desde la primera vez que te vi, quise que fueras feliz. Que tuvieras más confianza en ti misma. Que tuvieras una buena vida. Te lo mereces y odiaría verte tirar esas cosas a la basura.
No me consideraría un buen amigo si no te preguntara si Kaulitz es lo que quieres en la vida. No deberías conformarte con nada que no sea lo mejor para ti. Si tienes la más mínima duda, no deberías casarte con él.
Te prometo que estoy tratando de actuar como un amigo y no como un gilipollas resentido.
Tuyo,
Paul
_____ dobló la carta con tristeza y la guardó dentro del libro.

CAP 54.-
A pesar de que John había dado su bendición al enlace (a regañadientes, por supuesto), el conflicto surgió cuando la feliz pareja anunció dónde habían decidido casarse.
Los Clark estaban encantados de pasar una semana de vacaciones en Italia, pero John, que nunca había salido de Norteamérica, no estaba tan entusiasmado. Como padre de la novia, había pensado pagar el enlace de su única hija, aunque tuviera que hipotecar su nueva casa para hacerlo, pero _____ no quería ni oír hablar del tema.
Aunque la ceremonia sería íntima, los costes eran demasiado elevados para la economía de John. Y, para mayor humillación de éste, Tom estaba encantado de pagarlo todo. Para él era más importante que _____ tuviera la boda de sus sueños que tener al suegro contento.
Ella trató de mediar entre ambos hombres, señalando que había cosas que su padre podía pagar, como el vestido de novia o las flores.
A finales de noviembre, ____ vio el vestido perfecto en el escaparate de una elegante boutique de la calle Newbury de Boston. Era un vestido de seda de organza color marfil, con escote de pico y unas mangas minúsculas, que apenas cubrían los hombros. El talle estaba rodeado de encaje, y la falda, con mucho vuelo, formaba capas recordando a una nube.
Sin pensarlo, entró y pidió probárselo. La dependienta le alabó el gusto, diciéndole que los diseños de Monique Lhuillier eran muy populares.
_____ no había oído hablar nunca de la diseñadora. No miró el precio, porque el vestido no tenía etiqueta, pero al verse en el espejo, lo supo. Aquél era su vestido. Era precioso, clásico, y haría destacar su color de piel y su silueta. Sabía que a Tom le encantaría que dejara tanto trozo de espalda al descubierto. Sin caer en el mal gusto, por supuesto.
Se hizo una foto con el iPhone con él puesto y se la envió a su padre preguntándole qué le parecía. Éste respondió inmediatamente diciéndole que nunca había visto a una novia más hermosa.
John le pidió que le pasara el teléfono a la dependienta y, sin que _____ llegara a enterarse en ningún momento del precio del vestido, se puso de acuerdo con la mujer para el modo de pago. Saber que le estaba comprando a su hija el vestido de boda de sus sueños lo ayudó a superar el hecho de no poder pagar el resto.
Tras despedirse de su padre, _____ pasó varias horas más en la tienda, comprando hasta completar el traje. Entre otras cosas, eligió un velo que le llegaba casi hasta los tobillos, unos zapatos de raso, de tacón pero con los que pudiera caminar sin caerse, y una capa de terciopelo blanco para protegerse del frío de Asís en enero. Con todo bien empaquetado, se fue a casa.
Dos semanas antes de la boda, John llamó a _____ para hacerle una pregunta importante.
—Sé que enviasteis las invitaciones hace tiempo, pero ¿habría sitio para una persona más?
—Por supuesto —respondió ella, sorprendida—. ¿Me he olvidado de invitar a algún primo lejano?
—No exactamente.
—Entonces, ¿de quién se trata?
Él respiró hondo y contuvo el aliento.
—Papá, suéltalo de una vez. ¿A quién quieres que invite? —_____ cerró los ojos y rezó a los dioses de las hijas de padres sin pareja para que intercedieran por ella y no permitieran que Deb Lundy asistiera a su boda. O, peor aún, que volviera a salir con su padre.
—A Diane.
Ella abrió mucho los ojos.
—¿Qué Diane?
—Diane Stewart.
—¿La del restaurante Kinfolks?
—Exacto.
La concisa respuesta de su padre le dio a ______ toda la información que necesitaba.
Permaneció unos momentos en silencio, mientras se recuperaba de la impresión.
—_____, ¿sigues ahí?
—Sí, estoy aquí. Claro... sí... por supuesto. La añado a la lista de invitados. ¿Podría decirse que es... esto... tu amiga especial?
John respondió al cabo de unos segundos...
—Sí, podría decirse.
—Ajá.
Su padre cortó la conversación en seguida y ______ se quedó mirando el teléfono, preguntándose qué plato combinado especial sería el responsable de aquel nuevo romance.
«El de pastel de carne seguro que no», pensó.

CAP 55.-
El 21 de enero, John paseaba nervioso justo a la entrada de la basílica de Asís. Que su hija y sus damas de honor llegaran tarde no lo ayudaba a tranquilizarse. Se tiró una vez más de la pajarita para arreglársela y siguió esperando. En ese momento, una visión vestida de organza y cubierta de terciopelo blanco hizo su aparición como una nube radiante.
John se quedó sin habla.
—Papá —musitó _____, acercándose a él con una sonrisa nerviosa.
Tammy y Rachel la ayudaron a quitarse la capa y a recolocarse la falda, desplegando la cola a su espalda. Luego, Christina, la organizadora de bodas que nunca se alejaba demasiado, les entregó a Rachel y a Tammy sus ramos, que eran una mezcla de lirios y rosas blancas, a conjunto con el color de los vestidos, de un lila intenso.
—Estás muy guapa —le dijo John finalmente, dándole un tímido beso a través del velo.
—Gracias. —Ruborizándose, _____ bajó la vista hasta su ramo, que consistía en dos docenas de rosas blancas y unas ramitas de acebo.
—¿Podéis darnos un minuto? —les preguntó John a las damas de honor.
—Por supuesto.
Christina se llevó a Rachel y a Tammy y las situó a la entrada de la basílica. Luego le indicó al organista que estaban a punto de hacer su entrada.
—Me gusta tu collar —dijo John, nervioso.
_____ se llevó la mano a las perlas que le adornaban el cuello.
—Era de Grace.
Tras tocarse los pendientes de diamantes, decidió que no hacía falta explicarle su origen.
—Me pregunto qué opinaría de que te casaras con su hijo.
—Quiero pensar que la haría feliz. Me gusta imaginarme que nos está mirando desde arriba, sonriendo.
Su padre asintió y se metió las manos en los bolsillos del esmoquin.
—Me alegro de que me pidieras que te llevara al altar.
______ lo miró sorprendida.
—No iba a casarme sin ti, papá.
Él carraspeó, arrastrando los zapatos alquilados a un lado y a otro.
—No debí haberte hecho volver con Sharon. Tendrías que haberte quedado conmigo —dijo, con la voz rota.
—Papá —susurró _____, empezando a llorar.
Él la abrazó con fuerza, tratando de decirle con su abrazo lo que no sabía decir con palabras.
—Te perdoné hace mucho tiempo. No hace falta que volvamos a hablar del tema. —Ella se separó para mirarlo a los ojos—. Me alegro de que estés aquí. Y me alegro de que seas mi padre.
—_____. —John carraspeó otra vez para aclararse la voz—. Eres una buena chica.
Al volverse hacia el largo pasillo que llevaba al altar, John vio que Tom esperaba junto a su hermano y su cuñado. Los tres hombres iban vestidos con esmoquin de Armani negro y camisa blanca inmaculada. Aunque Tom quería que llevaran


pajarita, Scott y Aaron habían preferido ir con corbata, ya que, según ellos, las pajaritas eran cosa de viejos, miembros de las juventudes del Partido Republicano o profesores universitarios.
—¿Estás segura? Si tienes dudas, paro un taxi y nos volvemos a casa —preguntó.
_____ le apretó la mano.
—Estoy segura. Tom no es perfecto, pero es perfecto para mí. Somos el uno para el otro.
—Le dije que esperaba que cuidara de mi niña. Que si no estaba dispuesto a hacerlo, tendríamos un problema. Me contestó que si algún día dejaba de tratarte como a una reina, fuera a buscarlo y le pegara un tiro. —John sonrió—. Le dije que me parecía buena idea. ¿Estás lista?
Ella respiró hondo.
—Sí.
—Pues vamos allá. —Ofreciéndole el brazo, asintió con la cabeza para indicarles a las damas de honor que podían abrir la comitiva al sonido de la música de Johann Sebastian Bach.
Cuando _____ y John echaron a andar, la música cambió y empezó a sonar otra pieza del mismo compositor.
Tom captó la mirada de _____ desde la distancia y el rostro se le iluminó con una amplia sonrisa. El sol de enero se colaba por las puertas de la basílica, iluminando a la novia desde atrás. Parecía como si un halo de luz la rodeara.
Tom no podía parar de sonreír. Sonrió durante toda la ceremonia, incluso mientras juraba respetar a su esposa y durante la actuación de la soprano que interpretó Despertad, la voz nos llama, de Bach y Exultate, jubilate, de Mozart.
Tras la ceremonia, sujetó el velo de ______ con dedos temblorosos y se lo levantó despacio. Con los pulgares, le secó las lágrimas de felicidad que le rodaban por las mejillas, y la besó. Fue un beso suave y casto, pero lleno de promesas. Luego fueron a la parte inferior de la basílica para visitar la cripta.
No lo habían previsto, pero sin ponerse de acuerdo, se dieron la mano y se encontraron dirigiéndose a la tumba de san Francisco.
En aquel lugar tranquilo y oscuro donde Tom había tenido su inefable experiencia meses atrás, se arrodillaron y rezaron. Ambos dieron gracias, cada uno por tener al otro en su vida y por las numerosas bendiciones que habían recibido. Tom dio también las gracias por Maia y por Grace, por su padre y sus hermanos.
Cuando se levantó para encender una vela, ambos pidieron una última bendición. Un último pequeño milagro. Al acabar sus oraciones, una extraña paz se había adueñado de sus almas, envolviéndolas como una manta.
—No llores, dulce niña. —Tom le ofreció la mano a ______ para ayudarla a levantarse. Le secó las lágrimas antes de besarla—. Por favor, no llores.
—No puedo evitarlo. Soy tan feliz... —dijo ella, con los ojos brillantes y una sonrisa temblorosa—. Te quiero tanto...
—Yo siento lo mismo. No dejo de preguntarme cómo ha podido pasar. Cómo es posible que te reencontrara y te convenciera de que fueras mi esposa.
—El cielo nos sonrió.
Se puso de puntillas para besar a su esposo junto a la tumba de san Francisco sin ninguna vergüenza, porque sabía que las palabras que acababa de pronunciar eran verdad.


 HELLOOOOO!!! BUENO AQUI ESTAN OTROS CAPS ... YA MAÑANA TERMINA ... ASI QUE PREPARENCE ... MAÑANA MISMO SUBO EL PROLOGO DEL ULTIMO LIBRO :)) SIN MAS QUE DECIR ME DESPIDO, 4 O MAS Y SUBO SINO NO ... ADIOS :))

viernes, 25 de julio de 2014

.- EL EXTASIS DE TOM .- DEL 50 AL 52 (SIN PARTES)

ULTIMOS CAPITULOS!!

CAP 50.-
Durante el vuelo de vuelta a Boston, _____ sorprendió a Tom diciéndole que si volvía a proponerle matrimonio, su proposición sería bienvenida. Él apenas pudo contener su felicidad en el asiento de primera clase del avión. A ella no le habría extrañado que se pusiera de rodillas allí mismo.
Pero no lo hizo.
Cuando llegaron a Boston, _____ esperaba que le propusiera ir a comprar un anillo.
Pero tampoco lo hizo.
De hecho, a medida que avanzaba septiembre, ella empezó a preguntarse si se lo pediría alguna vez. Tal vez Tom había dado por hecho que ya estaban prometidos y pensaba comprar los anillos de boda más adelante.
Tom le había advertido que el programa de doctorado de Harvard era duro y que los profesores eran muy exigentes. De hecho, le comentó más de una vez que los miembros del profesorado de su programa en concreto eran unos asnos más pretenciosos de lo que él podría llegar a serlo nunca.
(_____ se preguntó si unos niveles de idiotez y presuntuosidad tan astronómicos serían humanamente posibles.)
Sin embargo, ni siquiera sus advertencias la habían preparado para la cantidad de trabajo que tenía que hacer cada día. Pasaba muchas horas en clase, asistiendo a seminarios y cursos, y también en la biblioteca, preparando trabajos y ampliando conocimientos con las lecturas recomendadas. Se reunía a menudo con la profesora Marinelli, con la que mantenía una relación cordial dentro de lo profesional. Y practicaba sin descanso las lenguas extranjeras que iba a necesitar para aprobar los exámenes de competencia académica.
Tom la animaba siempre, por supuesto, y no la presionaba para que pasara tiempo con él. Por su parte, también estaba muy ocupado con su nueva plaza. Le había pedido a Katherine que se encargara de supervisar la tesis de Paul y él se iba a encargar de los trabajos de tres estudiantes de doctorado de su nueva universidad. Pero a pesar de todo, los profesores tenían más tiempo libre que los estudiantes de doctorado, así que pasó más de una noche y más de un fin de semana solo.
En vez de quedarse en casa, poniéndose nervioso, se ofreció como tutor voluntario en el Hogar Italiano para Niños, en Jamaica Plain, el histórico barrio de Boston. Bajo su supervisión, un pequeño grupo de adolescentes se interesó por el arte y la cultura italiana. Tom les prometió que les pagaría un viaje a Italia si aprobaban el instituto con una buena media.
A pesar de sus esfuerzos por mantenerse ocupado, acababa cada día como lo había empezado: solo en su casa reformada, echando de menos a _____.
Se planteó seriamente comprarse un perro. O un hurón.
A pesar del abundante trabajo que la mantenía ocupada, ______ seguía sintiéndose frustrada. Su separación de Tom era fría, incómoda, antinatural. Ansiaba romper esa distancia y volver a ser una sola persona con él. No lograrlo la entristecía mucho. Todas las actividades románticas que compartían —todo era válido menos las relaciones completas— no servían para aliviar su soledad. Estaba harta de pasar las noches sola en su cama, escuchando música.
El deseo sexual se puede satisfacer de muchas maneras, pero _____ echaba de
menos la atención que Tom le dedicaba cuando le hacía el amor; su modo de centrarse en ella como si no existiera nada más en el mundo. Añoraba cómo la hacía sentir cuando acariciaba su cuerpo desnudo. En esos momentos se sentía hermosa y deseada, a pesar de su timidez. Echaba de menos los ratos de intimidad después del sexo, cuando los dos estaban saciados y relajados y Tom le susurraba palabras bonitas al oído, mientras descansaban el uno en brazos del otro.
A medida que transcurrían los días, _____ se preguntaba cuántos más podría aguantar antes de caer en una depresión.
Una tarde de finales de septiembre, ______ abrió la puerta de Range Rover y se sentó en silencio en el asiento del copiloto. Se puso el cinturón de seguridad y miró por la ventana.
—¿Cariño, estás bien? —Tom le apartó el pelo de la cara.
Ella se tensó.
—¿Qué pasa? —insistió él, apartando la mano.
—Sharon —murmuró _____.
Suavemente, Tom le sujetó la barbilla y la hizo mirarlo. Tenía la cara hinchada y roja de tanto llorar.
—Ven aquí. —Le soltó el cinturón y, cogiéndola por la cintura, la levantó del asiento y se la sentó sobre el regazo—. Cuéntame qué ha pasado.
—La doctora Walters ha sacado el tema de mi madre. Yo no quería hablar del asunto, pero ella ha dicho que no estaría haciendo su trabajo si me permitía enterrar todo lo que había pasado en San Luis. Cuando no he podido aguantar más, me he marchado.
Tom hizo una mueca. El doctor Townsend lo había obligado también a él a hablar de su madre en sus sesiones, pero, por suerte, desde su estancia en Italia, a Tom le costaba mucho menos pensar en su pasado. Además, su asistencia a las reuniones de Narcóticos Anónimos también lo ayudaba a hablar de ciertos temas.
—Lo siento —dijo y le besó la coronilla—. ¿No habíais tocado el tema con Nicole?
—Muy poco. Sobre todo hablábamos de ti.
Él hizo una mueca. Nunca se libraría de la culpa que sentía por haberla hecho sufrir tanto. Oír que la psicóloga lo había considerado un problema más prioritario que Sharon no era fácil ni agradable.
—¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte?
______ se echó a reír sin ganas.
—¿Buscarme otra psicóloga?
—Lo haría si creyera que era lo mejor para ti. Pero cualquier psicólogo insistirá en que le hables de tu madre. Y de tus novios.
Ella abrió la boca para protestar, pero Tom la interrumpió.
—Entiendo por lo que estás pasando. Nuestras madres no se ocuparon bien de nosotros. Con estilos distintos, pero entiendo lo que sientes.
_____ se sonó la nariz.
—Siempre que quieras hablar de ello, me encontrarás dispuesto. Si quieres llevar una vida mentalmente sana, en algún momento tendrás que enfrentarte al pasado. Yo estaré ahí siempre que me necesites, pero son cosas que uno tiene que hacer solo. Y no únicamente deberías hacerlo por ti, también por nuestra relación. —Le dirigió una mirada comprensiva—. ¿Eres consciente de que, al curarte, no sólo te ayudas a ti, sino a los dos?
______ asintió a regañadientes.
—Pensaba que esta etapa ya estaba superada. Pensaba que, después de toda la
angustia, el angst, la rabia... podríamos ser felices para siempre.
Tom trató de no echarse a reír, pero fracasó.
—¿Qué pasa? ¿No crees en los finales felices?
Él sonrió y le dio un golpecito en la punta de la nariz.
—No es eso. No creo en el angst.
—¿Por qué no?
—Porque no soy existencialista. Soy especialista en Dante.
______ arrugó la nariz.
—Muy gracioso, profesor. Con un nombre como Kaulitz, habría pensado que eras un trascendentalista.
Tom se echó a reír.
—No, no lo soy. Sólo existo para complacerte —dijo, besándole la nariz—. Seremos felices, ________, pero para alcanzar esa felicidad hemos de resolver los conflictos del pasado.
Ella se removió inquieta, pero no dijo nada.
—Había pensado en ir a visitar la tumba de Maia —añadió él entonces y se aclaró la garganta antes de seguir hablando—: Me gustaría que me acompañaras —susurró inseguro—. Quisiera enseñártela. Siempre que no te parezca morboso, claro.
—Será un honor. Me encantará acompañarte.
—Gracias —replicó él, dándole un beso en la frente.
—¿Tom?
—¿Sí?
—No te he contado todo lo que pasó con Sharon. Ni con Simon.
Él se frotó los ojos.
—Yo tampoco te he contado todo lo que me pasó antes de conocerte.
—¿Te molesta que no nos lo hayamos contado todo?
—No. Escucharé todo lo que quieras decirme pero, francamente, hay aspectos de mi vida sobre los que no me gusta hablar. Así que entiendo tus reticencias. —La miró a los ojos—. Lo importante es que se lo cuentes a alguien. Estoy seguro de que la doctora Walters sabrá cómo ayudarte con cualquier cosa que le expliques.
Tras besarla una vez más, la abrazó con fuerza, pensando en lo mucho que habían avanzado en su camino vital individual y en lo mucho que aún les quedaba por recorrer.

CAP 51.-
En octubre, Tom convenció a ______ de que se reunieran con la familia en la casa de Selinsgrove. Rachel y Aaron insistieron en cocinar para todos. El hijo de Tammy, Quinn, se encargó del entretenimiento, haciendo reír a todo el mundo, incluido John.
—¿Cómo te sienta la vida de casado? —le preguntó Tom a Aaron, mientras éste sacaba los ingredientes necesarios para la ensalada.
—Francamente bien. Deberías probarlo algún día. —Y le guiñó un ojo a ______ mientras bebía un sorbo de su cerveza Corona.
—Lo tendré en cuenta —respondió él, sonriendo con suficiencia y empezando a ocuparse de la ensalada.
—Déjate de cuentos, Tom. ¿Cuándo vas a ponerle un anillo en el dedo a esa mujer? —La voz de Rachel les llegó desde dentro del horno.
—Ya lleva uno.
Su hermana dejó el pollo a la Kiev en el horno y se acercó corriendo a _______ a mirarle la mano.
—Éste no cuenta —dijo decepcionada, al ver el aro de platino que su amiga llevaba en el dedo.
_______ y ella se miraron y negaron con la cabeza al mismo tiempo.
Al ver que los hombros de _____ se hundían, Tom dejó la ensalada (a la que le estaba echando demasiadas frutas y nueces) y fue rápidamente a abrazarla.
—Confía en mí —le susurró al oído para que nadie más lo oyera.
Cuando ella asintió, Tom la abrazó con más fuerza antes de besarla.
—Buscaos una habitación —bromeó Aaron.
—Oh, ya tenemos una —replicó Tom, mirando a su cuñado de reojo.
—En realidad, tenemos dos —aclaró ______, suspirando con resignación.
Cuando se sentaron a cenar, Richard pidió que se cogieran las manos para la bendición. Dio gracias a Dios por su familia, por Tammy, Quinn y ______, por su nuevo yerno y por la amistad de los Mitchell. Dio gracias a Dios por su esposa y le dijo que las semillas que ella había plantado en todos los presentes habían germinado. Cuando pronunció el «Amén», todo el mundo se secó los ojos y sonrió, agradeciendo que la familia estuviera reunida y fuerte una vez más.

CAP 52.-
Tras la cena, Tammy y Scott recogieron la cocina mientras Rachel y Aaron practicaban sus habilidades paternales con Quinn. En el porche, Richard y John fumaban puros y bebían whisky, mientras la vieja señora Bancroft sacaba cosas de su garaje y se adentraba en el bosque. Richard miró a John de reojo y ambos hombres brindaron con una sonrisa cómplice.
Dentro de la casa, Tom cogió a _____ de la mano y la llevó al piso de arriba.
—Abrígate bien —le dijo al entrar en la habitación de ella—. Vamos a dar un paseo.
—No hace frío —protestó ______, pero eligió una vieja rebeca de cachemira de Tom.
Éste se había librado de casi todas ellas cuando ella le había comentado que lo hacían parecer un abuelo.
(O un presentador de informativos de la televisión pública.)
Al oírselo decir, a Tom le había faltado tiempo para donarlas al Ejército de Salvación, con excepción de un par de ellas, que ______ había rescatado.
—No quiero que te enfríes —insistió él, tirándole de la chaqueta, juguetón.
—Ya te tengo a ti para que me mantengas caliente —replicó ella, guiñándole un ojo.
Tras enroscarle la bufanda del Magdalen College alrededor del cuello, bajaron a la cocina para salir por la puerta trasera.
—¿A dar un paseo, Kaulitz? —los sorprendió la voz de John.
—Con su permiso, señor Mitchell.
El padre de ______ dio unos golpecitos a la navaja suiza que llevaba en el bolsillo.
—Si la haces llorar, te arrancaré las tripas.
—Cuidaré de ella. Se lo prometo. Y si la hago llorar, le secaré las lágrimas.
 John resopló y murmuró algo entre dientes.
—¿Qué pasa? —preguntó _____—. ¿Qué problema hay?
—Nada. Tom va a acompañarte a dar un paseo, con mi bendición —respondió su padre, tratando de no fruncir el cejo.
—Y con la mía —añadió Richard, divertido.
—Me parece que ya habéis bebido bastante whisky —bromeó _____ y siguió a Tom al bosque, negando con la cabeza.
—¿De qué va esto? —le preguntó, mientras paseaban de la mano en dirección al viejo huerto de manzanos.
—En seguida lo verás. —Tom le besó la cabeza antes de acelerar el paso—. Hueles a vainilla —le dijo sonriendo.
—Me he hartado de la lavanda.
—Yo también.
Poco después llegaron a la linde del huerto. A pesar de que el bosque era espeso en aquella zona, _____ vio que había luz.
—¿Qué es eso?
—Ven a descubrirlo —contestó Tom, guiándola entre los árboles.
Había pequeñas lámparas blancas colgando de las ramas y otras desperdigadas por el suelo, aunque ella se fijó en que la llama que desprendían era falsa, para evitar el riesgo de incendios. A la suave luz de las lamparitas que iluminaban los viejos y
retorcidos árboles, se veía una tienda blanca. Dentro había un banco, una manta que le resultó familiar y varios cojines.
—Oh, Tom —susurró.
Él la llevó hasta el interior de la tienda y la invitó a sentarse.
—No tenías que haberte tomado tantas molestias. Habría sido igual de feliz sentada en el suelo con la vieja manta.
—Me gusta malcriarte. —Tom la estaba mirando con tanta intensidad, que _____ se olvidó de respirar—. ¿Te apetece beber algo?
Se acercó a una mesita baja, donde alguien había dejado una cubitera y dos copas altas. Cuando _____ asintió, él abrió la botella con facilidad y sirvió la bebida en las copas.
—¿Brindamos? —propuso, volviendo a su lado.
—Por supuesto. —_____ miró la copa de Tom con desconfianza—. Aunque podemos beber otra cosa.
—Sólo tomaré un traguito. Por ______, mi amada —brindó, alzando su copa.
—Creo que deberíamos brindar por nosotros.
—Eso también. Por nosotros. —Con una sonrisa, Tom volvió a alzar la copa, antes de hacerla chocar con la de ella.
—¿Cómo has montado todo esto? Debes haber tardado varias horas —se maravilló _____, mirando a su alrededor.
—El anciano señor Bancroft se encarga del cuidado de la casa y las tierras mientras estoy fuera. Le pedí que se ocupara de todo mientras cenábamos. ¿Puedo? —Alargando la mano hacia un cuenco lleno de fresas, eligió la más grande y más madura y se la ofreció.
Acercándosela a los labios, sonrió al ver que ella se comía la mitad de un bocado.
—Ya verás. Las fresas y el champán casan de maravilla.
______ se echó a reír cuando parte del zumo de la fresa le resbaló por la barbilla. Trató de secárselo con los dedos, pero Tom fue más rápido. Acariciándole los labios y el mentón con el pulgar, se llevó todo el zumo y se lo bebió.
—Delicioso —murmuró.
Tras repetir el proceso varias veces, ______ empezó a marearse. La sensualidad de Tom, incluso cuando se contenía, era embriagadora.
Ella le ofreció a su vez una fresa y, cuando él la mordió, se llevó su dedo a sus labios y la sorprendió succionándoselo con avidez.
—Dulce como el caramelo —dijo, con voz ronca.
Se sentó entonces en el banco y le tendió la mano, invitándola a sentarse a su lado. Cuando ella así lo hizo, Tom la rodeó con el brazo mientras, con la otra mano le acariciaba el labio inferior.
—¿Tienes idea de cómo me afectas? El color de tus mejillas, el calor de tu piel, el latido de tu corazón... —Negó con la cabeza—. Me faltan palabras para describirlo.
_____ se desabrochó la chaqueta y colocó la mano de Tom sobre su corazón.
—Siente cómo late. Late así por ti, Tom.
Él bajó la vista hacia su mano.
—Espero seguir provocándote este efecto el resto de mi vida.
Y le capturó los labios en un beso apasionado, antes de retirar la mano para sujetarla por la mejilla.
—Te he traído aquí porque aquí es donde empezó todo. Aquella noche cambiaste mi vida. Nunca podré agradecértelo lo suficiente.
—No necesito tu agradecimiento. Tu amor me basta.
Él la besó con dulzura.
—¿De dónde viene la música? —_____ miró a su alrededor, buscando un equipo de música, pero no lo encontró.
—El señor Bancroft se ha encargado de todo.
—Es precioso.
—No tanto como tú. Desde que te conocí, la belleza entró en mi vida. —La abrazó con más fuerza—. Aún no puedo creerme que te tenga entre mis brazos después de todos estos años y que me quieras.
—Siempre te he querido, Tom. Incluso cuando no me reconocías. —_____ le apoyó la cara en el pecho mientras él canturreaba, siguiendo la canción.
Cuando la canción acabó y empezó otra, él le susurró al oído:
—Tengo un regalo para ti.
—No quiero regalos. Sólo bésame.
—Te cubriré de besos cuando me dejes darte el regalo.
Sacándose algo del bolsillo de la chaqueta, se lo ofreció. Era un anuncio escrito en italiano sobre una tarjeta de cartón de calidad.
—¿Qué es esto? —_____ alzó los ojos, ilusionados, hacia él.
—Léelo —la animó Tom, con sus ojos igual de brillantes.
Era una invitación de la galería de los Uffizi, en Florencia, para la inauguración de una exposición exclusiva de una colección de grabados de Botticelli de la Divina Comedia de Dante, algunos de los cuales no habían sido expuestos anteriormente. El anuncio detallaba que la exposición era posible gracias al préstamo del profesor Tom Kaulitz en honor de su prometida, la señorita _______ Mitchell.
Ella lo miró con los ojos muy abiertos.
—¡Tom, tus grabados, no me lo puedo creer!
—La felicidad me ha vuelto generoso.
—Pero ¿qué pasará con las cuestiones legales? ¿Cómo demostrarás que los adquiriste de manera legal?
—Mi abogado ha contratado a un equipo de expertos que va a rastrear su origen, que se pierde a finales del siglo diecinueve. Tras esa fecha, nadie sabe qué pasó con ellos. Dado que fueron pasando de colección privada en colección privada, nadie puede discutirme que soy su legítimo dueño. Pero ahora quiero compartirlos con el mundo.
—Es maravilloso. —______ se ruborizó y miró al suelo—. Pero mi nombre no debería ir unido a la exposición. Los grabados son tuyos.
—Si no fuera por ti no los estaría compartiendo.
Ella levantó la mano para acariciarle la mejilla.
—Gracias. Lo que estás haciendo es muy generoso. Siempre pensé que esas imágenes deberían estar al alcance de todo el mundo que quisiera disfrutar de ellas.
—Tú me has enseñado a no ser egoísta.
______ se acercó más y lo besó ávidamente en los labios.
—Y tú me has enseñado a aceptar regalos.
—Entonces, hacemos buena pareja. —Carraspeando, Tom le apartó un mechón de pelo de la cara—. ¿Me acompañarás a la exposición? Podemos ir en verano. Al dottore Vitali le gustaría dar una recepción en nuestro honor, parecida a la que ofreció el año pasado, cuando fui a dar la conferencia.
—Por supuesto que te acompañaré.
—Bien. Tal vez podamos encontrar un rincón privado en el museo para...
—Nada me gustaría más, profesor. —_____ le guiñó un ojo.
Él se tiró del cuello de la camisa.
—¿Quieres que nos casemos en Florencia el verano que viene? Podríamos hacer
coincidir la boda con la visita a la exposición.
—No.
Tom bajó la vista, decepcionado.
—Falta mucho para el verano que viene. ¿Por qué no el mes que viene?
Él la miró a los ojos.
—Me casaría contigo mañana mismo, pero eso no nos dejaría mucho tiempo para hacer planes.
—Quiero una boda sencilla. Estoy cansada de vivir sola. Quiero estar contigo. —Le acarició la oreja con los labios—. Y no sólo porque quiera que me calientes la cama.
A Tom se le escapó un gruñido. La besó con firmeza y ella suspiró dentro de su boca, devolviéndole el beso.
—¿Y tus estudios?
—Muchos estudiantes de doctorado están casados. Aunque sólo pudiera verte en la cama por la noche, ya sería más de lo que te veo ahora. Por favor, no me hagas esperar.
Él le acarició la mejilla con el dorso de la mano.
—Lo dices como si la espera no me estuviera matando a mí también. ¿Dónde te gustaría que nos casáramos?
—En Asís. Siempre ha sido un lugar especial para mí y sé que también es importante para ti.
—No se hable más. Será en Asís lo antes posible. ¿Y qué te apetece que hagamos para la luna de miel? —Alzó las cejas, provocándola—. ¿Tienes alguna preferencia? ¿París? ¿Venecia? ¿Belice?
—Cualquier sitio será fantástico si estoy contigo.
Tom la abrazó con fuerza.
—Dios te bendiga. En ese caso, yo me encargaré de todo. Será una sorpresa.
______ lo besó y, al cabo de unos instantes, el mundo empezó a girar a su alrededor. Todo desapareció excepto sus brazos y sus labios.
—Hay algo más que quiero mostrarte —dijo él cuando dejó de besarla, minutos más tarde.
Dándole la mano, la llevó hasta el viejo manzano que había en un extremo del claro en el bosque.
Volviéndose hacia ella, la miró con el corazón en los ojos.
—La primera vez que estuvimos aquí, te di una manzana de este árbol.
—Lo recuerdo.
—Aquella manzana era un buen símbolo de mi vida en aquel momento: una vida carnal, egoísta, violenta, un imán para el pecado.
Apoyando una rodilla en el suelo, Tom se sacó una manzana de oro del bolsillo.
—Esta manzana representa a la persona en la que me he convertido: llena de esperanza. Y de amor.
______ miró la manzana antes de volver los ojos hacia él.
—¿Algún hombre te ha pedido que te cases con él?
Ella negó con la cabeza, cubriéndose la boca con la mano.
—Pues me alegro de ser el primero.
Abrió la manzana como si fuera una caja mágica y _____ vio brillar un anillo de diamantes contra un fondo de terciopelo rojo.
—Quiero ser el primero y el último. Te quiero, _____. Te ofrezco mi corazón y mi vida.
»Cásate conmigo. Sé mi esposa, mi amiga, mi amante y mi guía. Sé mi bendita Beatriz y mi adorada ______. —La voz le flaqueó ligeramente—. Di que serás mía. Para siempre.
—Sí —logró decir ella, antes de que las lágrimas le impidieran seguir hablando.
Tom sacó el anillo de la manzana y se lo puso en el dedo con suavidad para después acariciarle la mano con los labios.
—Compré este anillo hace tiempo, cuando encargué los anillos de boda, pero lo puedo devolver si prefieres elegirlo personalmente.
_____ miró el diamante, de dos quilates y medio, de corte cuadrado, montado sobre un aro de platino. Era un anillo clásico, casi anticuado, con una hilera de diamantes más pequeños rodeando el diamante principal y los laterales del aro. Aunque era más grande y elaborado del que ella habría elegido, era perfecto, porque Tom lo había comprado para ella.
—Éste es el que quiero.
Él se levantó y _____ se lanzó a sus brazos.
—Te he querido desde siempre. Desde la primera vez que vi tu foto —dijo, mojándole el pecho con las lágrimas que no podía contener—. Te quería ya antes de conocerte.

—Yo te quería antes de saber cómo te llamabas. No te conocía; sólo conocía tu bondad. Y ahora puedo quedarme a mi Beatriz para siempre.



HOLA!!!! LE PROPUSO MATRIMONIO!!! Y ELLA ACEPTO!!! DIOS QUE HERMOSO ... ODIO A ESTE HOMBRE POR SER TAN TIERNO Y ROMANTICO CARAY!!! LO AMOOOOOO!!! QUIERO UNO ASI DIOS!!! T.T JAJAJJA LAS DOS "T" REPRESENTAN MIS LAGRIMAS JAJAJA ... BUENO YA FALTAN 4 CAPITULOS PARA QUE TERMINE EL 2º LIBRO Y COMENZAR CON EL 3º Y ULTIMO!!! NO SE OLVIDEN DE COMENTAR 4 O MAS COMENTARIOS, BUENO HASTA LUEGO, NOS VEMOS EN LA PROXIMA ACTUALIZACION :)) ADIOS