CAP 19 (PARTE
1)
____ se lo quedó mirando
boquiabierta.
—¿Qué?
—Christa me ha denunciado ante
la comisión de acoso sexual, que le ha pasado la demanda a Jeremy. Por eso
tengo que reunirme con él esta semana.
Temblando, ella se sentó en la
butaca.
—¿Desde cuándo lo sabes?
Tom apretó la mandíbula.
—Desde hace unos días.
—¿Desde hace unos días?
—repitió ____, con los dientes apretados—. ¿Y cuándo pensabas decírmelo?
—No quería echar a perder el
viaje a Belice. Pensaba contártelo a la vuelta. Te lo juro.
Ella lo miró muy enfadada.
—Creía que no iba a haber
secretos entre nosotros.
—No era un secreto. Sólo quería
que pudieras relajarte unos días antes de darte las malas noticias.
—Suspirando, se volvió hacia ella.
—¿Por qué demonios te acusa
Christa de acoso sexual si es ella la que te ha estado acosando?
—No sé los detalles de la
demanda. Debí haber interpuesto yo una hace tiempo, pero no quería llamar la
atención sobre el tema.
—¿Qué vamos a hacer ahora?
Tom contempló el fuego.
—Llamaré a mi abogado para que
se ocupe de los dos asuntos lo antes posible.
____ se levantó y, rodeándole
la cintura con los brazos, ocultó la cara en su pecho.
—¿Qué pasa ahora, Kaulitz?
Estoy en la cama con una joven abogada de la competencia, que, por cierto, está
buenísima —le informó Pablo Green entre grititos y risas.
—Abróchate la bragueta, Pablo.
Esto va a llevarnos un rato.
El abogado maldijo antes de
cubrir el teléfono con una mano.
—No vayas a ninguna parte,
bombón —le dijo a su socia pélvica antes de escabullirse en el lavabo, vestido
sólo con unos slips rojos.
»Ya me estoy ocupando de la
demanda por acoso, Kaulitz. No hace falta que me atosigues. Estaba a punto de
echar el polvo de mi vida.
—Tengo que hablarte de otra
cosa. —Y Tom le resumió el contenido de la carta del decano a ____.
—No puedo ayudar a tu novia.
Él empezó a protestar, pero Pablo
lo interrumpió.
—Escúchame. Te acaban de
denunciar por acoso sexual y a tu novia por una supuesta infracción académica.
Me apuesto el Porsche a que las dos denuncias están relacionadas. ¿Le has dicho
ya que no te mencione durante la reunión con la comisión?
—No —respondió Tom, apretando
los dientes.
—Bueno, pues no tardes. Será
mejor que no te mezcles en ese tema. Ya tienes bastante con tu demanda.
Tom inspiró y espiró tan lentamente que Pablo se temió lo
peor.
—No suelo
abandonar a mis amigos a su suerte y a ____ menos que a nadie. ¿Está claro o
tengo que buscarme otro abogado?
—Está claro.
Pero a ella debería representarla otro. Si, como sospecho, los casos están
relacionados, podría encontrarme ante un conflicto de intereses. Aparte de que,
de cara a la universidad, podría despertar sospechas que os represente a los
dos.
—De acuerdo, Pablo
—se rindió Tom—. ¿A quién me recomiendas?
Pablo pensó
unos momentos.
—A Soraya
Harandi. Trabaja para uno de los bufetes de la calle Bay y ha llevado varios
casos contra la universidad. Nos enrollamos hace un par de años y me odia a
muerte, pero es buena en lo suyo. Te enviaré sus datos de contacto por correo.
Dile a tu novia que la llame al despacho y que le explique lo que pasa a su
secretaria. Estoy seguro de que Soraya estará encantada de defenderla.
—¿Qué
posibilidades hay de que las cosas salgan mal?
—No tengo ni
idea. Es posible que la universidad investigue y desestime ambos casos, pero no
la dejes ir sola. Que la acompañe un abogado o esto puede acabar estallándote
en la cara.
—Gracias, Pablo
—replicó él, con ironía.
—Mientras
tanto, me gustaría que hicieras una lista de todo, y quiero decir absolutamente
todo, lo que pueda ser relevante en el caso de acoso. Cualquier prueba que
Christa Peterson pueda presentar: correos electrónicos, mensajes de texto,
fotografías... Envíamelo todo y lo examinaré detalladamente. Y envíame también
todo lo que tengas sobre tu novia.
»No me gusta
tener que decirte esto, pero te lo advertí. La política de la universidad es de
tolerancia cero con la confraternización, por lo que podrían expulsar a tu
novia y despedirte a ti. Esperemos que las dos demandas no estén relacionadas y
que a ella la hayan denunciado por no devolver los libros a tiempo a la
biblioteca o algo así.
—Siempre es un
placer hablar contigo —replicó Tom secamente.
—Si no
pensaras con la polla, ahora no tendrías que hablar conmigo. Espero que valiera
la pena, porque como el ventilador de la mierda se ponga en marcha, esos polvos
te van a salir muy caros.
Antes de que Pablo
pudiera despedirse, Tom había lanzado el teléfono contra la pared, haciéndolo
añicos. Tardó unos minutos en calmarse, respirando hondo, antes de intentar
convencer a ___ de que lo mejor que podían hacer era disfrutar igualmente de su
escapada.
Esa misma
tarde, David Aras estaba en su oficina de la calle Saint George, mirando el
teléfono sorprendido. Generalmente, su secretaria era muy buena filtrándole las
llamadas. Pero la profesora Katherine Picton era muy persistente, por decirlo
de alguna manera, y solía conseguir lo que se proponía. Y en ese caso se había
propuesto hablar con el Encargado de Estudios de Posgrado de la Universidad de
Toronto.
Levantó el
auricular y apretó el botón.
—Hola,
profesora Picton, ¿a qué debo el placer?
—De placer
nada, David. Exijo saber por qué he recibido una citación para presentarme como
testigo en uno de tus procesos estalinistas.
David se
contuvo para no responderle de mala manera. La profesora Picton era una mujer
mayor y famosa. Una auténtica institución. No podía empezar a soltar palabrotas
delante de ella.
(Excepto tal
vez en lituano.)
—Sólo hemos de
hacerle unas preguntas. No le robaremos más de diez minutos.
Podrá irse en seguida.
—Bobadas. En
invierno tardo más de diez minutos en bajar los escalones de mi casa. Me
llevará media vida llegar hasta tu despacho. Exijo saber para qué se me convoca
o no iré. No todos tenemos secretarias para que nos filtren las llamadas y nos
preparen el café, mientras nosotros conspiramos para amargarles la vida a otras
personas.
Él carraspeó.
—Hemos
recibido una demanda contra la estudiante que está supervisando.
—¿Contra la
señorita Mitchell? ¿Qué tipo de demanda?
Del modo más
discreto que pudo, le contó la naturaleza de la misma.
—Pero ¡eso es
ridículo! ¿La conoces?
—No.
—Es una
demanda ridícula contra una estudiante inocente y trabajadora. Y casualmente
mujer. ¿Debo recordarte, David, que no es la primera vez que una estudiante de
éxito ha sido atacada mediante un proceso de este tipo?
—Soy
consciente de ello. Pero en este caso hay otros temas relacionados que no puedo
mencionar. Me gustaría hacerle unas preguntas sobre la señorita Mitchell. Eso
es todo.
—No pienso dar
ningún crédito a una caza de brujas dirigida contra una de mis estudiantes.
Aunque ella no
podía verlo a través del teléfono, David frunció el cejo.
—Sin su
testimonio, es más probable que pueda producirse alguna injusticia. Su
testimonio puede ser decisivo a la hora de limpiar su nombre.
—¡Paparruchas!
Es tu responsabilidad asegurarte de que se haga justicia. Me sorprende que
hayas admitido esa demanda. Me sorprende mucho. Y deja de fruncir el cejo,
David. Puedo verte refunfuñando desde aquí.
Él reprimió
una maldición en lituano.
—Entonces, ¿se
niega a responder a mis preguntas?
—¿Estás sordo
o te has vuelto intelectualmente perezoso en tu búsqueda de poder
administrativo? Ya te he dicho que me niego a colaborar. Ya no trabajo para la
universidad. Estoy jubilada. Además, pienso sacar el tema esta noche, en la
cena en casa del rector. Estoy segura de que le encantará enterarse de a qué se
dedican los profesores de su universidad.
»Y, por si no
lo recuerdas, la cena es en honor de Mary Asprey, la famosa novelista. Como
antigua alumna que es, sé que siempre le interesan los asuntos de su alma
máter, particularmente las maquinaciones de tipo patriarcal. Me preguntó qué
opinará del tema.
Y, con esas
palabras, la profesora colgó el teléfono.
CAP 19 (PARTE
2)
Cuando Tom y ____
llegaron por fin al hotel Turtle Inn, de Belice, ya era tarde y las estrellas
habían empezado a hacer su aparición. Mientras Tom pedía que les subieran cena
a la habitación, ____ exploró sus dominios, una cabaña privada en una playa
aislada.
Las paredes
eran blancas, con la excepción de una puerta plegable de paneles de teca, que
daba acceso al porche cubierto. Los techos eran una mezcla de bambú y paja, y
la gran cama, que ocupaba el centro de la habitación, estaba protegida por una
gran mosquitera. Le encantó especialmente la ducha al aire libre y la bañera
japonesa situada en un lateral del porche.
Mientras Tom
trataba de hacerse entender por teléfono con el personal de la cocina, ____ se
desnudó rápidamente y se dio una ducha. Mientras lo hacía, tenía ante sí
el océano. Pero como era de noche y la playa era privada, no
había peligro de que nadie la viera, aparte de su amante.
—Nos traerán
la cena dentro de una hora. Siento que no pueda ser antes. —Se pasó la lengua
por los labios al ver que ____ se acababa de poner el albornoz.
Él llevaba una
camisa blanca de lino, con varios botones abiertos. Las mangas remangadas
dejaban a la vista sus fuertes antebrazos. También se había subido los bajos
del pantalón color caqui e iba descalzo.
(Entre
paréntesis, hay que decir que incluso sus pies eran atractivos.)
—¿Quieres que
vayamos a dar un paseo por la playa?
—Me apetece
más otra cosa.
Sonriendo, ____
tiró de él hasta llegar a la cama. Una vez allí, le dio un empujón para que se
sentara.
Él la agarró
por el cinturón del albornoz.
—Me conformo
con que nos relajemos un poco. Ha sido un viaje largo. —Su expresión solemne le
indicó que hablaba en serio, lo que la sorprendió.
—Te he echado
mucho de menos —admitió ____, con un susurro ronco.
Tom tiró de
ella hasta que quedó entre sus piernas. Rodeándola con los brazos, la sujetó
por el trasero.
—Podemos
dormir hasta que llegue la cena. No hay prisa.
____ puso los
ojos en blanco.
—Tom, quiero
que me hagas el amor. Si no te apetece, me dices que no y listos.
Él sonrió
divertido.
—Nunca le
diría que no, señorita Mitchell.
—Bien. En ese
caso, dame cinco minutos, profesor Kaulitz.
Tom se dejó
caer de espaldas sobre la cama, con los pies en el suelo. Le encantaba que ____
se mostrara tan segura de sí misma. Con una sola frase, lo había excitado tanto
que incluso le resultaba doloroso.
Aunque se le
hizo muy largo, sólo habían pasado unos minutos cuando ella volvió a aparecer,
con su regalo de Navidad puesto. El raso negro acentuaba el rosado natural de
su piel, mientras que las cintas del corsé le marcaban las curvas del pecho y
la cintura. Tom se quedó boquiabierto admirando el reloj de arena en que se había
convertido el torso de ____.
Fue bajando la
vista por las bragas de encaje y las medias de seda negras sujetas con liguero.
Unos gloriosos zapatos de tacón asimismo negros completaban el conjunto.
A él se le
aceleró el corazón al fijarse en los zapatos.
—Bonsoir,
professeur. Vous allez bien? —ronroneó ____.
Tom estaba tan
absorto en lo que estaba viendo, que tardó unos momentos en darse cuenta de qué
la había impulsado a hablarle en francés.
Se había
puesto su boina.
Cuando sus
ojos se encontraron al fin, él tragó saliva con dificultad. Haciendo un mohín, ____
se quitó la boina provocativa y se la lanzó, mientras se acercaba a la cama muy
lentamente.
—Me encanta mi
regalo de Navidad, profesor.
Tom volvió a
tragar saliva, incapaz de decir nada.
—¿Has visto la
parte de atrás? —preguntó ella, volviéndose y mirándolo por encima del hombro.
Él alargó un
dedo para acariciar las cintas que le ataban el corsé, hasta llegar a las
bragas de encaje, que le cubrían las nalgas respingonas.
—Ya basta de
provocarme, señorita Mitchell. Venga aquí, vamos. —Dándole
media vuelta, tiró de ella y unió sus bocas en un beso
apasionado—. Tú eres mi regalo y voy a tomarme mi tiempo en desenvolverte.
Menos los zapatos. Espero que sean cómodos.
Tras diez
minutos llamando a la puerta, el camarero volvió a la cocina con la cena y
esperó instrucciones.
Pero las
instrucciones nunca llegaron.
Pasada la
medianoche, la música seguía sonando en la habitación. La nueva lista de
reproducción de Tom incluía canciones de Sarah MacLachlan, Sting y Matthew
Barber. ___ estaba tumbada boca abajo, entre las sábanas revueltas, soñolienta
y satisfecha. Las sábanas dejaban al descubierto su espalda hasta los dos
preciosos hoyuelos de la parte baja de la misma.
Tom había
colocado la sábana artísticamente, para que cubriera parte de su trasero, y
había preparado la cámara. De pie junto a la cama, fue tomando fotos y más
fotos hasta que ella bostezó y se estiró como un gato.
—Eres
exquisita —le dijo, dejando la cámara y sentándose a su lado.
____ lo miró
feliz, mientras él le acariciaba la espalda.
—Cuando amas a
alguien, no ves sus defectos.
—Supongo que
eso es verdad, pero tú eres preciosa.
Ella se volvió
de lado para verlo mejor y se abrazó a una almohada.
—El amor hace
que lo veamos todo hermoso.
La mano de él
se detuvo y sus labios se contrajeron en una mueca.
—Sí, Tom
—afirmó ____, respondiéndole a la pregunta que no se había atrevido a
formular—, tú eres hermoso a mis ojos. Cuanto más te conozco, más cuenta me doy
de cómo eres en realidad y más hermoso me pareces.
Él la besó con
suavidad, acariciándole el pelo. Era el beso de adoración de un amante
adolescente.
—Gracias.
¿Tienes hambre?
—Sí.
Él miró hacia
la puerta.
—Me temo que
nos hemos quedado sin cena, porque cuando la han traído estábamos ocupados
con... un banquete de otro tipo.
—Ha valido la
pena. Menudo banquete. Además, ahí hay una cesta de fruta.
___ se sentó
en la cama y se cubrió el pecho con la sábana mientras Tom se acercaba a la
gran cesta de fruta. En la cocina de la cabaña encontró una navaja suiza y,
armado con ella y con un mango, regresó a la cama, tras cambiar la canción que
sonaba.
CAP 19 (PARTE
3)
—Esta canción
es mucho más adecuada —aseveró, con un brillo travieso en los ojos—. Ahora,
túmbate.
A ____ se le
aceleró el corazón.
—No vas a
necesitar esto —dijo, arrancándole la sábana y echándola a un lado.
Ahora estaban
los dos desnudos.
—¿Quién canta?
—Bruce
Cockburn.
Tom empezó a
cortar el mango a trozos, contemplando el cuerpo de ____ al mismo tiempo.
Ella lo miró
con curiosidad.
—Un desayuno
en cueros.
—Más bien un
tentempié de medianoche en cueros.
Tom cortó una
rodaja de mango. Unas gotas de jugo se le deslizaron por la mano y cayeron
sobre el vientre de ella.
—Hum —murmuró él con una mirada traviesa—. Tendré que
ocuparme de eso.
Cuando se
inclinó hacia ella para darle el trozo de mango, ____ abrió la boca.
—Tienes una
fijación con la comida —comentó, pasándose la lengua por los labios y abriendo
la boca de nuevo para que le diera otro trozo.
Él se inclinó,
haciéndole una respetuosa reverencia y sacando la lengua para lamer las gotas
que habían caído sobre su estómago.
—¿Cómo dices?
—preguntó al incorporarse.
____ hizo unos
sonidos incoherentes.
—No lo
considero una fijación—replicó él—, sino algo que me proporciona gran placer.
Disfruto mucho cuidándote y hay algo muy sensual en compartir la comida con tu
amante.
Evitando sus
labios, le besó el hombro, probando su piel con la punta de la lengua. Luego,
cuando cortó otro trozo de mango, unas cuantas gotas le cayeron sobre el pecho
izquierdo.
—Maldita sea,
qué torpe soy.
Le acarició
las costillas, unas de sus zonas erógenas favoritas, antes de llevarse su pecho
a los labios.
—Me estás
matando —protestó ella, justo antes de que la húmeda boca de Tom se cerrara
sobre su pezón.
—Creo recordar
que yo también te dije eso una vez. Y tú me prometiste que sería una muerte
dulce.
____ abrió la
boca para indicarle que quería más.
—En este caso,
creo que será una muerte pegajosa.
Tom le puso
otro trozo de fruta en la boca y le acarició el labio inferior con el pulgar.
—Luego me
ocuparé de eso, no te preocupes.
Sin avisar, ____
lo tumbó sobre la cama y se sentó sobre él. Sujetándole la cara, lo besó con
avidez. Luego le arrebató el mango y la navaja y se llevó un trozo de fruta a
la boca. Era la viva imagen de la tentación.
Él le dirigió
una mirada ardiente y unió sus labios a los de ella, arrebatándole la fruta
directamente de su boca.
—Hum —murmuró ____—.
Por cierto, creo que no llegué a ver la cinta de seguridad del museo.
Estrujando un
trozo de mango sobre el pecho de Tom, recogió el reguero de jugo con la lengua.
—Ajá —replicó
él, con dificultad—. Yo sí lo he visto. Es un vídeo muy caliente.
—¿De verdad?
—Echándose hacia atrás, se sentó sobre las piernas y, tras comerse otro trozo
de mango, se lamió los dedos parsimoniosamente.
—Luego te lo
enseñaré.
Tom la abrazó
con fuerza antes de acariciarle la espalda una y otra vez. Cuando no pudo
soportarlo más, lo tiró todo al suelo y la cogió en brazos.
—¿Adónde
vamos? —preguntó ella, alarmada.
—A la playa.
—Pero ¡si
estamos desnudos!
—Es una playa
privada —la tranquilizó él, besándole la punta de la nariz mientras la llevaba
hasta la orilla.
—Igualmente
alguien podría vernos —protestó ____, mientras entraban en el agua.
—Apenas hay
luna. Si hubiera alguien por aquí cerca, sólo vería tu silueta. Y menuda
visión.
Tom la besó con calma, adorando su cara y su cuello con los
labios, mientras las suaves olas rompían contra ellos. Luego la dejó en el
suelo para apretarse contra ella.
—¿Ves lo bien
que encajamos? —le susurró—. Hacemos una pareja perfecta.
Se lavaron el
uno al otro con agua de mar. ____ no pudo resistir la tentación de inclinarse
sobre su pecho para besarle el tatuaje. El sabor de su piel mezclado con la sal
del océano era irresistible.
Mientras la
besaba en el cuello, ____ sintió que sonreía.
—¿Has visto la
película De aquí a la eternidad?
—No —respondió
ella.
—En ese caso,
tendré que hacerte una demostración.
Dándole la
mano, la llevó hasta la orilla, se tumbó de espaldas y le indicó que se tumbara
sobre él.
—¿Aquí?
—preguntó ____, con el corazón desbocado.
—Sí, aquí.
Quiero estar dentro de ti, pero no quiero que la arena te lastime la piel.
Tiró de su
mano y la besó ávidamente, mientras las olas chocaban contra sus pies
entrelazados. Cuando poco después alcanzaron el éxtasis, la luna sonrió desde
el cielo.
A la mañana
siguiente, una típica tormenta tropical barrió la zona. Mientras las gotas de
lluvia golpeaban el techo de la cabaña, ellos dos hacían pausadamente el amor
en la cama cubierta por la mosquitera de gasa. El golpeteo regular de la lluvia
les marcaba el ritmo.
Más tarde, Tom
sugirió que se limpiaran el sudor y la humedad ambiental en la bañera del
porche. Entre burbujas con aroma a vainilla, ___ se apoyaba en el pecho de Tom,
que la abrazaba sentado detrás de ella. Entre sus brazos, casi era capaz de
olvidar las dificultades que los aguardaban en Toronto.
Con él se
sentía a salvo. No es que fuera un hombre poderoso, aunque su riqueza aumentaba
sus posibilidades de defensa. Pero lo que la hacía sentir segura era la actitud
con que se había enfrentado a sus enemigos, primero Christa y luego Simon. La
misma actitud con que le había recriminado a su padre que no se hubiera ocupado
de ella durante su infancia.
____ había
descubierto que la cama era un lugar donde las debilidades quedaban al
descubierto. Y había descubierto también los secretos de la desnudez de los
cuerpos y de la intimidad entre los amantes; el deseo, la necesidad que quema y
lo profunda que puede ser la satisfacción. Y sabía que Tom la amaba y quería
protegerla. Entre sus brazos se sentía segura por primera vez en la vida.
—Cuando era
pequeño, los sábados por la mañana eran mi momento favorito de la semana —dijo
él, interrumpiendo sus reflexiones.
—¿Por qué? —preguntó
____, recorriéndole la palma de la mano con un dedo.
—Mi madre
dormía la mona y yo podía mirar dibujos en la tele. Eso era antes de que nos
cortaran la conexión de la tele por cable. —Tom sonrió melancólicamente a su
espalda y ____ se esforzó por no llorar por aquel niño cuya única felicidad
eran unas horas de dibujos animados.
—Me preparaba
yo el desayuno. Tomaba cereales con leche fría o tostadas con mantequilla de
cacahuete. —Negó con la cabeza—. Cuando se acababa la leche, que era a menudo,
usaba zumo de naranja.
—¿Estaba
bueno?
—No. Estaba
asqueroso. Ni siquiera era zumo de naranja natural, sino Tang. —Le acarició la
cabeza, ausente, antes de continuar—: Estoy convencido de que cualquier
psiquiatra encontraría una conexión entre las privaciones de
mi infancia y mi gusto por los objetos caros.
____ se volvió
impulsivamente y le rodeó el cuello con los brazos, provocando un maremoto en
la bañera.
—Eh, ¿a qué
viene esto?
—A nada. Es
que te quiero tanto que no puedo soportarlo.
Él la abrazó
cariñosamente.
—Todo eso pasó
hace treinta años. Grace fue una buena madre para mí. Por eso me duele tanto no
haber estado a su lado cuando murió. No pude despedirme.
—Ella lo
sabía, Tom. Sabía lo mucho que la querías.
—Creo que tu
infancia fue peor que la mía —dijo él. ___ apoyó la cara en su hombro, pero no
dijo nada—. Si la maldad vuelve fea a la gente, tu madre debió de ser horrible.
Mi madre no se ocupaba de mí, pero nunca me trató con crueldad.
Entonces hizo
una pausa, preguntándose si debía abordar el tema que ambos estaban evitando.
Finalmente decidió hacerlo.
—Cuando conocí
un poco más a Christa, me pareció fea. Estoy en deuda contigo por haber
impedido que me acostara con ella. Aunque quiero creer que, incluso estando
borracho, habría sido capaz de rechazarla.
____ se apartó
un poco y empezó a juguetear con un mechón de pelo.
Tom le sujetó
la barbilla y le volvió ligeramente la cara.
—Háblame.
—Es que no me
gusta pensar en ti y en Christa juntos.
—En ese caso,
menos mal que nos separaste a tiempo.
—Quiere hundir
tu carrera.
—La verdad
saldrá a la luz. Me dijiste que Paul conocía sus intenciones. Espero que acabe
marchándose de la universidad y nos deje en paz.
—No quiero que
suspenda —dijo ____ en voz muy baja—. Si me alegrara de su desgracia, sería
igual de fea que ella.
La expresión
de Tom se endureció.
—Ha sido
mezquina contigo en más de una ocasión. Deberías haberla mandado a la mierda la
primera vez.
—Ya soy
mayorcita para ir insultando a la gente, se lo merezcan o no. Ya no estamos en
la guardería.
Él le dio un
golpecito en la nariz con un dedo.
—¿Y quién te
ha enseñado a pensar así? ¿Lo aprendiste en Barrio Sésamo?
—Son las
ventajas de una educación católica —murmuró ella—. Bueno, también es mérito de
Lillian Hellman.
—¿A qué te
refieres?
—Lillian
Hellman escribió una obra llamada The Little Foxes. En ella, una niña le
dice a su madre que algunas personas lo devoran todo a su paso, como las
langostas, mientras que otras no hacen nada para impedirlo. La niña le promete
no quedarse sin hacer nada. En vez de observar la maldad de Christa, nosotros
la tenemos que atacar con algo más fuerte, como la caridad.
—La gente no te
valora lo suficiente, ____. Y no puedo evitar que me duela cuando veo que
alguien no te trata con el respeto que te mereces.
Ella se
encogió de hombros.
—Siempre habrá
Christas en el mundo. Y algunas veces nosotros mismos nos convertimos en
Christas.
Tom le apoyó
la barbilla en el hombro.
—He cambiado
de opinión sobre ti.
—¿Ah, sí?
—No eres una
seguidora de Dante, eres una franciscana.
____ se echó a
reír.
—Dudo que los
franciscanos dieran su bendición a una mujer soltera practicando sexo en una
bañera al aire libre.
—Hum, me gusta
como suena eso.
Ella negó con
la cabeza y le acarició las cejas con un dedo, una tras otra.
—Me gusta
imaginarte como un niño pequeño, dulce y curioso.
Él resopló.
—No sé si era
dulce, pero curioso, te aseguro que sí. Las niñas, sobre todo, me despertaban
mucha curiosidad.
Se inclinó
hacia ella para darle un beso en los labios. Al apartarse, ____ sonrió.
—¿Lo ves? Un
chico capaz de besar así, no puede ser mala persona. San Francisco daría su
aprobación.
—Siento
decirte que tu querido san Francisco no siempre tenía razón. Hay un pasaje en
el Infierno en el que discute con un demonio por el alma de Guido da
Montefeltro. ¿Lo conoces?
Cuando ella
negó con la cabeza, Tom se lo recitó en italiano:
Francesco
venne poi com’io fu’ morto,
(Francisco vino a buscarme, cuando estaba muerto,) per me; ma un d’i neri
cherubini (pero uno de los querubines negros) li disse: “Non portar: non
mi far torto. (le dijo: «No te lo lleves; no te equivoques».)
Venir se ne
dee giù tra ‘ miei meschini (Él debe quedarse aquí, entre mis servidores) perché diede
‘l consiglio frodolente, (porque dio un consejo fraudulento,) dal quale
in qua stato li sono a’ crini; (desde ese momento, no lo he perdido de
vista;) ch’assolver non si può chi non si pente, (porque no se puede
absolver al que no se arrepiente,) né pentere e volere insieme puossi (y
tampoco puede uno arrepentirse y seguir queriendo hacer lo mismo) per la
contradizion che nol consente. (porque es una contradicción que no puede
consentirse.)
—Así que ya
ves, ____. Hasta san Francisco se equivocó alguna vez al juzgar el carácter de
las personas. Pensó que el alma de Guido debía estar en el Paraíso.
—Sí, pero era
muy propio de san Francisco pensar lo mejor de alguien. No me extraña que
creyese que el arrepentimiento de Guido había sido sincero —protestó ella— ni
que luchara por su alma, aunque se equivocara.
—Se rindió
demasiado pronto.
—¿Tú crees?
Tom la miró
fijamente.
—Si yo bajara
en busca de tu alma, ni todos los querubines negros juntos
podrían apartarme de ti.
Un escalofrío
recorrió la espalda de ____.
—Haría lo que
fuera necesario por salvarte —añadió él y, en ese momento, su expresión y el
tono de su voz no admitían discusión—. Incluso aunque tuviera que pasar la
eternidad en el infierno con tal de lograrlo.
Pasaron su
último día de vacaciones bañándose en el mar, tomando el sol y luego relajándose
a la sombra, mientras Tom bebía una cerveza y ____, un refresco con
sombrillita. Pasado un rato, ella se adormiló en la tumbona, con la pamela
tirada sobre la arena.
A Tom le
encantaba observarla mientras dormía. Le gustaba ver cómo su pecho subía y
bajaba al ritmo de su respiración. Y cómo sus labios se movían con algún
suspiro ocasional. Se la veía tan relajada... Estaba seguro de que a Grace le
habría encantado saber que eran pareja. Sin duda, a aquellas alturas ya lo
estaría presionando para que le regalara un anillo y empezaran a elegir la
vajilla.
Durante el fin
de semana, había habido varios momentos en los que había estado a punto de
ponerse de rodillas para pedirle que se casara con él. Pero no era muy amigo de
los clichés y, además, estaba preocupado por el futuro. Lo más probable era que
estuvieran a punto de verse metidos en un escándalo que podía poner en peligro
su propia carrera y el acceso de ___ a Harvard.
Incluso si la
demanda era desestimada, ella tenía que completar los cursos y el proyecto de
tesis sin más distracciones. Se merecía disfrutar de la experiencia
universitaria en Harvard sin la presión de tener que preparar una boda.
Por otra
parte, su propio futuro también estaba por definir. No estaba claro que le
concedieran el año sabático. eso, siempre y cuando superara el obstáculo de la
demanda de Christa, claro.
A pesar de que
las palabras «Cásate conmigo» acudieron a sus labios en varias ocasiones, las
reprimió. Ya habría un momento y un lugar más adecuados. El mejor sería sin
duda el huerto de manzanos, un sitio sagrado para ambos. Además, Tom suponía
que sería un gesto de buena educación informar a John de sus intenciones antes
de hablar con ____.
Lo único que
tenía claro era que quería que fuera su esposa. Y no importaba lo que trajeran
los próximos meses: lo conseguiría.
Esa misma
noche, se sentía pletórico gracias a la contemplación de ____ y al efecto que
su compañía tenía sobre él. Acababan de regresar del restaurante del complejo y
ella se dirigía al cuarto de baño para desmaquillarse, pero Tom la agarró de la
muñeca y la llevó hacia la cama.
Empezó a
desvestirla y a besarla suavemente, con los ojos brillantes de devoción y
deseo. Mientras sus manos se tomaban su tiempo, acariciando sus hombros y sus
brazos, empezó a hacerle promesas, mientras ella se arqueaba contra su cuerpo.
Tumbándose en
la cama, tiró de ella hasta que quedó sentada a horcajadas sobre él y entonces
la miró con una mezcla de deseo y admiración. ____ movió las caderas para provocarlo un
poco, cerrando los ojos para que las sensaciones pasaran a primer plano.
Al cabo de
unos minutos, Tom la tumbó de espaldas y se arrodilló entre sus piernas. ___
gritó cuando la penetró.
—¿Estás bien?
—Hum
—respondió—. Me has sorprendido. —Lo sujetó de las caderas, animándolo a
penetrarla más profundamente.
____ sabía que
a Tom le gustaba tenerla encima. Disfrutaba mirándola,
acariciándola, provocándola. Nunca se olvidaba de decirle lo
sexy que era, porque sabía que, a pesar de que habían pasado unos meses desde
su primera vez, seguía sintiéndose insegura cuando estaba desnuda. Por eso la
sorprendió que esa vez él cambiara de postura, cubriéndola con su cuerpo y
besándole el cuello.
Poco después,
él le sujetó la cara con una mano, mirándola con desesperación.
—¿Tom?
Él cerró los
ojos y negó con la cabeza antes de volver a abrirlos.
____ ahogó una
exclamación ante todo lo que se reflejaba en su mirada: inseguridad, pasión,
esperanza, deseo y necesidad. Echó la cabeza hacia atrás y gruñó de placer.
—Te necesito
—susurró Tom, intensificando sus movimientos—. No puedo perderte.
La respuesta
de ella, cada vez más cercana al éxtasis, se perdió entre sus gemidos.
—¡Ah... ah...
maldita sea! —exclamó él, al ver que no podía aguantar más y consciente de que ____
no había llegado todavía al orgasmo.
Siguió
moviéndose, con la esperanza de que ella lo siguiera, pero no fue así.
—Maldita sea
—repitió—. Lo siento —se excusó luego, ocultando la cara en su hombro.
—No pasa nada.
Me ha gustado. —____ enredó los dedos en su pelo y jugueteó con él antes de
besarlo en la mejilla—. Y me alegro de que tú hayas llegado.
Tom refunfuñó,
malhumorado Y poniéndose de lado, empezó a acariciarla entre las piernas, pero
ella juntó las rodillas.
—No hace
falta...
Él la miró con
determinación.
—Sí.
____ le cubrió
la mano con la suya para detenerlo.
—No vas a
perderme por no hacerme llegar al orgasmo cada vez.
Tom hizo una
mueca.
—Es muy
violento para mí.
—La vida es
dura —dijo ella bromeando y le besó la nariz—. No espero que seas perfecto, ni
en la cama ni fuera.
—Dios te
bendiga por eso. —La besó mientras ____ se acurrucaba entre sus brazos—. Pero
eso no quiere decir que no pueda intentarlo.
—Bueno, si
insistes, hay algo que sí podrías hacer por mí...
Tom se movió
con tanta rapidez que ella se sintió dividida entre la sorpresa y las ganas de
echarse a reír. Pero en cuanto sus dedos empezaron a acariciarla una vez más,
se le pasaron las ganas de reír de golpe.
Esa noche, Tom
estaba tumbado en la cama, con ____ apoyada en su pecho, él le rodeaba la
cintura con un brazo.
—¿Eres feliz?
—le preguntó en la oscuridad, atenuada sólo por la luz de las velas, mientras
le acariciaba el pelo.
—Sí, ¿y tú?
—Más de lo que
pensaba que pudiera ser posible.
____ le besó
el pecho y sonrió.
—Las cosas
parecen... distintas desde que volvimos de Italia —continuó él, acariciándole
el cuello y los hombros.
—Somos muy
afortunados. Nos tenemos el uno al otro. Me espera Harvard y, por otra parte,
la doctora Nicole me ha ayudado mucho. Siento que finalmente las piezas
empiezan a encajar.
—Me alegro —susurró
Tom—. ¿Y estás satisfecha, en general, de cómo hacemos el amor?
_____ levantó
la cabeza y lo miró. Él no podía disimular la preocupación.
—Por supuesto
—respondió con una sonrisa irónica—. ¿No se nota?
—Se nota que
tu cuerpo está satisfecho. Pero tu cuerpo no es tu mente, ni tu corazón.
Parecía
avergonzado y ella se arrepintió de haberlo mirado con ironía.
—Lo de esta
noche ha sido un caso excepcional. Una anomalía. Pero aunque no lo fuera, estoy
segura de que lo solucionaríamos. ¿Y tú? ¿Estás satisfecho de cómo hacemos el
amor? —preguntó ella a su vez, con timidez.
—Mucho. Siento
que algo está cambiando. La conexión es más profunda. —Se encogió de hombros—.
Me preguntaba si tú también lo habías notado.
—A veces me
parece que esto es un sueño. Créeme, soy muy feliz. —Se inclinó para besarlo
antes de volver a apoyar la cabeza en su pecho—. ¿Por qué me preguntas esas
cosas?
—¿Dónde te ves
en el futuro?
—Quiero ser
profesora. Y quiero estar contigo —respondió, en voz baja pero decidida.
Tom retorció
la sábana entre los dedos.
—¿No
preferirías encontrar a un buen hombre que pudiera darte hijos?
—No puedes
preguntarme si soy feliz y al momento siguiente intentar apartarme de ti.
Al ver que él
no decía nada, lo sujetó por la barbilla y lo obligó a mirarla a los ojos.
—No. No quiero
encontrar a un buen hombre que pueda darme hijos. Quiero tener un hijo contigo.
Tom la miró,
incrédulo.
—Sinceramente,
no sé si alguna vez estaremos lo bastante sanos mentalmente como para abrirle
nuestro hogar a un niño —explicó ella—. Pero si lo hacemos, estoy segura de que
encontraremos a un niño o a una niña perfecto para nosotros. Grace y Richard te
adoptaron. Podríamos hacer lo mismo. —Entonces ____ hizo una mueca y añadió—: A
menos que no quieras adoptar. O que no quieras hacerlo conmigo.
—Por supuesto
que quiero. —La intensidad de su voz era similar a la de su mirada—. Me
gustaría hacerte promesas, pero creo que es mejor que esperemos un poco antes
de tener esa conversación. ¿Te preocupa? —Alargó la mano y le rozó uno de los
pendientes de brillantes.
____ no
necesitó que nadie le tradujera el gesto.
—No.
—No quisiera
que pensaras que tengo dudas sobre mis sentimientos —insistió él.
—Soy tuya. Del
todo. Y me alegro de que no tengamos que separarnos el curso que viene. La idea
de perderte me suponía una tortura.
Tom asintió
como si lo entendiera.
—Ven aquí, ____. Deja que te adore.
HOLA!!! AQUI ESTA POR FIN EL CAPS 19 :D .. UNA DISCULPA ENSERIO PERO ANDO ATAREADA :(( USTEDES ME COMPRENDEN, A MI EN VERDAD NO ME GUSTA DEJARLAS SIN CAPS PERO ASI TIENE QUE SER, NO ME DA TIEMPO LA NETA, ASI QUE DISCULPENME. BUENO ME DESPIDO, YA SABEN 4 O MAS CAPS Y AGREGO :)) ADIOS Y QUE TENGAN BONITA NOCHE Y DIAS :))
Ay!! La profesora Picton tiene q ir a declarar si o siii..
ResponderBorrarCrista q pruebas tiene del "acodo" esta mierda se inventara.. O falsificara.. Que corajeee!!
Siguelaa Virgii te entiendo.. Nosotras te comprendemos :)
Diossss la parte de la bañera ha sido preciosaaa me ha encantado esa parte *-* y las vacaciones de san valentín y el ya piensa en casarseeeeeee morí de amorrr♥♥♥♥♥♥♥ y la crista esa me caeeeee fataaaaal, pero si tom siempre la rechazó como se le ocurre denunciarlo por acosos aggghhh esta locaaaaaaa me cae fatal no, lo siguiente, también denunciar a _______ de copiarr... espero que la profesora picton diga que es mentira y que es una buena alumna... porque si no.... ayyy que interesante estaaaaa
ResponderBorrarSiguela porfa
S
ResponderBorrarU
ResponderBorrarB
ResponderBorrarE
ResponderBorrarWow q cap tan largo jejeje gracias virgi, me encanto, yo sabia q Christa los iba a intentar separar como se le ocurre a ella acusarlo de acoso sexual me cae super mal esa vieja jum.. la profesora Picton tiene q declarar, ella tiene q hacer algo al respecto.. tan bellos Tom y (Tn) tuvieron relaciones de nuevo me alegro mucho y ademas q este cap me dejo impactada :O me fascino, espero el proximo virgiii y si puedes subelo hoy pleaseeee..
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