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miércoles, 11 de junio de 2014

.- EL EXTASIS DE TOM .- 19 (PARTE 1, 2 y 3)

CAP 19 (PARTE 1)
____ se lo quedó mirando boquiabierta.
—¿Qué?
—Christa me ha denunciado ante la comisión de acoso sexual, que le ha pasado la demanda a Jeremy. Por eso tengo que reunirme con él esta semana.
Temblando, ella se sentó en la butaca.
—¿Desde cuándo lo sabes?
Tom apretó la mandíbula.
—Desde hace unos días.
—¿Desde hace unos días? —repitió ____, con los dientes apretados—. ¿Y cuándo pensabas decírmelo?
—No quería echar a perder el viaje a Belice. Pensaba contártelo a la vuelta. Te lo juro.
Ella lo miró muy enfadada.
—Creía que no iba a haber secretos entre nosotros.
—No era un secreto. Sólo quería que pudieras relajarte unos días antes de darte las malas noticias. —Suspirando, se volvió hacia ella.
—¿Por qué demonios te acusa Christa de acoso sexual si es ella la que te ha estado acosando?
—No sé los detalles de la demanda. Debí haber interpuesto yo una hace tiempo, pero no quería llamar la atención sobre el tema.
—¿Qué vamos a hacer ahora?
Tom contempló el fuego.
—Llamaré a mi abogado para que se ocupe de los dos asuntos lo antes posible.
____ se levantó y, rodeándole la cintura con los brazos, ocultó la cara en su pecho.

—¿Qué pasa ahora, Kaulitz? Estoy en la cama con una joven abogada de la competencia, que, por cierto, está buenísima —le informó Pablo Green entre grititos y risas.
—Abróchate la bragueta, Pablo. Esto va a llevarnos un rato.
El abogado maldijo antes de cubrir el teléfono con una mano.
—No vayas a ninguna parte, bombón —le dijo a su socia pélvica antes de escabullirse en el lavabo, vestido sólo con unos slips rojos.
»Ya me estoy ocupando de la demanda por acoso, Kaulitz. No hace falta que me atosigues. Estaba a punto de echar el polvo de mi vida.
—Tengo que hablarte de otra cosa. —Y Tom le resumió el contenido de la carta del decano a ____.
—No puedo ayudar a tu novia.
Él empezó a protestar, pero Pablo lo interrumpió.
—Escúchame. Te acaban de denunciar por acoso sexual y a tu novia por una supuesta infracción académica. Me apuesto el Porsche a que las dos denuncias están relacionadas. ¿Le has dicho ya que no te mencione durante la reunión con la comisión?
—No —respondió Tom, apretando los dientes.
—Bueno, pues no tardes. Será mejor que no te mezcles en ese tema. Ya tienes bastante con tu demanda.
Tom inspiró y espiró tan lentamente que Pablo se temió lo peor.
—No suelo abandonar a mis amigos a su suerte y a ____ menos que a nadie. ¿Está claro o tengo que buscarme otro abogado?
—Está claro. Pero a ella debería representarla otro. Si, como sospecho, los casos están relacionados, podría encontrarme ante un conflicto de intereses. Aparte de que, de cara a la universidad, podría despertar sospechas que os represente a los dos.
—De acuerdo, Pablo —se rindió Tom—. ¿A quién me recomiendas?
Pablo pensó unos momentos.
—A Soraya Harandi. Trabaja para uno de los bufetes de la calle Bay y ha llevado varios casos contra la universidad. Nos enrollamos hace un par de años y me odia a muerte, pero es buena en lo suyo. Te enviaré sus datos de contacto por correo. Dile a tu novia que la llame al despacho y que le explique lo que pasa a su secretaria. Estoy seguro de que Soraya estará encantada de defenderla.
—¿Qué posibilidades hay de que las cosas salgan mal?
—No tengo ni idea. Es posible que la universidad investigue y desestime ambos casos, pero no la dejes ir sola. Que la acompañe un abogado o esto puede acabar estallándote en la cara.
—Gracias, Pablo —replicó él, con ironía.
—Mientras tanto, me gustaría que hicieras una lista de todo, y quiero decir absolutamente todo, lo que pueda ser relevante en el caso de acoso. Cualquier prueba que Christa Peterson pueda presentar: correos electrónicos, mensajes de texto, fotografías... Envíamelo todo y lo examinaré detalladamente. Y envíame también todo lo que tengas sobre tu novia.
»No me gusta tener que decirte esto, pero te lo advertí. La política de la universidad es de tolerancia cero con la confraternización, por lo que podrían expulsar a tu novia y despedirte a ti. Esperemos que las dos demandas no estén relacionadas y que a ella la hayan denunciado por no devolver los libros a tiempo a la biblioteca o algo así.
—Siempre es un placer hablar contigo —replicó Tom secamente.
—Si no pensaras con la polla, ahora no tendrías que hablar conmigo. Espero que valiera la pena, porque como el ventilador de la mierda se ponga en marcha, esos polvos te van a salir muy caros.
Antes de que Pablo pudiera despedirse, Tom había lanzado el teléfono contra la pared, haciéndolo añicos. Tardó unos minutos en calmarse, respirando hondo, antes de intentar convencer a ___ de que lo mejor que podían hacer era disfrutar igualmente de su escapada.

Esa misma tarde, David Aras estaba en su oficina de la calle Saint George, mirando el teléfono sorprendido. Generalmente, su secretaria era muy buena filtrándole las llamadas. Pero la profesora Katherine Picton era muy persistente, por decirlo de alguna manera, y solía conseguir lo que se proponía. Y en ese caso se había propuesto hablar con el Encargado de Estudios de Posgrado de la Universidad de Toronto.
Levantó el auricular y apretó el botón.
—Hola, profesora Picton, ¿a qué debo el placer?
—De placer nada, David. Exijo saber por qué he recibido una citación para presentarme como testigo en uno de tus procesos estalinistas.
David se contuvo para no responderle de mala manera. La profesora Picton era una mujer mayor y famosa. Una auténtica institución. No podía empezar a soltar palabrotas delante de ella.
(Excepto tal vez en lituano.)
—Sólo hemos de hacerle unas preguntas. No le robaremos más de diez minutos.  
Podrá irse en seguida.
—Bobadas. En invierno tardo más de diez minutos en bajar los escalones de mi casa. Me llevará media vida llegar hasta tu despacho. Exijo saber para qué se me convoca o no iré. No todos tenemos secretarias para que nos filtren las llamadas y nos preparen el café, mientras nosotros conspiramos para amargarles la vida a otras personas.
Él carraspeó.
—Hemos recibido una demanda contra la estudiante que está supervisando.
—¿Contra la señorita Mitchell? ¿Qué tipo de demanda?
Del modo más discreto que pudo, le contó la naturaleza de la misma.
—Pero ¡eso es ridículo! ¿La conoces?
—No.
—Es una demanda ridícula contra una estudiante inocente y trabajadora. Y casualmente mujer. ¿Debo recordarte, David, que no es la primera vez que una estudiante de éxito ha sido atacada mediante un proceso de este tipo?
—Soy consciente de ello. Pero en este caso hay otros temas relacionados que no puedo mencionar. Me gustaría hacerle unas preguntas sobre la señorita Mitchell. Eso es todo.
—No pienso dar ningún crédito a una caza de brujas dirigida contra una de mis estudiantes.
Aunque ella no podía verlo a través del teléfono, David frunció el cejo.
—Sin su testimonio, es más probable que pueda producirse alguna injusticia. Su testimonio puede ser decisivo a la hora de limpiar su nombre.
—¡Paparruchas! Es tu responsabilidad asegurarte de que se haga justicia. Me sorprende que hayas admitido esa demanda. Me sorprende mucho. Y deja de fruncir el cejo, David. Puedo verte refunfuñando desde aquí.
Él reprimió una maldición en lituano.
—Entonces, ¿se niega a responder a mis preguntas?
—¿Estás sordo o te has vuelto intelectualmente perezoso en tu búsqueda de poder administrativo? Ya te he dicho que me niego a colaborar. Ya no trabajo para la universidad. Estoy jubilada. Además, pienso sacar el tema esta noche, en la cena en casa del rector. Estoy segura de que le encantará enterarse de a qué se dedican los profesores de su universidad.
»Y, por si no lo recuerdas, la cena es en honor de Mary Asprey, la famosa novelista. Como antigua alumna que es, sé que siempre le interesan los asuntos de su alma máter, particularmente las maquinaciones de tipo patriarcal. Me preguntó qué opinará del tema.
Y, con esas palabras, la profesora colgó el teléfono.

CAP 19 (PARTE 2)
Cuando Tom y ____ llegaron por fin al hotel Turtle Inn, de Belice, ya era tarde y las estrellas habían empezado a hacer su aparición. Mientras Tom pedía que les subieran cena a la habitación, ____ exploró sus dominios, una cabaña privada en una playa aislada.
Las paredes eran blancas, con la excepción de una puerta plegable de paneles de teca, que daba acceso al porche cubierto. Los techos eran una mezcla de bambú y paja, y la gran cama, que ocupaba el centro de la habitación, estaba protegida por una gran mosquitera. Le encantó especialmente la ducha al aire libre y la bañera japonesa situada en un lateral del porche.
Mientras Tom trataba de hacerse entender por teléfono con el personal de la cocina, ____ se desnudó rápidamente y se dio una ducha. Mientras lo hacía, tenía ante sí
el océano. Pero como era de noche y la playa era privada, no había peligro de que nadie la viera, aparte de su amante.
—Nos traerán la cena dentro de una hora. Siento que no pueda ser antes. —Se pasó la lengua por los labios al ver que ____ se acababa de poner el albornoz.
Él llevaba una camisa blanca de lino, con varios botones abiertos. Las mangas remangadas dejaban a la vista sus fuertes antebrazos. También se había subido los bajos del pantalón color caqui e iba descalzo.
(Entre paréntesis, hay que decir que incluso sus pies eran atractivos.)
—¿Quieres que vayamos a dar un paseo por la playa?
—Me apetece más otra cosa.
Sonriendo, ____ tiró de él hasta llegar a la cama. Una vez allí, le dio un empujón para que se sentara.
Él la agarró por el cinturón del albornoz.
—Me conformo con que nos relajemos un poco. Ha sido un viaje largo. —Su expresión solemne le indicó que hablaba en serio, lo que la sorprendió.
—Te he echado mucho de menos —admitió ____, con un susurro ronco.
Tom tiró de ella hasta que quedó entre sus piernas. Rodeándola con los brazos, la sujetó por el trasero.
—Podemos dormir hasta que llegue la cena. No hay prisa.
____ puso los ojos en blanco.
—Tom, quiero que me hagas el amor. Si no te apetece, me dices que no y listos.
Él sonrió divertido.
—Nunca le diría que no, señorita Mitchell.
—Bien. En ese caso, dame cinco minutos, profesor Kaulitz.
Tom se dejó caer de espaldas sobre la cama, con los pies en el suelo. Le encantaba que ____ se mostrara tan segura de sí misma. Con una sola frase, lo había excitado tanto que incluso le resultaba doloroso.
Aunque se le hizo muy largo, sólo habían pasado unos minutos cuando ella volvió a aparecer, con su regalo de Navidad puesto. El raso negro acentuaba el rosado natural de su piel, mientras que las cintas del corsé le marcaban las curvas del pecho y la cintura. Tom se quedó boquiabierto admirando el reloj de arena en que se había convertido el torso de ____.
Fue bajando la vista por las bragas de encaje y las medias de seda negras sujetas con liguero. Unos gloriosos zapatos de tacón asimismo negros completaban el conjunto.
A él se le aceleró el corazón al fijarse en los zapatos.
Bonsoir, professeur. Vous allez bien? —ronroneó ____.
Tom estaba tan absorto en lo que estaba viendo, que tardó unos momentos en darse cuenta de qué la había impulsado a hablarle en francés.
Se había puesto su boina.
Cuando sus ojos se encontraron al fin, él tragó saliva con dificultad. Haciendo un mohín, ____ se quitó la boina provocativa y se la lanzó, mientras se acercaba a la cama muy lentamente.
—Me encanta mi regalo de Navidad, profesor.
Tom volvió a tragar saliva, incapaz de decir nada.
—¿Has visto la parte de atrás? —preguntó ella, volviéndose y mirándolo por encima del hombro.
Él alargó un dedo para acariciar las cintas que le ataban el corsé, hasta llegar a las bragas de encaje, que le cubrían las nalgas respingonas.
—Ya basta de provocarme, señorita Mitchell. Venga aquí, vamos. —Dándole
media vuelta, tiró de ella y unió sus bocas en un beso apasionado—. Tú eres mi regalo y voy a tomarme mi tiempo en desenvolverte. Menos los zapatos. Espero que sean cómodos.
Tras diez minutos llamando a la puerta, el camarero volvió a la cocina con la cena y esperó instrucciones.
Pero las instrucciones nunca llegaron.
Pasada la medianoche, la música seguía sonando en la habitación. La nueva lista de reproducción de Tom incluía canciones de Sarah MacLachlan, Sting y Matthew Barber. ___ estaba tumbada boca abajo, entre las sábanas revueltas, soñolienta y satisfecha. Las sábanas dejaban al descubierto su espalda hasta los dos preciosos hoyuelos de la parte baja de la misma.
Tom había colocado la sábana artísticamente, para que cubriera parte de su trasero, y había preparado la cámara. De pie junto a la cama, fue tomando fotos y más fotos hasta que ella bostezó y se estiró como un gato.
—Eres exquisita —le dijo, dejando la cámara y sentándose a su lado.
____ lo miró feliz, mientras él le acariciaba la espalda.
—Cuando amas a alguien, no ves sus defectos.
—Supongo que eso es verdad, pero tú eres preciosa.
Ella se volvió de lado para verlo mejor y se abrazó a una almohada.
—El amor hace que lo veamos todo hermoso.
La mano de él se detuvo y sus labios se contrajeron en una mueca.
—Sí, Tom —afirmó ____, respondiéndole a la pregunta que no se había atrevido a formular—, tú eres hermoso a mis ojos. Cuanto más te conozco, más cuenta me doy de cómo eres en realidad y más hermoso me pareces.
Él la besó con suavidad, acariciándole el pelo. Era el beso de adoración de un amante adolescente.
—Gracias. ¿Tienes hambre?
—Sí.
Él miró hacia la puerta.
—Me temo que nos hemos quedado sin cena, porque cuando la han traído estábamos ocupados con... un banquete de otro tipo.
—Ha valido la pena. Menudo banquete. Además, ahí hay una cesta de fruta.
___ se sentó en la cama y se cubrió el pecho con la sábana mientras Tom se acercaba a la gran cesta de fruta. En la cocina de la cabaña encontró una navaja suiza y, armado con ella y con un mango, regresó a la cama, tras cambiar la canción que sonaba.

CAP 19 (PARTE 3)
—Esta canción es mucho más adecuada —aseveró, con un brillo travieso en los ojos—. Ahora, túmbate.
A ____ se le aceleró el corazón.
—No vas a necesitar esto —dijo, arrancándole la sábana y echándola a un lado.
Ahora estaban los dos desnudos.
—¿Quién canta?
—Bruce Cockburn.
Tom empezó a cortar el mango a trozos, contemplando el cuerpo de ____ al mismo tiempo.
Ella lo miró con curiosidad.
—Un desayuno en cueros.
—Más bien un tentempié de medianoche en cueros.
Tom cortó una rodaja de mango. Unas gotas de jugo se le deslizaron por la mano y cayeron sobre el vientre de ella.
—Hum —murmuró él con una mirada traviesa—. Tendré que ocuparme de eso.
Cuando se inclinó hacia ella para darle el trozo de mango, ____ abrió la boca.
—Tienes una fijación con la comida —comentó, pasándose la lengua por los labios y abriendo la boca de nuevo para que le diera otro trozo.
Él se inclinó, haciéndole una respetuosa reverencia y sacando la lengua para lamer las gotas que habían caído sobre su estómago.
—¿Cómo dices? —preguntó al incorporarse.
____ hizo unos sonidos incoherentes.
—No lo considero una fijación—replicó él—, sino algo que me proporciona gran placer. Disfruto mucho cuidándote y hay algo muy sensual en compartir la comida con tu amante.
Evitando sus labios, le besó el hombro, probando su piel con la punta de la lengua. Luego, cuando cortó otro trozo de mango, unas cuantas gotas le cayeron sobre el pecho izquierdo.
—Maldita sea, qué torpe soy.
Le acarició las costillas, unas de sus zonas erógenas favoritas, antes de llevarse su pecho a los labios.
—Me estás matando —protestó ella, justo antes de que la húmeda boca de Tom se cerrara sobre su pezón.
—Creo recordar que yo también te dije eso una vez. Y tú me prometiste que sería una muerte dulce.
____ abrió la boca para indicarle que quería más.
—En este caso, creo que será una muerte pegajosa.
Tom le puso otro trozo de fruta en la boca y le acarició el labio inferior con el pulgar.
—Luego me ocuparé de eso, no te preocupes.
Sin avisar, ____ lo tumbó sobre la cama y se sentó sobre él. Sujetándole la cara, lo besó con avidez. Luego le arrebató el mango y la navaja y se llevó un trozo de fruta a la boca. Era la viva imagen de la tentación.
Él le dirigió una mirada ardiente y unió sus labios a los de ella, arrebatándole la fruta directamente de su boca.
—Hum —murmuró ____—. Por cierto, creo que no llegué a ver la cinta de seguridad del museo.
Estrujando un trozo de mango sobre el pecho de Tom, recogió el reguero de jugo con la lengua.
—Ajá —replicó él, con dificultad—. Yo sí lo he visto. Es un vídeo muy caliente.
—¿De verdad? —Echándose hacia atrás, se sentó sobre las piernas y, tras comerse otro trozo de mango, se lamió los dedos parsimoniosamente.
—Luego te lo enseñaré.
Tom la abrazó con fuerza antes de acariciarle la espalda una y otra vez. Cuando no pudo soportarlo más, lo tiró todo al suelo y la cogió en brazos.
—¿Adónde vamos? —preguntó ella, alarmada.
—A la playa.
—Pero ¡si estamos desnudos!
—Es una playa privada —la tranquilizó él, besándole la punta de la nariz mientras la llevaba hasta la orilla.
—Igualmente alguien podría vernos —protestó ____, mientras entraban en el agua.
—Apenas hay luna. Si hubiera alguien por aquí cerca, sólo vería tu silueta. Y menuda visión.
Tom la besó con calma, adorando su cara y su cuello con los labios, mientras las suaves olas rompían contra ellos. Luego la dejó en el suelo para apretarse contra ella.
—¿Ves lo bien que encajamos? —le susurró—. Hacemos una pareja perfecta.
Se lavaron el uno al otro con agua de mar. ____ no pudo resistir la tentación de inclinarse sobre su pecho para besarle el tatuaje. El sabor de su piel mezclado con la sal del océano era irresistible.
Mientras la besaba en el cuello, ____ sintió que sonreía.
—¿Has visto la película De aquí a la eternidad?
—No —respondió ella.
—En ese caso, tendré que hacerte una demostración.
Dándole la mano, la llevó hasta la orilla, se tumbó de espaldas y le indicó que se tumbara sobre él.
—¿Aquí? —preguntó ____, con el corazón desbocado.
—Sí, aquí. Quiero estar dentro de ti, pero no quiero que la arena te lastime la piel.
Tiró de su mano y la besó ávidamente, mientras las olas chocaban contra sus pies entrelazados. Cuando poco después alcanzaron el éxtasis, la luna sonrió desde el cielo.
A la mañana siguiente, una típica tormenta tropical barrió la zona. Mientras las gotas de lluvia golpeaban el techo de la cabaña, ellos dos hacían pausadamente el amor en la cama cubierta por la mosquitera de gasa. El golpeteo regular de la lluvia les marcaba el ritmo.
Más tarde, Tom sugirió que se limpiaran el sudor y la humedad ambiental en la bañera del porche. Entre burbujas con aroma a vainilla, ___ se apoyaba en el pecho de Tom, que la abrazaba sentado detrás de ella. Entre sus brazos, casi era capaz de olvidar las dificultades que los aguardaban en Toronto.
Con él se sentía a salvo. No es que fuera un hombre poderoso, aunque su riqueza aumentaba sus posibilidades de defensa. Pero lo que la hacía sentir segura era la actitud con que se había enfrentado a sus enemigos, primero Christa y luego Simon. La misma actitud con que le había recriminado a su padre que no se hubiera ocupado de ella durante su infancia.
____ había descubierto que la cama era un lugar donde las debilidades quedaban al descubierto. Y había descubierto también los secretos de la desnudez de los cuerpos y de la intimidad entre los amantes; el deseo, la necesidad que quema y lo profunda que puede ser la satisfacción. Y sabía que Tom la amaba y quería protegerla. Entre sus brazos se sentía segura por primera vez en la vida.
—Cuando era pequeño, los sábados por la mañana eran mi momento favorito de la semana —dijo él, interrumpiendo sus reflexiones.
—¿Por qué? —preguntó ____, recorriéndole la palma de la mano con un dedo.
—Mi madre dormía la mona y yo podía mirar dibujos en la tele. Eso era antes de que nos cortaran la conexión de la tele por cable. —Tom sonrió melancólicamente a su espalda y ____ se esforzó por no llorar por aquel niño cuya única felicidad eran unas horas de dibujos animados.
—Me preparaba yo el desayuno. Tomaba cereales con leche fría o tostadas con mantequilla de cacahuete. —Negó con la cabeza—. Cuando se acababa la leche, que era a menudo, usaba zumo de naranja.
—¿Estaba bueno?
—No. Estaba asqueroso. Ni siquiera era zumo de naranja natural, sino Tang. —Le acarició la cabeza, ausente, antes de continuar—: Estoy convencido de que cualquier
psiquiatra encontraría una conexión entre las privaciones de mi infancia y mi gusto por los objetos caros.
____ se volvió impulsivamente y le rodeó el cuello con los brazos, provocando un maremoto en la bañera.
—Eh, ¿a qué viene esto?
—A nada. Es que te quiero tanto que no puedo soportarlo.
Él la abrazó cariñosamente.
—Todo eso pasó hace treinta años. Grace fue una buena madre para mí. Por eso me duele tanto no haber estado a su lado cuando murió. No pude despedirme.
—Ella lo sabía, Tom. Sabía lo mucho que la querías.
—Creo que tu infancia fue peor que la mía —dijo él. ___ apoyó la cara en su hombro, pero no dijo nada—. Si la maldad vuelve fea a la gente, tu madre debió de ser horrible. Mi madre no se ocupaba de mí, pero nunca me trató con crueldad.
Entonces hizo una pausa, preguntándose si debía abordar el tema que ambos estaban evitando. Finalmente decidió hacerlo.
—Cuando conocí un poco más a Christa, me pareció fea. Estoy en deuda contigo por haber impedido que me acostara con ella. Aunque quiero creer que, incluso estando borracho, habría sido capaz de rechazarla.
____ se apartó un poco y empezó a juguetear con un mechón de pelo.
Tom le sujetó la barbilla y le volvió ligeramente la cara.
—Háblame.
—Es que no me gusta pensar en ti y en Christa juntos.
—En ese caso, menos mal que nos separaste a tiempo.
—Quiere hundir tu carrera.
—La verdad saldrá a la luz. Me dijiste que Paul conocía sus intenciones. Espero que acabe marchándose de la universidad y nos deje en paz.
—No quiero que suspenda —dijo ____ en voz muy baja—. Si me alegrara de su desgracia, sería igual de fea que ella.
La expresión de Tom se endureció.
—Ha sido mezquina contigo en más de una ocasión. Deberías haberla mandado a la mierda la primera vez.
—Ya soy mayorcita para ir insultando a la gente, se lo merezcan o no. Ya no estamos en la guardería.
Él le dio un golpecito en la nariz con un dedo.
—¿Y quién te ha enseñado a pensar así? ¿Lo aprendiste en Barrio Sésamo?
—Son las ventajas de una educación católica —murmuró ella—. Bueno, también es mérito de Lillian Hellman.
—¿A qué te refieres?
—Lillian Hellman escribió una obra llamada The Little Foxes. En ella, una niña le dice a su madre que algunas personas lo devoran todo a su paso, como las langostas, mientras que otras no hacen nada para impedirlo. La niña le promete no quedarse sin hacer nada. En vez de observar la maldad de Christa, nosotros la tenemos que atacar con algo más fuerte, como la caridad.
—La gente no te valora lo suficiente, ____. Y no puedo evitar que me duela cuando veo que alguien no te trata con el respeto que te mereces.
Ella se encogió de hombros.
—Siempre habrá Christas en el mundo. Y algunas veces nosotros mismos nos convertimos en Christas.
Tom le apoyó la barbilla en el hombro.
—He cambiado de opinión sobre ti.
—¿Ah, sí?
—No eres una seguidora de Dante, eres una franciscana.
____ se echó a reír.
—Dudo que los franciscanos dieran su bendición a una mujer soltera practicando sexo en una bañera al aire libre.
—Hum, me gusta como suena eso.
Ella negó con la cabeza y le acarició las cejas con un dedo, una tras otra.
—Me gusta imaginarte como un niño pequeño, dulce y curioso.
Él resopló.
—No sé si era dulce, pero curioso, te aseguro que sí. Las niñas, sobre todo, me despertaban mucha curiosidad.
Se inclinó hacia ella para darle un beso en los labios. Al apartarse, ____ sonrió.
—¿Lo ves? Un chico capaz de besar así, no puede ser mala persona. San Francisco daría su aprobación.
—Siento decirte que tu querido san Francisco no siempre tenía razón. Hay un pasaje en el Infierno en el que discute con un demonio por el alma de Guido da Montefeltro. ¿Lo conoces?
Cuando ella negó con la cabeza, Tom se lo recitó en italiano:
Francesco venne poi com’io fu’ morto, (Francisco vino a buscarme, cuando estaba muerto,) per me; ma un d’i neri cherubini (pero uno de los querubines negros) li disse: “Non portar: non mi far torto. (le dijo: «No te lo lleves; no te equivoques».)
Venir se ne dee giù tra ‘ miei meschini (Él debe quedarse aquí, entre mis servidores) perché diede ‘l consiglio frodolente, (porque dio un consejo fraudulento,) dal quale in qua stato li sono a’ crini; (desde ese momento, no lo he perdido de vista;) ch’assolver non si può chi non si pente, (porque no se puede absolver al que no se arrepiente,) né pentere e volere insieme puossi (y tampoco puede uno arrepentirse y seguir queriendo hacer lo mismo) per la contradizion che nol consente. (porque es una contradicción que no puede consentirse.)
—Así que ya ves, ____. Hasta san Francisco se equivocó alguna vez al juzgar el carácter de las personas. Pensó que el alma de Guido debía estar en el Paraíso.
—Sí, pero era muy propio de san Francisco pensar lo mejor de alguien. No me extraña que creyese que el arrepentimiento de Guido había sido sincero —protestó ella— ni que luchara por su alma, aunque se equivocara.
—Se rindió demasiado pronto.
—¿Tú crees?
Tom la miró fijamente.
—Si yo bajara en busca de tu alma, ni todos los querubines negros juntos
podrían apartarme de ti.
Un escalofrío recorrió la espalda de ____.
—Haría lo que fuera necesario por salvarte —añadió él y, en ese momento, su expresión y el tono de su voz no admitían discusión—. Incluso aunque tuviera que pasar la eternidad en el infierno con tal de lograrlo.
Pasaron su último día de vacaciones bañándose en el mar, tomando el sol y luego relajándose a la sombra, mientras Tom bebía una cerveza y ____, un refresco con sombrillita. Pasado un rato, ella se adormiló en la tumbona, con la pamela tirada sobre la arena.
A Tom le encantaba observarla mientras dormía. Le gustaba ver cómo su pecho subía y bajaba al ritmo de su respiración. Y cómo sus labios se movían con algún suspiro ocasional. Se la veía tan relajada... Estaba seguro de que a Grace le habría encantado saber que eran pareja. Sin duda, a aquellas alturas ya lo estaría presionando para que le regalara un anillo y empezaran a elegir la vajilla.
Durante el fin de semana, había habido varios momentos en los que había estado a punto de ponerse de rodillas para pedirle que se casara con él. Pero no era muy amigo de los clichés y, además, estaba preocupado por el futuro. Lo más probable era que estuvieran a punto de verse metidos en un escándalo que podía poner en peligro su propia carrera y el acceso de ___ a Harvard.
Incluso si la demanda era desestimada, ella tenía que completar los cursos y el proyecto de tesis sin más distracciones. Se merecía disfrutar de la experiencia universitaria en Harvard sin la presión de tener que preparar una boda.
Por otra parte, su propio futuro también estaba por definir. No estaba claro que le concedieran el año sabático. eso, siempre y cuando superara el obstáculo de la demanda de Christa, claro.
A pesar de que las palabras «Cásate conmigo» acudieron a sus labios en varias ocasiones, las reprimió. Ya habría un momento y un lugar más adecuados. El mejor sería sin duda el huerto de manzanos, un sitio sagrado para ambos. Además, Tom suponía que sería un gesto de buena educación informar a John de sus intenciones antes de hablar con ____.
Lo único que tenía claro era que quería que fuera su esposa. Y no importaba lo que trajeran los próximos meses: lo conseguiría.
Esa misma noche, se sentía pletórico gracias a la contemplación de ____ y al efecto que su compañía tenía sobre él. Acababan de regresar del restaurante del complejo y ella se dirigía al cuarto de baño para desmaquillarse, pero Tom la agarró de la muñeca y la llevó hacia la cama.
Empezó a desvestirla y a besarla suavemente, con los ojos brillantes de devoción y deseo. Mientras sus manos se tomaban su tiempo, acariciando sus hombros y sus brazos, empezó a hacerle promesas, mientras ella se arqueaba contra su cuerpo.
Tumbándose en la cama, tiró de ella hasta que quedó sentada a horcajadas sobre él y entonces la miró con una mezcla de deseo y admiración.  ____ movió las caderas para provocarlo un poco, cerrando los ojos para que las sensaciones pasaran a primer plano.
Al cabo de unos minutos, Tom la tumbó de espaldas y se arrodilló entre sus piernas. ___ gritó cuando la penetró.
—¿Estás bien?
—Hum —respondió—. Me has sorprendido. —Lo sujetó de las caderas, animándolo a penetrarla más profundamente.
____ sabía que a Tom le gustaba tenerla encima. Disfrutaba mirándola,
acariciándola, provocándola. Nunca se olvidaba de decirle lo sexy que era, porque sabía que, a pesar de que habían pasado unos meses desde su primera vez, seguía sintiéndose insegura cuando estaba desnuda. Por eso la sorprendió que esa vez él cambiara de postura, cubriéndola con su cuerpo y besándole el cuello.
Poco después, él le sujetó la cara con una mano, mirándola con desesperación.
—¿Tom?
Él cerró los ojos y negó con la cabeza antes de volver a abrirlos.
____ ahogó una exclamación ante todo lo que se reflejaba en su mirada: inseguridad, pasión, esperanza, deseo y necesidad. Echó la cabeza hacia atrás y gruñó de placer.
—Te necesito —susurró Tom, intensificando sus movimientos—. No puedo perderte.
La respuesta de ella, cada vez más cercana al éxtasis, se perdió entre sus gemidos.
—¡Ah... ah... maldita sea! —exclamó él, al ver que no podía aguantar más y consciente de que ____ no había llegado todavía al orgasmo.
Siguió moviéndose, con la esperanza de que ella lo siguiera, pero no fue así.
—Maldita sea —repitió—. Lo siento —se excusó luego, ocultando la cara en su hombro.
—No pasa nada. Me ha gustado. —____ enredó los dedos en su pelo y jugueteó con él antes de besarlo en la mejilla—. Y me alegro de que tú hayas llegado.
Tom refunfuñó, malhumorado Y poniéndose de lado, empezó a acariciarla entre las piernas, pero ella juntó las rodillas.
—No hace falta...
Él la miró con determinación.
—Sí.
____ le cubrió la mano con la suya para detenerlo.
—No vas a perderme por no hacerme llegar al orgasmo cada vez.
Tom hizo una mueca.
—Es muy violento para mí.
—La vida es dura —dijo ella bromeando y le besó la nariz—. No espero que seas perfecto, ni en la cama ni fuera.
—Dios te bendiga por eso. —La besó mientras ____ se acurrucaba entre sus brazos—. Pero eso no quiere decir que no pueda intentarlo.
—Bueno, si insistes, hay algo que sí podrías hacer por mí...
Tom se movió con tanta rapidez que ella se sintió dividida entre la sorpresa y las ganas de echarse a reír. Pero en cuanto sus dedos empezaron a acariciarla una vez más, se le pasaron las ganas de reír de golpe.
Esa noche, Tom estaba tumbado en la cama, con ____ apoyada en su pecho, él le rodeaba la cintura con un brazo.
—¿Eres feliz? —le preguntó en la oscuridad, atenuada sólo por la luz de las velas, mientras le acariciaba el pelo.
—Sí, ¿y tú?
—Más de lo que pensaba que pudiera ser posible.
____ le besó el pecho y sonrió.
—Las cosas parecen... distintas desde que volvimos de Italia —continuó él, acariciándole el cuello y los hombros.
—Somos muy afortunados. Nos tenemos el uno al otro. Me espera Harvard y, por otra parte, la doctora Nicole me ha ayudado mucho. Siento que finalmente las piezas
empiezan a encajar.
—Me alegro —susurró Tom—. ¿Y estás satisfecha, en general, de cómo hacemos el amor?
_____ levantó la cabeza y lo miró. Él no podía disimular la preocupación.
—Por supuesto —respondió con una sonrisa irónica—. ¿No se nota?
—Se nota que tu cuerpo está satisfecho. Pero tu cuerpo no es tu mente, ni tu corazón.
Parecía avergonzado y ella se arrepintió de haberlo mirado con ironía.
—Lo de esta noche ha sido un caso excepcional. Una anomalía. Pero aunque no lo fuera, estoy segura de que lo solucionaríamos. ¿Y tú? ¿Estás satisfecho de cómo hacemos el amor? —preguntó ella a su vez, con timidez.
—Mucho. Siento que algo está cambiando. La conexión es más profunda. —Se encogió de hombros—. Me preguntaba si tú también lo habías notado.
—A veces me parece que esto es un sueño. Créeme, soy muy feliz. —Se inclinó para besarlo antes de volver a apoyar la cabeza en su pecho—. ¿Por qué me preguntas esas cosas?
—¿Dónde te ves en el futuro?
—Quiero ser profesora. Y quiero estar contigo —respondió, en voz baja pero decidida.
Tom retorció la sábana entre los dedos.
—¿No preferirías encontrar a un buen hombre que pudiera darte hijos?
—No puedes preguntarme si soy feliz y al momento siguiente intentar apartarme de ti.
Al ver que él no decía nada, lo sujetó por la barbilla y lo obligó a mirarla a los ojos.
—No. No quiero encontrar a un buen hombre que pueda darme hijos. Quiero tener un hijo contigo.
Tom la miró, incrédulo.
—Sinceramente, no sé si alguna vez estaremos lo bastante sanos mentalmente como para abrirle nuestro hogar a un niño —explicó ella—. Pero si lo hacemos, estoy segura de que encontraremos a un niño o a una niña perfecto para nosotros. Grace y Richard te adoptaron. Podríamos hacer lo mismo. —Entonces ____ hizo una mueca y añadió—: A menos que no quieras adoptar. O que no quieras hacerlo conmigo.
—Por supuesto que quiero. —La intensidad de su voz era similar a la de su mirada—. Me gustaría hacerte promesas, pero creo que es mejor que esperemos un poco antes de tener esa conversación. ¿Te preocupa? —Alargó la mano y le rozó uno de los pendientes de brillantes.
____ no necesitó que nadie le tradujera el gesto.
—No.
—No quisiera que pensaras que tengo dudas sobre mis sentimientos —insistió él.
—Soy tuya. Del todo. Y me alegro de que no tengamos que separarnos el curso que viene. La idea de perderte me suponía una tortura.
Tom asintió como si lo entendiera.
 —Ven aquí, ____. Deja que te adore.



HOLA!!! AQUI ESTA POR FIN EL CAPS 19 :D .. UNA DISCULPA ENSERIO PERO ANDO ATAREADA :(( USTEDES ME COMPRENDEN, A MI EN VERDAD NO ME GUSTA DEJARLAS SIN CAPS PERO ASI TIENE QUE SER, NO ME DA TIEMPO LA NETA, ASI QUE DISCULPENME. BUENO ME DESPIDO, YA SABEN 4 O MAS CAPS Y AGREGO :)) ADIOS Y QUE TENGAN BONITA NOCHE Y DIAS :))

7 comentarios:

  1. Ay!! La profesora Picton tiene q ir a declarar si o siii..
    Crista q pruebas tiene del "acodo" esta mierda se inventara.. O falsificara.. Que corajeee!!

    Siguelaa Virgii te entiendo.. Nosotras te comprendemos :)

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  2. Diossss la parte de la bañera ha sido preciosaaa me ha encantado esa parte *-* y las vacaciones de san valentín y el ya piensa en casarseeeeeee morí de amorrr♥♥♥♥♥♥♥ y la crista esa me caeeeee fataaaaal, pero si tom siempre la rechazó como se le ocurre denunciarlo por acosos aggghhh esta locaaaaaaa me cae fatal no, lo siguiente, también denunciar a _______ de copiarr... espero que la profesora picton diga que es mentira y que es una buena alumna... porque si no.... ayyy que interesante estaaaaa
    Siguela porfa

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  3. Wow q cap tan largo jejeje gracias virgi, me encanto, yo sabia q Christa los iba a intentar separar como se le ocurre a ella acusarlo de acoso sexual me cae super mal esa vieja jum.. la profesora Picton tiene q declarar, ella tiene q hacer algo al respecto.. tan bellos Tom y (Tn) tuvieron relaciones de nuevo me alegro mucho y ademas q este cap me dejo impactada :O me fascino, espero el proximo virgiii y si puedes subelo hoy pleaseeee..

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