CAP 27
Tom se refugió en el servicio
de caballeros tan pronto como ____ se marchó. No podía arriesgarse a llamarla,
ya que Jeremy podía entrar en cualquier momento, pero dudaba que hubiera
entendido su mensaje de despedida. Abriendo el agua para camuflar el ruido, le
envió un breve correo electrónico aclaratorio.
Al acabar, se guardó el iPhone
en la chaqueta y salió al pasillo, fingiendo estar más hundido y derrotado de
lo que lo estaba.
Al acercarse a los dos hombres
que lo esperaban, el teléfono de Jeremy empezó a sonar.
Cuando ____ se despertó a la
mañana siguiente, el aturdimiento del día anterior había desaparecido. El sueño
le habría servido para descansar de la realidad, de no ser por las pesadillas.
Había tenido varias y en todas ellas aparecía el huerto donde se había
despertado sola aquella mañana tan lejana. Soñaba que se despertaba de nuevo
sola y perdida y no sabía dónde encontrar a Tom.
Ya era casi mediodía cuando se
levantó para comprobar si tenía algún mensaje. Esperaba un SMS o un correo
electrónico, pero no había recibido nada.
Tom había actuado de un modo
tan extraño el día anterior. Por un lado le había dicho que lo que habían hecho
no había sido follar, pero por otro la había llamado Eloísa. No quería creerse
que la hubiese dejado usando un juego de palabras literario, pero no podía
quitarse de la cabeza que había pronunciado la palabra «adiós».
Se sentía traicionada, pues él
le había prometido que nunca la abandonaría. Por otra parte le parecía que
había aceptado muy fácilmente las exigencias del comité, a pesar de que ella ya
no era su alumna y, por tanto, la universidad ya no podía interferir en sus
vidas privadas.
No podía librarse de la horrible
sospecha de que Tom se había hartado de su relación y había aprovechado las
circunstancias para poner fin a la misma. La universidad le había ofrecido la
posibilidad en bandeja.
Si la ruptura con él hubiera
tenido lugar unos meses antes, ____ se habría quedado varios días en la cama.
Pero ya no era la misma persona. Ahora era mucho más fuerte, así que se levantó
y lo llamó al móvil para exigirle una explicación. Cuando le saltó el buzón de
voz, dejó un mensaje breve e impaciente en el que le pedía que la llamara.
Frustrada, fue a darse una
ducha, esperando que eso la ayudara a ver las cosas más claras. Pero, por
desgracia, en lo único que pudo pensar fue en la tarde en Italia en que Tom la
había duchado y le había lavado el pelo.
Después de vestirse, decidió
buscar su sexta carta para leer el cuarto párrafo. Tal vez allí encontrase
alguna pista sobre lo que estaba pasando.
Pero no estaba segura de a qué
se refería con lo de cartas. ¿En papel o también los correos electrónicos? Si
lo contaba todo, la sexta vez que se había puesto en contacto con ella por
escrito correspondía a una nota que le había dejado la mañana siguiente a su
horrible discusión en el seminario. Por suerte, la había guardado.
La buscó y empezó a leer:
*_____:
Espero que encuentres todo
lo que necesites.
Si no, Rachel llenó de cosas el tocador del cuarto de
baño de invitados. Usa lo que quieras.
Mi ropa
está a tu disposición.
Ponte un
jersey, hace un día frío.
Tuyo,
Tom*
Lo que menos
le apetecía a ____ en esos momentos era a ponerse a desentrañar mensajes en
clave. Sin embargo, leyó varias veces la cuarta frase, tratando de descifrar
qué quería decirle con eso de «Ponte un jersey, hace un día frío».
Tom le había
dejado su jersey verde de cachemira al principio de su relación, pero ella se
lo había devuelto. ¿Le estaba diciendo que mirara en la etiqueta de alguna de
las prendas de ropa que le había regalado? Las sacó todas del armario y las dejó
sobre la cama. Las examinó una por una, pero no encontró nada que le diera
ninguna pista al respecto.
¿Le estaría
diciendo sencillamente que se protegiera del frío de la soledad? ¿O que su amor
por ella se había enfriado?
Su enfado ganó
intensidad. Ya no estaba sólo enfadada, estaba furiosa. Fue a lavarse las manos
al lavabo y se vio en el espejo. La joven insegura que la había mirado meses
atrás desde aquel mismo espejo había desaparecido y su lugar había sido ocupado
por una mujer pálida y disgustada, con los labios fruncidos y los ojos
brillantes. Ya no era el tímido Conejito ni la Beatriz de diecisiete años. Era _____
Mitchell, estudiante universitaria a punto de empezar su doctorado y no pensaba
pasarse el resto de su vida recogiendo las migajas que los demás se dignaran
tirarle.
«Si quiere
decirme algo, que venga y me lo diga a la cara —pensó—. No pienso pasarme el
día jugando a buscar el tesoro, sólo para que él se sienta más tranquilo.»
Lo amaba, eso
era absurdo negarlo. Al ver el álbum de fotos que le había regalado por su
cumpleaños, supo que lo amaría el resto de su vida. Pero el amor no era excusa
para que la tratara con crueldad. Ella no era un juguete, una Eloísa que
abandonar cuando las cosas se ponían feas. Si iba a dejarla, quería que se lo
dijera claramente. Le daba de plazo hasta la hora de la cena.
Esa noche, se dirigió
a casa de Tom con la llave en el bolsillo. A cada paso que daba, iba
repitiéndose lo que pensaba decir. Se prometió que no lloraría. Sería fuerte y
le exigiría una explicación.
Al doblar la
esquina, vio que una mujer alta y rubia, impecablemente vestida, salía del
portal. La mujer miraba su reloj con impaciencia mientras el conserje paraba un
taxi.
_____ se
escondió detrás de un árbol, pero asomó la cabeza para seguir mirando.
Al principio
pensó que la mujer era Paulina. Al comprobar que no lo era, respiró aliviada.
Verla con Tom justo ese día habría sido devastador. No creía que él le hiciera
algo así. Se suponía que era su Dante. Se suponía que la amaba tanto que estaba
dispuesto a descender a los infiernos para protegerla; no que recibiría a
Paulina en su casa en cuanto ella saliera de su vida.
Nerviosa,
entró en el vestíbulo y saludó al conserje, que la reconoció en seguida. Sin
pedirle que avisara a Tom de su llegada, entró en el ascensor. Se estremeció al
pensar lo que encontraría en el piso unos instantes después.
Abrió sin
llamar. Si Tom estaba con otra mujer, prefería verlo con sus propios ojos. Pero
nada más entrar, vio que algo no iba bien. Aunque todas las luces estaban
apagadas, la puerta del armario del recibidor estaba abierta. El armario estaba
casi vacío y había perchas y zapatos tirados por el suelo. Era muy poco propio
de Tom dejar las
cosas desordenadas.
Encendió la
luz y dejó la llave en la mesita donde él siempre dejaba las llaves. Las suyas
no estaban allí.
—¿Tom? ¿Hola?
Al entrar en
la cocina, la sorprendió ver una botella de whisky vacía en el fregadero, al
lado de un vaso roto y de varios platos y cubiertos sucios.
Preparándose
para lo que pudiera encontrar, se acercó al salón. Vio una mancha en la pared,
al lado de la chimenea, y varios trozos de cristal rotos en el suelo. No le costó
mucho imaginarse a Tom tirando el vaso contra la pared en un arranque de furia,
pero le extrañó que no hubiera recogido los trozos, con los que alguien podía
cortarse.
Cada vez más
preocupada, se dirigió al dormitorio, donde se encontró cajones medio abiertos
y ropa tirada encima de la cama. El armario estaba en un estado parecido. Vio
que mucha de su ropa faltaba del armario, igual que la maleta grande.
Pero lo que la
dejó sin aliento fue ver las paredes. Había quitado todas las fotografías en
las que aparecían los dos y las había dejado sobre la cama, boca abajo.
Ahogó un grito
de horror al ver que también había descolgado el cuadro de Holiday de Dante y
Beatriz y lo había dejado sobre la cómoda, de cara a la pared.
Aturdida, se
sentó en una silla.
«Se ha ido.»
Se echó a
llorar, sin poderse creer lo fácil que le había resultado a Tom romper todas
sus promesas. Cuando se calmó un poco, buscó por todo el piso alguna nota o
alguna pista que le indicara adónde se había marchado. Al ver el teléfono, se
planteó llamar a Rachel, pero no podía soportar tener que contarle que su
relación había terminado.
Apagó las
luces y estaba a punto de marcharse cuando se acordó de una cosa. Regresó al
dormitorio, pero no encontró la foto que Rachel les había hecho en Lobby, meses
atrás. Una en la que se los veía bailando y Tom la estaba mirando con deseo.
No estaba en
su sitio habitual, sobre la cómoda. Pensó que tal vez él la hubiese roto, pero
no encontró los trozos en ninguna de las papeleras de la casa.
_____ no
entendía por qué Tom se había marchado, ni por qué lo había hecho sin darle una
explicación, pero empezaba a sospechar que las cosas no eran como ella se las
había imaginado.
Echando un
segundo vistazo al armario, se planteó llevarse su ropa, pero en seguida lo
descartó. Curiosamente, ya no sentía que esa ropa fuera suya.
Poco después,
estaba esperando el ascensor, sintiéndose maltratada y con el orgullo herido y
las lágrimas volvieron a rodar por sus mejillas. Buscó un pañuelo de papel para
sonarse, pero no le quedaba ninguno, lo que la hizo llorar con más ganas.
—Tome —dijo
una voz masculina a su espalda.
Ella aceptó
agradecida el pañuelo de tela, con las iniciales SIR bordadas en él. Tras
secarse los ojos, trató de devolvérselo a su dueño, pero éste hizo un gesto con
las manos, rechazándolo.
—Mi madre
siempre me regala pañuelos. Tengo docenas de ellos.
_____ alzó la
vista y se encontró con unos amables ojos castaños medio ocultos tras unos
anteojos sin montura. Reconoció a uno de los vecinos de Tom, que llevaba un
grueso abrigo de lana y una boina militar.
(Lo que, dada
su edad y su heterosexualidad, sólo podía indicar que era francocanadiense.)
Cuando el
ascensor abrió las puertas, el vecino le cedió el paso y entró tras ella.
—¿Le pasa
algo? ¿Puedo ayudarla? —preguntó con algo de acento, aunque no
muy marcado.
—Tom se ha
marchado.
—Sí, me crucé
con él cuando salía. —El hombre frunció el cejo al ver que los ojos se le
volvían a llenar de lágrimas—. ¿No se lo dijo? Pensaba que era su... —se
interrumpió y la miró expectante.
_____ negó con
la cabeza.
—Ya no.
—Lo siento.
Continuaron
descendiendo en silencio hasta la planta baja. Una vez más, cuando la puerta se
abrió, el hombre le cedió el paso.
_____ se
volvió hacia él.
—¿Sabe adónde
ha ido?
El vecino la
acompañó hasta la puerta de la entrada.
—No. Me temo
que no se lo pregunté. Estaba muy alterado, ¿sabe? —Inclinándose hacia ella,
susurró—: Apestaba a alcohol y estaba furioso. No me pareció que tuviera ganas
de charlar.
_____ le
dirigió una sonrisa llorosa.
—Gracias. Siento
haberle molestado.
—No ha sido
ninguna molestia. Me temo que no la avisó de que se marchaba, ¿no?
—No. —Volvió a
secarse las lágrimas con el pañuelo.
Él musitó algo
en francés. Algo que se parecía mucho a cochon.
—Si quiere,
puedo darle un recado cuando vuelva —se ofreció—. A veces pasa por casa cuando
se queda sin leche.
Tras unos
instantes, _____ tragó saliva.
—Dígale sólo
que me ha roto el corazón.
El hombre
asintió, incómodo, y se marchó.
Ella salió a
la calle y emprendió el camino de vuelta a casa sola.
Hola!! Bueno, se que el caps es muy corto pero ... estoy muerta de sueño, hoy estuve lavando ropa y me siento muy cansada, ademas de que madrugo por el trabajo, espero y me entiendan. La Historia se esta poniendo demaciado triste y siento mucho haberlas hecho llorar jajaja yo tambien llore ... y como no si te imaginas las cosas y aparte, te pones en el lugar de ambos protagonistas :(( es muy triste perder a alguien ... al principio no entenderan porque Tom hizo lo que hizo pero poco a poco veran todo con mas claridad ... Bueno sin mas que decir me despido, cuidense mucho ... Adios :))
Pero Tom no le habia mandado un mensajeee explicandole todoo??
ResponderBorrarPobre mi Tom el tambien sufre..
Siguelaaa Virgii :)
Te jurooo que volvi a llorar, soy muy sensibleee jajajajajaja pobre ______ que penita me da.... bueno y tom en el fondo también, pero hasta que no sepa porque se fue, no podre ser imparcial....
ResponderBorrarSubeeeee
ResponderBorrarSubeeeeee jajajajajaja
ResponderBorrarComo q Tom se fue?? y a donde??? xq??? no entiendo xq hizo eso, bueh supongo q lo sabre mas adelante :( pobre (Tn) Tom le roto el corazón y me imagino q ella estará pensando lo peor de el :( espero el proximo, este cap si me dejo muy triste :(
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