CAP 2 (PARTE 1)
Nerviosa, _____ se acercó a Tom, que la esperaba en la sala
de estar de la suite. Él se había ocupado de que la atendieran en la tienda
Prada de la ciudad y ella no se había hecho de rogar. Había elegido un vestido
de tafetán azul Santorini, con tirantes y escote de pico. La falda tenía mucho
vuelo y recordaba a los vestidos que llevaba Grace Kelly en la década de los
cincuenta. Le sentaba estupendamente.
Sin embargo, el encargado de la tienda había querido
modernizarlo con unos cuantos accesorios y le había aconsejado llevarse un
elegante bolso de mano de piel plateada y unos zapatos de tacón de piel color
mandarina, que a _____ le parecían peligrosamente altos. El conjunto se
completaba con un chal negro de cachemira.
Se detuvo ante él, con su pelo largo ligeramente ondulado y
los ojos brillantes. Se había puesto los pendientes y el collar de perlas de
Grace.
Tom estaba sentado en el sofá, haciendo unos retoques de
última hora a las notas de la conferencia. Al verla, se quitó las gafas y se
levantó.
—Estás impresionante. —La besó en la mejilla y la hizo dar
una vuelta para verla bien—. ¿Te gusta?
—Me encanta. Gracias, Tom. Sé que cuesta una fortuna.
Los ojos de él descendieron hasta los zapatos.
—¿Pasa algo? —preguntó ella, parpadeando, la viva imagen de
la inocencia.
Tom carraspeó sin apartar la vista de sus pies.
—Esos zapatos... son...
—Bonitos. Sí, lo sé —se burló ella, disimulando la risa.
—Decir bonitos es quedarse corto —replicó él, con la voz
ronca.
—Bueno, profesor Kaulitz, si me gusta la conferencia, tal
vez pueda dejármelos puestos... cuando volvamos.
Tom se enderezó la corbata y esbozó una sonrisa arrogante.
—¿Ah, sí? Pues ya me aseguraré de que le guste la
conferencia, señorita Mitchell. Aunque tenga que repetirla especialmente para
usted, entre las sábanas.
Al ver que se ruborizaba, la abrazó.
—Tenemos que irnos —dijo, dándole un beso en la coronilla.
—Espera. Tengo un regalo para ti.
Tom desapareció y regresó con una cajita con la marca de
Prada en la tapa.
Él pareció francamente sorprendido.
—No tenías que traerme nada.
—Lo sé, pero quería hacerlo.
Tom sonrió mientras la destapaba. Al retirar el papel de
seda, vio una corbata de color azul Santorini, con un estampado casi invisible.
—Es preciosa, gracias —dijo, dándole un beso en la mejilla.
—Hace juego con mi vestido.
—Ahora todo el mundo sabrá que nos pertenecemos el uno al
otro.
Se quitó la corbata verde que llevaba y empezó a ponerse la
que ella le había regalado.
Tom llevaba el traje nuevo que le había encargado a su
sastre favorito de la ciudad. Era negro, con solapas sencillas y dos cortes en
la parte de atrás. _____ se quedó admirando el traje, pero lo cierto era que
prefería admirar al hombre que iba dentro.
«No hay nada más sexy que un hombre poniéndose la corbata»,
pensó.
—¿Te ayudo? —se ofreció, al ver que a Tom le costaba sin la
ayuda de un espejo.
Él asintió y se inclinó hacia adelante, apoyándole las
manos en la cintura. Ella le ajustó el nudo y le colocó bien el cuello de la
camisa. Al acabar, le deslizó las manos por las mangas hasta llegar a los
gemelos que le sujetaban los puños.
Tom se la quedó mirando con la cabeza ladeada.
—Me pusiste bien la corbata cuando te llevé a cenar a
Antonio’s. Estábamos en el coche.
—Lo recuerdo.
—No hay nada más sexy que ver a la mujer que amas
arreglarte la corbata. —Le cogió las manos—. Han pasado muchas cosas desde ese
día.
Ella se puso de puntillas para darle un beso en los labios,
teniendo cuidado de no mancharlo de carmín.
Él le susurró al oído:
—No sé cómo voy a mantener a los florentinos alejados de ti
esta noche. Vas a tener que permanecer pegada a mí todo el rato.
_____ soltó un grito cuando él la levantó en volandas y la
besó con ardor, lo que hizo que tuviera que retocarse el pintalabios y que
ambos tuvieran que asegurarse de que estaban presentables antes de salir de la
habitación.
Tom no le soltó la mano durante el breve paseo hasta los
Uffizi y tampoco cuando entraron. Un caballero bastante rechoncho, con una
pajarita estampada, los guió hasta la segunda planta tras presentarse como
Lorenzo, el ayudante del dottore Vitali.
—Professore, me temo que lo necesitamos —dijo
Lorenzo, mirando las manos entrelazadas de Tom y _____.
Él la sujetó con más fuerza.
—Es por... ¿cómo lo llaman? ¿Lo de la pantalla?
¿PowerPoint? —Lorenzo señaló hacia la sala, que empezaba a llenarse de gente.
—La señorita Mitchell tiene un asiento reservado —dijo Tom,
irritado con Lorenzo por su manera de ignorar a _____.
—Sí, professore, me encargaré personalmente de
acompañar a su fidanzata a su sitio. —Y saludó a _____ respetuosamente
con una inclinación de cabeza.
Ella abrió la boca para sacarlo de su error, pero en ese
momento Tom le besó el dorso de la mano, murmurando una promesa contra su piel.
Un instante después, había desaparecido y Lorenzo la acompañó a su lugar de
honor en la primera fila.
Una vez aposentada, se entretuvo mirando a su alrededor. Se
fijó en lo que parecían ser miembros de la jet set florentina, mezclados
con académicos y autoridades locales. Se alisó la falda, disfrutando del
susurro del tafetán. Los invitados, que iban muy arreglados, estaban rodeados por
una nube de fotógrafos. _____ se alegró de haberse comprado el vestido nuevo.
No quería que Tom tuviera que avergonzarse de ella en un acto tan importante.
La conferencia iba a tener lugar en la sala Botticelli,
dedicada a las principales obras del autor. De hecho, el atril estaba situado
entre El nacimiento de Venus y La Virgen de la granada, mientras
que La primavera quedaba a la derecha del auditorio. El cuadro que
debería haber ocupado la parte izquierda había sido retirado y en su lugar
habían colocado una gran pantalla, donde se proyectarían las imágenes del
PowerPoint de Tom.
_____, consciente del honor que suponía dar una conferencia
en un lugar tan especial, rezó una breve plegaria de agradecimiento. Durante su
viaje de estudios a Florencia, había visitado aquella sala al menos una vez por
semana. Las obras de Botticelli la inspiraban y relajaban al mismo tiempo.
La tímida estudiante que era en aquella época no se habría
podido imaginar que dos años más tarde acompañaría a un renombrado especialista
en Dante a aquel mismo lugar.
Se sentía como si le hubiera tocado la lotería. No, era mil
veces mejor que eso.
Más de un centenar de personas abarrotaban la sala y
algunas tuvieron que quedarse de pie en la parte de atrás. _____ contempló a Tom
mientras le presentaban a varios invitados con aspecto de ser importantes.
Tom era un hombre muy atractivo, alto y guapo, con una
belleza de facciones muy marcadas. Las gafas de montura negra y el traje oscuro
le sentaban muy bien.
Cuando otras personas se ponían delante y le impedían
contemplarlo, _____ se concentraba en su voz. Dedicaba un comentario amable a
todo el mundo y no parecía tener ninguna dificultad en pasar del italiano al
francés o al alemán (incluso su aleman era sexy).
Le subió la temperatura al recordar su cuerpo debajo del
traje. Lo rememoró desnudo y en tensión sobre ella y se preguntó si él tendría
recuerdos parecidos cuando la observaba.
Justo en ese momento, sus miradas se cruzaron y él le guiñó
un ojo. El brillo travieso de sus ojos le hizo pensar en el episodio de aquella
mañana en la terraza. Un agradable estremecimiento le recorrió la espalda.
Tom permaneció sentado educadamente, mientras el dottore
Vitali lo presentaba. Durante un cuarto de hora, el hombre detalló los
logros académicos del profesor Kaulitz. Si uno no se fijaba mucho, Tom
aparentaba estar relajado, casi aburrido, pero a _____ no se le escapaba su
nerviosismo. Lo delataba el modo compulsivo en que ordenaba las notas, que no
eran más que un esquema para su charla.
Tom había hecho algunos cambios de última hora. No podía
hablar de musas, de amor y de belleza sin hacer alguna referencia a la diosa de
ojos castaños que se había entregado a él con tanta valentía la noche anterior.
_____ era su inspiración. Lo había sido desde que tenía diecisiete años. Su
hermosura serena, su generosidad y su bondad le habían llegado al corazón.
Había llevado su recuerdo como un talismán contra los demonios de la adicción.
Ella lo era todo para él y quería que todo el mundo lo
supiera.
Tras muchos halagos y aplausos, Tom ocupó su lugar tras el
atril y se dirigió al público en un italiano fluido.
CAP 2 (PARTE 2)
—Mi conferencia de esta noche será poco ortodoxa. A pesar
de no ser experto en historia del arte, hablaré de la musa de Sandro
Botticelli, La bella Simonetta. Al pronunciar estas últimas palabras,
buscó a _____ con la mirada.
Ella sonrió, tratando de ocultar el rubor de sus mejillas.
Conocía la historia de Botticelli y Simonetta Vespucci. Simonetta era conocida
como la Reina de la Belleza en la corte florentina, antes de morir a la
temprana edad de veintidós años. Que Tom la comparara con ella era un halago
muy grande.
—Desde el enfoque de un profesor de literatura, la obra de
Botticelli es interesante porque en ella se encuentran varios arquetipos de
mujer. Desde un punto de vista histórico, se ha debatido mucho sobre el grado
de intimidad entre Simonetta y Botticelli y sobre hasta qué punto ella era la
verdadera fuente de inspiración de sus obras. Me gustaría pasar por alto esas
discusiones para que nos centráramos en una comparación formal de varios de los
personajes representados.
»En las tres primeras imágenes, reconocerán las
ilustraciones a tinta de Dante y Beatriz en el Paraíso.
Tom no pudo evitar admirarlas también, transportándose a la
primera visita de _____ a su casa. Fue la noche en que se dio cuenta de que
quería complacerla, porque
cuando era feliz era todavía más hermosa.
Mientras contemplaba la serenidad de la expresión de Beatriz,
la comparaba con la de _____ que, totalmente concentrada, admiraba el trabajo
de Botticelli con la cabeza ladeada. Tom quería que se volviera hacia él.
—Fíjense en el rostro de Beatriz —dijo, bajando la voz
mientras miraba a su amada a los ojos—. El rostro más hermoso...
»Empecemos con la musa de Dante y la figura de Beatriz.
Aunque estoy seguro de que no es necesario, permítanme recordarles que Beatriz
simboliza el amor cortés, la inspiración poética, la fe, la esperanza y la
caridad. Es el ideal de perfección femenina, inteligente, compasiva, vibrante,
con ese amor entregado que sólo puede venir de Dios. Ella inspira a Dante a ser
mejor persona.
Deteniéndose un momento, se pasó la mano por la corbata.
Aunque la tenía recta, fingió enderezársela. ____ parpadeó para que él supiera
que había recibido su mensaje.
—Ahora, fíjense en el rostro de la diosa Venus.
Todos los ojos en la sala, excepto los de Tom, se centraron
en El nacimiento de Venus. Él echó un rápido vistazo a sus notas mientras
los presentes disfrutaban de una de las obras más importantes de Botticelli.
—Parece que Venus tiene la cara de Beatriz. Repito que no
estoy interesado en hacer un análisis histórico de las modelos. Sólo les pido
que se fijen en las similitudes entre las figuras. Representan a dos musas, a
dos tipos ideales, uno teológico, otro terrenal. Beatriz es la amante del alma;
Venus es la amante del cuerpo. La bella Simonetta de Botticelli tiene
dos caras. Una es el amor que se sacrifica o ágape; la otra es el amor sexual o
eros.
La voz de Tom se volvió más ronca y _____ sintió que a ella
le subía la temperatura.
—En el retrato de Venus, el énfasis se pone en la belleza
física. A pesar de que representa el amor sexual, mantiene una evidente
modestia, cubriéndose con el cabello. Fíjense en su expresión recatada y en
cómo se cubre el pecho con la mano. Su timidez, en vez de disminuir el erotismo
del retrato, lo aumenta. —Se quitó las gafas para dar más fuerza a sus palabras
y miró a _____ fijamente—. Mucha gente no se da cuenta de que la modestia y la
dulzura de carácter tienen un gran potencial erótico.
_____ jugueteó con la cremallera del bolso para resistir el
impulso de removerse en la silla. Tom volvió a ponerse las gafas.
—El eros no es igual que la lujuria, según Dante. La
lujuria es uno de los siete pecados capitales. El amor erótico puede incluir el
sexo, pero no se limita a éste. El eros es el fuego del enamoramiento y del
afecto; lo que se conoce como «estar enamorado». Y créanme cuando les digo que
eros es muy superior a sus rivales en todos los aspectos.
_____ se fijó en el desprecio con que pronunciaba la
palabra «rivales», desprecio que subrayó con un movimiento de la mano. Tuvo la
sensación de que estaba descartando a todas sus anteriores amantes con un
simple gesto, mientras sus ojos cafeces seguían clavados en ella.
—Cualquier persona que haya estado enamorada conoce la
diferencia entre el eros y la lujuria. No hay comparación. La segunda es una
sombra del primero, una sombra vacía y frustrante.
»Por supuesto, podría objetarse que es imposible que una
sola persona sea a la vez la representación del ideal, tanto del eros como del
ágape. Pero permítanme que les diga que esa afirmación es una forma de
misoginia, ya que sólo un misógino puede decir que las mujeres tienen que ser
santas o seductoras, vírgenes o putas. Por supuesto que una mujer, o un hombre,
puede ser ambas cosas. La musa puede ser la amante tanto
del cuerpo como del alma.
»Miren por favor el cuadro a mi espalda, La Virgen de la
granada.
Una vez más, los ojos de los asistentes se volvieron hacia
otra de las pinturas de Botticelli. Tom vio con satisfacción que _____ se
acariciaba uno de los pendientes de diamantes, como si quisiera comunicarle que
entendía sus palabras y que las recibía con gusto. Como si comprendiera que él
le estaba revelando su amor por medio del arte. Sintió que el corazón se le
henchía de satisfacción.
—Volvemos a ver la misma cara repetida en la figura de la Madonna.
Beatriz, Venus y María, una trinidad de mujeres ideales, las tres con el mismo
rostro. Ágape, eros y castidad, una combinación embriagadora que haría que el
hombre más duro se desmoronara, si tuviera la suerte de encontrar a una mujer
que encarnara los tres tipos de amor.
Una tos que sonó sospechosamente burlona resonó en la sala.
Molesto por la interrupción, Tom fulminó con la mirada a alguien en la segunda
fila, sentado detrás de _____. El autor de la tos repitió su ofensa, lo que dio
pie a que se entablara una lucha cargada de testosterona entre Tom y el
italiano ofendido.
Consciente de que tenía un micrófono delante, Tom reprimió
el impulso de maldecir. Con una última mirada amenazadora a su detractor,
siguió con su conferencia.
—Hay personas que afirman que Eva fue tentada con una
granada y no con una manzana. Respecto a la obra de Botticelli, son muchos los
que ven en la granada un símbolo de la sangre de Cristo durante su martirio y
de la nueva vida que surge tras la resurrección.
»Para mí, la granada simboliza el fruto del Edén. La Virgen
es una segunda Eva, y el niño, un segundo Adán. Con la Madonna,
Botticelli se remonta a la primera mujer, el arquetipo de la feminidad, de la
belleza y de la compañera.
»Eva era la única compañía de Adán y, por tanto, simboliza
también el ideal de la compañera, es decir, la filia, el amor que surge de la
amistad. Es la clase de amor que se profesaban María y José.
Le falló la voz y se tomó un momento para beber agua antes
de continuar. Al comparar a Eva y a _____ se había sentido vulnerable, desnudo.
Se había remontado a la noche en que le había dado una manzana y había dormido
abrazado a ella.
El público empezó a murmurar, preguntándose por qué la
breve pausa para beber se estaba alargando tanto. Tom alzó la vista hacia su
amada. Necesitaba desesperadamente que ella lo entendiera.
Los labios de ____, rojos como el rubí, le sonrieron y Tom
soltó el aire que había estado conteniendo sin darse cuenta.
—La musa de Botticelli es santa, amante y amiga a la vez.
No es un cromo ni una fantasía adolescente. Es real, complicada y fascinante.
Una mujer digna de ser adorada.
»Se habrán dado cuenta de que el idioma griego ofrece la
posibilidad de hablar sobre los distintos tipos de amor con más precisión. Los
que quieran profundizar en el tema, encontrarán un interesante tratado escrito
por C. S. Lewis, llamado Los cuatro amores.
Tras carraspear, sonrió al auditorio.
—Por último, fíjense en el cuadro a mi izquierda, La
primavera. No nos extrañará encontrar los rasgos de la musa en el personaje
central, pero al fijarnos en Flora, a la derecha, vemos que de nuevo es muy
parecida a Beatriz, a Venus y a la Madonna.
»Lo más curioso es que Flora aparece dos veces en la obra.
Si desplazamos la vista hacia la derecha, la vemos embarazada de Céfiro, el
viento de poniente,
representado a la derecha de la imagen, cerniéndose sobre
la segunda aparición de Flora, que aquí es una ninfa del bosque. Su expresión
denota miedo. Está tratando de huir de su posible amante, mirándolo
aterrorizada. En cambio, cuando está embarazada, su expresión es serena. Su
miedo ha sido reemplazado por satisfacción.
_____ se ruborizó al recordar la amabilidad con que la
había tratado Tom la noche anterior. Había sido tierno y dulce y en sus brazos
se había sentido adorada. Al pensar en el mito de Céfiro y Flora se estremeció
y deseó que todos los amantes fueran tan delicados con sus amadas como Tom lo
había sido con ella.
—Flora representa la consumación del amor físico y la
maternidad. Es el ideal de afecto, de amor familiar, el tipo de amor que siente
una madre por su hijo, o entre amantes comprometidos, los que tienen una
relación que no se basa sólo en el sexo o el placer. La relación clásica de un
matrimonio de muchos años.
Sólo ____ se dio cuenta de que Tom se agarraba al estrado
con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Igual que sólo ella
se fijó en que la voz le temblaba ligeramente al pronunciar las palabras
«embarazada» o «maternidad».
Miró sus notas con el cejo fruncido y ella reconoció su
vulnerabilidad y tuvo que hacer un esfuerzo para no ir a abrazarlo. Impaciente,
empezó a mover la punta de uno de sus zapatos color mandarina.
Tom vio el movimiento y tragó saliva antes de seguir
hablando.
—En textos muy antiguos sobre La primavera, se
afirmaba que Flora era La bella Simonetta, la musa de Botticelli. Si eso
es cierto, una simple ojeada nos dice que Simonetta es también la inspiración
para Beatriz, Venus y la Virgen María, ya que las cuatro tienen los mismos
rasgos.
»Por lo tanto, tenemos a iconos de amor incondicional, amor
erótico, amor familiar y amistad, todos con la misma cara, la de Simonetta.
Para expresarlo de otra manera, podría decirse que Botticelli ve en su amada
musa los cuatro tipos de amor; los cuatro ideales de la feminidad: santa,
amante, amiga y esposa.
»Para acabar, debo regresar al punto de partida, Beatriz.
No es casualidad que la musa que hay detrás de una de las obras cumbre de la
literatura italiana tenga las facciones de Simonetta. Cuando un hombre se
encuentra con una persona como ella, con su belleza y su bondad, es imposible
que no quiera quedarse a su lado para siempre.
Tom recorrió el auditorio con una mirada solemne.
—Citando al poeta: «Aquí aparece mi bendición». Gracias.
Mientras Tom acababa la conferencia y el público aplaudía
con entusiasmo, _____ parpadeó para contener las lágrimas, emocionada.
El dottore Vitali retomó su lugar en el estrado, agradeciendo
al profesor Kaulitz su iluminador discurso, y un pequeño grupo de políticos
locales le ofrecieron varios obsequios, entre ellos un medallón con un grabado
de la ciudad de Florencia.
_____ permaneció en su asiento, esperando a que Tom fuera a
buscarla, pero varios especialistas en historia del arte se abalanzaron sobre
él para hacerle preguntas. (Consideraban muy atrevido que un profesor de
literatura se atreviera a analizar las joyas de la colección de los Uffizi.)
A regañadientes, finalmente se levantó y siguió a Tom y al
séquito de periodistas que se había agolpado a su alrededor. Cuando sus miradas
se encontraron, él le dedicó una sonrisa tensa antes de posar para los
fotógrafos.
CAP 2 (PARTE 3)
Frustrada, ella recorrió varias de las salas adyacentes,
admirando los cuadros, hasta que llegó a uno de sus favoritos, La
Anunciación de Leonardo da Vinci.
Estaba cerca del cuadro, demasiado cerca de hecho,
admirando los detalles del pilar de mármol, cuando una voz en italiano le dijo
al oído:
—¿Le gusta esta obra?
Al volverse, _____ se encontró con los ojos de un hombre de
pelo negro y piel muy bronceada. Era más alto que ella, pero no demasiado y
tenía un cuerpo atlético. Llevaba un traje negro, caro, con una rosa en la
solapa. Lo reconoció como uno de los asistentes a la conferencia, en la que se
había sentado detrás de ella, en la segunda fila.
—Sí, mucho —respondió en italiano.
—Siempre he admirado la profundidad que Da Vinci da a sus
obras. Me encanta el sombreado y los detalles del pilar.
Sonriendo, _____ se volvió hacia el cuadro.
—Eso es exactamente lo que estaba mirando. Eso y las alas
del ángel. Son increíbles.
Él hizo una reverencia.
—Permítame que me presente. Soy Giuseppe Pacciani.
_____ dudó unos instantes al reconocer el apellido de uno
de los más famosos asesinos en serie de Florencia.
Pero el hombre seguía esperando una respuesta, así que
reprimió las ganas de salir corriendo.
—_____ Mitchell —dijo, tendiéndole la mano.
Él la sorprendió sujetándosela entre las suyas y
llevándosela a los labios, sin dejar de mirarla a los ojos mientras lo hacía.
—Encantado. Y permítame decirle que rivaliza en belleza con
La bella Simonetta. Especialmente después de haber escuchado la
conferencia de esta noche.
____ apartó la mano y la mirada.
—¿Le apetece una copa? —le ofreció él, haciéndole un gesto
a un camarero que se acercaba con una bandeja.
Pacciani brindó con ella haciendo chocar las copas y le
deseó salud.
____ bebió el spumante Ferrari con agradecimiento,
ya que le daba una excusa para apartar la vista de su interlocutor. Era
encantador, pero no se fiaba de él. Y su apellido no ayudaba.
El hombre le dedicó una sonrisa depredadora.
—Soy profesor de literatura. ¿y usted?
—Yo estudio a Dante.
—Ah, il Poeta. Yo también estoy especializado en
Dante. ¿Dónde estudia? En Florencia seguro que no —dijo adulador, recorriéndola
con la mirada de arriba abajo y deteniéndose unos instantes en sus zapatos
antes de volver a mirarla a la cara.
Ella dio un paso atrás.
—En la Universidad de Toronto.
—Ah, canadiense. Una de mis antiguas alumnas está
estudiando allí en estos momentos. Tal vez la conozca —dijo Giuseppe Pacciani,
dando otro paso hacia ella.
Sin corregirlo sobre su nacionalidad, _____ dio un nuevo
paso atrás.
—No creo. La de Toronto es una universidad muy grande.
Él sonrió, lo que dejó al descubierto unos dientes muy
blancos, que brillaban de un modo extraño a la luz del museo.
—¿Ha visto ya la Liberación de Andrómeda, de Piero
di Cosimo? —preguntó, señalando una de las pinturas cercanas.
_____ asintió.
—Hay elementos flamencos en su obra, ¿no cree? Fíjese en
las figuras de este grupo —añadió, señalando un grupo a la derecha del cuadro.
Ella se desplazó hasta allí para verlo más de cerca. El
hombre se acercó también y la contempló observar el cuadro, demasiado cerca
para el gusto de ____.
—¿Le gusta?
—Sí, pero prefiero a Botticelli.
Mantuvo la vista clavada en el cuadro, esperando que él se
cansara y se alejara. (A ser posible al otro lado del Arno.)
—¿Es alumna del profesor Kaulitz?
_____ tragó saliva con dificultad.
—No. Yo... estudio con otros profesores.
—Tiene fama de ser muy buen docente, por eso lo han
invitado, pero claro, los baremos de las universidades americanas son distintos
de las europeas. La conferencia de esta noche ha sido una vergüenza. ¿Cómo
descubrió usted a Dante?
_____ estaba a punto de discutirle su opinión sobre la
conferencia cuando Pacciani levantó la mano y le tocó el cabello.
Ella se encogió y se apartó bruscamente, pero el italiano tenía
brazos largos y su mano la siguió. ____ abrió la boca para protestar, pero un
gruñido cercano la interrumpió.
Tanto _____ como el hombre se volvieron hacia el sonido y
vieron a Tom, que lanzaba fuego por sus ojos cafeces. Tenía los brazos en jarras,
lo que hizo que la americana se le abriera como las plumas de un pavo real
enfadado.
Dio un paso adelante, amenazador.
—Veo que ha conocido a mi fidanzata. Le sugiero que
se meta las manos en los bolsillos si no quiere perderlas.
Pacciani frunció el cejo, pero en seguida sonrió
educadamente.
—Es curioso. Llevamos varios minutos hablando y no le ha
mencionado ni una sola vez.
_____ no quería que Tom le arrancara al hombre los brazos
de los hombros. Sería una lástima que los impecables suelos de la galería de
los Uffizi se mancharan de sangre. Para impedirlo, se interpuso entre los dos y
apoyó una mano en el pecho de Tom.
—Tom, te presento al profesor Pacciani. Es especialista en
Dante, como tú.
Cuando los dos se fulminaron con la mirada, _____ supo que
Pacciani era la persona que había tosido tan groseramente durante la
conferencia.
El italiano alzó las manos, fingiendo rendirse.
—Mil disculpas. Debería haberme dado cuenta de que era suya
por cómo la miraba durante la... charla. Disculpe..., Simonetta —añadió,
mirándola con una sonrisa burlona.
Al notar su sarcasmo, Tom dio un paso hacia él con los
puños apretados.
—Cariño, tengo que buscar un sitio donde dejar la copa. —____
la sacudió ante sus ojos, tratando de distraerlo.
Tom se la arrebató de la mano y se la entregó a Pacciani.
—Estoy seguro de que sabrá dónde... ponerla.
Y agarrando a ____ de la mano se la llevó de allí. Los
invitados se abrían a su paso como el mar Rojo, mientras atravesaban la sala
Botticelli.
Ella vio que todo el mundo los miraba y se ruborizó.
—¿Adónde vamos?
Tom la guió hasta una galería lateral y luego hasta el otro
extremo de la misma, lejos de oídos indiscretos. Empujándola hacia un rincón
oscuro, la colocó entre dos grandes estatuas de mármol de altos pedestales. Al
lado de las gigantescas figuras, a ella se la veía muy pequeña.
Tom le quitó el bolso de las manos y lo tiró al suelo. El
sonido de la piel chocando con el mármol resonó por el pasillo.
—¿Qué estabas haciendo con él? —Sus ojos ardían, igual que
sus mejillas, lo
que no era habitual en él.
—Estábamos charlando de nada en particular...
Tom la agarró entonces por los hombros y la besó
apasionadamente, enredándole una mano en el pelo y acariciándola por encima del
vestido con la otra mano. La fuerza de su contacto la empujó hacia atrás, hasta
que notó el frío de la pared de la galería contra la piel desnuda de los
hombros. El firme cuerpo de él la apretó contra la pared.
—No quiero volver a ver las manos de ningún hombre
tocándote. —Separándole los labios, le penetró la boca con la lengua, mientras
le acariciaba la espalda con fuerza.
_____ se dio cuenta de que Tom había dejado de contenerse.
Hasta ese momento había sido muy cuidadoso con ella. Pero ahora no lo estaba
siendo en absoluto. Parte de ella se inflamó, desesperada por seguir hasta el
final. Otra parte se preguntó cómo reaccionaría él si le pidiera que se
detuviera.
Levantándole una pierna, Tom se la enlazó detrás de la
cadera y apretó, tratando de clavarse en ella.
_____ lo sintió a través del tafetán del vestido, que
crujía y se quejaba como una mujer sin aliento. Era evidente que también quería
más.
—¿Qué tengo que hacer para que seas mía? —gruñó él, con la
boca pegada a la de ____.
—Soy tuya.
—No lo suficiente, al parecer. —Tom le succionó el labio
inferior y se lo metió en la boca, mordisqueándoselo—. ¿No has entendido lo que
trataba de decirte en la conferencia? Cada palabra, cada cuadro iba dirigido a
ti. —La acarició por debajo del vestido, subiéndole la mano por el muslo hasta
llegar al hilillo que le cruzaba la cadera.
Se apartó un poco para mirarla a la cara.
—¿Hoy no llevas liguero?
____ negó con la cabeza.
—Entonces, ¿qué es esto? —preguntó, tirando del hilo.
—Bragas —murmuró ella.
Los ojos de Tom brillaron en la penumbra.
—¿Qué tipo de bragas?
—Un tanga.
La sonrisa de él estaba llena de sensualidad.
—¿Y te lo has puesto para mí? —le susurró al oído.
—Sólo para ti. Siempre.
Sin previo aviso, Tom la levantó del suelo y la apoyó
contra la fría pared. Con los labios pegados a su cuello, empujó con las
caderas. Los largos y finos tacones de los zapatos de ____ se le clavaron en el
culo y la miró enloquecido de pasión.
—Te deseo. Ahora.
Con una mano, tiró del tanga hasta romperlo. Nada se
interponía entre ellos. Tom se metió la diminuta prenda en el bolsillo de la
americana. Para compensar el movimiento, ____ se apoyó más en él, con lo que le
clavó los tacones en las nalgas con tanta fuerza que Tom hizo una mueca de
dolor.
—¿Es que no sabes lo que me ha costado controlarme después
de la conferencia? Al acabar quería cogerte en brazos y salir corriendo. Tener
que charlar con la gente ha sido una tortura.
»Ojalá pudieras ver lo sexy que estás pegada a esta pared y
rodeándome con las piernas. Así es exactamente como quiero verte. No. También
quiero que digas mi nombre entre jadeos.
Cuando le pasó la lengua por la base de la garganta, _____
cerró los ojos. Sus
pasiones luchaban con su mente, que le decía que le diera
un empujón para apartarlo y reflexionara un momento. En ese estado, Tom era
peligroso.
De pronto, oyeron voces que se acercaban por la galería y ____
abrió los ojos alarmada.
El sonido de pasos y risas se acercó. Tom le dijo al oído:
—No hagas ruido.
_____ sintió que sus labios, pegados a su piel, se curvaban
en una sonrisa.
Los pasos se detuvieron a escasos metros de distancia. Eran
dos hombres que hablaban en italiano. Ella se esforzó por escuchar cualquier
nuevo movimiento por encima de los latidos desbocados de su corazón. Tom seguía
acariciándola suavemente, ahogando con su boca cualquier ruido que ____ pudiera
hacer. De vez en cuando, le susurraba al oído frases que la ruborizaban.
Uno de los hombres se echó a reír con ganas. Ella levantó la
cabeza sorprendida y Tom aprovechó para besarle el cuello, mordisqueándole la
delicada piel.
—Por favor, no me muerdas.
Las voces resonaban a su alrededor y las palabras de ____
tardaron unos segundos en atravesar la nebulosa en la que su excitación lo
había sumido. Le apartó la cara del cuello.
Estaban tan juntos que Tom notaba el latido del corazón de
ella. Cerró los ojos, como hipnotizado por su ritmo. Cuando volvió a abrirlos,
el fuego había desaparecido de su mirada casi por completo.
_____ se había disimulado la marca del mordisco de Simon
con maquillaje, pero Tom la encontró y la resiguió suavemente con el dedo antes
de besársela. Negó con la cabeza mientras soltaba el aire muy lentamente.
—Eres la primera mujer que me ha dicho que no.
—No te estoy diciendo que no.
Al mirar por encima del hombro, Tom vio a dos caballeros de
cierta edad, uno de ellos el dottore Vitali, absortos en su
conversación. Estaban tan cerca, que si miraban en su dirección los verían.
Volviéndose hacia _____, sonrió con pesar.
—Te mereces algo mejor que un amante celoso tomándote
contra la pared. Y no me apetece que nuestro anfitrión nos encuentre así.
Perdóname.
La besó y le recorrió el labio inferior con el pulgar,
limpiándole el carmín que había manchado la blanca piel de su barbilla.
—No pienso perder la confianza que vi ayer en tus ojos.
Cuando recupere el juicio y tengamos el museo para nosotros solos... —Los ojos
de Tom se oscurecieron de deseo mientras fantaseaba—. Tal vez otro día.
Apartándose los tacones de la espalda, la dejó en el suelo,
inclinándose para colocarle bien el vestido. El tafetán susurró al sentir sus
manos y luego se quedó en silencio, desolado.
Por suerte, el dottore Vitali y su acompañante
eligieron ese momento para marcharse. Sus pasos sonaban cada vez más débiles
mientras se alejaban.
—El banquete no tardará en empezar. Si nos marcháramos
ahora sería un insulto, pero ya verás cuando lleguemos a la habitación. —La
miró fijamente—. La primera parada será contra la pared de la entrada.
Ella asintió, aliviada al ver que ya no estaba enfadado.
Aunque se sentía un poco nerviosa, reconocía que la perspectiva de un polvo
contra la pared la excitaba.
Tom se puso bien los pantalones y se abrochó la chaqueta,
intentando calmarse. Trató de peinarse con los dedos, pero lo único que
consiguió fue que pareciera aún más que acababa de arrastrar a su amante a un
rincón oscuro para un asalto de sexo
museístico.
(El sexo museístico es una aflicción muy característica de
ciertos académicos, pero nadie debería despreciarlo sin haberlo probado alguna
vez.)
_____ le arregló un poco el pelo y la corbata y se aseguró
de que no tuviera pintalabios en el cuello de la camisa ni en la cara. Cuando
acabó, Tom recogió el bolso y el chal y se los dio, acompañados de un beso. Con
una sonrisa traviesa, se guardó el tanga más profundamente en el bolsillo.
Ella dio un paso adelante, insegura, pero la sensación de
no llevar ropa interior le resultó agradable y liberadora.
—Podría beberte como si fueras champán —susurró Tom.
Ella se puso de puntillas para besarle la mejilla.
—A ver si me enseñas tus trucos de seducción.
—Sólo si tú me enseñas a amar.
La acompañó hasta la sala de la planta baja donde el
banquete estaba a punto de empezar.
El profesor Pacciani llegó tambaleándose al edificio de los
apartamentos cercano al palacio Pitti a altas horas de la madrugada, lo que no
era del todo infrecuente.
Buscó las llaves, maldiciendo cuando se le cayeron al suelo
y luego entró en el piso. Antes de dirigirse hasta su estudio, arrastrando los
pies, entró un momento en la habitación donde dormían sus hijos gemelos de
cuatro años y les dio un beso en la cabeza.
Mientras esperaba a que el ordenador se encendiera y se
cargara el correo, se fumó un cigarrillo. Sin mirar los mensajes de la bandeja
de entrada, redactó un breve mensaje para una antigua alumna y amante. Desde su
graduación, habían perdido el contacto.
En el correo mencionó que había conocido al profesor Kaulitz
y a su jovencísima fidanzata canadiense. Comentó que, aunque le había gustado
la monografía que Kaulitz había publicado en la Oxford University Press, la
conferencia había pecado de una pseudointelectualidad que estaba fuera de lugar
en un ámbito académico. Uno debía decidir si quería ser un intelectual y un
académico o si quería hacer carrera entreteniendo al público. No se podían
hacer las dos cosas a la vez. Pacciani le preguntó también con bastante
grosería si aquello era lo que se consideraba excelencia en las universidades
norteamericanas.
Acabó el correo electrónico con una explícita y detallada
descripción de lo que podía ser su próximo encuentro sexual, en primavera, si a
ella le fuera bien. Tras apagar el cigarrillo, se reunió con su esposa en el
lecho conyugal.
HOLA!!! AQUI ESTA EL 2 ... :D ... SIN QUERER COMPLACI A UNA DE LAS CHICAS QUE ME COMENTARON, QUERIA QUE TOM SE CELARA DE ____, PUES AHI LO TIENEN ... JAJJAA Y ESE TOM GUARDANDOSE LA TANGA DE LA RAYA .... BUENO, ESPERO VER LOS 4 COMENTARIOS O MAS COMO HOY VI ... YA MAÑANA LES AGREGO SI VEO 4 COMENTARIOS SI NO ... NO ... YA SABEN LAS REGLAS ... BUENO ADIOS :))
Jajajaja graciaaaas virgiiii me encantoooooooo el cap jajaja Tom celoso de (Tn) q lindo y bastante seductor me encanto como se la llevo del italiano ese jajaja y también como la empujo a la pared y la beso, q risaaa Tom se guardo la tanga de (Tn) en el bolsillo de la americana diooos ame este cap.. sube mañana pleaseeee, quisiera saber q pasara en los próximos caps con el italiano sospecho q le hará algo a (Tn) o a Tom ojala no sea nada malo xq no me cae nada bien q digamos..!!!! quiero ver acción entre Tom y (Tn) jejeje.. amo tu fic :)
ResponderBorrarEsa alumn y ex amante de Pacciani será Christaa?? Yo creo q sii... Esto trera problemas!!
ResponderBorrarTom no se aguanto sus celos y enloquecio de celos!! Estar sin ropa interior y en un lugar donde hay mucho gente.. No hay formaa..
Me encantaaa ;)
Wowwwww, que mala espina me da ese tio, pero Tomy se puso celoso hahahahaha ayyyy por dios no se que esperar de lo que vaya a pasar, que miedinnnnn
ResponderBorrarUhh que pasional *-*
ResponderBorrarI loved.