CAP 47
«¿Quéee?»
Eso es lo que habría querido
gritar _____, pero dadas las circunstancias, se mordió la lengua. No le parecía
muy sensato mostrar sus cartas.
—Me preocupa que si nos
acostamos antes de hora, pueda ser perjudicial para los cambios que debemos
afrontar.
—Entonces, ¿quieres esperar?
Él le dirigió una ardorosa
mirada.
—No, _____. No quiero esperar.
Quiero hacerte el amor ahora mismo y no parar durante una semana. Pero creo que
deberíamos esperar.
Ella abrió mucho los ojos al
darse cuenta de que hablaba en serio.
Tom la besó con dulzura.
—Si vamos a ser compañeros,
tenemos que confiar el uno en el otro. Y si no confías en mí con tu mente, ¿cómo
vas a confiarme tu cuerpo?
—Creo que ya me dijiste eso una
vez.
—Hemos dado la vuelta completa
y hemos regresado al principio. —Carraspeó—. Para que no quede ninguna duda,
cuando hablo de confianza, quiero decir confianza plena. Tengo fe en que, con
el tiempo, me perdonarás y dejarás de estar enfadada conmigo. Sé que seremos
capaces de superar nuestra necesidad de proteger al otro a toda costa, para
evitar más crisis. —La miró, expectante antes de proseguir—: Sé que debería
haber esperado a que dejaras de ser mi alumna para iniciar la relación. Me
quise convencer de que, mientras no practicáramos sexo, no estaríamos rompiendo
ninguna regla, pero me equivoqué. Y fuiste tú quien pagó las consecuencias. —La
miró fijamente—. No me crees.
—Oh, no, no es eso. Te creo.
Pero el profesor Kaulitz que conocí y del que me enamoré no era muy partidario
de la abstinencia.
Él frunció el cejo.
—¿Ya te has olvidado de cómo
empezó nuestra relación? Nos abstuvimos la primera noche y muchas otras noches
después de aquélla.
Ella lo besó en la boca,
arrepentida.
—Tienes razón. Lo siento.
Tom se volvió de lado para
mirarla a los ojos.
—Tengo tantas ganas de tenerte
entre mis brazos que me duele. No puedo esperar a que llegue el momento de
estar unido a ti en cuerpo y alma. Pero cuando vuelva a entrar en tu cuerpo,
quiero que sepas que no te abandonaré nunca más. Que eres mía y yo soy tuyo
para siempre. —Con voz ronca, añadió—: Que estemos casados.
—¿Cómo dices?
—Quiero casarme contigo. Cuando
vuelva a hacerte el amor, quiero que seas mi esposa.
Cuando _____ se lo quedó
mirando boquiabierta, él siguió hablando rápidamente:
—Richard es el tipo de persona
en que quiero convertirme. Quiero ser uno de esos hombres que pasan el resto de
su vida amando a una sola mujer. Quiero estar a tu lado, frente a nuestra
familia, y pronunciar los votos ante Dios.
—Tom, ¿cómo quieres que me
plantee casarme contigo, si a duras penas estoy tratando de aprender a estar a
tu lado otra vez? Francamente, sigo enfadada contigo.
—Lo entiendo. Créeme, no quiero meterte prisa. ¿Recuerdas la
primera vez que hicimos el amor?
______ se
ruborizó.
—Sí.
—¿Qué es lo
que recuerdas?
Ella hizo
memoria, con un brillo melancólico en la mirada.
—Fuiste muy apasionado,
pero muy cuidadoso al mismo tiempo. Lo habías planeado todo meticulosamente,
hasta aquel ridículo zumo de arándanos.
»Recuerdo que
estando sobre mí me miraste a los ojos. Recuerdo que mientras te movías en mi
interior, me decías que me amabas. Nunca olvidaré esos momentos, ni aunque viva
cien años —admitió, ocultando la cara contra el cuello de Tom.
—¿Vuelves a
ser tímida? —Le acarició la mejilla con un dedo.
—Un poco.
—¿Por qué? Me
has visto desnudo. He adorado cada centímetro de tu precioso cuerpo.
—Echo de menos
la conexión que teníamos. Sin ella me siento incompleta.
—A mí me pasa
lo mismo, pero ¿crees que podrías hacer el amor conmigo sin confiar en mí? Te
olvidas de que te conozco, amor mío, y sé que no podrías entregarle tu cuerpo a
alguien a quien no le entregarías tu corazón.
»¿Recuerdas
nuestra última vez juntos? Dices que sentiste que te había follado. La próxima
vez que estemos desnudos en una cama no quiero que tengas la menor duda de que
nuestra unión es fruto del amor, no de la lujuria.
—Eso podemos
conseguirlo sin casarnos —contestó ella.
—Tal vez.
Aunque si no puedes confiar en mí lo suficiente como para casarte conmigo,
quizá lo mejor sería que me dejaras ahora.
_____ abrió
mucho los ojos.
—¿Me estás
dando un ultimátum?
—No, pero
quiero demostrarte que soy digno de ti y darte tiempo para que se curen tus
heridas. —La miró con solemnidad—. Necesito algo permanente.
_____ entornó
los ojos.
—¿Quieres algo
permanente o necesitas algo permanente?
Él cambió de
postura.
—Las dos
cosas. Quiero que seas mi esposa, pero también quiero ser el tipo de hombre que
debería haber sido desde hace tiempo.
—Tom, siempre
estás tratando de conseguirme. ¿Cuándo vas a parar?
—Nunca.
Ella levantó
las manos, frustrada.
—Negarme el
sexo para lograr que me case contigo es propio de alguien muy manipulador.
La expresión
de Tom se iluminó.
—No te estoy
negando el sexo. Si tú me dijeras que no estás preparada para acostarte conmigo
y yo insistiera, entonces sí estaría siendo un hijo de puta manipulador. ¿No
crees que yo me merezco lo mismo? ¿O es que lo de «“no” significa “no”» sólo es
válido para las mujeres?
—Yo no te
presionaría si supiera que no te apetece —respondió _____, indignada—. Tuviste
mucha paciencia conmigo cuando yo no me sentía preparada para acostarme
contigo, pero ¿qué me dices del sexo de reconciliación? Pensaba que era una
tradición.
Él se acercó
más.
—¿Sexo de
reconciliación? —repitió, con una mirada tan ardiente que _____
pensó que iba a estallar en llamas en cualquier momento—. ¿Es
eso lo que quieres? —preguntó, con voz ronca.
«Bienvenido,
profesor Kaulitz. Te echaba de menos.»
—Bueno... ¿sí?
Tom le
acarició el labio inferior con un dedo.
—Pídemelo —le
dijo.
_____ parpadeó
varias veces hasta romper el embrujo magnético de su mirada, que la había
dejado sin palabras.
—No hay nada
en este mundo que desee más que pasar días y noches enteros dedicados a darte
placer, a explorar tus recovecos, a adorarte con mi cuerpo. Y lo haré. En
nuestra luna de miel seré el amante más atento e imaginativo. Pondré mis artes
amatorias a tu servicio hasta que olvides todos los errores que he cometido.
Cuando te lleve a la cama convertida en... mi esposa.
_____ apoyó la
cabeza sobre su pecho, en el lugar donde la camisa ocultaba el tatuaje.
—¿Cómo puedes
ser tan... frío?
Tom la agarró
por los brazos y se volvió, hasta que ella quedó encima de él, pegada a su
cuerpo.
La besó, con
delicadeza al principio, rozándole los labios con los suyos y succionándole el
labio inferior. Luego, a medida que su abrazo ganaba intensidad, le acarició la
nuca y la espalda para que se relajara.
Le rozó el
labio superior con la punta de la lengua para asegurarse de que iba a ser bien
recibido. No habría tenido que preocuparse, porque _____ lo recibió con entusiasmo,
explorando su boca. Tom respondió con entusiasmo multiplicado hasta que, sin
previo aviso, se retiró.
—¿Te he
parecido frío? —susurró apasionadamente, con una mirada hambrienta—. ¿Has
tenido la impresión de que no te deseaba?
Ella habría
negado con la cabeza si hubiera recordado dónde la tenía.
Él le besó la
mandíbula, la barbilla y fue deslizándose lentamente por su cuello hasta
besarle el hueco de la parte inferior de la garganta.
—¿Y esto? ¿Te
ha parecido frío? —insistió, besándole entonces las clavículas.
—N... no
—respondió, estremeciéndose.
Tom ascendió
por su cuello, acariciándola con la nariz hasta llegar a la oreja, donde empezó
a mordisquearle el lóbulo entre susurros de adoración.
—¿Qué me dices
de esto?
Con la mano
derecha le acarició el costado, resiguiendo cada costilla como si fuera una
obra de arte, o como si estuviera buscando la que Adán había perdido. Cambiando
ligeramente de ángulo, _____ le deslizó el muslo sobre la cadera, rozando la
evidencia de su pasión.
—¿Puedes
negarlo? —insistió él.
—No.
Tom la miró
con ardor.
—Ahora que
hemos dejado esto claro, quiero oír tu respuesta.
A _____ le
costaba razonar en aquella postura. Cuando empezó a moverse, él la sujetó con
más fuerza.
—Durante estos
meses no ha habido nadie más —aseveró—. No quería a nadie que no fueras tú.
Pero si me dijeras que te has enamorado de otra persona y que eres feliz, no
insistiría. Por mucho que me doliera. —Hizo una mueca y susurró—: Siempre te
querré, ______, me quieras tú o no. Eres mi cielo. Y mi infierno.
Se hizo el
silencio en la habitación durante varios minutos. _____ se cubrió la
boca con una mano temblorosa y Tom vio que tenía las mejillas
mojadas de las lágrimas.
—¿Qué pasa?
—Tiró de ella con suavidad hasta que la tuvo contra su pecho—. Lo siento. No
quería hacerte daño —le dijo arrepentido, acariciándole la espalda.
_____ tardó
unos minutos más en calmarse lo suficiente como para poder hablar.
—Me quieres.
Él hizo una
mueca de incredulidad.
—¿Lo dudas?
Cuando ella
permaneció en silencio, Tom empezó a preocuparse en serio.
—¿Pensabas que
no te quería? Te he dicho que te amo de todas las maneras posibles. He tratado
de demostrártelo con mis actos, con mis palabras, con mi cuerpo. ¿No me
creíste?
______ negó
con la cabeza, como diciéndole que no la estaba entendiendo.
—¿Me creíste
alguna vez? ¿Me creíste cuando estuvimos en Italia? ¿O en Belice? —Tom se tiró
del pelo, desesperado—. ¡Por el amor de Dios, _____! ¿Permitiste que fuera el
primer hombre en tu vida pensando que sólo me gustabas?
—No.
—Entonces,
¿por qué eliges este momento para creer que te quiero?
—Porque
estabas dispuesto a dejarme salir de tu vida si yo elegía a otra persona.
Dos gruesas
lágrimas rodaron por sus mejillas y Tom las detuvo con los dedos.
—Eso es lo que
pasa cuando quieres a alguien. Quieres que ese alguien sea feliz.
_____ se secó
los ojos y él vio que una de sus últimas lágrimas brillaba sobre el anillo de
boda que llevaba en el dedo.
—Cuando
encontré el grabado de san Francisco y Guido de Montefeltro, no entendí por qué
lo habías metido en el libro. Pero ahora lo entiendo. Tenías miedo de que la
universidad arruinara mi carrera académica. Y, para impedirlo, ofreciste la
tuya en su lugar. Me amabas tanto que te apartaste de mi vida, aunque sabías
que con ello se te rompería el corazón.
—______, yo...
Las palabras
de Tom fueron interrumpidas por los labios de ella, que se fundieron con los
suyos en un beso casto y cargado de dolor, pero erótico y gozoso al mismo
tiempo.
Hasta ese
momento no se había sentido digna del ágape. No había aspirado a ser amada de
una manera tan sacrificada. No había sido un objetivo en su vida, ni un grial
que hubiera perseguido. Cuando Tom le había dicho que la amaba por primera vez,
se lo había creído sin darle más vueltas. Pero no había sido consciente de la
magnitud y la profundidad de su amor. Sólo con su última declaración le había
quedado claro. Y, con la revelación, le sobrevino una gran sensación de
sobrecogimiento.
Tal vez su
amor siempre había tenido un fuerte componente de sacrificio. O tal vez había
ido creciendo con el paso del tiempo, como el manzano que los había alimentado
aquella lejana noche, y sólo ahora ella se daba cuenta de su dimensión.
En esos
instantes, la génesis de su amor-ágape no importaba. Tras enfrentarse a lo que
sólo podía definir como algo muy profundo, _____ nunca más volvería a dudar de
su sentimiento. Sabía que él la amaba tal como era, completamente, sin
cuestionarla.
Tom se separó
un poco para mirarla a la cara y le acarició la mejilla con la mano.
—No soy un
hombre especialmente noble, pero el amor que siento por ti es para siempre.
Cuando fui a tu apartamento, mi intención era decirte que te amaba y asegurarme
de que estabas bien. Si me hubieras echado de tu lado —inspiró hondo antes
de acabar la frase— ... me habría marchado.
—No pienso
echarte de mi lado —murmuró ella—. Y haré todo lo que pueda para ayudarte.
—Gracias.
______ se
acercó más y se acurrucó contra su pecho.
—Siento
haberme marchado —se disculpó él, antes de unir sus labios en un beso.
CAP 48
Durante los días y semanas que
siguieron, los dos se vieron tan a menudo como pudieron, pero entre los
preparativos de Tom para el semestre de invierno y el trabajo de _____ en
Peet’s, su contacto se llevó a cabo básicamente vía SMS y correos electrónicos.
Ella siguió acudiendo a las
sesiones con la doctora Walters, que tomaron una dimensión distinta con el regreso
de Tom. Y, juntos, empezaron a asistir a sesiones de terapia de pareja una vez
por semana; sesiones que se convirtieron rápidamente —aunque de manera no
oficial— en preparación prematrimonial.
Cuando ____ se mudó a una residencia
de estudiantes, a finales de agosto, Tom y ella habían resuelto ya varios de
sus problemas de comunicación. Aunque la manzana de la discordia entre ambos permanecía
sin resolver: Tom seguía negándose a acostarse con ella hasta que no estuvieran
casados, y ella seguía insistiendo en que no se precipitaran en cuanto a lo del
matrimonio.
En general, él se negaba a
compartir la cama con ella y, cuando lo hacía, su expresión era la de un santo
que estuviera siendo martirizado.
Una de esas noches, _____
permanecía despierta entre sus brazos mucho después de que él se hubiera
dormido. El cuerpo de Tom era cálido, como lo habían sido sus palabras de hacía
un rato, pero se sentía rechazada. El apasionado profesor no había necesitado
que Paulina le insistiera mucho para que volvieran a acostarse, pero en cambio
se negaba a amarla a ella con su cuerpo, a pesar de sus promesas de amor
eterno.
Con la cabeza apoyada en el
pecho de él, que subía y bajaba rítmicamente, reflexionó sobre el rumbo que había
tomado su vida. Se preguntó si Beatriz habría pasado muchas noches deseando la
presencia de Dante a su lado y teniendo que conformarse con que la adorara a
distancia.
«______.»
Se sobresaltó al oír su nombre.
Tom murmuró algo más y la sujetó con fuerza.
Ella derramó una lágrima.
Sabía que él la amaba, pero
comprobarlo siempre la emocionaba. Tom estaba tratando de liberarse de su
pasado con Paulina y otras mujeres y ____ estaba pagando el precio. Aunque tal
vez no fuera algo muy distinto del precio que él había tenido que pagar por la
vergüenza de ella tras su ruptura con Simon.
Cuando volvió a murmurar, inquieto,
______ le susurró al oído:
—Estoy aquí.
Dándole un suave beso en el
tatuaje, cerró los ojos.
CAP 49 (PARTE
1)
A pesar del dolor que le suponía
su abstinencia, _____ tenía que admitir que Tom encontraba constantemente
nuevas e ingeniosas maneras de demostrarle su amor. Aunque la situación era
difícil, seguía teniendo fe en él.
Tom no quería ni oír hablar de
pasar la noche en su habitación de la residencia de estudiantes, pero de vez en
cuando iba a visitarla y le regalaba flores o bombones. Cuando llevaba comida,
en ocasiones hacían un picnic en el suelo. También iban al cine —dignándose
incluso a ver alguna comedia romántica de Hollywood— y, al volver, él la besaba
frente a la puerta de la residencia.
Más de una vez, pasaron la
noche del viernes o del sábado juntos en la biblioteca. Mientras Tom trabajaba
en su nuevo libro, ella se preparaba para el seminario de la profesora Marinelli.
Él estaba cumpliendo su promesa. La estaba cortejando con sus palabras y sus
actos y eso a ella le gustaba. Pero al mismo tiempo se sentía frustrada e
insatisfecha. Echaba de menos la cercanía que sólo se obtiene haciendo el amor.
Cuando llegó el 21 de agosto,
volaron a Filadelfia para ayudar con los preparativos de la boda de Rachel y
Aaron. Al entrar en el vestíbulo del hotel Four Seasons, _____ se sorprendió al
ver allí a su padre esperándolos, sentado en una butaca, leyendo el Philadelphia
Inquirer.
—Mi padre está ahí —murmuró,
avisando a Tom para que pudiera meterse en un ascensor antes de que John sacara
uno de sus rifles de caza y le disparara.
—Lo sé. Lo avisé yo.
_____ se volvió hacia él,
incrédula.
—¿Por qué lo has hecho? ¿No
sabes que quiere matarte?
Tom enderezó la espalda.
—Quiero casarme contigo y para
eso tengo que arreglar las cosas con él. Quiero que podamos estar en la misma
habitación sin tener que preocuparme por si trata de matarme. O castrarme.
—Creo que no es buen momento
para sacar el tema de la boda —susurró ella—. Si tienes suerte, se olvidará de
castrarte y se conformará sólo con cortarte las piernas... con su navaja suiza.
—No voy a pedirle permiso para
casarme contigo; esa decisión es sólo tuya. Pero ¿te gustaría casarte con un
hombre al que tu padre desprecia?
_____ empezó a retorcerse las
manos, inquieta.
Tom se inclinó para hablarle al
oído.
—Deja que trate de arreglar las
cosas para que la idea de nuestra relación no le resulte tan insufrible. Tal
vez algún día le gustará que te lleve al altar.
En cuanto él hubo acabado de
hablar, John levantó la vista y los vio. Tras dirigirle una radiante sonrisa a
su niña, fulminó a Tom con la mirada. Se levantó y puso los brazos en jarras.
La chaqueta le colgaba por detrás de éstos, dándole un aspecto amenazador.
«Oh, dioses de las mujeres
cuyos padres quieren castrar a sus novios en el vestíbulo del Four Seasons, por
favor, no permitáis que lleve ningún objeto cortante.»
Sin amilanarse, Tom se inclinó
hacia ella y la besó en la cabeza sin apartar la vista de John. La mirada de
éste pasó de ser amenazadora a directamente asesina.
—Hola, papá. —_____ se acercó a
él y le dio un abrazo.
—Hola, Jules. —Él le devolvió el abrazo antes de colocarla a
su espalda, con gesto protector—. Kaulitz.
Sin dejarse impresionar
por su tono, Tom le ofreció la mano. John se la quedó mirando como si fuera un
delincuente, igual que su dueño.
—Creo que
deberíamos buscar un rincón tranquilo en el bar. No necesito público para lo
que tengo que decirle. _____, ¿necesitas ayuda con el equipaje?
—No, el
portero ya se ha encargado. Me voy a mi habitación. Cuando acabes, ya harás el check-in
en la tuya, ¿de acuerdo?
Tom asintió y
la expresión de John se relajó un poco al ver que su hija no compartía
habitación con el demonio.
—Una última
cosa. Os quiero a los dos, así que os agradecería mucho que no os hicierais
daño —dijo ______, mirando insegura a los dos hombres. Al ver que ninguno de
ellos respondía, se dirigió a la recepción, negando con la cabeza.
Lo primero que
le preguntó al recepcionista fue si había minibar en la habitación.
Esa misma
noche, tras una cena algo tensa, pero no del todo desagradable con su padre, _____
se dispuso a disfrutar de la cesta de productos de baño que Tom había hecho
enviar a su habitación. Casi todos tenían aroma a lavanda. Sonrió al ver una
esponja de tul del mismo color, el que Tom asociaba a la virginidad. O eso
había supuesto ella la primera vez que había encontrado una esponja color
lavanda en su cuarto de baño.
Dejó de sonreír
al darse cuenta de que Tom había comprado productos con aroma a lavanda, a
pesar de que prefería que _____ oliera a vainilla. Tal vez era un truco para
que no le costara tanto mantenerse apartado de ella. Respetaría sus deseos,
pero esperaba que cambiara de modo de pensar. Y pronto.
Mientras
estaba metida en la amplia bañera, le sonó el móvil. Por suerte, lo tenía a
mano.
—¿Qué estás
haciendo? —La sedosa voz de Tom le acarició los oídos.
—Relajándome.
Por cierto, gracias por la cesta. ¿Cómo estás?
—No puedo
decir que la conversación con tu padre haya sido agradable pero era necesaria.
Le he dado la oportunidad de que me dijera que soy un maldito drogadicto que no
te merece. Y luego me he esforzado en explicarle lo que había pasado. Al acabar
de hablar me ha invitado a una cerveza. A regañadientes, pero lo ha hecho.
—¿Me tomas el
pelo?
—No.
—No me imagino
a mi padre pagando diez dólares por una Chimay Première.
Tom se echó a
reír.
—En realidad,
ha sido una Budweiser. Y ni siquiera fue una Budweiser Budvar original de la
República Checa. Él ha pedido por los dos.
—Si estás
dispuesto a renunciar a tus pretenciosas cervezas de importación y a beber
asquerosa agua sucia por mí, supongo que es que me quieres.
_______ miró
la bañera con melancolía. Le habría gustado estar bañándose con él, en vez de
sola.
—Beber cerveza
nacional era lo mínimo que podía hacer. No creo que tu padre me perdone nunca
por haberte hecho daño, pero espero que las cosas vayan a mejor a partir de
ahora. Le he dicho que quería casarme contigo. ¿Te ha comentado algo durante la
cena?
Ella titubeó.
—Me ha dicho
que soy su niñita y que quiere protegerme. Y también varias
cosas sobre ti no demasiado halagüeñas. Pero ha admitido que
soy una persona adulta, que debe vivir su vida y tomar sus propias decisiones.
También me ha comentado que se notaba que habías cambiado. Creo que lo has
sorprendido. Y no es fácil que nadie lo sorprenda.
—Lo siento.
—La voz de Tom sonaba torturada.
—¿Qué es lo
que sientes?
—Siento no ser
el tipo de hombre que una chica quiere presentarle a su padre.
—Mira, mi
padre pensaba que el sol giraba alrededor de Simon. No puede decirse que se le
dé muy bien juzgar a las personas. Y no te conoce tan bien como yo.
—Pero es tu
padre.
—Yo me ocuparé
de él.
Tom permaneció
en silencio unos instantes antes de decir:
—Esa
conversación me ha servido de calentamiento para la cena con mi familia.
—Oh, no. ¿Qué
ha pasado?
—Hablar con
Scott por teléfono es una cosa, pero cenar con él es otra muy distinta.
—Se siente
obligado a protegerme. Ya hablaré con él.
—Richard me ha
pedido que haga un brindis por Grace durante el banquete de boda.
—Oh, cariño,
eso no va a ser fácil. ¿Te ves capaz?
Tras unos
instantes de silencio, Tom respondió:
—Hay cosas que
necesito decir. Cosas que llevo treinta años queriendo decir. Ésta es una buena
oportunidad.
—Entonces,
¿has hecho las paces con todo el mundo?
—Básicamente.
Richard y yo ya habíamos arreglado las cosas por teléfono, hace varias semanas.
—¿Has conocido
al hijo de Tammy?
Tom contestó
entre risas.
—Me ha
manchado en cuanto lo he cogido en brazos. Tal vez Scott le hubiese dado
instrucciones.
—¿Se te ha
hecho pipí encima?
—Por suerte,
no. Pero me ha tirado leche en el traje de Armani.
______ se echó
a reír a carcajadas al pensar en el elegante y puntilloso profesor siendo
víctima del hijo de la novia de su hermano.
—Y el caso es
que no me preocupa demasiado. ¿Es grave?
_____ dejó de
reír de inmediato.
—¿No te
preocupa? ¿Qué has hecho con el traje?
—El conserje
del hotel lo ha enviado a la tintorería. Dice que creen que la mancha saldrá
sin problemas, pero el caso es que no estoy preocupado. Los trajes pueden
sustituirse. Las personas, no.
—Me
sorprendes, profesor.
—¿Por qué?
—Porque eres
muy dulce.
—Trato de
serlo cuando estoy contigo —susurró él.
—Es verdad,
pero nunca te he visto con niños.
—No. —Y al
cabo de un momento, añadió—: Tú tendrías unos niños preciosos, _____. Niños y
niñas con enormes ojos castaños y mejillas sonrosadas.
A través del
teléfono, Tom oyó que _____ ahogaba una exclamación.
Con un hilo de
voz, preguntó:
—¿Es demasiado
pronto para tener esta conversación?
Ella no respondió.
— ¿______?
—Mis dudas
sobre el matrimonio no son por los niños. Son por nuestras experiencias
anteriores y por el matrimonio de mis padres. Cuando se casaron, se amaban y
eran felices, pero acabaron odiándose y haciéndose mucho daño.
CAP 48 (PARTE
2)
—Pero Richard
y Grace fueron felices juntos durante muchos años.
—Es verdad. Si
pudiera tener un matrimonio como el suyo...
—Podemos tener
un matrimonio como el suyo —la corrigió él—. Eso es exactamente lo que quiero.
Y quiero tenerlo contigo.
Con la voz, Tom
trató de transmitirle cuánto deseaba un matrimonio como el de Grace y Richard;
lo mucho que se estaba esforzando para llegar a ser el hombre que pudiera darle
ese tipo de vida.
Ella soltó el
aire lentamente.
—Si me
hubieras pedido que me casara contigo antes, te habría dicho que sí. Pero ahora
no puedo aceptar. Tenemos muchas cuestiones que resolver. Y empiezo a notar la
presión del doctorado.
—No quiero
apretarte ni estresarte —replicó él con la voz suave, pero un tanto crispada.
—Además, pensaba
que ya habías tomado la decisión de no tener hijos.
—Siempre podemos
adoptar —replicó Tom a la defensiva.
_____
reflexionó antes de decir:
—La idea de
tener un bebé de ojos color ambar contigo me hace muy feliz.
—¿De verdad?
—De verdad. Y
después de ver lo que Grace y Richard hicieron por ti, me gustaría adoptar
algún día. Pero no mientras aún esté estudiando.
—Me temo que
la adopción tendría que ser privada. Dudo que ninguna organización respetable
le diera un niño a un ex drogadicto.
—¿De verdad
quieres tener hijos?
—¿Contigo? Por
supuesto. Si nos casáramos, me plantearía revertir la vasectomía. Me la hice
hace años, así que no sé si sería posible, pero me gustaría intentarlo. Si
estás de acuerdo.
—Creo que es
demasiado pronto para tener esta conversación. —El brazo en el que estaba
apoyada, le resbaló en el borde de la bañera y salpicó.
«Scheiße!», maldijo en alemán para sí misma,
cansada.
—¿Te estás
dando un baño?
—Sí.
Tom gruñó y ______
se alegró de no ser la única que lo estaba pasando mal. Le resultaba humillante
que fuera capaz de resistir alejado de ella.
Finalmente, él
rompió el silencio con un suspiro.
—Bueno, estoy
al otro lado del pasillo, triste y solo, por si necesitas algo.
—Yo también estoy
sola, Tom. ¿No podemos hacer nada para remediarlo?
Al notar que
titubeaba, ______ se sintió optimista.
Pero él volvió
a resoplar de frustración.
—Lo siento.
Tengo que dejarte. Buenas noches.
—Buenas
noches.
Negando con la
cabeza, ______ colgó el teléfono.
A pesar de la
ausencia de su madre, la boda de Rachel fue casi como un cuento de hadas. Aaron
y ella se casaron en un precioso jardín de Filadelfia. Y, aunque él se había
negado en redondo a que se soltaran cien palomas blancas en el momento en que
el cura los declarara marido y mujer, Rachel había acabado
convenciéndolo para que soltaran cincuenta.
(Por lo menos,
ninguno de sus parientes había decidido que era un buen momento para practicar
la puntería.)
Como padrino y
dama de honor respectivamente, Tom y _____ se encontraron flanqueando a los
novios, junto con Scott. Ella pasó buena parte de la ceremonia lanzándole
miraditas furtivas a Tom, que no le quitaba el ojo de encima, sin molestarse en
disimular.
Cuando se hubo
acabado con las fotos familiares, el banquete y los brindis de rigor, empezó el
baile. Rachel y Aaron se fundieron en un abrazo para disfrutar de su primer
baile como marido y mujer, antes de que llegara el turno de los padres de
unirse a ellos en la pista.
Hubo unos
instantes de nerviosismo entre los presentes cuando observaron a Richard
avanzar solo hacia la pista, pero en seguida respiraron aliviados cuando vieron
que se dirigía hacia _____ y le pedía el honor de ser su pareja.
Aunque
sorprendida, pues pensaba que se lo pediría a alguna tía de Rachel o a alguna
amiga, aceptó sin dudar. Como el perfecto caballero que era, Richard bailó con
ella sujetándola con manos firmes pero respetuosas, mientras daban vueltas por
la pista de baile.
—Parece que tu
padre está disfrutando —comentó él, señalando con la cabeza a John, que estaba
charlando animadamente con una profesora de la Universidad de Susquehanna, con
una copa en la mano.
—Gracias por
invitarlo —dijo _____ tímidamente, mientras se movían al ritmo de At Last,
de Etta James.
—Es un buen
amigo. Grace y yo quedamos en deuda con él desde que nos ayudó cuando Tom se
metió en líos.
_____ asintió,
tratando de concentrarse en no tropezar.
—El brindis de
Tom en honor a Grace ha sido muy emotivo.
Richard
sonrió.
—Ha sido la
primera vez que nos ha llamado papá y mamá. Estoy seguro de que Grace lo está
viendo todo y que es muy feliz. No sólo por la boda de Rachel, sino también por
la transformación de nuestro hijo. Y esa transformación te la debemos a ti, ______.
Gracias.
Ella sonrió.
—No puedo
ponerme esa medalla. Algunas cosas no dependen de una sola persona.
—Tienes razón,
pero algunas relaciones son conductos para que la gracia llegue hasta alguien y
sé que tú has jugado ese papel en tu relación con Tom. Así que te lo agradezco.
»Tom ha
tardado mucho en perdonarse por lo que pasó con Maia y por no haber estado
presente cuando Grace murió. Ahora es un hombre muy distinto al de hace un año.
Espero poder volver a bailar contigo en otra boda dentro de no mucho tiempo.
Una en la que mi hijo y tú seáis los protagonistas.
______ lo miró
con franqueza.
—Estamos
tomándonos las cosas con calma, pero estoy enamorada de él.
—No esperéis
mucho. Nunca se sabe lo que va a traer la vida. A veces tenemos menos tiempo
del que pensamos.
La canción
llegó a su fin, así que Richard le besó la mano y la acompañó a su sitio, junto
a Tom.
Mientras se
sentaba, _____ se secó disimuladamente una lágrima. Él se inclinó
hacia ella y le susurró al oído:
—¿Mi padre te
ha hecho llorar?
—No, sólo me
ha recordado lo que es importante en la vida —respondió ella, dándole la mano y
llevándose las manos unidas de ambos a los labios para besarle los nudillos—.
Te quiero.
—Yo también te
quiero, mi dulce, dulce niña. —Tom la besó y, por unos instantes, se olvidaron
de dónde estaban.
_____ le rodeó
el cuello con los brazos, acercándolo más. Cuando sus bocas se unieron y sus
respiraciones se mezclaron, el sonido de lo que los rodeaba desapareció. Él la
acercó hasta que estuvo prácticamente sentada sobre su regazo. Cuando se
separaron, los dos respiraban con esfuerzo.
—No tenía ni
idea de que las bodas provocaran este efecto —dijo Tom, sonriendo con ironía—,
si no, te habría llevado a una antes.
Tras bailar
varios lentos con Tom, _____ lo hizo con Scott y Aaron y, finalmente, con su
padre. Era evidente que ambos tenían muchas cosas que decirse y, por sus
expresiones, no eran agradables. Pero al final del baile pareció que habían llegado
a un acuerdo, ya que _____ regresó junto a Tom con una sonrisa.
Avanzada la
noche, Aaron pidió la canción de Marc Cohn True Companion y se la dedicó
a Rachel. Inmediatamente, una fila de parejas casadas se acercó a la pista de
baile. Tammy los sorprendió llevándoles a Quinn para que ______ lo sostuviera
mientras ella bailaba con Scott.
_______ tenía
miedo de no gustarle al niño.
—Te sienta
bien —susurró Tom, cuando el pequeño se quedó dormido acurrucado contra su
cuello.
—Chist, no
vaya a despertarse.
—No se
despertará. —Tom alargó la mano para acariciar el suave pelo del niño y sonrió
cuando éste suspiró satisfecho.
—¿Por qué de
pronto quieres casarte y tener hijos? —le preguntó ______.
Él se encogió
de hombros, incómodo.
—Mientras
estuvimos separados, pensé mucho. Me di cuenta de que había cosas importantes y
otras que no lo eran tanto. Y también visité un orfanato.
—¿Un orfanato?
¿Para qué?
—Estuve
trabajando de voluntario con los franciscanos de Florencia. Iban a menudo a
llevar caramelos y juguetes a los niños del orfanato cercano. Y empecé a
acompañarlos.
_____ se quedó
con la boca abierta.
—No me has
contado nada.
—No ha salido
en la conversación, pero no es ningún secreto. Pensaba quedarme en Asís, pero
conocí a una familia de voluntarios americanos que iban a trabajar en una
clínica para pobres de Florencia y los acompañé.
—¿Te gustó la
experiencia?
—No se me da
demasiado bien, pero encontré algo en lo que era mejor que los demás: contaba
historias sobre Dante en italiano.
Ella se echó a
reír.
—No es una
mala ocupación para un especialista en Dante. ¿También contabas esas historias
en el orfanato?
—No, los niños
eran demasiado pequeños. Estaban bien cuidados, pero el sitio era muy triste.
Había bebés con sida y con diversas enfermedades. Y otros niños más mayores, a
los que ya nadie quiere adoptar. La mayoría de los padres adoptivos quiere que
sean más pequeños.
______ le puso una mano en el antebrazo.
—Lo siento.
Tom se volvió
hacia ella y acarició la cabecita del niño.
—Cuando Grace
me encontró, yo tenía lo que se considera una edad inadoptable, pero ella me
quiso igualmente. Tuve mucha suerte. Fue una auténtica bendición.
Al oír la
vulnerabilidad en su voz, _____ se sorprendió una vez más al comprobar lo mucho
que Tom había cambiado. Meses atrás, habría sido imposible oír al profesor Kaulitz
hablar de bendiciones o verlo acariciando la cabecita de un bebé.
Especialmente, la de uno que le había manchado un traje de Armani.
Poco antes de
que acabara el baile, Tom se acercó al disc-jockey y le pidió una canción en
voz baja. Luego se volvió hacia _____ con la mano extendida y una amplia
sonrisa.
Al llegar a la
pista de baile, empezó a sonar Return to me.
—Me extraña
que no hayas pedido Bésame mucho —bromeó ella.
Tom le dirigió
una mirada cargada de solemnidad.
—He pensado
que necesitábamos una canción nueva. Una nueva música para un nuevo capítulo.
—A mí me
gustaba el viejo.
—No hace falta
que olvidemos el pasado —susurró él—. Pero podemos construir un futuro aún
mejor.
Con una
sonrisa nostálgica, _____ dijo:
—Recuerdo la
primera vez que bailamos juntos.
—Aquella noche
me comporté como un auténtico cretino —murmuró avergonzado—. Cada vez que me
acuerdo... Me provocabas unas emociones muy intensas, pero no sabía cómo
afrontarlas.
—Pero ahora ya
sabes cómo actuar cuando estás conmigo. —_____ le acarició la mejilla y le dio
un suave beso, antes de deslizar los dedos sobre la pajarita de seda negra—.
Recuerdo cómo me gustaban tus pajaritas cuando eras mi profesor y yo sólo era
tu alumna. Ibas siempre impecable.
______ le
agarró la mano y le dio un beso en la palma.
—_____, nunca
fuiste sólo mi alumna. Eres mi alma gemela. Mi bashert.
La abrazó,
pegándola a su pecho y ella canturreó satisfecha contra su esmoquin. Y cuando
Dean Martin empezó a cantar en italiano, fue la voz de él la que susurró en su
oído.
Cuando Tom se
detuvo ante la puerta del cuarto de _____ esa madrugada, la miró con
admiración. Su pelo, largo y ondulado, le caía despeinado sobre los hombros.
Tenía las mejillas encendidas, igual que los ojos, burbujeantes por el champán
y la felicidad. El vestido color rojo intenso se ceñía a su figura sin
necesidad de tirantes. Su ángel de ojos castaños aún tenía la capacidad de
hechizarlo.
Mientras le
acariciaba la mejilla amorosamente, ella lo miró a los ojos, ambar y algo
cansados, que se escondían ahora detrás de sus gafas. Estaba tan guapo con el
esmoquin... Y tan, tan sexy...
Sin pensar,
tiró de la pajarita y notó cómo el nudo de seda se deshacía entre sus dedos.
Enrollándose la seda alrededor de la mano, tiró de él y lo besó.
Mientras se
besaban, _____ se dio cuenta de lo difícil que había debido de resultarle a Tom
contenerse al principio de su relación. Sintió que le hervía la sangre y la
carne le quemaba, sabiendo lo que la esperaba después de los preliminares. Lo
necesitaba tanto que no podía contenerse.
—Por favor —le suplicó, poniéndose de puntillas para besarle
el cuello.
Tom gruñó.
—No me
tientes.
—Te prometo
que iré con cuidado.
Él se echó a
reír, malhumorado.
—Este giro de
las circunstancias es de lo más imprevisto.
—Hemos
esperado más tiempo del razonable. Te quiero. Y te deseo.
—¿Confías en
mí?
—Sí —respondió
ella sin aliento.
—Pues entonces
cásate conmigo.
—Tom, yo...
Él la
interrumpió con un beso apasionado. La sujetó con fuerza por el pelo antes de
bajar las manos hasta sus hombros desnudos y acariciárselos, sin dejar de
besarla en ningún momento.
Soltando la
pajarita, _____ le rodeó el cuello con los brazos y echó las caderas hacia
adelante para pegarse más a su cuerpo. Le mordisqueó el labio inferior y gimió
cuando él le exploró los contornos de la boca con la lengua.
Los dedos de Tom
se deslizaron sobre sus clavículas, rodeándole los brazos y acariciándole la espalda.
La piel de ella había empezado a calentarse y ruborizarse.
—Por favor,
déjame hacer las cosas bien —le suplicó él, tomándole la cara entre las manos.
—¿Qué tiene de
malo lo que estamos haciendo? —susurró _____, con sus oscuros suplicantes.
Él volvió a
besarla y esa vez le sujetó la pierna y se rodeó con ella la cadera, recreando
el tango vertical que habían bailado contra la pared del Royal Ontario Museum.
Tom la pegó a
la puerta de la habitación y sus manos se perdieron bajo el vestido, acariciándole
los muslos arriba y abajo, antes de detenerse bruscamente.
—No puedo.
______ le
quitó las gafas para alisarle las arrugas de preocupación que se le habían
formado entre las cejas. En sus ojos vio pasión, conflicto y amor. Apoyando el
pie en el suelo, ella volvió a echar las caderas hacia adelante, hasta que sus
cuerpos quedaron en contacto.
—Tom.
Él parpadeó al
oír su voz, como si se estuviera despertando de un sueño.
Al ver que no
se movía, _____ se apartó, dejando unos centímetros de distancia entre sus
cuerpos, y le devolvió las gafas.
—Buenas
noches, Tom.
Él tenía un
aspecto abatido.
—No quiero
hacerte daño.
—Lo sé.
Permaneció
allí inmóvil, mirándola a los ojos, que tenía llenos de tristeza y de deseo.
—Estoy
tratando de ser fuerte por los dos —susurró—, pero cuando me miras así...
Con un suave
beso en los labios y una inclinación de cabeza, Tom se rindió. _____ encontró
la tarjeta con dedos temblorosos y ambos desaparecieron tras la puerta de su
habitación.
A la mañana siguiente,
_____ abandonó el cálido refugio de los brazos de Tom
para una rápida visita al baño. Al volver, lo encontró
despierto, mirándola con preocupación.
—¿Estás bien?
Ella se
ruborizó.
—Sí.
—Entonces, ven
aquí —la invitó, abriendo los brazos.
_____ se
acurrucó a su lado, y le pasó una pierna sobre las caderas.
—Siento
haberte hecho sentir incómodo ayer en el pasillo.
—No me hiciste
sentir incómodo —replicó él, con tanta vehemencia que la pilló por sorpresa—.
¿Por qué tendría que hacerme sentir incómodo que la mujer que amo me demuestre
que me desea?
—Creo que
montamos un espectáculo para los demás huéspedes del hotel.
—Espero que
tomaran ejemplo —bromeó Tom, antes de besarla.
Cuando se
separaron, _____ le apoyó la cabeza en el hombro.
—Supongo que
lo de esperar hasta el matrimonio iba en serio.
—No oí que te
quejaras anoche.
—Ya me conoces
—dijo ella, guiñándole un ojo—, no me gusta quejarme. Gracias por aceptar, Tom.
Esta noche ha sido muy importante para mí. —Le rodeó la cintura con los brazos
y apretó con fuerza.
—Para mí
también —contestó él y sonrió—. Me has demostrado que confías en mí.
—Me alegra que
te des cuenta, porque nunca había confiado tanto en nadie.
Tom la besó
una vez más y le retiró el pelo de la cara.
—Tengo algo
que contarte —dijo entonces, acariciándole el cuello con delicadeza—. Es una
cosa extraña.
_____ frunció
el cejo.
—Te escucho.
—Cuando estuve
en Selinsgrove, vi algo. O, mejor dicho, me pasó algo.
Ella le cubrió
la mano con la suya.
—¿Alguien te
hizo daño?
—No. —Tom hizo
una pausa incómoda—. Prométeme que mantendrás la mente abierta.
—Por supuesto.
—Mientras
sucedió, pensé que estaba soñando, pero al despertar me planteé si habría sido
una visión.
______
parpadeó.
—¿Como cuando
pensaste que me habías visto en Asís?
—No. Como lo
que dijiste sobre el cuadro de Gentileschi en Florencia... sobre Maia y Grace.
»La vi. Vi a
Grace. Estábamos en mi antigua habitación, en casa de mis padres. Y ella me
dijo... —La voz se le rompió y respiró hondo para recuperarse—. Me dijo que
sabía que la quería.
—Claro
—murmuró _____, abrazándolo con más fuerza.
—Eso no es
todo. No estaba sola. Vino acompañada por una joven.
—¿Quién era?
Tom tragó
saliva con esfuerzo.
—Maia.
Ella ahogó una
exclamación.
—Me dijo que
era feliz.
______ le secó
una lágrima de la cara.
—¿Fue un sueño? —preguntó.
—Tal vez. No
lo sé.
—¿Se lo has
contado a Richard? ¿O a Paulina?
—No. Ambos han
hecho las paces con el pasado.
Ella le puso
una mano en la mejilla.
—Tal vez era
lo que necesitabas para perdonarte. Ver que tanto Grace como Maia te han
perdonado y que son felices.
Él asintió en
silencio y enterró la cara en su pelo.
HOLA!!! BUENO NO PUEDO QUEDARME HABLANDO CON USTEDES, TENGO TAREA Y NI MODOS, LA TENGO QUE HACER ASI QUE NO PUEDO DECIRLES MAS SOBRE LA NOVE, PRONTO ACABARE CHICAS, ESTA NOVE TRAE 56 CAPS CREO Y YA VA EN EL 49 ... PREPARENSE :)) BUENO YA SABEN, SI VEO 4 O MAS COMENTARIOS LES AGREGO SINO NO ... BAY
:O no puedo creer q Tom ame tanto a (Tn) q bueno es tan romántico, de verdad que cada día que pasa amo mas a Tom :) huyy pensé q el papa de (Tn) le caeria a golpes a Tom pero no fue así menos mal, me encantooo virgii y mas la parte en donde los 2 no pueden contener sus ganas de hacer el amor jejeje espero q en los próximos caps si haya camita entre ellos, bueh espero los próximos caps em encantaron sube pronto pleaseee!!!
ResponderBorrarQuien diria que el profesor cretino y malhunorado de Tom sea un romantico y respetuosoo..
ResponderBorrarSe quiere casar con la rayita!! *.*
No aguntoo hahahaha.. Ay me dara penita q acabe perp confia en la proxima fic q subas :)
Siguelaa pronto :D
aww tan romantico tom *-* ahhaha
ResponderBorrarcada ves me gusta mas la fic lastima que se esta terminando
sube pronto :)
aaaa que bello tom
ResponderBorraresta loco por casarse *-* ajajajaj
suiguela pronto :D