CAP 38
El padre de ___ insistió en
asistir a la graduación y se negó a permitir que Paul la ayudara con la mudanza
a Cambridge en su lugar. Pagó el depósito y el alquiler de la habitación de ____
y voló a Toronto para asistir a la graduación de su única hija el 11 de junio.
Con un sencillo vestido negro y
unos bonitos zapatos, ____ dejó a Paul y a su padre en los escalones del salón
de actos y ocupó su lugar en la cola, con los demás estudiantes graduados.
A John le gustó Paul. Le gustó
mucho.
Era un chico directo y sincero,
que estrechaba la mano con fuerza. Cuando hablaba con él, lo miraba a los ojos.
Paul se ofreció a ayudar con la mudanza, cediéndoles una habitación en su
granja de Burlington. Cuando John le dijo que podían hacerlo solos, él
insistió.
Durante la cena con _____, la noche
antes de la graduación, John había dejado caer alguna insinuación sobre Paul,
pero ella había fingido no entender a qué se refería.
Mientras los estudiantes entraban
en fila en el salón, ____ no pudo evitar recorrer la sala con la vista, buscando
a Tom. Con tanta gente, habría sido casi imposible verlo aunque hubiera ido.
Sin embargo, al localizar el espacio reservado para el departamento, distinguió
fácilmente a Katherine Picton, vestida con su toga de Oxford. Si los profesores
estaban colocados alfabéticamente, como parecía, ____ pensó entonces que no le
habría costado localizar a Tom, ataviado con su toga carmesí de Harvard. Pero
él no estaba allí.
Cuando alguien pronunció el
nombre de _____, Katherine subió al estrado, con lentitud pero con seguridad, y
le puso la toga de magister antes de estrecharle la mano formalmente.
Tras desearle mucha suerte en Harvard, le entregó el diploma.
Esa noche, después de ir a
cenar a un asador con Paul y su padre para celebrarlo, ____ vio que tenía un
mensaje de Rachel en el buzón de voz.
«¡Felicidades, _____! Todos te
mandamos recuerdos. Tenemos regalos para ti. Gracias por darme tu nueva
dirección en Cambridge. Cuando estés instalada, te lo enviaré todo por correo.
También el vestido de dama de honor.
»Papá te ha sacado billete de
Boston a Filadelfia para el veintiuno de agosto. Espero que te vaya bien. Él
quería pagarlo y como sabía que querías venir con tiempo...
»Seguimos sin tener noticias de
Tom. Espero que haya ido a la graduación, pero, si no, espero que durante la
boda podáis aclarar las cosas. Espero que venga a mi boda. Se supone que tiene
que ser uno de los padrinos, ¡y ni siquiera tengo sus medidas para encargarle
el esmoquin!»
CAP 39
Cierto especialista en Dante de
ojos cafeces claros leía Miércoles de ceniza, el poema de T. S. Eliot,
antes de rezar sus oraciones vespertinas. Estaba solo, pero al mismo tiempo no
lo estaba.
Mirando la fotografía que tenía
en la mesilla de noche, pensó en su graduación. Qué bonita y orgullosa debía de
estar con su toga de graduada. Suspirando, cerró el libro de poesía y apagó la
luz.
En la oscuridad de su vieja
habitación, en la antigua casa de sus padres adoptivos, pensó en las semanas
pasadas. Después de Italia, había viajado a Boston y luego a Minnesota. Les
había prometido a los hermanos franciscanos que volvería, porque éstos —que
eran unos hombres sabios— le habían dicho que valoraban más su presencia que
sus aportaciones económicas. Con ese agradable pensamiento en mente, cerró los
ojos.
—Tom, es hora de levantarse.
Gruñó y se dio la vuelta,
esperando que la voz lo dejara tranquilo. Dormir le daba paz. Lo necesitaba.
—Vamos, sé que estás despierto.
—La voz se echó a reír suavemente y sintió que la cama se hundía a la altura de
sus caderas.
Al abrir los ojos, vio a Grace,
su madre adoptiva, sentada a su lado.
—¿Ya es hora de ir al colegio?
—preguntó él, frotándose los ojos.
Ella se echó a reír una vez
más. El sonido era ligero, parecido a música.
—Ya eres un poco mayorcito para
ir al colegio. Como alumno al menos.
Tom miró a su alrededor,
confuso, y se sentó de golpe.
Grace le sonrió con calidez y
le tendió la mano. Tom disfrutó de la sensación de su mano suave antes de
apretársela.
—¿Qué pasa? —Ella lo miró con
amabilidad, pero al mismo con curiosidad, mientras él le sostenía la mano entre
las suyas.
—No pude despedirme. No pude
decirte... —se interrumpió y respiró hondo— que te quiero.
—Una madre sabe estas cosas, Tom.
Siempre lo he sabido.
Él sintió una gran emoción
cuando la abrazó.
—No sabía que estabas enferma.
Rachel me dijo que estabas mejor. Debí haber estado a tu lado.
Grace le dio unas palmaditas en
la espalda.
—Quiero que dejes de culparte
por todo. Tomaste la decisión más adecuada con la información de la que
disponías en ese momento. Nadie espera que seas omnisciente. Ni perfecto.
Se apartó un poco para verle la
cara.
—No deberías exigírtelo. Quiero
a todos mis hijos, pero tú fuiste el regalo que Dios me envió. Siempre has sido
especial.
Madre e hijo vivieron un
momento de comunión silenciosa. Luego, ella se levantó, alisándose el vestido.
—Hay alguien a quien me
gustaría que conocieras.
Tom se secó los ojos, se
destapó y se levantó. Llevaba unos pantalones de pijama de franela, pero iba
desnudo de cintura para arriba. Mientras trataba de peinarse
con los dedos, Grace hizo entrar a una joven a la habitación.
Tom se la
quedó mirando.
Se notaba que
era una mujer joven, aunque parecía no tener edad. Era alta y esbelta, de pelo
largo y rubio, y piel muy blanca. Sus ojos le resultaban familiares. Eran unos
preciosos ojos cafeces como los chocolates y le sonreían con amabilidad, igual
que sus labios rosados.
Tom miró a
Grace con la cabeza ladeada.
—Os dejaré
solos para que podáis hablar —dijo ésta, antes de desaparecer.
—Soy Tom —se
presentó él, tendiéndole la mano educadamente.
Ella se la
estrechó, sonriendo feliz.
—Lo sé.
Su voz era
suave y muy dulce. A él le recordó a una campanilla.
—¿Y tú eres?
—Quería
conocerte. Grace me contó cómo eras de niño y me dijo que eres profesor. A mí
también me gusta Dante. Es muy divertido.
Tom asintió,
sin comprender.
La joven le
dirigió una mirada melancólica.
—¿Podrías
hablarme de ella?
—¿De quién?
—De Paulina.
Él se puso
tenso y la miró con desconfianza.
—¿Por qué?
—Porque no la
conozco.
Tom se frotó
los ojos con el dorso de la mano.
—Ha ido a ver
a su familia a Minnesota, para tratar de hacer las paces con ellos.
—Lo sé. Se
siente feliz.
—Entonces,
¿por qué me preguntas a mí?
—Quiero saber
cómo es.
Él reflexionó
un momento antes de empezar a hablar.
—Es atractiva
e inteligente. También muy tozuda. Habla varios idiomas y cocina muy bien. —Se
echó a reír antes de continuar—. Pero no tiene talento para la música. No es
capaz de afinar ni una sola nota.
—Eso he oído.
—La joven lo miró con curiosidad—. ¿La querías?
Él apartó la
vista.
—Creo que la
quiero ahora, a mi manera. Cuando nos conocimos, en Oxford, éramos amigos.
La joven
asintió y se volvió un momento hacia el pasillo, como si alguien la hubiera
llamado.
—Me alegro de
haberte conocido. Antes era imposible, pero nos volveremos a ver. —Y, con una
sonrisa, se volvió para marcharse.
Tom la siguió.
—¿Cómo has
dicho que te llamas?
Ella lo miró
expectante.
—¿No me
reconoces?
—No, lo
siento. Aunque tus ojos me resultan muy familiares.
La joven se
echó a reír y él sonrió, porque su risa era contagiosa.
—¿Cómo no te
van a resultar familiares? Son tus ojos.
La sonrisa se
borró de la cara de Tom.
—¿Aún no me
reconoces?
Él negó con la
cabeza.
—Soy Maia.
Se quedó
paralizado e, instantes después, su cara mostró todo un abanico de emociones,
como nubes flotando en el cielo en un día de verano.
Ella se
inclinó hacia el tatuaje que tenía en el pecho y le dijo con un susurro
cómplice:
—No tenías por
qué hacer eso. Sé que me querías. Soy feliz aquí. Todo está lleno de luz, amor
y esperanza. Y todo es precioso.
Poniéndose de
puntillas, le dio un beso en la mejilla antes de desaparecer en el pasillo.
CAP 40
John se plantó frente a la
puerta de _____ el día después de su graduación, llevando una camiseta gris con
la palabra «Harvard» grabada en el pecho.
—¿Papá?
—Estoy tan orgulloso de ti...
—afirmó con voz ronca, antes de darle un abrazo.
Padre e hija disfrutaron de un
instante de tranquilidad antes de que alguien subiera los escalones a su espalda.
—Ah, buenos días. He traído el
desayuno. —Paul llevaba una bandeja con tres cafés con leche y donuts. Parecía
algo incómodo por haber interrumpido un momento de intimidad familiar, pero
cuando John lo recibió con un apretón de manos y ____ con un abrazo, se relajó.
Tras desayunar en la mesita
plegable, los dos hombres empezaron a planificar la mejor manera de embalarlo
todo para el traslado. Por suerte, Paul había convencido a Sarah, la persona
que le subarrendaba el apartamento a ____, para que ésta pudiera instalarse en
el piso el 15 de junio.
—Katherine Picton me invitó a
comer hoy, pero no es necesario que vaya —comentó ____ de pasada.
No quería dejar a su padre y a
su amigo trabajando, mientras ella iba de visita.
—No tienes muchas cosas, ____—dijo
John, mirando a su alrededor—. Mientras tú recoges la ropa, nosotros nos
ocuparemos de los libros. Estoy seguro de que a la hora de comer ya habremos
terminado o poco nos faltará. —Con una sonrisa, le revolvió el pelo antes de
irse hacia el pequeño baño.
—No tienes por qué ocuparte de
esto —replicó ____ al quedarse a solas con Paul—. Papá y yo podemos hacerlo
solos.
Él frunció el cejo.
—¿Cuándo vas a aceptar que
estoy aquí porque me apetece? Yo no soy de los que se marchan, ____. No cuando
hay una razón tan buena para quedarse.
Ella se tensó, incómoda, y
clavó la vista en el café con leche.
—Si la profesora Picton te ha
invitado a comer, será que quiere decirte algo. Será mejor que vayas. —Le
apretó la mano—. Tu padre y yo nos encargaremos de todo.
_____ soltó el aire lentamente
y sonrió agradecida.
Había unos cuantos objetos
personales que a ____ no le apetecía que vieran ni su padre ni Paul, así que
los guardó en su mochila L. L. Bean. Aunque no eran los típicos objetos que una
joven desea mantener lejos de la vista de su padre. Se trataba de un diario,
unos pendientes de brillantes y algunas cosas relacionadas con sus sesiones de
terapia.
Nicole estaba encantada por la
mejoría de ____. Durante la última sesión, le había dado el nombre de otra
terapeuta de cerca de Harvard. Nicole no sólo la había ayudado a soportar un
duro golpe, sino que ahora la dejaba en buenas manos para seguir el viaje.
_____ se puso un vestido
sencillo pero bonito y unas sandalias bajas para ir a casa de la profesora
Picton, pensando que la ocasión merecía algo mejor que unos vaqueros. Llevaba
la mochila al hombro y en las manos una lata de lo que le habían asegurado que
era un buen té Darjeeling.
El té y ella fueron recibidos
con la contención propia de la profesora Picton, que
la hizo pasar inmediatamente al comedor. El almuerzo, a base
de ensalada de gambas, sopa fría de pepino y un vino sauvignon blanco, fue muy
agradable.
—¿Cómo van las
lecturas? —preguntó Katherine, mirándola por encima del plato de sopa.
—Despacio pero
segura. Voy a leer todo lo que usted me sugirió, pero acabo de empezar.
—La profesora
Marinelli ya está deseando conocerte. Estaría bien que fueras a presentarte
cuando llegues a Cambridge.
—Lo haré.
Muchas gracias.
—Sería muy beneficioso
para ti que establecieras relación con el resto de los especialistas en Dante
de la zona, especialmente los de la Universidad de Boston. —Katherine sonrió
enigmáticamente—. Pero estoy segura de que acabarás conociéndolos a todos,
aunque no quieras. Si ves que no te los presentan, prométeme que te dejarás
caer por el Departamento de Estudios en Lenguas Romances de esa universidad
antes de septiembre.
—Lo haré,
muchas gracias. No sé qué habría hecho... —Emocionada, ____ no pudo seguir
hablando.
La profesora
la sorprendió consolándola con unas palmaditas en la mano. El gesto fue torpe,
como si la distinguida solterona estuviera acariciando la cabeza de un niño
lloroso, pero no sin sentimiento.
—Te has
graduado con honores. Tu proyecto es sólido y puede ser una buena base para tu
tesis. Seguiré tu carrera con interés. Creo que serás muy feliz en Cambridge.
—Gracias.
Cuando llegó
el momento de despedirse, ____ alargó la mano, pero Katherine volvió a
sorprenderla al darle un abrazo contenido pero cálido.
—Has sido una
buena alumna. Ahora, ve a Harvard y haz que me sienta orgullosa de ti. Y
mándame un correo electrónico de vez en cuando contándome cómo te van las
cosas. —Separándose un poco de ella para mirarla a la cara, añadió—: Es posible
que dé una conferencia en Boston en otoño. Espero que nos veamos allí.
Ella asintió.
Mientras
caminaba hacia su pequeño apartamento de Madison Avenue, iba mirando
maravillada el regalo que le había hecho la profesora Picton. Era una rara
edición, antigua y gastada, de La Vita Nuova de Dante, que había
pertenecido a Dorothy L. Sayers, que había sido amiga del director de tesis de
Katherine en Oxford. En los márgenes había anotaciones de puño y letra de
Sayers. ____ lo conservaría siempre. Sería su tesoro.
No importaba
el daño que Tom le había causado. Al convencer a Katherine Picton para que
fuera su directora de proyecto le había hecho un favor tan grande que no podría
devolvérselo nunca.
«El amor es
tener un gesto amable con alguien sin esperar recibir nada a cambio», pensó.
A la mañana
siguiente, ____, John y Paul lo cargaron todo en la camioneta que habían
alquilado y condujeron ocho horas hasta llegar a la granja Norris, que se
encontraba a las afueras de Burlington, en Vermont. Los Mitchell fueron tan
bien recibidos que se dejaron tentar para pasar unos cuantos días allí. Ted
Norris, el padre de Paul, convenció a John para que fuesen juntos de pesca.
____ dudaba
que cualquier otro argumento hubiera conseguido alterar el rígido programa de
su padre, pero eso fue antes de probar la comida que preparaba Louise. La
madre de Paul era una cocinera extraordinaria. Lo hacía todo
ella, incluso los donuts.
CAP 40 (PARTE
2)
El 15 de
junio, la noche antes de que los Mitchell y Paul siguieran su viaje hacia
Cambridge, Paul estaba en la cama, pero no podía dormir. Su padre lo había ido
a buscar pasada la medianoche a causa de una emergencia bovina. Cuando
finalmente pudo volver a acostarse, estaba demasiado agitado para conciliar el
sueño.
En su mente
compartían espacio dos mujeres. Allison, su ex novia, estaba de visita en la
granja cuando él llegó con los Mitchell. No era de extrañar, ya que seguían
siendo amigos, pero Paul sabía que, al menos en parte, Allison había ido para
echarle un vistazo a su rival. Él le había hablado de ____ en Navidad, así que
conocía su existencia y el papel que jugaba en su vida. Allison sabía que _____
le despertaba unos sentimientos que, al menos en Navidad, no eran
correspondidos.
Por suerte,
fue amable con _____ y ésta estuvo, como siempre, tímida pero encantadora. Paul
se había sentido bastante incómodo mientras su pasado y su posible futuro
charlaban delante de él.
Cuando Allison
lo llamó más tarde por teléfono para decirle que ____ era encantadora, no había
sabido qué responder. Por supuesto, seguía sintiendo algo por Allison. Eran
amigos desde mucho antes de empezar a salir. La quería, pero ella había roto la
relación, él había seguido adelante con su vida y había conocido a _____. ¿Por
qué tenía que sentirse culpable?
Mientras Paul
se planteaba su compleja (aunque al mismo tiempo inexistente) vida amorosa, _____
luchaba contra el insomnio. Cuando se hartó de dar vueltas en la cama, decidió
bajar a hurtadillas a la cocina por un vaso de leche.
Y allí se
encontró a Paul, sentado a la mesa, tomando una generosa ración de helado.
—Hola —la
saludó él, mirándola discretamente pero con admiración.
____ se le
acercó, vestida con una vieja camiseta del instituto de Selinsgrove y unos
shorts con «St. Joe’s» cosido descaradamente en el culo.
(A los ojos de
Paul, era Helena de Troya con ropa de deporte.)
—¿Tú tampoco puedes
dormir? —le preguntó ____, acercando una silla para sentarse a su lado.
—Papá tenía un
problema con una de las vacas. ¿Un poco de Heath Bar Crunch? —preguntó él, ofreciéndole
una cucharada grande de helado Ben & Jerry’s.
Ella no se
pudo negar. Era su sabor favorito. Con cuidado, cogió la cuchara y se la metió
en la boca.
—Hum —gimió,
con los ojos cerrados. Al acabar, le devolvió la cuchara a Paul, resistiendo el
impulso de lamerla.
Él la dejó en
el tazón y se levantó. ____ parpadeó y se echó hacia atrás en la silla.
—_____
—susurró Paul, tirando de sus brazos para que se levantara. Le echó el pelo
hacia atrás, fijándose en que ella no hacía ningún gesto de rechazo. Estaban
muy cerca, casi rozándose. Él le dedicó una ardiente mirada—. No quiero que nos
despidamos.
La sonrisa de ____
fue un poco forzada.
—No tenemos
que hacerlo. Seguiremos en contacto por teléfono y correos electrónicos. Y nos
podemos ver siempre que vayas a Boston.
—Creo que no
me has entendido.
Ella se liberó
de sus manos y dio un paso atrás.
—Es por
Allison, ¿verdad? No quiero crear problemas entre vosotros. Papá y yo nos las
apañaremos perfectamente solos.
_____ esperó
su respuesta, pero en vez de aliviado, Paul cada vez parecía más
preocupado.
—Allison no
tiene nada que ver en esto.
—¿No?
—¿De verdad
tienes que hacerme esa pregunta? —Dio un paso hacia ella—. ¿De verdad no lo
sabes?
_____ apartó
la vista.
—Paul, yo...
—Deja que
termine de hablar —la interrumpió—. Por una vez, deja que te diga lo que
siento. —Respiró hondo y esperó a que volviera a mirarlo a los ojos antes de
continuar—: Estoy enamorado de ti. No quiero separarme de ti porque te quiero.
La idea de tener que dejarte en Cambridge me está matando.
Ella inspiró
lentamente y empezó a negar con la cabeza.
—Déjame
terminar, por favor. Sé que tú no estás enamorada de mí. Sé que es demasiado
pronto, pero ¿crees que podrías..., algún día... en el futuro...?
_____ cerró
los ojos. Un futuro que nunca había considerado se abrió ante ella. Era una
auténtica encrucijada de posibilidades. Se planteó cómo sería compartir la vida
con Paul. Que fuera él el hombre que la besara, que la abrazara; el hombre que
la llevara a la cama y le hiciera el amor, con dulzura y delicadeza. No le
cabía ninguna duda de que Paul sería muy dulce.
Querría que se
casaran, por supuesto, y que tuvieran hijos. Pero se sentiría orgulloso de su
carrera académica y la apoyaría en todo momento.
Se sorprendió
al darse cuenta de que las imágenes no le resultaban desagradables. Era un buen
futuro. Tendría una vida satisfactoria junto a un hombre decente, que nunca
movería un dedo para perjudicarla. Podría tener una buena vida a su lado.
Cuando abrió los
ojos, Paul le levantó la barbilla.
—No habrá
dramas, ni peleas, ni antiguas novias como la profesora Dolor. Te trataré con
respeto y nunca, nunca te abandonaré.
»Elígeme
—susurró, mirándola con sentimiento—. Elígeme y te daré una vida feliz. Nunca
más tendrás que irte a dormir llorando.
Al oírlo, _____
no pudo controlar las lágrimas. Sabía que le estaba diciendo la verdad, pero
reconocer esa verdad y desearla eran cosas muy distintas.
—No soy como
él. No soy como una hoguera que lo quema todo y luego se apaga. Soy constante.
Me he contenido porque sabía que necesitabas un amigo, pero por una vez quiero
decirte lo que siento en realidad.
Tomando su
silencio como prueba de aceptación, la abrazó. Inclinándose sobre ella, unió
sus labios a los suyos y expresó toda su pasión en un beso.
La boca de
Paul era cálida y acogedora y lo que empezó como un beso suave, en seguida se
cargó de deseo.
Tras un
instante de vacilación, ella se abrió a él. La lengua de Paul aprovechó la duda
para penetrar en su boca, mientras le sujetaba la cabeza con ambas manos. Pero ____
no se sintió amenazada en ningún momento. En los gestos de él no había ningún
intento de dominación, no había nada grosero ni abrumador.
La besó sin
perder el control en ningún momento. Después, lentamente, se separó y le dio un
suave beso en los labios antes de susurrarle al oído:
—Te quiero, _____.
Di que serás mía y no te arrepentirás.
Ella lo abrazó
con más fuerza, mientras las lágrimas le rodaban por las mejillas.
CAP 41
A la mañana siguiente, Louise
Norris miraba con preocupación a su hijo y a la joven a la que amaba. Su
marido, Ted, trataba de animar la conversación hablando sobre la vaca enferma a
la que habían tenido que atender la noche anterior. Mientras, John trataba de
meterse en la boca un donuts casero sin parecer un bárbaro, pero fracasó.
Después del desayuno, la cocina
se vació como si fuera un galeón lleno de ratas que acabara de llegar a puerto.
Paul y ____ se quedaron solos, sentados el uno frente al otro, removiéndose
incómodos en su asiento, con la vista clavada en sus respectivos cafés con
leche.
Ella rompió el silencio.
—Lo siento mucho.
—Yo también.
Mordisqueándose el labio
inferior, ____ alzó la vista, preguntándose si Paul estaría enfadado o
resentido. O ambas cosas.
Pero no parecía que sintiera
nada de eso. Sus ojos oscuros, aunque la miraban derrotados, seguían brillando
con amabilidad.
—Tenía que intentarlo. No
quería esperar a que hubieras encontrado a otra persona. Pero no volveré a
sacar el tema. —Se encogió de hombros y frunció los labios, resignado—. No te
preocupes. No volveré a ponerte en un compromiso.
Echándose hacia adelante en la
mesa, ____ le apretó la mano.
—No me pusiste en un
compromiso. Y sé que tendríamos una buena vida juntos. Yo también te aprecio,
pero te mereces algo más. Te mereces compartir la vida con alguien que te
corresponda.
Soltándose de ella, Paul salió
de la cocina.
—¿Podrías explicarme por qué
está tan callado? —John se volvió hacia ____, mientras esperaban a que Paul
saliera del lavabo en una estación de servicio de New Hampshire.
—Quiere más de lo que puedo
darle.
Su padre entornó los ojos,
mirando al horizonte.
—Parece un buen hombre y viene
de una buena familia. ¿Qué problema hay? ¿Tienes algo contra las vacas?
Estaba tratando de hacerla
reír, pero al ver que sus palabras tenían el efecto contrario, alzó las manos
en señal de rendición.
—No me hagas caso, soy un
idiota. También pensaba que el hijo del senador era un buen partido, así que ya
ves. Mejor me muerdo la lengua.
Antes de que ____ pudiera
tranquilizarlo, Paul volvió del baño, poniendo fin a la conversación corazón a
corazón entre padre e hija.
Dos días más tarde, ____ estaba
ante la puerta de su nueva casa, despidiéndose de Paul y sintiéndose mucho peor
que cuando lo había rechazado en la cocina de sus padres. En ningún momento él
se había mostrado frío, maleducado ni rencoroso. Y no había retirado su oferta
de acompañarlos a Cambridge para ayudarla con la mudanza.
Incluso le había conseguido una
entrevista de trabajo en el moderno café que había enfrente de su casa. La
anterior ocupante del apartamento acababa de dejar su trabajo allí y Paul le
propuso al dueño que contratara a ____, consciente de que ella
necesitaba el dinero.
Esos dos días
había dormido en el suelo del apartamento sin protestar. Paul se había portado
de un modo tan intachable que ____ se sentía peor que nunca. ¿Estaba tomando la
decisión correcta?
Sabía que
elegirlo a él era apostar a caballo ganador. La vida a su lado sería fácil,
segura. El corazón se le curaría y no volvería a sufrir más heridas. Pero si se
quedaba con Paul se estaría conformando sólo con tener una buena vida, no una
vida excepcional. Pero incluso si nunca lograba una vida excepcional, prefería
que su existencia fuera como la de Katherine Picton y no como la de su madre.
Al casarse con
un buen hombre sin estar apasionadamente enamorada de él, lo estaría estafando
y se estaría estafando a sí misma. Y no era tan egoísta.
—Adiós.
Paul la abrazó
con fuerza antes de soltarla y mirarla fijamente. Tal vez quería asegurarse de
que no hubiera cambiado de opinión.
—Adiós.
Gracias por todo. No sé qué habría hecho sin ti durante todos estos meses.
Él se encogió
de hombros.
—Para eso están
los amigos.
Entonces vio
que los ojos se le llenaban de lágrimas y la miró con preocupación.
—Seguimos
siendo amigos, ¿no?
—Por supuesto
—sollozó ella—. Has sido el mejor amigo posible y espero que continuemos nuestra
amistad, aunque... —____ dejó la frase inacabada y él asintió, como si le
agradeciera que no la acabara.
Alargando una
mano vacilante, Paul le acarició la mejilla por última vez, antes de dirigirse
hacia el coche de su amigo Patrick, con quien iba a volver a Vermont.
Pero de
repente se detuvo, se volvió y se acercó a ____, nervioso.
—No quería
sacar el tema delante de tu padre, por eso he esperado a que se marchara.
Aunque luego he dudado si contártelo o no... —Paul desvió la vista en dirección
a la calle Mount Auburn. Parecía estar luchando consigo mismo.
—¿Qué pasa?
Negando con la
cabeza, se volvió hacia ella.
—Ayer me llegó
un correo electrónico del profesor Martin.
Ella lo miró
sin comprender.
—Kaulitz ha
dejado la universidad.
—¿Qué? —____ se
llevó las manos a las sienes, tratando de asimilar la magnitud de lo que estaba
oyendo—. ¿Cuándo?
—No lo sé. El profesor
Martin dice que Kaulitz se ha comprometido a seguir supervisando mi tesis, pero
a mí él no me ha dicho ni una palabra.
Al ver la
actitud preocupada de su amiga, le rodeó los hombros con un brazo.
—No quería
disgustarte, pero he pensado que deberías saberlo. El departamento ha empezado
a buscar sustituto. Sé que buscarán también en Harvard y que te habrías acabado
enterando de todos modos.
Ella asintió,
ausente.
—¿Adónde irá?
—No tengo ni
idea. Martin no me dice nada. Creo que está enfadado con Kaulitz. Después de
todo el lío que montó el semestre pasado, ahora se marcha y los deja en la
estacada.
_____ lo
abrazó, aturdida, y entró en su nuevo apartamento para reflexionar. Esa noche
llamó a Rachel. Cuando le saltó el contestador, pensó en llamar a Richard, pero
no quiso preocuparlo. Y sabía que Scott no tendría más información.
A lo largo de los siguientes días, le dejó un par de mensajes
de voz a Rachel y esperó, pero su amiga no respondió.
Empezó a
trabajar como camarera en el café de Peet’s, situado en el edificio de tres
plantas que quedaba enfrente de su apartamento. Como su padre se había
encargado de pagar el alquiler y los gastos de la mudanza y además había
insistido en darle parte de los beneficios de la venta de la casa de
Selinsgrove, podía vivir sin lujos pero sin apuros hasta que recibiera la beca,
a finales de agosto.
Concertó una
cita con la terapeuta que le había recomendado Nicole y empezó a ir a ver a la
doctora Margaret Walters una vez a la semana. Cuando no estaba aprendiendo los
trucos del negocio del café ni encandilando a la clientela de su barrio de
Harvard Square, aprovechaba el tiempo para avanzar en su lista de lecturas.
Siguiendo el consejo de Katherine Picton, fue a presentarse a Greg Matthews, el
catedrático de su nuevo departamento.
El profesor
Matthews la recibió con amabilidad y pasaron casi una hora hablando del tema
que más les gustaba: Dante. Greg la informó de que la profesora Marinelli
llegaría de Oxford la semana siguiente y la invitó a la recepción que
celebrarían para darle la bienvenida. ____ aceptó encantada.
Al despedirse,
el profesor la acompañó hasta la cafetería de los alumnos graduados y le presentó
a unos cuantos de ellos, antes de marcharse.
Dos de los
estudiantes que conoció se mostraron educados pero no particularmente
cordiales. La tercera, Zsuzsa, una chica húngara, le dio la bienvenida
inmediatamente y la informó de que un grupo se reunían los miércoles en el
Grendel’s Den, un pub que estaba junto al Winthorp Park. Al parecer, el local
tenía un bonito patio y una carta de cervezas excepcional. ____ le prometió que
no se lo perdería y las dos jóvenes se dieron su dirección de correo electrónico.
A pesar de su
timidez innata, de la que nunca acabaría de librarse del todo, _____ encajó
como un guante en Harvard. Conoció a un alumno llamado Ari, encargado de dar
información sobre el campus. Ari le enseñó dónde estaban los principales edificios,
como por ejemplo la biblioteca o la escuela de posgrado.
Se apuntó en
una lista para pedir el carnet de la biblioteca, aunque no podría hacer los
trámites hasta agosto.
De vez en
cuando, iba por la cafetería para ver a Zsuzsa. Y pasaba muchas horas en la
biblioteca, buscando y leyendo libros. Paseando por el barrio, descubrió una
tienda de comestibles, un banco y un restaurante tailandés cerca de su casa;
éste se convirtió en su nuevo restaurante favorito.
Cuando Rachel
le devolvió la llamada, el 26 de junio, _____ estaba ya totalmente instalada y
se sentía a gusto con su nueva vida. Era feliz. Casi.
Estaba
atendiendo a unos clientes cuando le sonó el teléfono, así que le pidió a un
compañero que siguiera con los clientes mientras ella salía a la calle a
hablar.
—Rachel. ¿Cómo
estás?
—Estamos bien.
Siento haber tardado tanto en responderte. Un hijo de puta me robó el móvil y
he tenido que comprarme otro. Luego tuve que ponerme al día con todos los
mensajes sobre la boda y...
____ apretó
los dientes y esperó a que su amiga se interrumpiera para tomar aire y así
poder darle las noticias sobre su hermano. Sólo tuvo que esperar un poco.
—Tom ha dejado
el trabajo.
—¿Qué?
—exclamó Rachel casi gritando—. ¿Cómo lo sabes?
—Un amigo mío
era su auxiliar de investigación en Toronto.
—Eso lo
explica todo —dijo Rachel.
—Explica ¿el
qué?
—Tom ha vendido su piso. Le envió a papá un correo
electrónico avisándolo de que lo dejaba y diciéndole que estaba viviendo en
hoteles mientras encontraba una casa.
_____ se apoyó
en el viejo y retorcido roble que se alzaba junto a Peet’s.
—¿Dijo dónde
la estaba buscando?
—No. Sólo que
había contratado a una empresa de mudanzas para que recogiera todas sus cosas y
las guardara. Pero si ha dejado el trabajo...
—Está en pleno
proceso de búsqueda.
—Entonces
¡tienes que llamarlo! Es el momento perfecto.
_____ apretó
los dientes.
—No.
—¿Por qué no?
—Fue él quien
cortó conmigo, ¿te acuerdas? No seré yo quien trate de arreglar las cosas a
estas alturas. En caso de que se puedan arreglar, claro.
Rachel guardó
silencio unos instantes.
—No estoy
diciendo que te olvides de todo lo que ha ocurrido y hagas como si no hubiera
sucedido nada, ____. Pero creo que deberíais hablar sobre lo que sucedió. Creo
que él tiene que saber cómo te sentiste y lo que pasó cuando se marchó. Y
francamente, creo que te debe una explicación. Después puedes mandarlo al
infierno, si eso es lo que quieres.
_____ cerró
los ojos mientras el corazón se le contraía de dolor. La mera idea de ver a
Gabriel y de escuchar sus razones le resultaba dolorosa.
—No estoy
segura de que mi corazón sobreviviera a sus explicaciones.
HOLAAA!!! VOLVI xD ... BUENO AQUI ESTAN LOS CAPS ... AHORA HABLAN DE TOM, PAUL Y LA RAYA ... AY POBRE PAUL, SE LO QUE SE SIENTE SER RECHAZADO POR LA PERSONA AMADA, YA ME PASO, NO CON EL CHICO QUE LES HABLE EH ... ES CON OTROS CHICOS :(( ... BUENO, RESPONDIENDO A LA DUDA QUE DEBEN TENER Y QUE ME HICIERON VER, SI ... TOM Y RAYA HABLARAN ... YA, NADAMAS PUEDO ADELANTARLES, YA SABEN, 4 O MAS Y AGREGO SINO NO ... YA ACABARA LA HISTORIA Y SIGUE EL ULTIMO LIBRO DE ESTA HERMOSA HISTORIA, AHORA SI ADIOS :))
:O no puedo creer q (Tn) haya rechazado a Paul, quería q le diera una oportunidad a el xq es muy bueno con ella la ha ayudado mucho :( q lastima pero la entiendo.. ese beso entre (Tn) y Paul estuvo intenso jejeje me fuese gustado mucho q le dijera q si :S pobre Paul.. Me muero x leer el cap en donde (Tn) Y Tom hablen sube ese cap pleaseee estoy muy intrigada pero ella lo rechazara?? me imagino q si :S Tom también ha sufrido mucho :( espero los próximos caps me encantoooo!!!!
ResponderBorrarCada ves se pone mejor omg ... me da pena paul pero bueno fue mejor que (tn) no le diera la oportunidad si no sentía nada por el .. me encanta ... espero que puedas subir mas seguido :)
ResponderBorrarNo dejes de subir porfaaa!! Nostras si comentamos..
ResponderBorrarPobre Paul :/ . La rayita y Tom hablaran *.* esta buenizimaa..
Siguelaa :)
pobre paul pero bueno es mejor haci que hacerle daño .... ya queiro ver que pasa cuando (tn) y tom hablen :O *-*
ResponderBorrarespero que subas pronto ya estan los 4 comentarios :)