CAP 34
De madrugada, Rachel y ____
seguían echadas en el sofá, en pijama y bata, bebiendo vino y riendo sin
poderse contener. Scott, Tammy y Quinn se habían marchado temprano y Aaron
llevaba horas durmiendo. Lo oían roncar en la habitación.
Animada por el vino, ____ le
contó a su amiga lo que había pasado durante la vista. Aunque le costó mucho,
Rachel resistió la tentación de interrumpirla hasta que acabó de hablar.
—No creo que Tom te haya dejado
por el trabajo. No necesita el dinero y siempre puede trabajar en otro sitio.
Lo que no entiendo es por qué no ha sido más explícito. Podía haber hablado
contigo a la salida y decirte: «Te quiero, pero tenemos que esperar».
Conociéndolo, seguramente te habría recitado algo en pentámetros yámbicos
—añadió, con la risa floja por el alcohol.
—Mencionó algo sobre Eloísa,
pero la verdad, no me animó mucho. Abelardo mantuvo en secreto su relación con
ella para no perder el trabajo. Y luego la mandó a un convento.
Rachel le lanzó un cojín a la
cabeza.
—Tom nunca te enviaría a un
convento. Te quiere. Y me niego a aceptar otra cosa.
Abrazando el cojín, ____ se
tumbó de lado.
—Si me quisiera, no me habría
abandonado. Ni habría roto conmigo con un correo electrónico.
—¿De verdad crees que ha estado
jugando contigo todos estos meses?
—No, pero eso ya no tiene
importancia.
Rachel bostezó ruidosamente.
—No entiendo lo que ha hecho,
pero está claro que la ha cagado. Me pregunto si no estaría tratando de
protegerte de alguna manera.
—¿Qué le costaba avisarme?
—Eso es lo que no entiendo.
Podría habernos pedido a cualquiera de nosotros que te pasáramos un mensaje. O
haberte escrito una carta. ¿Por qué no le dijo al comité que se metieran sus
condiciones por donde les cupieran?
_____ se movió y, mirando al
techo, se hizo la misma pregunta que su amiga.
—¿Quieres que lo llamemos?
—No.
—¿Por qué no? Si ve que soy yo,
igual contesta.
—Es muy tarde y estoy borracha.
No es el mejor momento para mantener una conversación. Además, me dijo que no
me pusiera en contacto con él.
Rachel levantó el teléfono y lo
sacudió ante los ojos de ____.
—Si tú estás sufriendo, él
también.
—Le dejé un mensaje diciendo
que, si algún día quiere hablar conmigo, que lo haga cara a cara. No voy a
llamarlo más. —Vació el vaso de un trago. Al cabo de unos segundos, añadió—:
Tal vez venga a la graduación.
Suspiró, melancólica. Por muy
enfadada y frustrada que se sintiera, seguía deseando a Tom.
—¿Cuándo es la graduación?
—El once de junio.
Rachel maldijo disimuladamente.
Era muy cerca de la boda.
Tras unos minutos en silencio, ____ dio voz a uno de sus
mayores miedos.
—¿Rachel?
—¿Ajá?
—¿Y si se
acuesta con ella?
Durante unos
momentos, su amiga no dijo nada. Tan callada se quedó que ____ empezó a repetir
la pregunta, pero en ese momento Rachel la interrumpió.
—Puedo
imaginarme que se acueste con cualquier otra persona. Pero no que se acueste
con ella y espere que tú lo perdones luego.
—Si te enteras
de que está con otra, por favor, avísame. Prefiero enterarme por ti que por
otra persona.
—Cariño, abre
los ojos.
La voz de Tom
era cálida y sugerente mientras se movía en su interior, apoyándose en los
antebrazos para no aplastarla. Se inclinó para besarle la parte interior del
brazo, a la altura del bíceps, y succionó suavemente. Lo suficiente para
provocarla y tal vez dejarle una ligera marca. Sabía que se volvía loca cada
vez que lo hacía.
—No puedo
—dijo ___ entre jadeos. Cada vez que él se movía, despertaba las sensaciones
más intensas y maravillosas en su interior.
Hasta que se
detuvo en seco.
Ella abrió los
ojos.
Él le acarició
la nariz con la suya.
—Necesito
verte. —Su mirada era intensa pero amable, como si estuviera manteniendo el
deseo a raya momentáneamente.
—Me cuesta
mucho mantener los ojos abiertos —protestó ella, gimiendo cuando él volvió a
moverse en su interior.
—Inténtalo.
Hazlo por mí, ____. —La besó con delicadeza—. Te quiero tanto...
—Pero
entonces, ¿por qué me abandonaste?
Tom la miró
entornando los ojos, consternado.
—No lo hice.
Esa misma
noche, Tom estaba tumbado en el centro de la cama, con los ojos cerrados,
mientras ella le besaba el pecho. Ella se detuvo para dedicarle una atención
especial al tatuaje, antes de seguir descendiendo hacia su abdomen. Él maldijo
en voz baja al notar las uñas que le recorrían los músculos bien definidos,
antes de que una lengua se hundiera en su ombligo.
«Hacía tanto
tiempo...»
Eso fue lo que
pensó al notar que una mano le acariciaba el pubis antes de agarrarle el
miembro con fuerza. Tom levantó las caderas. Ella lo acariciaba mientras él
gemía y suplicaba. ____ lo excitó acariciándole los muslos con su larga y
sedosa melena, antes de metérselo en la boca, tan húmeda y cálida.
Con una exclamación
de sorpresa, Tom se abandonó a las sensaciones, antes de enredar los dedos en
su pelo.
Al recordar,
se quedó paralizado.
Una sensación
de miedo se le instaló en el estómago al pensar en la última vez que lo habían
intentado. Entonces la soltó inmediatamente, temiendo haberla asustado.
—Lo siento —se
excusó, acariciándole la mejilla con un dedo—. Casi se me olvida.
Una mano
helada sujetó la suya, obligándolo a agarrarla por la cabeza una vez más.
—¿Casi se te
olvida el qué? —se burló ella—. ¿Cómo se disfruta de una
mamada?
Tom abrió los
ojos y vio, horrorizado, que los ojos que lo miraban divertidos no eran
castaños, sino azules.
Paulina,
completamente desnuda, estaba acuclillada a su lado, sonriendo triunfalmente y
a punto de volver a metérselo en la boca. Maldiciendo a gritos, Tom se apartó y
se sentó, apoyándose en el cabezal, sin perderla de vista.
Echándose a
reír ante su reacción, ella le señaló la nariz, indicándole sin palabras que se
limpiara los restos de cocaína.
«¿Qué he
hecho?»
Tom se frotó
la cara con ambas manos. Al darse cuenta de la magnitud de su depravación,
sintió náuseas y vomitó al lado de la cama. Cuando se recuperó un poco, alargó
la mano para mostrarle a Paulina el anillo, pero no llevaba ninguno.
El anillo de
boda había desaparecido.
Paulina se rió
con más fuerza y avanzó hacia él como un felino, con la mirada salvaje y
frotándose contra su cuerpo.
CAP 35
Tom se sacudió
compulsivamente, luchando por liberarse de las mantas antes de despertarse del
todo. La buscó por todas partes, pero no vio a nadie.
Estaba solo en
una habitación de hotel, a oscuras. Había apagado todas las luces antes de
acostarse. Ése había sido su primer error. Y además se había olvidado de colocar
la foto de ____ en la mesilla de noche para que mantuviera las sombras a raya.
Ése había sido el segundo, ya que ella era su talismán contra la oscuridad.
Se sentó en la
cama, apoyando los pies en el suelo, y se cubrió la cara con las manos. Los
meses que pasó en rehabilitación para desintoxicarse, años atrás, habían sido
durísimos, pero no eran nada comparados con lo que le estaba costando superar
la ausencia de _____. Soportaría las pesadillas y los recuerdos de errores
pasados con estoicismo si pudiera abrazarla cada noche.
Miró con
desprecio la botella de whisky medio vacía que había dejado en la mesilla de
noche. El acoso que había sufrido por parte de las autoridades académicas le
había supuesto una gran presión. Si a esa presión se le añadía el dolor de la
pérdida, el resultado era que se sentía incapaz de afrontar la vida sin ningún
tipo de ayuda externa.
Cada día bebía
un poco más. Tenía que hacer algo para romper ese círculo o volvería a caer en
sus viejos vicios, aniquilando cualquier posibilidad de futuro. Y tenía que
hacerlo urgentemente.
Tomando una
decisión, hizo un par de llamadas antes de preparar el equipaje de cualquier
manera. Luego le pidió al conserje que llamara a un taxi que lo llevara al
aeropuerto. Ni siquiera se molestó en comprobar si tenía un aspecto
presentable. Lo cierto era que no se atrevía a mirarse al espejo por miedo a lo
que pudiera encontrar allí.
Horas más
tarde, llegó a Florencia y se instaló en el Gallery Hotel Art. Aunque había
avisado con poca antelación, había logrado que le dieran la misma suite en la
que ____ y él habían consumado su amor. Había tenido que elegir entre eso o un
programa de rehabilitación y sabía que la influencia de ella sería mucho más
redentora.
Al entrar en
la habitación, casi esperaba encontrarla. Y si no a ____, alguna señal de su
presencia. Un par de zapatos de tacón color mandarina dejados descuidadamente
debajo de una mesita. Un vestido de tafetán arrugado en el suelo, junto a una
pared desnuda. O unas medias negras sobre la cama sin hacer.
Por supuesto,
no encontró ninguna de esas cosas.
Tras un sueño
relativamente reparador y una ducha, Tom se puso en contacto con su viejo amigo
el dottore Vitali, el director de la galería de los Uffizi, y quedó con él para
cenar. Durante la cena, hablaron de la nueva cátedra de Harvard y de Giuseppe
Pacciani. A Tom lo alegró enterarse de que, aunque a Pacciani lo habían
entrevistado personalmente en Harvard, cosa que a él no le habían ofrecido,
habían rechazado su candidatura. Era un pobre consuelo, pero no dejaba de ser
un consuelo.
Al día
siguiente, trató de distraerse haciendo cosas que le gustaban. Desayunó en una
piazza, paseó junto al Arno y pasó la tarde en la sastrería. Encargó que le
hicieran un traje de lana negra a medida y luego invirtió una hora más buscando
los zapatos perfectos para combinarlos con el traje. El sastre le dijo
bromeando que el traje era tan bueno que podría casarse con él. Luego, el
hombre se empezó a reír de su propia broma, hasta que Tom levantó la mano para
enseñarle el anillo.
—Acabo de
casarme —dijo, para sorpresa del sastre.
Fuera a donde
fuese, lo asaltaban imágenes de ____. En el ponte Santa Trinità se
detuvo y se
demoró en sus agridulces recuerdos durante largo rato. Era duro, pero
preferible a las alternativas químicas.
Una noche en
que había bebido demasiado, se acercó al Duomo, rehaciendo el camino que había
seguido con ____ meses atrás. Torturado por el recuerdo de su cara cuando lo
había acusado de follar con ella, vio un mendigo que le resultó familiar,
sentado junto a la cúpula de Brunelleschi.
Tom se acercó
a él.
—Unas monedas
para un pobre anciano —le pidió el hombre en italiano.
Tom se acercó
más y lo observó con desconfianza. El olor a alcohol y a falta de higiene lo
asaltó, pero no se detuvo. Al reconocer en el mendigo al mismo hombre que había
inspirado la caridad de ____, sintió que la cabeza le daba vueltas.
Se buscó la
cartera a tientas. Sin molestarse en mirar, sacó varios billetes y se los puso
delante de la cara.
—Lo vi en diciembre
y sigue aquí —dijo Tom y el tono le salió más acusador de lo que hubiera
querido.
El hombre se
quedó mirando los billetes con avidez.
—Estoy aquí
cada día. Incluso en Navidad.
Tom le acercó
los euros a la nariz.
—Mi fidanzata
le dio dinero y usted le dijo que era un ángel. ¿Se acuerda?
El viejo le
dedicó una sonrisa desdentada y negó con la cabeza sin perder de vista el
dinero.
—Hay muchos
ángeles en Florencia y todavía más en Asís. Creo que Dios ayuda y protege a los
mendigos de Asís, pero Florencia es mi hogar.
El hombre
alargó la mano hacia los billetes, sin acabar de creerse que fuera a dárselos
de verdad.
Tom se imaginó
a ____ defendiendo al mendigo. Quería que le diera el dinero, aunque lo más
probable era que el hombre se lo gastara en vino.
Mientras lo
observaba, vio que no estaba en mejor estado que cuando lo había visto con ____
meses atrás y estuvo seguro de que ella le habría dado dinero una y otra vez,
sin dudarlo. Habría ido a darle unas monedas día tras día, convencida de que la
caridad nunca se malgastaba. _____ habría confiado en que, un día, el hombre se
daría cuenta de que alguien se preocupaba por él y pediría ayuda.
____ sabía que
ser amable con la gente la volvía más vulnerable, pero ni aun así dejaba de ser
amable.
Dejando los
billetes en la mano del hombre, Tom dio media vuelta y se alejó, oyendo los
gritos de alegría y las bendiciones del mendigo a sus espaldas.
No quería
oírlo. No era merecedor de ninguna bendición. Su acto de caridad no se parecía
en nada al de _____. No se debía a la amabilidad ni a la compasión. Sólo lo
había hecho para honrar su memoria. Como quien compra una indulgencia papal.
Mientras
tropezaba con una piedra del suelo, se dio cuenta de lo que tenía que hacer.
Al día
siguiente, intentó alquilar la casa que había compartido con ____ en Umbría,
pero estaba ocupada. Así que viajó a Asís y se alojó en un hotel pequeño y
sencillo, lleno de peregrinos.
Tom nunca se
había visto a sí mismo como un peregrino. Era demasiado orgulloso para eso. Sin
embargo, había algo en Asís que le permitió dormir esa noche. No había
descansado tan bien desde que había dejado de dormir en brazos de _____.
A la mañana
siguiente, se levantó temprano y se dirigió a la basílica de San Francisco. Era
un lugar de peregrinaje para gente de todas las confesiones, aunque sólo
fuera por
admirar sus frescos medievales y disfrutar de la paz que impregnaba sus salas.
No fue casualidad que rehiciera el camino que había seguido con ____ antes de
Navidad. Habían ido a misa a la basilica superiore y la había esperado
pacientemente mientras se confesaba antes de misa.
Mientras ahora
paseaba por la basílica, admirando las pinturas y absorbiendo la paz del
recinto, vio a una mujer de pelo largo y castaño que se metía por una puerta.
Intrigado, la siguió. A pesar de la multitud de turistas que invadían el
recinto, no le costó nada no perderla de vista hasta la basílica inferiore.
Una vez allí,
ella desapareció.
Intrigado,
buscó por todos los rincones. Cuando vio que la búsqueda era infructuosa,
descendió hasta las entrañas de la iglesia y llegó a la tumba de san Francisco.
Allí estaba la mujer, arrodillada en la primera fila de la cripta. Tom se quedó
en la última y se arrodilló también, sin perder de vista a la desconocida.
No era _____.
Tenía las caderas y los hombros más anchos que ella y el pelo más oscuro. Pero
era hermosa y su belleza le recordó lo mucho que había perdido.
La cripta era
pequeña y primitiva, lo que contrastaba con la arquitectura y los frescos tan
elaborados de la basílica. Tom no era el único que opinaba que la simplicidad
de la vida y la misión de san Francisco se reflejaban de un modo más adecuado
en la sencillez de su tumba.
Sumido en esos
pensamientos, inclinó la cabeza y la apoyó en el respaldo del banco de delante.
Sin darse cuenta, empezó a rezar.
Al principio
eran palabras inconexas. Confesiones susurradas y declaraciones desesperadas.
Pero a medida que pasaban los minutos, cada vez se sentía más arrepentido. La
joven encendió una vela y se marchó sin que él se diera cuenta.
Si la vida de Tom
hubiera sido una película, en ese momento un viejo hermano franciscano habría
tropezado con él y, al darse cuenta de su sufrimiento, se habría sentido
conmovido y le habría ofrecido guía espiritual. Pero su vida no era una
película, así que siguió rezando solo.
Si más tarde
alguien le hubiera preguntado qué había pasado en aquella cripta, se habría
encogido de hombros y habría cambiado de tema. Algunas cosas no pueden
expresarse con palabras. Algunas cosas desafían los límites del lenguaje.
Pero durante
sus oraciones, Tom fue consciente de la magnitud de sus defectos y carencias,
tanto morales como espirituales. Y, al mismo tiempo, sintió la presencia del
Ser que conocía esos defectos y lo abrazaba de todos modos. Fue consciente de
lo que la escritora Annie Dillard había llamado la extravagancia de la gracia.
Pensó en el amor y el perdón que había recibido a lo largo de su vida, sobre
todo de Grace y de Richard.
«Y de _____,
mi hojita.»
El imán para
el pecado que era Tom había encontrado algo inesperado bajo el suelo de la
vieja basílica. Cuando salió a la calle, estaba más decidido que nunca a no
recaer en sus vicios de siempre.
CAP 36
Para ____, el resto de abril
pasó rápidamente en una vorágine de actividad. Tuvo que hacer correcciones
finales en su proyecto, tuvo reuniones con la profesora Picton y visitas a
Nicole y, los viernes por la noche, se encontraba con Paul.
Katherine le aseguró que el
resultado final del proyecto era satisfactorio y que podía sentirse orgullosa
de él. También le dijo que había hablado con Cecilia Marinelli, que aún estaba
en Oxford, y que le había pedido que cuidara de ella el próximo otoño.
Por cierto, Paul sabía de una
chica en Cambridge a la que le interesaba subarrendar su apartamento a _____.
Ésta había empezado a leer los
libros que Katherine le había sugerido para el seminario de la profesora
Marinelli.
A finales de abril, recibió una
carta de aspecto muy oficial del decanato. El doctor Aras solicitaba su
presencia en la oficina en el plazo de una semana. Le aseguraba que el motivo
de la reunión no tenía nada que ver con cuestiones disciplinarias y que el
profesor Martin estaría presente.
Un lunes por la tarde, ______
cruzaba el campus muy nerviosa, abrazada a su mochila L. L. Bean. Su presencia
la consolaba. Paul se había ofrecido a acompañarla, pero ella rechazó su
oferta, argumentando que tenía que enfrentarse a aquello sola. Él entonces la
había abrazado y le había dicho que la estaría esperando a la salida en su
Starbucks favorito.
—Le agradezco que haya venido,
señorita Mitchell. ¿Cómo ha ido el semestre?
_____ miró al doctor Aras,
sorprendida.
—Ha sido... interesante.
Él asintió y se volvió para
mirar al profesor Martin.
—Sé que este curso ha sido duro
para usted. La he hecho venir para preguntarle si ha tenido algún otro problema
desde el día de la vista.
_____ miró alternativamente a
un hombre y a otro, examinándolos.
—¿Qué tipo de problemas?
—El doctor Aras se preguntaba
si el profesor Kaulitz la había vuelto a molestar en algún momento. ¿Se ha
puesto en contacto con usted por teléfono o por correo electrónico? ¿Le ha
propuesto que se vieran en privado?
Aunque el profesor Martin
parecía amistoso, algo en su tono de voz despertó las sospechas de _____.
—¿Y para qué quieren saberlo?
Consiguieron lo que querían. Se marchó de la ciudad.
La expresión del doctor Aras se
endureció.
—No tengo ningún interés en
reabrir el caso, señorita Mitchell. Ésta es una reunión de cortesía, un intento
de asegurarnos de que ha podido llevar a cabo sus estudios sin interferencias.
Tratamos de averiguar si el profesor Kaulitz ha cumplido su palabra y se ha
mantenido a distancia.
—Recibí un correo electrónico
suyo poco después de la vista, diciéndome que no volviera a ponerme en contacto
con él y que todo había terminado. ¿Era eso lo que querían oír? —preguntó, sin
poder disimular su amargura.
Con una mueca, el profesor
Martin miró a su colega.
—Estoy seguro de que estará
encantada de olvidarse de todo este asunto.
Ella permaneció sentada, sin
molestarse en responder.
—Puede marcharse. Enhorabuena por sus resultados académicos y
por la admisión en Harvard. Nos veremos en la graduación. —El doctor Aras la
despidió con una inclinación de cabeza.
_____ recogió
la mochila del suelo y se acercó a la puerta. Pero cuando estaba a punto de
abrirla, se volvió.
Qué curioso,
pensó, que aquellos dos hombres armados sólo con grandes mentes y armarios
llenos de chaquetas de tweed, tuvieran tanto poder sobre su corazón y su
felicidad.
—No me
arrepiento de mi relación con el profesor Kaulitz, aunque acabara mal. Ustedes
dos fueron increíblemente despectivos y condescendientes conmigo a lo largo de
todo el proceso. Entiendo la importancia de proteger a alguien que lo necesita,
pero las únicas personas de las que yo hubiera necesitado protección era de
ustedes dos.
Tras
fulminarlos con la mirada, salió de la oficina.
CAP 37
Tom se quedó tanto tiempo en
Asís que casi se convirtió en parte de la basílica. Cada día pasaba una hora
sentado en la cripta de San Francisco, meditando. A veces, rezaba. A veces,
sentía a Dios cercano; otras, parecía estar muy lejos. El deseo de estar con ____
nunca desaparecía, aunque se daba cuenta de que su relación había estado
cargada de defectos desde el primer día. Había querido cambiar para ser digno
de ella, cuando debería haber cambiado para dejar de ser un asno insufrible.
Un día, mientras comía en el
restaurante del hotel, un compatriota americano entabló conversación con él. Se
trataba de un médico de California que estaba de visita en Asís con su esposa y
su hijo adolescente.
—Mañana nos vamos a Florencia
—dijo el hombre de pelo cano—. Tenemos previsto pasar allí dos meses.
—¿Y qué van a hacer en la
ciudad tanto tiempo? —preguntó Tom, mirándolo con curiosidad.
—Nos alojaremos con los
franciscanos. Mi esposa es enfermera y trabajaremos como voluntarios en el
hospital. Mi hijo ayudará a los sin techo.
Tom frunció el cejo.
—¿Van como voluntarios?
—Sí, queríamos hacer algo así
los tres juntos, en familia.
El hombre lo miró como si
acabara de ocurrírsele algo.
—¿Quiere venir con nosotros?
Los franciscanos siempre necesitan voluntarios.
—No —respondió él, pinchando un
trozo de carne con decisión—. Yo no soy católico.
—Nosotros tampoco. Somos
luteranos.
Tom lo miró con interés. Su
conocimiento del luteranismo se limitaba a los escritos de Garrison Keillor
(aunque nunca lo habría admitido en público).
—Queríamos echar una mano
haciendo una buena obra —continuó el médico, con una sonrisa—. Quería que mi
hijo ampliara sus horizontes más allá de unas vacaciones en la playa o de jugar
a videojuegos.
—Gracias por la invitación,
pero no puedo aceptarla. —Su respuesta fue tan firme, que el hombre cambió de
tema.
Esa tarde, Tom miraba por la
ventana de la habitación del hotel, pensando como siempre en ____.
«Ella no se habría negado. Ella
habría ido.»
Como siempre, fue consciente de
la brecha que había entre su egoísmo y la generosidad de la joven. Una brecha
que ni los meses pasados a su lado habían logrado llenar.
Dos semanas más tarde, Tom se
encontraba frente al monumento a Dante en la Santa Croce. Finalmente, se había
unido a la familia luterana en su viaje a Florencia y se había convertido en
uno de los voluntarios más conflictivos de la comunidad franciscana. Se
encargaba de servir comida a los pobres, pero horrorizado por la calidad de lo
que les servían, encargó a un servicio de catering que les prepararan las
comidas. Acompañó también a otros voluntarios que repartían artículos de
limpieza y ropa limpia a gente sin hogar, pero se quedó tan afectado al ver las
condiciones en que vivían, que encargó la construcción de un edificio de
lavabos y duchas para los sin techo junto a la
misión de los franciscanos.
En resumen,
cuando Tom acabó de conocer todos los aspectos que abarcaba la labor de los
franciscanos con los pobres, se propuso mejorarlo todo y se ofreció a pagar
todas las reformas de su bolsillo. Luego visitó a varias ricas familias
florentinas que conocía por su trabajo y les pidió que ayudaran económicamente
a los monjes en su misión con los pobres. Esas donaciones les asegurarían
fondos para los próximos años.
Mientras
contemplaba el monumento dedicado a Dante, sintió una súbita afinidad con su
poeta favorito. Dante había sido desterrado de Florencia. Y, aunque
posteriormente la ciudad acabó perdonándolo y permitió que se erigiera un
monumento funerario en su honor en la basílica, sus restos estaban enterrados
en Rávena. Por un curioso giro del destino, ahora Tom sabía también lo que era
ser expulsado de su trabajo, de su ciudad y de su hogar. Porque los brazos de _____
siempre serían su hogar, aunque pasara el resto de su vida en el exilio.
Los monumentos
funerarios que lo rodeaban le recordaban su propia mortalidad. Si tenía suerte,
tendría una vida larga, pero mucha gente, como Grace, veía truncada su
existencia bruscamente. Lo podía atropellar un coche, o tener cáncer, o un
ataque al corazón. De pronto, su tiempo en la Tierra le pareció escaso y muy
valioso.
Desde que se
había marchado de Asís, había tratado de aliviar su culpabilidad haciendo
buenas obras. Ofrecerse como voluntario había sido el primer paso en esa
dirección. Pero sabía que si quería limpiar su conciencia tenía que arreglar
las cosas con Paulina. Con ella aún estaba a tiempo, no como con Grace, o Maia,
o con sus padres biológicos.
¿Y con _____?
¿Estaría a tiempo?
Tom se fijó en
la escultura de una mujer desesperada que se inclinaba sobre lo que figuraba el
ataúd de Dante.
Había aceptado
su destierro, pero eso no significaba que hubiera dejado de escribirle cartas a
_____, cartas que nunca le había enviado.
Los
cementerios desprenden una paz especial. Incluso los situados en el centro de
grandes ciudades la poseen, un silencio sobrenatural que flota en el ambiente.
Mientras
paseaba por aquél, Tom no podía engañarse pensando que estaba en un parque. En
los escasos árboles que salpicaban el paisaje no había pájaros. En la hierba,
aunque verde y bien cuidada, no se veían corretear ardillas o algún conejo
urbano que jugara con sus hermanos o buscara comida.
Vio los
ángeles de piedra a lo lejos. Sus esbeltas formas gemelas montaban guardia
entre los demás monumentos. Eran de mármol, no de granito, y su piel era pálida
y perfecta. Estaban de espaldas a él, con las alas extendidas. Le resultaba más
fácil permanecer detrás del monumento y así no ver el nombre grabado en la
piedra. Habría podido quedarse donde estaba, pero ésa hubiera sido la solución
fácil y cobarde.
Cerró los ojos
y respiró hondo antes de rodear el monumento y detenerse frente a las letras.
Se sacó un
pañuelo del bolsillo del pantalón. Si alguien lo hubiera visto, habría pensado
que lo necesitaba para secarse las lágrimas, pero lo que hizo fue inclinarse
sobre la lápida negra y limpiarla. El polvo salió con facilidad, pero el rosal
había crecido demasiado y había empezado a tapar las letras. Tomó nota mental
de que debía contratar a un jardinero para que lo podara.
Dejó unas
flores frente a la lápida. Los labios se le movían como si rezara, pero no lo
hacía. La tumba, por supuesto, estaba vacía.
Una lágrima o
dos le nublaron la vista. Pronto les siguieron muchas más, hasta que tuvo la
cara cubierta de ellas. No se molestó en secárselas mientras levantaba la
vista hacia los ángeles, dos compasivas almas de mármol.
Pidió perdón.
Expresó la culpabilidad que sentía, una culpabilidad que sabía que lo
acompañaría el resto de su vida. No pidió que lo liberaran del peso de la
culpa, ya que le parecía consecuencia de sus actos. O, mejor dicho,
consecuencia de lo que no había sido capaz de hacer para proteger a una madre y
a su hija.
Sacó el iPhone
del bolsillo y marcó un número guardado en la memoria.
—¿Hola?
—Paulina.
Necesito verte.
HOLA!!! BUENO, AQUI ESTAN LOS CAPITULOS!! LA TUMBA ES DE MAIA U.U ... POBRE BEBE ... Y TRANQUILAS, TOM NO LA LLAMA PARA SEDUCIRLA SINO PARA PEDIRLE PERDON, SOLO LES PUEDO ADELANTAR QUE NO SE ENRREDARA CON ELLA ... BUENO ESTOS CAPITULOS HABLAN MUCHO DE TOM Y ____, BUENO SIN MAS QUE DECIR ME DESPIDO, CUIDENSE MUCHO Y SI VEO 4 O MAS COMENTARIOS LES AGREGO SINO NO ... ADIOS :))
:O Woow menos mal q me aclaraste ese punto virgi xq pensé q la había llamado para seducirla o x despecho :S menos mal q no es así y supongo q ella piensa q el la llamo para volver con ella, q pasara?? oye Tom buscara a (Tn)?? estoy muy intrigada, de verdad me encantaron los caps hablan mucho de Tom estuvieron muy buenos :) oye (Tn) le dará una oportunidad a Paul?? le me parece muy tierno pero ella esta enamorada es de Tom :S espero los próximos caps me encantooo!!!!
ResponderBorrarAy mi pobre Tom!! Esta sufriendooal igual que (tn) ..
ResponderBorrarMe parece bien q Tom arregle las cosas con Paulina :).
Ay cuando se encontraran?? Yo quiero que hablen. Al menos adelantanos si eso pasara pronto o tardara??
Siguelaa Virgiii :)
Miedo me dá lo que piense paulina de porque Tom la llama...
ResponderBorrarPobreeeee esta sufriendo ________ y haciendola a ella sufrir no sé... hay muchas cosas que no entiendo
Y que bonito que limpiara la tumba de maia, y lo de darse de voluntario para ayudar a los necesitados aunque fuese por _____
Sigueeeeeeee jajajajajaja
ResponderBorrarme encantaaaa *-*
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