CAP 28 (PARTE
1)
Varias horas después de la
vista, Tom estaba sentado en su casa, envuelto en las sombras. La única luz de
la estancia era la de las llamas azules y anaranjadas de la chimenea de gas. Estaba
absorto pensando en ____. Completamente rodeado por sus recuerdos y su
fantasma.
Al cerrar los ojos, habría
jurado que podía olerla, que oía su risa acercarse por el pasillo. Su
dormitorio se había convertido en una especie de capilla; por eso no se atrevía
a acostarse y permanecía frente a la chimenea.
No podía soportar ver las
fotografías en blanco y negro de los dos, en especial la más grande, la que
colgaba sobre el cabezal de la cama. La que mostraba a _____ en toda su
magnificencia, tumbada boca abajo, dejando expuesta la espalda, sólo
parcialmente cubierta por una sábana. Ella lo miraba con adoración, con el pelo
revuelto y una sonrisa saciada, satisfecha...
En cada habitación lo asaltaban
sus recuerdos. Algunos eran felices, otros dulces y amargos a la vez, como el
chocolate negro. Fue al comedor a servirse dos dedos de su mejor whisky escocés
y se lo bebió de un trago, disfrutando del ardor que le quemaba la garganta.
Trató desesperadamente de no pensar en ____, de pie ante él, recriminándole su
actitud clavándole un dedo en el pecho.
«Se suponía que me amabas, Tom.
Se suponía que tenías que ayudarme a caminar por mí misma. Y en vez de eso,
llegas a un acuerdo con ellos. Tu trabajo a cambio de nuestra relación.»
Al recordar su mirada dolida,
Tom lanzó el vaso contra la pared. El suelo quedó cubierto por trozos de
vidrio, afilados como carámbanos rotos, que brillaban a la luz de las llamas.
Sabía lo que tenía que hacer;
sólo necesitaba encontrar el valor para hacerlo. Sin soltar la botella, se
dirigió al dormitorio como quien va al patíbulo. Dos tragos más tarde, fue
capaz de colocar la maleta sobre la cama. Sólo recogió las cosas básicas y no
se molestó en doblar la ropa.
Reflexionó sobre el dolor del
destierro. Pensó en las lágrimas de Ulises al estar tan lejos de su hogar, de
su esposa, de su gente. Ahora entendía lo que era eso.
Cuando acabó de hacer la
maleta, echó la foto que tenía sobre la cómoda encima de la ropa. Acariciando
con un dedo la cara de su amada, bebió otro trago antes de tambalearse hacia el
despacho.
Hizo un esfuerzo para no mirar
la butaca de terciopelo rojo. Si cedía a la tentación, vería a _____, enroscada
como un gato, leyendo un libro. Se estaría mordisqueando el labio inferior y
sus adorables cejas estarían fruncidas por la concentración. ¿Algún hombre
habría amado, adorado, venerado más a una mujer?
«Sólo Dante», pensó. Y en ese
instante le sobrevino la inspiración.
Abrió uno de los cajones del
escritorio. Era el cajón de los recuerdos, donde guardaba la ecografía de Maia,
junto con los escasos recuerdos que conservaba de su niñez —el reloj de
bolsillo de su abuelo, algunas joyas que habían pertenecido a su madre, el
diario de ésta y alguna fotografía—. Eligió una foto y un grabado antes de
volver a cerrar el cajón con llave. Deteniéndose sólo para abrir la caja de
terciopelo negro y sacar el anillo, se dirigió a la puerta.
El frío de la noche de Toronto
lo serenó un poco mientras caminaba a grandes zancadas hacia su oficina.
Esperaba encontrar allí lo que necesitaba.
El edificio del Departamento de Estudios Italianos estaba a
oscuras. Al encender la luz de su oficina, lo asaltaron los recuerdos. Recordó
el primer día que ____ había ido a su despacho y lo tremendamente maleducado
que había sido con ella. Recordó la otra vez, después del desastroso seminario,
en que ella se había quedado en la puerta y le había dicho que no era feliz y
que no quería a Paul. Se frotó los ojos con los puños, como si eso fuera a
hacer desaparecer las imágenes.
Llenó su
cartera de piel con los documentos imprescindibles y unos cuantos libros. Tras
rebuscar por los estantes, encontró el que había ido a buscar. Soltando un
suspiro de alivio, escribió unas cuantas palabras, añadió la foto y el grabado
como marcapáginas, apagó la luz y cerró con llave.
Todos los
miembros del profesorado tenían llave de la oficina de la señorita Jenkins, ya
que allí se encontraban los casilleros. Dejó el libro en uno de ellos y
acarició cariñosamente el nombre de su propietaria. Comprobó satisfecho que no
era el único libro que había en los casilleros y, con el corazón encogido por
el dolor de la separación, se marchó.
Paul Norris
estaba enfadado. Su rabia iba dirigida contra el hombre más malvado del planeta,
Tom Kaulitz, que, tras haber maltratado en público y seducido en privado a su
amiga, la había abandonado.
Si Paul
hubiera sido fan de Jane Austen, habría comparado al profesor con el señor
Wickham o con Willoughby. Pero no lo era.
Le costaba un
gran esfuerzo no ir a buscar a Kaulitz para darle la paliza que llevaba meses
buscándose. Paul se sentía muy traicionado. ___ le había dicho que estaba saliendo
con un hombre llamado Jorg.
¡Tom Jorg Kaulitz!
Tal vez ella
quería que Paul lo descubriera, pero no se había atrevido a darle más
información. ¿Quién se iba a imaginar que Jorg era el profesor Kaulitz? Paul lo
había insultado un montón de veces y le había contado a ____ secretos de su
relación con la profesora Singer. Y mientras Paul le contaba esos secretos,
ella se acostaba con él. No le extrañaba que le hubiera negado que Jorg le
había mordido en el cuello.
Cerró los
ojos, asqueado al imaginarse al profesor Kaulitz cometiendo actos depravados
con ella. Con ___ y sus manos diminutas. ____ que era dulce y amable y que se
ruborizaba con tanta facilidad. ____, que no podía pasar junto a un pobre sin
darle limosna. Le dolía darse cuenta de que la dulce señorita Mitchell había
compartido la cama de un monstruo que se excitaba con el dolor, que había sido
un juguete de la profesora Singer.
Aunque tal vez
eso fuera lo que ella deseaba. Tal vez ella y Tom hubieran invitado a Ann a su
cama. Al fin y al cabo, ____ había elegido a Soraya Harandi para que la
defendiera ante el comité. Suponía que eso significaba que mantenía contacto de
algún tipo con la profesora Singer.
CAP 28 (PARTE
2)
Evidentemente,
su amiga no era lo que aparentaba ser. Aunque sus sospechas variaron cuando, el
lunes después de la vista, se encontró con Christa Peterson, que salía del
despacho del profesor Martin.
—Paul —lo
saludó con aire de suficiencia, ajustándose el caro reloj que llevaba en la
muñeca.
Él señaló con
la barbilla la oficina del catedrático.
—¿Algún
problema?
—Oh, no
—respondió ella con una exagerada sonrisa—. Tengo la sensación de que la única
persona que tiene problemas en estos momentos es Kaulitz. Ya puedes empezar a
buscarte un nuevo director de tesis.
—¿De qué estás hablando? —preguntó él, entornando los ojos.
—Pronto lo
averiguarás.
—Si Kaulitz
deja de ser mi director, también dejará de ser el tuyo. Si es que todavía lo
era.
—No, él no me
dejará a mí. Soy yo la que lo dejo a él. Voy a ir a Columbia el curso que
viene.
—¿No es allí
donde estudió el profesor Martin?
Echándose a
reír, Christa se marchó.
—Dale
recuerdos a ____ de mi parte, hazme ese favor.
Paul la
persiguió y la hizo detenerse, agarrándola del brazo.
—¿De qué estás
hablando? ¿Qué le has hecho a ____?
Ella se soltó
bruscamente y le dirigió una mirada asesina.
—Dile que
eligió al hombre equivocado.
Y Christa se
alejó, mientras un sorprendido Paul la observaba, preguntándose qué demonios
habría hecho.
____ no
respondía a los mensajes ni a los correos electrónicos de Paul. Así que, el
miércoles después de la vista, se plantó frente al portal de su casa y llamó al
interfono.
No hubo
respuesta.
Sin rendirse,
esperó hasta que un vecino salió del edificio. Entonces, Paul se coló dentro y
llamó a la puerta de ella varias veces, hasta que una vocecita respondió:
—¿Quién es?
—Paul.
Oyó lo que le
pareció la cabeza de ____ chocando contra la puerta.
—Sólo quiero
asegurarme de que estás bien, ya que no respondes a mis mensajes. —Tras un
instante, añadió—: Te he traído el correo.
—Paul, no sé
qué decir.
—No hace falta
que digas nada. Sólo déjame ver que estás bien y me marcharé.
La oyó
arrastrar los pies, inquieta, al otro lado de la puerta.
—____ —dijo
suavemente—, sólo soy yo.
Finalmente, la
puerta se abrió.
—Hola —saludó
Paul.
Su amiga
estaba tan cambiada que le costó reconocerla.
Parecía una
niña. Estaba muy pálida y se había recogido el pelo en una coleta alta. Se la
veía ojerosa, con los ojos vidriosos y muy rojos. Parecía que no hubiera
dormido desde el día de la vista.
—¿Puedo pasar?
Ella abrió la
puerta un poco más y Paul entró en el diminuto apartamento. Nunca lo había
visto tan desordenado. Había platos sucios por todas partes, la cama sin hacer
y la mesita plegable a punto de hundirse bajo el peso de tantos libros y
papeles. Tenía el portátil encendido, como si la hubiera interrumpido mientras
trabajaba.
—Si has venido
para decirme que soy idiota, no creo que ahora mismo pueda soportarlo. —Trató
de sonar desafiante.
—Me enfadé al
enterarme de que me habías estado mintiendo —Paul se pasó el correo de ____ de
una mano a otra y se rascó la patilla—, pero no he venido para hacerte sentir
mal. No me gusta verte sufrir.
Ella bajó la
vista hacia los pies, que llevaba cubiertos con calcetines de lana de color
lila.
—Siento
haberte mentido.
Paul carraspeó.
—Toma, te he
traído el correo de la universidad. Tenías varias cosas en el casillero.
Ella lo miró
preocupada.
Él levantó una
mano tranquilizándola.
—Sólo son un
par de folletos y un libro de texto.
—¿Por qué me
envían un libro de texto? Yo no doy clases.
—Los
representantes de libros de texto dejan ejemplares en los casilleros de los
profesores. Si les sobran, dejan también alguno para los estudiantes de
posgrado. Una vez me regalaron uno sobre política renacentista. ¿Dónde quieres
que lo deje?
—En la mesa,
gracias.
Paul así lo
hizo, mientras ____ recogía platos y vasos de todos los rincones y los
amontonaba en el fregadero.
—¿Y el mío
sobre qué trata? —preguntó ella, por encima del hombro—. ¿No será sobre Dante?
—No. Se titula
El matrimonio en la Edad Media: amor, sexo y lo sagrado —leyó Paul.
____ se
encogió de hombros. El título no le resultaba demasiado sugerente.
—Se te ve
cansada —comentó Paul, con una mirada comprensiva.
—La profesora
Picton me ha encargado hacer un montón de cambios en el proyecto. Estoy
trabajando sin parar.
—Necesitas
aire fresco. ¿Por qué no vamos a comer? Pago yo.
—Me queda
mucho por hacer.
Paul se
acarició la barbilla con la mano.
—Lo que tienes
que hacer es salir un rato. Este lugar es deprimente. Parece la casa de la
señorita Havisham.
—¿Te convierte
eso en Pip?
Paul negó con
la cabeza.
—No, me
convierte en un imbécil que se mete en la vida de los demás.
—Pues
entonces, te pareces bastante a Pip.
—¿Tienes que
entregar el trabajo mañana?
—No. La
profesora Picton me ha dado una semana más de plazo. Supuso que no podría
entregarlo el uno de abril por... todo lo sucedido. —Hizo una mueca.
—Pues vamos a
comer. En metro, nos plantamos y volvemos de la calle Queen en un momento.
____ lo miró con
preocupación.
—¿Por qué eres
tan amable conmigo?
—Porque soy de
Vermont. Allí todos somos amables —respondió con una sonrisa—. Y porque ahora
mismo necesitas un amigo.
Ella le
devolvió la sonrisa, agradecida.
—Nunca he
dejado de pensar en ti —admitió él, con una mirada tierna.
___ fingió no
entender su declaración.
—Me visto en
un minuto. —Ambos bajaron la vista hacia su pijama de franela.
—Bonitos
patitos de goma —se burló Paul.
Avergonzada,
ella abrió el armario en busca de ropa limpia. Llevaba una semana sin hacer la
colada, por lo que sus opciones eran limitadas, pero encontró algo presentable
para una comida informal.
Mientras se
cambiaba en el baño, Paul se dedicó a ordenar un poco. Ni se le ocurrió tocar
sus papeles del trabajo, pero estiró un poco la cama y puso en su sitio cosas
que estaban por el suelo. Cuando acabó, guardó el libro de texto en un estante
y,
sentado en una de las sillas plegables, revisó el correo.
Tiró la propaganda a la basura y apiló lo que parecían facturas en un montón.
Se fijó en que no había ninguna carta de carácter personal.
—Gracias a
Dios —murmuró.
Después de
vestirse, ____ se tapó las ojeras con corrector y se aplicó un poco de colorete
en las mejillas. Satisfecha de no parecerse ya a la señorita Havisham, salió
del baño y se sentó frente a Paul.
Él la recibió
con una sonrisa.
—¿Lista?
—Sí
—respondió, abrazándose a sí misma—. Seguro que tienes cosas que decirme.
Puedes soltarlas ya y nos lo quitamos de encima.
Paul frunció
el cejo y señaló la puerta.
—Podemos
hablar mientras comemos.
—Me ha
abandonado —soltó, apenada.
—¿No crees que
es lo mejor que te podía pasar?
—No.
—Por favor, ____,
ese tipo te sedujo para pasar el rato y luego te dejó en la estacada. ¿Qué más
quieres que te haga para olvidarte de él?
—¡Eso no fue
lo que pasó!
Paul la miró,
sorprendido por su súbito arranque. De todos modos, la prefería enfadada que
triste.
—Deberías
ponerte un gorro. Hace frío.
Poco después,
estaban en la calle, camino de la parada de metro de Spadina.
—¿Lo has
visto?
—¿A quién?
—Ya sabes a
quién. No me hagas decir su nombre.
Paul resopló.
—¿No prefieres
olvidarlo?
—Por favor.
Al mirarla,
vio que su preciosa cara estaba contraída en una mueca de dolor. Deteniéndose,
le dijo:
—Me lo
encontré unas horas después de la vista, cuando salía del despacho del profesor
Martin. Desde entonces, no he hecho otra cosa que trabajar en mi tesis. Si Kaulitz
renuncia a supervisarme, estoy jodido.
—¿Sabes dónde
está?
—En el
infierno, espero —respondió él animadamente—. Martin nos envió un correo
electrónico a todos los del departamento informando de que Kaulitz se había
tomado una excedencia hasta el final de este semestre. Supongo que lo
recibiste.
____ negó con
la cabeza.
Él la miró
atentamente.
—Deduzco que
no se despidió de ti.
—Le dejé unos
cuantos mensajes. Ayer por fin se dignó responderme.
—¿Qué te dijo?
—Que se había
acabado y que dejara de llamarlo. Ni siquiera me llamó por mi nombre. Sólo un
mensaje de dos líneas desde su cuenta de correo de la universidad, firmada con
«Saludos, Prof. Tom J. Kaulitz».
—Qué cabrón.
____ hizo una
mueca, pero no lo defendió.
—Tras acabar
la vista, me dijo que yo era incapaz de entender mi propia aflicción.
—Gilipollas pretencioso.
—¿Cómo?
—Te pisotea el
corazón y luego se pone a citar a Hamlet. ¡Increíble! Y encima lo cita mal, el
idiota.
____ parpadeó
sorprendida.
—No reconocí
el verso. Pensaba que eran sus palabras.
—Shakespeare
era otro gilipollas pretencioso. Probablemente por eso no notaste la
diferencia. Es un verso del discurso de Gertrudis sobre la muerte de Ofelia.
Escucha:
Y su corona
de plantas y ella misma cayeron en el lloroso arroyo. Sus ropas se extendieron
y durante unos instantes, la sostuvieron sobre el agua como si fuera una sirena. Mientras tanto, cantaba viejas
melodías como una criatura incapaz de entender su propia aflicción, o
como si el agua fuera su elemento natural. Pero pronto sus vestidos, cargados
de agua, la hundieron hasta el fondo pantanoso del arroyo, y la
música se apagó para siempre.
____
palideció.
—¿Por qué me
diría algo así?
Paul repitió
su lista de insultos favoritos dirigidos al profesor.
—No te pareces
en nada a Ofelia. ¿Crees que Kaulitz temía que pudieras... cometer un
disparate? —A medida que los versos de Shakespeare le iban viniendo a la mente,
se había ido preocupando cada vez más.
Ella lo miró
sorprendida.
—No, no lo
creo. Murmuró algo sobre que creía que estaba cometiendo un suicidio académico.
Paul se
tranquilizó un poco.
—Hay algo más
que quería comentarte. Hablé con Christa.
____ se mordió
la parte interior de la mejilla antes de animarlo a continuar con una
inclinación de cabeza.
—Me dijo que
se alegraba de que Kaulitz se marchara. Y me habló de ti.
—Siempre me ha
odiado.
—No sé qué se
trae entre manos, pero yo que tú iría con cuidado.
La mirada de
ella se perdió en la distancia.
—No puede
hacerme más daño. Ya he perdido lo que más quería.
Hola!! bueno aqui esta otro caps mas de esta hermosa novela ... Todos odian a Tom u.u que tristeza el pobre ... me da mucha tristeza ese bebe ... bueno sin mas que decir, me despido, que esten bien, nos vemos en la proxima actualizacion :)) adios
Ay mi Tom tambien sufreee!! :(
ResponderBorrarpero xq no lucho por su Beatriz??!! Porqueee??!!
Siguelaa Virgii amo la fic. .Estoy totalmente atrapada :)
Wowww.... no se ni que decir... es que me neto tanto en la piel de los personajes que me cuesta mucho asimilarlo y no llorar...
ResponderBorrarMe encanta y ojalá vuelvan pronto
Sigueeee
ResponderBorrarSubeeeee janajajaja
ResponderBorrarwoow que sufrimiento de tom
ResponderBorrardonde estara tom :O
me encanta
espero que subas prontoo :)
Xq Tom le mando ese correo a (Tn) diciéndole q todo se acabo?? xq no lucha x su relación si es q la ama de verdad, hay no puedo creer q Tom se haya ido :S ahora me imagino q Paul hará hasta lo imposible x conquistar a (Tn), y ahora q pasara??? esa Christa me cae super mal la odio y todo esto q esta pasando entre Tom y (Tn) es x su culpa.. me encanto espero el proximo :(
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