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miércoles, 2 de julio de 2014

.- EL EXTASIS DE TOM .- 28 (PARTE 1 Y 2)

CAP 28 (PARTE 1)
Varias horas después de la vista, Tom estaba sentado en su casa, envuelto en las sombras. La única luz de la estancia era la de las llamas azules y anaranjadas de la chimenea de gas. Estaba absorto pensando en ____. Completamente rodeado por sus recuerdos y su fantasma.
Al cerrar los ojos, habría jurado que podía olerla, que oía su risa acercarse por el pasillo. Su dormitorio se había convertido en una especie de capilla; por eso no se atrevía a acostarse y permanecía frente a la chimenea.
No podía soportar ver las fotografías en blanco y negro de los dos, en especial la más grande, la que colgaba sobre el cabezal de la cama. La que mostraba a _____ en toda su magnificencia, tumbada boca abajo, dejando expuesta la espalda, sólo parcialmente cubierta por una sábana. Ella lo miraba con adoración, con el pelo revuelto y una sonrisa saciada, satisfecha...
En cada habitación lo asaltaban sus recuerdos. Algunos eran felices, otros dulces y amargos a la vez, como el chocolate negro. Fue al comedor a servirse dos dedos de su mejor whisky escocés y se lo bebió de un trago, disfrutando del ardor que le quemaba la garganta. Trató desesperadamente de no pensar en ____, de pie ante él, recriminándole su actitud clavándole un dedo en el pecho.
«Se suponía que me amabas, Tom. Se suponía que tenías que ayudarme a caminar por mí misma. Y en vez de eso, llegas a un acuerdo con ellos. Tu trabajo a cambio de nuestra relación.»
Al recordar su mirada dolida, Tom lanzó el vaso contra la pared. El suelo quedó cubierto por trozos de vidrio, afilados como carámbanos rotos, que brillaban a la luz de las llamas.
Sabía lo que tenía que hacer; sólo necesitaba encontrar el valor para hacerlo. Sin soltar la botella, se dirigió al dormitorio como quien va al patíbulo. Dos tragos más tarde, fue capaz de colocar la maleta sobre la cama. Sólo recogió las cosas básicas y no se molestó en doblar la ropa.
Reflexionó sobre el dolor del destierro. Pensó en las lágrimas de Ulises al estar tan lejos de su hogar, de su esposa, de su gente. Ahora entendía lo que era eso.
Cuando acabó de hacer la maleta, echó la foto que tenía sobre la cómoda encima de la ropa. Acariciando con un dedo la cara de su amada, bebió otro trago antes de tambalearse hacia el despacho.
Hizo un esfuerzo para no mirar la butaca de terciopelo rojo. Si cedía a la tentación, vería a _____, enroscada como un gato, leyendo un libro. Se estaría mordisqueando el labio inferior y sus adorables cejas estarían fruncidas por la concentración. ¿Algún hombre habría amado, adorado, venerado más a una mujer?
«Sólo Dante», pensó. Y en ese instante le sobrevino la inspiración.
Abrió uno de los cajones del escritorio. Era el cajón de los recuerdos, donde guardaba la ecografía de Maia, junto con los escasos recuerdos que conservaba de su niñez —el reloj de bolsillo de su abuelo, algunas joyas que habían pertenecido a su madre, el diario de ésta y alguna fotografía—. Eligió una foto y un grabado antes de volver a cerrar el cajón con llave. Deteniéndose sólo para abrir la caja de terciopelo negro y sacar el anillo, se dirigió a la puerta.
El frío de la noche de Toronto lo serenó un poco mientras caminaba a grandes zancadas hacia su oficina. Esperaba encontrar allí lo que necesitaba.
El edificio del Departamento de Estudios Italianos estaba a oscuras. Al encender la luz de su oficina, lo asaltaron los recuerdos. Recordó el primer día que ____ había ido a su despacho y lo tremendamente maleducado que había sido con ella. Recordó la otra vez, después del desastroso seminario, en que ella se había quedado en la puerta y le había dicho que no era feliz y que no quería a Paul. Se frotó los ojos con los puños, como si eso fuera a hacer desaparecer las imágenes.
Llenó su cartera de piel con los documentos imprescindibles y unos cuantos libros. Tras rebuscar por los estantes, encontró el que había ido a buscar. Soltando un suspiro de alivio, escribió unas cuantas palabras, añadió la foto y el grabado como marcapáginas, apagó la luz y cerró con llave.
Todos los miembros del profesorado tenían llave de la oficina de la señorita Jenkins, ya que allí se encontraban los casilleros. Dejó el libro en uno de ellos y acarició cariñosamente el nombre de su propietaria. Comprobó satisfecho que no era el único libro que había en los casilleros y, con el corazón encogido por el dolor de la separación, se marchó.

Paul Norris estaba enfadado. Su rabia iba dirigida contra el hombre más malvado del planeta, Tom Kaulitz, que, tras haber maltratado en público y seducido en privado a su amiga, la había abandonado.
Si Paul hubiera sido fan de Jane Austen, habría comparado al profesor con el señor Wickham o con Willoughby. Pero no lo era.
Le costaba un gran esfuerzo no ir a buscar a Kaulitz para darle la paliza que llevaba meses buscándose. Paul se sentía muy traicionado. ___ le había dicho que estaba saliendo con un hombre llamado Jorg.
¡Tom Jorg Kaulitz!
Tal vez ella quería que Paul lo descubriera, pero no se había atrevido a darle más información. ¿Quién se iba a imaginar que Jorg era el profesor Kaulitz? Paul lo había insultado un montón de veces y le había contado a ____ secretos de su relación con la profesora Singer. Y mientras Paul le contaba esos secretos, ella se acostaba con él. No le extrañaba que le hubiera negado que Jorg le había mordido en el cuello.
Cerró los ojos, asqueado al imaginarse al profesor Kaulitz cometiendo actos depravados con ella. Con ___ y sus manos diminutas. ____ que era dulce y amable y que se ruborizaba con tanta facilidad. ____, que no podía pasar junto a un pobre sin darle limosna. Le dolía darse cuenta de que la dulce señorita Mitchell había compartido la cama de un monstruo que se excitaba con el dolor, que había sido un juguete de la profesora Singer.
Aunque tal vez eso fuera lo que ella deseaba. Tal vez ella y Tom hubieran invitado a Ann a su cama. Al fin y al cabo, ____ había elegido a Soraya Harandi para que la defendiera ante el comité. Suponía que eso significaba que mantenía contacto de algún tipo con la profesora Singer.

CAP 28 (PARTE 2)
Evidentemente, su amiga no era lo que aparentaba ser. Aunque sus sospechas variaron cuando, el lunes después de la vista, se encontró con Christa Peterson, que salía del despacho del profesor Martin.
—Paul —lo saludó con aire de suficiencia, ajustándose el caro reloj que llevaba en la muñeca.
Él señaló con la barbilla la oficina del catedrático.
—¿Algún problema?
—Oh, no —respondió ella con una exagerada sonrisa—. Tengo la sensación de que la única persona que tiene problemas en estos momentos es Kaulitz. Ya puedes empezar a buscarte un nuevo director de tesis.
—¿De qué estás hablando? —preguntó él, entornando los ojos.
—Pronto lo averiguarás.
—Si Kaulitz deja de ser mi director, también dejará de ser el tuyo. Si es que todavía lo era.
—No, él no me dejará a mí. Soy yo la que lo dejo a él. Voy a ir a Columbia el curso que viene.
—¿No es allí donde estudió el profesor Martin?
Echándose a reír, Christa se marchó.
—Dale recuerdos a ____ de mi parte, hazme ese favor.
Paul la persiguió y la hizo detenerse, agarrándola del brazo.
—¿De qué estás hablando? ¿Qué le has hecho a ____?
Ella se soltó bruscamente y le dirigió una mirada asesina.
—Dile que eligió al hombre equivocado.
Y Christa se alejó, mientras un sorprendido Paul la observaba, preguntándose qué demonios habría hecho.
____ no respondía a los mensajes ni a los correos electrónicos de Paul. Así que, el miércoles después de la vista, se plantó frente al portal de su casa y llamó al interfono.
No hubo respuesta.
Sin rendirse, esperó hasta que un vecino salió del edificio. Entonces, Paul se coló dentro y llamó a la puerta de ella varias veces, hasta que una vocecita respondió:
—¿Quién es?
—Paul.
Oyó lo que le pareció la cabeza de ____ chocando contra la puerta.
—Sólo quiero asegurarme de que estás bien, ya que no respondes a mis mensajes. —Tras un instante, añadió—: Te he traído el correo.
—Paul, no sé qué decir.
—No hace falta que digas nada. Sólo déjame ver que estás bien y me marcharé.
La oyó arrastrar los pies, inquieta, al otro lado de la puerta.
—____ —dijo suavemente—, sólo soy yo.
Finalmente, la puerta se abrió.
—Hola —saludó Paul.
Su amiga estaba tan cambiada que le costó reconocerla.
Parecía una niña. Estaba muy pálida y se había recogido el pelo en una coleta alta. Se la veía ojerosa, con los ojos vidriosos y muy rojos. Parecía que no hubiera dormido desde el día de la vista.
—¿Puedo pasar?
Ella abrió la puerta un poco más y Paul entró en el diminuto apartamento. Nunca lo había visto tan desordenado. Había platos sucios por todas partes, la cama sin hacer y la mesita plegable a punto de hundirse bajo el peso de tantos libros y papeles. Tenía el portátil encendido, como si la hubiera interrumpido mientras trabajaba.
—Si has venido para decirme que soy idiota, no creo que ahora mismo pueda soportarlo. —Trató de sonar desafiante.
—Me enfadé al enterarme de que me habías estado mintiendo —Paul se pasó el correo de ____ de una mano a otra y se rascó la patilla—, pero no he venido para hacerte sentir mal. No me gusta verte sufrir.
Ella bajó la vista hacia los pies, que llevaba cubiertos con calcetines de lana de color lila.
—Siento haberte mentido.
Paul carraspeó.
—Toma, te he traído el correo de la universidad. Tenías varias cosas en el casillero.
Ella lo miró preocupada.
Él levantó una mano tranquilizándola.
—Sólo son un par de folletos y un libro de texto.
—¿Por qué me envían un libro de texto? Yo no doy clases.
—Los representantes de libros de texto dejan ejemplares en los casilleros de los profesores. Si les sobran, dejan también alguno para los estudiantes de posgrado. Una vez me regalaron uno sobre política renacentista. ¿Dónde quieres que lo deje?
—En la mesa, gracias.
Paul así lo hizo, mientras ____ recogía platos y vasos de todos los rincones y los amontonaba en el fregadero.
—¿Y el mío sobre qué trata? —preguntó ella, por encima del hombro—. ¿No será sobre Dante?
—No. Se titula El matrimonio en la Edad Media: amor, sexo y lo sagrado —leyó Paul.
____ se encogió de hombros. El título no le resultaba demasiado sugerente.
—Se te ve cansada —comentó Paul, con una mirada comprensiva.
—La profesora Picton me ha encargado hacer un montón de cambios en el proyecto. Estoy trabajando sin parar.
—Necesitas aire fresco. ¿Por qué no vamos a comer? Pago yo.
—Me queda mucho por hacer.
Paul se acarició la barbilla con la mano.
—Lo que tienes que hacer es salir un rato. Este lugar es deprimente. Parece la casa de la señorita Havisham.
—¿Te convierte eso en Pip?
Paul negó con la cabeza.
—No, me convierte en un imbécil que se mete en la vida de los demás.
—Pues entonces, te pareces bastante a Pip.
—¿Tienes que entregar el trabajo mañana?
—No. La profesora Picton me ha dado una semana más de plazo. Supuso que no podría entregarlo el uno de abril por... todo lo sucedido. —Hizo una mueca.
—Pues vamos a comer. En metro, nos plantamos y volvemos de la calle Queen en un momento.
____ lo miró con preocupación.
—¿Por qué eres tan amable conmigo?
—Porque soy de Vermont. Allí todos somos amables —respondió con una sonrisa—. Y porque ahora mismo necesitas un amigo.
Ella le devolvió la sonrisa, agradecida.
—Nunca he dejado de pensar en ti —admitió él, con una mirada tierna.
___ fingió no entender su declaración.
—Me visto en un minuto. —Ambos bajaron la vista hacia su pijama de franela.
—Bonitos patitos de goma —se burló Paul.
Avergonzada, ella abrió el armario en busca de ropa limpia. Llevaba una semana sin hacer la colada, por lo que sus opciones eran limitadas, pero encontró algo presentable para una comida informal.
Mientras se cambiaba en el baño, Paul se dedicó a ordenar un poco. Ni se le ocurrió tocar sus papeles del trabajo, pero estiró un poco la cama y puso en su sitio cosas que estaban por el suelo. Cuando acabó, guardó el libro de texto en un estante y,
sentado en una de las sillas plegables, revisó el correo. Tiró la propaganda a la basura y apiló lo que parecían facturas en un montón. Se fijó en que no había ninguna carta de carácter personal.
—Gracias a Dios —murmuró.
Después de vestirse, ____ se tapó las ojeras con corrector y se aplicó un poco de colorete en las mejillas. Satisfecha de no parecerse ya a la señorita Havisham, salió del baño y se sentó frente a Paul.
Él la recibió con una sonrisa.
—¿Lista?
—Sí —respondió, abrazándose a sí misma—. Seguro que tienes cosas que decirme. Puedes soltarlas ya y nos lo quitamos de encima.
Paul frunció el cejo y señaló la puerta.
—Podemos hablar mientras comemos.
—Me ha abandonado —soltó, apenada.
—¿No crees que es lo mejor que te podía pasar?
—No.
—Por favor, ____, ese tipo te sedujo para pasar el rato y luego te dejó en la estacada. ¿Qué más quieres que te haga para olvidarte de él?
—¡Eso no fue lo que pasó!
Paul la miró, sorprendido por su súbito arranque. De todos modos, la prefería enfadada que triste.
—Deberías ponerte un gorro. Hace frío.
Poco después, estaban en la calle, camino de la parada de metro de Spadina.
—¿Lo has visto?
—¿A quién?
—Ya sabes a quién. No me hagas decir su nombre.
Paul resopló.
—¿No prefieres olvidarlo?
—Por favor.
Al mirarla, vio que su preciosa cara estaba contraída en una mueca de dolor. Deteniéndose, le dijo:
—Me lo encontré unas horas después de la vista, cuando salía del despacho del profesor Martin. Desde entonces, no he hecho otra cosa que trabajar en mi tesis. Si Kaulitz renuncia a supervisarme, estoy jodido.
—¿Sabes dónde está?
—En el infierno, espero —respondió él animadamente—. Martin nos envió un correo electrónico a todos los del departamento informando de que Kaulitz se había tomado una excedencia hasta el final de este semestre. Supongo que lo recibiste.
____ negó con la cabeza.
Él la miró atentamente.
—Deduzco que no se despidió de ti.
—Le dejé unos cuantos mensajes. Ayer por fin se dignó responderme.
—¿Qué te dijo?
—Que se había acabado y que dejara de llamarlo. Ni siquiera me llamó por mi nombre. Sólo un mensaje de dos líneas desde su cuenta de correo de la universidad, firmada con «Saludos, Prof. Tom J. Kaulitz».
—Qué cabrón.
____ hizo una mueca, pero no lo defendió.
—Tras acabar la vista, me dijo que yo era incapaz de entender mi propia aflicción.
—Gilipollas pretencioso.
—¿Cómo?
—Te pisotea el corazón y luego se pone a citar a Hamlet. ¡Increíble! Y encima lo cita mal, el idiota.
____ parpadeó sorprendida.
—No reconocí el verso. Pensaba que eran sus palabras.
—Shakespeare era otro gilipollas pretencioso. Probablemente por eso no notaste la diferencia. Es un verso del discurso de Gertrudis sobre la muerte de Ofelia. Escucha:
Y su corona de plantas y ella misma cayeron en el lloroso arroyo. Sus ropas se extendieron y durante unos instantes, la sostuvieron sobre el agua como si fuera una sirena. Mientras tanto, cantaba viejas melodías como una criatura incapaz de entender su propia aflicción, o como si el agua fuera su elemento natural. Pero pronto sus vestidos, cargados de agua, la hundieron hasta el fondo pantanoso del arroyo, y la música se apagó para siempre.
____ palideció.
—¿Por qué me diría algo así?
Paul repitió su lista de insultos favoritos dirigidos al profesor.
—No te pareces en nada a Ofelia. ¿Crees que Kaulitz temía que pudieras... cometer un disparate? —A medida que los versos de Shakespeare le iban viniendo a la mente, se había ido preocupando cada vez más.
Ella lo miró sorprendida.
—No, no lo creo. Murmuró algo sobre que creía que estaba cometiendo un suicidio académico.
Paul se tranquilizó un poco.
—Hay algo más que quería comentarte. Hablé con Christa.
____ se mordió la parte interior de la mejilla antes de animarlo a continuar con una inclinación de cabeza.
—Me dijo que se alegraba de que Kaulitz se marchara. Y me habló de ti.
—Siempre me ha odiado.
—No sé qué se trae entre manos, pero yo que tú iría con cuidado.
La mirada de ella se perdió en la distancia.

—No puede hacerme más daño. Ya he perdido lo que más quería.



Hola!! bueno aqui esta otro caps mas de esta hermosa novela ... Todos odian a Tom u.u que tristeza el pobre ... me da mucha tristeza ese bebe ... bueno sin mas que decir, me despido, que esten bien, nos vemos en la proxima actualizacion :)) adios

6 comentarios:

  1. Ay mi Tom tambien sufreee!! :(
    pero xq no lucho por su Beatriz??!! Porqueee??!!

    Siguelaa Virgii amo la fic. .Estoy totalmente atrapada :)

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  2. Wowww.... no se ni que decir... es que me neto tanto en la piel de los personajes que me cuesta mucho asimilarlo y no llorar...
    Me encanta y ojalá vuelvan pronto

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  3. woow que sufrimiento de tom
    donde estara tom :O
    me encanta
    espero que subas prontoo :)

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  4. Xq Tom le mando ese correo a (Tn) diciéndole q todo se acabo?? xq no lucha x su relación si es q la ama de verdad, hay no puedo creer q Tom se haya ido :S ahora me imagino q Paul hará hasta lo imposible x conquistar a (Tn), y ahora q pasara??? esa Christa me cae super mal la odio y todo esto q esta pasando entre Tom y (Tn) es x su culpa.. me encanto espero el proximo :(

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